Experiencia de psicodrama aplicado a un grupo de personas con estructura psicótica.
Por Víctor Manuel Ortín Martínez y Jonatan Lucas Camacho
Este artículo no tiene la intención de ser un una exposición teórica sobre la psicosis, sino que lo que pretendemos volcar en él, son la experiencia y reflexiones subjetivas que nos han ido surgiendo de la lectura de las experiencias previas y de la utilización del dispositivo psicodramático freudiano en el trabajo grupal con personas de estructura psicótica.
Dicho esto, se hace necesario precisar, que si bien existe abundante y contrastada literatura sobre el trabajo grupal con psicóticos utilizando modelos analíticos y psicodramas de corte moreniano (Sullivan, Goldber y Col., Takahisa y Col., Álvarez Valcarcel, etc); nosotros como sostén teórico y ante las pocas referencias bibliográficas que sobre el tema que nos ocupa existen, haremos unas referencias a dos experiencias previas en el ámbito de la psicosis y psicodrama: por un lado al trabajo publicado en los años 80 del pasado siglo en Cuadernos de Psicodrama por G. Lemoine con un pequeño grupo de psicóticos en un entorno psiquiátrico y por otro, al más actual trabajo de C. Abellón y C. Pérez.
Precisiones previas sobre la psicosis:
No podemos hablar de psicosis sin empezar señalando que la Función Paterna constituye el epicentro crucial en la estructuración psíquica del sujeto, puesto que esta función es la que permite, mediante la introducción de la castración, vehiculizar al significante fálico que es lo que separa a la madre del hijo, colocando así al sujeto en una posición de falta.
La Función Paterna cortará la simbiosis entre madre e hijo y posibilitará esa condición de falta en la existencia del sujeto, abriendo un vacío que nunca podrá ser colmado, abriendo la puerta al deseo y la posibilidad de construirse un futuro. La función del padre simbólico, como soporte de la ley que prohíbe el incesto, permitirá el ingreso del sujeto al orden de la cultura y la salida del hijo al orden social. Así las cosas, accediendo el niño a la metáfora paterna se instalará en él, el orden simbólico.
Así las cosas y aún a riesgo de pecar de reduccionismo, lo característico en la psicosis es una falla por inexistente de esta función paterna, de la metáfora paterna, o como diría Fink “ un rechazo radical del orden simbólico en general y del lenguaje en particular que sostiene al primero”. Esta imposibilidad de simbolización de la experiencia de la castración es la que lleva al psicótico a tener que sobrellevar la imposibilidad de su yo para defenderse de una representación psíquica intolerable y en estos términos, la locura podría ser vista como una respuesta defensiva, ante la imposibilidad de digerir el sufrimiento.
¿Por qué el psicodrama con psicóticos?:
Lacan nos decía que “ante la psicosis ni un paso atrás” y en su seminario III nos llamó la atención sobre la necesidad de dejar hablar al psicótico, por su parte Memo en su “locura lo cura” decía que “la locura era un tratar de ser antes de morir y que para ello se requería mucha valentía por parte del loco” y me parecen unas citas que bien podrían ser un buen punto de partida para hablar del porqué el psicodrama freudiano con psicóticos.
En las instituciones, no es raro cargar las tintan del trabajo en la contención y en el ajuste social pero esto como señala Leader, conlleva otros peligros, ya que se puede acabar por no tener en consideración las fórmulas únicas e idiosincrásicas que muchos sujetos psicóticos han desarrollado para vivir.
En lugar de decirle a alguien cómo puede y debe vivir, lo que importa es encontrar en su historia qué es lo que le ha ayudado, los momentos de identificación o idealización, las actividades o proyectos: qué hay en su delirio o en su historia familiar que sea estable y sólido, qué «objetos buenos» hay que puedan ser alentados y promovidos. El ajuste social, de hecho, puede conducir a la catástrofe si el terapeuta empuja al sujeto a embarcarse en alguna actividad o relación que esté valorada socialmente, porque introduce una posición simbólica, pero no hay nada que la sostenga. Sugerir que alguien acepte un trabajo, por ejemplo, puede no ser un problema en algunos casos, pero en otros, puede desencadenar o agravar una psicosis.
