Oscar Javier Valbuena Sanz[1]
RESUMEN: Este artículo autobiográfico resume la aportación del psicodrama a mi persona. En la sala, entre escenas y actos, el miedo, el amor y la conciencia son las tres emociones básicas, los tres personajes desde donde creo, aquellos que transmuto al lienzo en mi intimidad sustentando crisis emocionales que, poco a poco se canalizan en un lenguaje interior capaz de brindarme la posibilidad de verme, sentirme y actuar en consecuencia a la belleza de mi ser. En sí, la dinámica psicodramática es expresada en los lienzos a través del color como recurso sustentador ante la frágil línea del autoengaño, siendo la fluidez emocional la permisibilidad adquirida a lo largo del tratamiento así como su comprensión y organización. El miedo a sentir mi totalidad es mitigado en cada acto o intención de constituir una nueva experiencia más acorde al potencial natural que observamos en los niños y desvinculante de la creencia limitadora que me aboca a la patología de vida.
La práctica es la base de los nuevos hábitos y unos cuatro años permitiéndome sentir mis emociones, hablándolas con mi psicoanalista y compartiéndolas en el grupo de psicodrama, han dado como resultado una gran libertad para percibir cosas nuevas, vivir deseos y sobre todo descubrir mis miedos, enfrentarlos y poder conquistar la paz interior. Ahora hay caminos que son tan solo el recuerdo de un interior frustrado condicionado por la necesidad de un deseo impropio, apego a los hábitos y otros caminos que suponen el cambio, la posibilidad de moverme, crear, sentir y, en fin, ser emocionalmente un hombre sano. Este proceso que evoluciona me hace más consciente de toda esa mochila del pasado a la que he de mirar con una sonrisa para poder soñar un presente y un futuro mejor. Así la carga psíquica pasa a ser tan imaginada como cualquier otro pensamiento y el cuerpo puede estar por encima de todos esos patrones condicionados que son los hábitos. La creencia de uno mismo solo es el comienzo, el punto de inflexión actual y no la totalidad de lo que somos.
Quizás no me corresponda a mí hablar de mi patología de vida, pero es obvio que todo mi esfuerzo es poder mirarme al espejo y ver la belleza, mi belleza, tener la capacidad de compartirla y de moverme en la vida respondiendo a esto que soy y que tanto me cuesta aceptar.
Estas reflexiones son para mi persona la unificación de estos cuatro años aprendiendo de mi psicoterapeuta Ana Guardiola y del grupo de psicodrama con Teresa J. Berganza, así como de todas las personas que han compartido sus sentimientos y sus vidas conmigo. Agradezco a mi gran amiga Teresa todo su apoyo durante todos estos años, la posibilidad que me brindó de conocer a Ana y sobre todo su presencia desde hace veinte años. Mi intento es desglosar los cambios más profundos que he percibido en mi personalidad consecuencia de la terapia individual y del grupo de psicodrama.
En primera instancia he de decir que mi situación personal por aquel entonces era ya de caos mental. Ninguna de mis creencias era capaz de mitigar esa sensación de vacío, todo era una idealización, nada me producía satisfacción, era una guerra interna y mi cuerpo el campo de batalla que sufría la dicotomía de mis pensamientos.
Mi residencia en Alicante y mi tratamiento en Madrid han supuesto un viaje mensual para la cita con Ana y el grupo con Teresa y Ana.
Así, los pasos iniciales a través del grupo fueron muy desconcertantes, aun tengo la sensación de estar por encima de mis posibilidades; lo digo porque en una ocasión en particular yo miraba la cara de mis compañeros y todos querían decirme lo que sucedía, se mordían la lengua para no contestar por mí, pero solo yo podía ser el observador consciente del autoengaño. Es un acto que no siempre me sucede y suele ser la finalización del proceso; pero cuando sucede, cambia por completo la forma de percibir la vida porque, en esencia, puedo actuar desde muchos ángulos y la creencia de mi imagen cambia, se amplía tanto que en los espacios entre pensamientos uno se ve y elige la respuesta de vida.
Así, anclar el cuerpo y enraizar la mente en ese tu nuevo lugar emocional que se constituye en la toma de conciencia, ha sido y es una meta personal tras todas mis consultas y grupos en Madrid.
Estos son los tres personajes emocionales con los que he vivido la experiencia en el grupo de psicodrama y por analogía en la manera de expresarme en los lienzos.
1º El miedo. Es el gran canalizador del ego. Te deja solo, te desvincula de la energía positiva, te inmoviliza, te atrapa en ideas y conceptos. Eres presa de ti mismo, de tu creencia y de un ideal que te aferra a los apegos.
