Por Enrique Cortés
Una persona sana, decía Freud, es aquella capaz de amar; de ahí que podemos deducir que el desamor enferma o lo que es lo mismo que enfermamos por causa del desamor.
En el último grupo de psicodrama, un participante decía: “lo innato en mi es ayudar a los demás”; a lo que le respondí que lo innato es esperar que los demás nos ayuden, nos amen, nos protejan y que a veces para ello, berreamos, gritamos, pataleamos… y también a veces desistimos, nos acorazamos, nos enrabietamos y ya de esa manera, con la coraza del desamor, nos empeñamos en trazar nuestro camino, un camino que siempre será a la contra.
También en esa misma sesión, otra participante nos hablaba del amor que había recibido por su padre y como en un momento dado dejó de tenerlo, “luché por él, por recuperarlo… pero ahora ya me da igual”; no se haría de esperar la respuesta de otra participante: “andamos a contra corriente”; a nadie le da igual perder o sentir que pierde el amor del padre.
En una ocasión me preguntaron qué era para mí el psicodrama; “recuperar mi capacidad de amar”, me salió del alma, pero todavía hoy lo pienso.
Gracias al psicodrama y sobre todo a los otros, a los auxiliares que me ayudan en mis escenas, a esos yos auxiliares a los cuales me identifico gracias a las suyas propias, he aprendido que aquellas escenas originarias quedaron impresas en mí, como tatuaje en la piel, en tanto que escenas en las que yo ocupaba un papel, un lugar donde agarrarme y que mi orfandad viene precisamente de no saber, en el presente, que lugar ocupo en mi nuevo escenario.
Gracias al psicodrama y sobre todo a los otros, compañeros de escenario, he podido sentir en mis carnes, que es donde se sienten las cosas, como me aferraba a ese pasado inconcluso, al dolor del cual no quería saber; yo también me escuche decir: “a mí ya me da igual…”
Gracias al psicodrama y a mis otros yos que me acompañaban y me acompañan, me pude despedir, construir nuevos escenarios con buenas agarraderas, donde yo tenía y tengo espacio y lugar. Pero para ello tuve que recuperar lo que hubo y que yo desechaba, aceptar que mi papá en un momento dado cambio, ahora sé que yo también, pero que ese cambio no podía anular parte de mi historia con él.
Me descubrí sonriéndole…
Fue así:
Creo recordar que era en mi segundo o tercer año de formación en psicodrama, le decía a la psicodramatista y a mis compañeros que estaba dolido y enfadado con mi padre; que a mi hermana siempre la había tratado mejor, que conmigo se había comportado muy exigente. Recordé una escena en la que él se enfada conmigo e incluso llega a golpearme.
En ese momento, la psicodramatista se levanta y me dice; “Enrique, vamos a jugar esa escena”.
En un principio la escena transcurrió tal y como yo la había contado, fue luego, en un segundo momento, cuando se me dice que haga un cambio de rol y yo ocupe el lugar de mi padre. Al golpear al que hacía de mi, siento un nudo, un “algo” que no me deja seguir hablando… estallé en llanto, abracé a mi hijo y le pedí perdón; le hablé de mi impotencia, de mis inseguridades, sentí a mi padre como nunca antes lo había sentido; humano, cercano y entonces me escuché desde el yo auxiliar, decir lo que hasta entonces me negaba: “yo también te quiero, aunque me has hecho daño”.
Alguien dijo, que el psicodrama te posibilita reescribir tu propia historia, que encajar las piezas en el puzle de otra manera te da otro dibujo y sobre todo te da la posibilidad de dejar de negar-te.
El psicodrama es una de las herramientas más poderosas y curativas que conozco y os invito a que la conozcáis, que paséis, las puertas están abiertas, y que os dispongáis a jugar.
Por primera vez, después de diez años, vamos a iniciar una formación en Alicante, será en septiembre. Antes y para ir entrando en «acción», vamos a realizar un taller de aproximación al psicodrama, el sábado 18 de Mayo. Cualquier información la encontrarás en nuestra web www.auladepsicodrama.com o en aulapsicodrama@gmail.com