Leader dice “si bien no hay fórmulas ni recetas para trabajar con sujetos psicóticos, podemos mantener la esperanza de diseñar estrategias que respeten la necesidad de estabilización, compensación y creación de formas únicas e individuales para unir lo simbólico, lo imaginario y lo real.”
Sin duda alguna, estamos en condiciones de poder aprender a respetar las distinta prácticas que los sujetos psicóticos muestran para estabilizar sus vidas, encajen o no en las prácticas sociales aceptadas, pues lo realmente importante es entender que constituyen intentos de crear soluciones, son intentos de encontrar una cura para sus experiencias fundamentales de terror, fragmentación, alienación e invasión. Ante la psicosis, no creemos que debamos socavar ni taponar los esfuerzos del loco por curarse a si mismo, no podemos negar su particularidad , no le podemos impedir elegir, porque si lo hiciéramos estaríamos zancadilleando su posibilidad de ser antes de morir.
Crear espacios donde se promueva y facilite el diálogo es crucial, y el terapeuta debe evitar cualquier intento de hacer ver al sujeto que está pensando «de modo incorrecto» o que no consigue ajustarse a la forma adecuada de percibir el mundo. Paradójicamente, esto deja el tratamiento de la psicosis fuera de los parámetros tradicionales de «salud mental», que se apoyan en la idea de que el profesional sabe de antemano lo que le conviene al paciente. Pensamos que desde nuestra posición de psicodramatistas, debemos reconocer que «la necesidad de ayudar no es tan productiva como la voluntad de ser de utilidad al paciente».
En este sentido y teniendo en cuenta una tríada de necesidades integrada por:
1. La necesidad de dejar hablar al psicótico de la que hablaba Lacan;
2. La necesidad de usar instrumentos que permitan prestar atención al caso por caso, en definitiva que apuesten por la subjetividad;
3. La necesidad de introducir algo de simbolización y el significante de Otro en la estructura psicótica.
Creemos que el psicodrama freudiano puede ser un dispositivo acertado para recorrer el camino de la psicosis, sin dar un paso atrás ante la misma, pero sí con ciertos matices y precauciones, en relación y comparación con el grupo de neuróticos.
De la Imposibilidad inicial a la posibilidad:
G. lemoine (Nª9 cuadernos de psicodrama) partía de la premisa de la imposibilidad del psicodrama con psicóticos. Si toda puesta en escena en el juego psicodramático es una continuación del juego del Fort Da, y todo juego precisa de una superposición de lo simbólico sobre lo imaginario, en la psicosis esta superposición no se produce y lo simbólico únicamente es imaginarizado, es asimilado simplemente por imitación y no como orden que reestructure al primero.
Para representar, para hacer una escena es preciso la aceptación de la pérdida, la castración simbólica y esto no se ha producido en el psicótico. Por lo tanto, el psicótico en un principio no sería sujeto susceptible para trabajar con el dispositivo del psicodrama freudiano.
Sin embargo, la propia Genie dice que con determinadas condiciones, sí hay algo posible y acepta que el grupo psicodramático se pueda constituir en un medio social propio, suscitando el tercero del que está privado estructuralmente e injertando el significante de Otro en el psicótico. El ejemplo de esta posibilidad lo tenemos en el grupo de psicóticos que llevó G lemoine durante 4 años en un entorno psiquiátrico y en otra experiencia más cercana en el tiempo y geográficamente, llevada a cabo por C. Abellon y C. Pérez y publicada en Psicodrama freudiano. Clínica y Práctica. (2017).
Nuestra experiencia:
Con lo dicho hasta ahora, expongamos nuestra experiencia de trabajo con un grupo de personas con estructura psicótica, diagnosticadas en su inmensa mayoría de esquizofrenia de subtipo paranoide. El desarrollo de este grupo se produce semanalmente durante 7 meses, como actividad propia de rehabilitación psico-social de un centro de día de salud mental en la población de Cieza (Murcia).
El grupo inicial lo componen 11 sujetos de ambos sexos terminando el grupo 8 sujetos por diferentes motivos: uno lo abandona por empezar a trabajar, otro por ingreso hospitalario y otro por decisión propia de abandonar el grupo. Su rango de edad oscila entre los 25 y los 58 años. Todos los sujetos, menos uno, están bajo control farmacológico y psiquiátrico. Algunos integrantes sí habían tenido experiencias previas en otros grupos no psicodramáticos con diferentes resultados y para otros era la primera vez que participaban en un grupo.