2º El amor. Es la unificación con la totalidad en cada instante del presente. Sentir tu cuerpo unificado con el medio que te rodea, con lo que haces, con quien estas. Expresarse en cuerpo y mente es vivir en amor.
3º La conciencia es la posibilidad de moverme libremente entre el miedo y el amor. Aquí entra el factor más relevante, la fuerza de la naturaleza, puesto que cuando sincronizas tu cuerpo con el lenguaje universal los conceptos e ideas desaparecen. El cuerpo acaba sintiendo la posibilidad de crecer, no por los conocimientos, sino por la sabiduría natural que poseemos. Es el niño interior que juega un papel fundamental en la edad adulta, canaliza la sincronización del consciente y el inconsciente para poder movernos por el espíritu de nuestro yo.
En el grupo, el hecho de ponerte en el lugar de la persona con la que tienes conflictos, o simplemente observarlo en los demás compañeros, no deja duda que es un paso hacia la incertidumbre donde el miedo aflora, pero también la libertad de poder moverse rumbo al deseo propio de la naturaleza del ser humano, el amor. El deseo de paz interior nos lleva a amarnos, permitir que fluya a amar, y aprender a movernos entre el miedo y el amor forman a un ser amoroso.
Así es como surge la pintura y mi transformación a través del color, el movimiento y la imaginación como recurso en la sustentación de las crisis emocionales y su re-direccionamiento a los patrones donde me permito vivir. Los logros a lo largo del tratamiento son básicamente constituir un cuerpo físico tan activo como el condicionado por el pasado en un intento de cambiar la percepción interior y que pueda reflejarse en el exterior de una forma sencilla. La formación proviene de la desfragmentación inicial de un pensamiento propio, la textura de un sueño, una creencia, la emoción que se apodera de uno como una tormenta y nos cambia el rumbo, o en calma buscando el deseo de percibir la tormenta perfecta. Por tanto el trabajo base en la actualidad es organizar la tormenta que encuentro en el silencio.
Creo sinceramente que la tormenta perfecta es una emoción bien vivida, así, los espacios en el lienzo con los que me muevo son: primero el miedo a vivir, segundo el deseo de vida que es expresado como un acto nuevo de aprendizaje y tercero, la respiración, su movimiento por el cuerpo, el catalizador de la intención, en busca de la armonía interior, la paz y su expresión como belleza.
Estos actos me permiten susurrar canciones, suspirar, moverme por las sensaciones y emociones tratando de que ningún miedo los paralice, de no pensar lo que puede suceder y permitir que suceda. Los lienzos es el espejo y el espacio físico donde las emociones cobran libertad al des-inhibir el control mental y activar el libre albedrío que produce la formación de colores y la empatía entre ellos. El flujo interior ha de sincronizarse con el movimiento del cuerpo que, como en un sueño, las manos se mueven como las hojas de los arboles al son del viento, creando colores y texturas, sin que la mente tome decisiones. Los pensamientos y las emociones fluyen, la inteligencia de cuerpo se encarga de tomar el rumbo más adecuado y solo observo los resultados como toma de conciencia.
Como referencia en tiempo concreto puedo decir que cierta tonalidad, referida al poder de la madre, surgió a los 2 años, otro año medio para poder romper la creencia y vivir el deseo, unos meses para moverme en paz, y finalmente, la aceptación de que el amor universal está por encima a cualquier poder. He vivido los colores como una apertura a la percepción, no por la creencia de algo y si por los efectos físicos que me han producido.
Aún, todos los días mi imaginación me juega malas pasadas, pero con menos potencial, o al menos, más compensado con el deseo de amarme.
Por tanto, y resumo que tras los dos primeros años de psicodrama y tras expresar mis emociones a través de simples colores, manchas y libre albedrío, vive en mí un lenguaje interior mágico que me ha permitido ser lo que aún era imposible con el pensamiento. Me descubro al ver cómo se expresa el cuerpo; miro una y otra vez el reflejo de mí; el silencio en la mente deja lugar al cuerpo que, a través del movimiento, se expresa en conciencia. Plasmo colores de vida sobre emociones temerosas y árboles de conciencia enraizados en el amor, palabras ensoñadas, un suspiro de mi presencia o el acto mágico de inspirar el presente. Sea lo que sea lo que estoy viviendo, inspiro el instante permitiendo que fluya por todo el ser y se exprese, una y otra vez, sin miedo a perder, sin miedo a sentir.
Marinero de profesión y artista de corazón.
Dejo la huida y la búsqueda para vivir en mí
el presente eterno que perdí.
Oscar Javier Valbuena Sanz
Nota:
[1] Marinero de profesión y artista de corazón.