El grupo tenía una periodicidad semanal y duración de una hora y media, se trabajaba con el dispositivo psicodramático freudiano, en co-terapia y alternando las funciones de observador animador entre un psicólogo y un educador formados en psicodrama.
En la primera sesión se establecieron como normas del grupo la puntualidad y asistencia, la confidencialidad y la restitución, y por último, el respeto entre los miembros del grupo y los terapeutas. Se les comunicó que se podía hablar de cualquier tema, excepto de los conflictos interpersonales del taller formativo en el que participaban, que tendrían otra sede para ser resueltos.
Siguiendo la estructura aportada en el artículo de G. Lemoine vamos a ir hablando del devenir del grupo y de nuestras reflexiones sobre la experiencia vivida como terapeutas :
- El discurso:
G lemoine, establece como propio de la psicosis la ausencia de diálogo en los grupos y Abellón y Pérez, destacan que el discurso psicótico es volcado en su totalidad, sin represión alguna.
En este mismo sentido, hemos podido observar que cuando empieza a hablar un psicótico en un grupo parece que el discurso no tiene fin y que al resto de los miembros del grupo incluso le aburre. No obstante, esto lo pudimos experimentar claramente en las primeras sesiones del grupo, donde algunos no eran capaces de sostener el discurso del otro y se levantaban, bostezaban, cortaban al compañero o se manifestaban abiertamente en estos términos:
- Ángeles 2ª sesión: “No quiero entrar al grupo, quitarme de aquí!!!! No tengo nada que decir y esto me carga, esto no tiene fuste, vengo a escuchar problemas de otros y yo soy libre comiendo mierda, no quiero más mierdas de otros, bastante tengo con mi mierda!!! Sois todos unos falsos!! Me cago en los muertos de mi padre!!”
- Terapeuta en la observación:- “este espacio es un espacio para poder hablar, hablar de vuestra mierda o incluso de vuestras alegrías……………..has hablado de cómo te cargan las cosas de los demás, si tu quieres seguir hablando, nosotros estaremos encantados de escucharte y este espacio, también es para ti y para que hables. Eres libre para comerte tu mierda y también libre para más cosas por ejemplo: libre para hablar, Si decides seguir ……nosotros estaremos encantado de escucharte a ti y a todo el que quiera poner palabras”
Por ello, entendimos rápidamente que en estas primeras sesiones, se hacía necesaria la activa intervención del animador para ir acotando el discurso y poniendo límite al goce. En las primeras sesiones, también nos pareció importante dar la palabra a todos los miembros y contemporizar el tiempo de intervención de cada uno para que, forzosamente, se fueran encontrando primeramente con “otros minúsculos” que también hablaban y para que como dijimos ya antes, se favoreciera la esencial aparición del diálogo. Asimismo, era importante ir introduciendo las normas de respeto del turno de palabra e invitar a hablar a los sujetos más reactivos, como la recién comentada en la viñeta anterior, expresando que también era su espacio y que nosotros estábamos para escucharla, lo que tuvo un efecto positivo.
Asimismo, la intervención del animador pidiendo que fueran más despacio, que aclararan, que repitieran una palabra, que fueran terminando para dejar paso a los otros compañeros, fue un trabajo no sólo de acotación del discurso, sino de puntuación, y los puntos, las comas y los guiones que se introducen también permiten que se construya una historia. En este sentido, Leader expresa que “esta puntuación va más allá de esta dimensión semántica y que mediante el ritmo de las sesiones, su frecuencia, y sus finales, se produce otro tipo de puntuación que afecta a la libido y a la cuestión del significado y la historia.”
Ahora señalamos con una viñeta de la cuarta sesión, como con el devenir del grupo pudimos empezar a apreciar un cierto diálogo e incluso como parece que empiezan a circular una “especie de significante”:
Ángeles: ” esta semana me ha ido mejor que la que va a venir porque vienen los del viaje. Esta semana he estado menos vigilada, menos perseguida, menos controlada. Mañana vienen y voy a estar más vigilada”
Terapeuta: Quién te vigila y controla?
Ángeles: los trabajadores y usuarios, pero sobre todos algunos de los trabajadores que están de viaje. Mi turco (perro) se puso muy malico ayer. Y también pasé miedo, yo suelo dejar la puerta de mi casa cerrada pero sin resbalón por si vienen estos.
Terapeuta: quiénes son estos?
Ángeles: Mi sobrino y su novia, pero ayer tuve que echar el pestillo, pasé miedo, soñé que estaban cambiando muebles y al despertarme oía crujidos en la casa. Me daba miedo estar sola, me levanté temblando. Nunca había tenido miedo, ayer fue nuevo lo que me pasó.En el sueño me llevaba los muebles que estaban tirados en la calle y los metía en la casa. No estaba robando muebles ehhh!! estaban tirados!!!
Terapeuta:¿Esto del miedo es nuevo? ¿No has sentido miedo otras veces?
Ángeles: En la infancia y en la adolescencia tenía el alcohol, utilizaba el alcohol para no tener miedo y para todo….para hablar, para adelgazar! Pero este miedo por la noche, a la soledad, no lo había tenido antes.
Francisco: Me identifico con Ángeles. Yo tengo miedo al silencio. El silencio me come. Yo tengo miedo de vivir solo, por no poder hablar con nadie y antes también bebía por los codos. El silencio me amarga, me consume, me come. En las fiestas del pueblo lo paso muy mal incluso pienso en suicidarme cuando llegan. Terminé bebiendo porque todo el mundo pasaba de mi, no tenía con quien hablar y bebía. Necesito hablar porque si no me torturo, me torturo porque tengo miedo, temo a la vida. Antes de estar aquí iba a los prostíbulos porque necesitaba que una mujer me escuchara, necesitaba que una mujer escuchara lo que tenía que decir. No sé pintar, escribir, no puedo trabajar…..y aunque sea la esposa de Cristo Crucificado, lo que me llena de gozo……. necesito poner palabra !!!
Ángeles: Estoy con él. Parece mi alma gemela….a mí también me da mucho miedo el silencio. Cuando hay mucho silencio tengo que pensar en un bosque verde y siento un “bujero” muy grande, un vacio interior muy fuerte, que no sé cómo explicar, ni cómo quiero llenarlo……este “bujero”, me está haciendo úlcera. He pensado llenar el vacío con pastillas y morirme, pero soy muy cobarde para hacerlo. Nadie me lo va a llenar ni vosotros los psicólogos, ni la Lola, ni nadie…..
Terapeuta: ¿Y ese vacío?
Ángeles: Creo que tiene que ver con que siempre he querido ser madre, no he podido conseguirlo y me voy a morir sin conseguirlo. Quiero saber el dolor que siente una madre cuando va a parir. Sé lo que es el sufrimiento de las madres, porque yo sufro como las madres pero quiero saber el dolor que se siente cuando sale el hijo, saber el dolor de cuando sale el hijo del “bujero”.
Mohamed: Pues yo no estoy ni bien ni mal. El silencio, a veces, es necesario porque da tranquilidad, da relajación, es una filosofía. Otra cosa nueva con el silencio es la paz, el amor, con el silencio puedo oír las voces del cielo!! Por las noches, cuando hay silencio escucho las voces de las ranas, de las estrellas, esa voz religiosa que viene del cielo y que entra al corazón…… y voy sin dormir ya desde hace una semana, desde que tomo una nueva pastilla para el dolor de estómago, y ahora estoy muy nervioso, necesito escuchar el silencio porque ahora hay mucho ruido, voces.El silencio a veces también es bueno.
Terapeuta: ¿Dónde encuentras tu silencio? Lo encuentro en mi habitación, y en el cielo con las estrellas.
Terapeuta: ¿Que te ha pasado que no puedes dormir?
Mohamed: Pues que me he enfado con mi hermano, porque no fue a ver a mi madre……………
- La transferencia:
En el psicodrama freudiano con neuróticos el trabajo se hace en grupo, lo que comporta ciertas ventajas respecto a otras técnicas, en general tiene un potente efecto movilizador y constructivo, puesto que las relaciones sociales y afectivas que establece le permiten ensayar, a través de las identificaciones que realiza. Asimismo, la propia dinámica transferencial en el grupo de psicodrama freudiano, mediada por esa doble dirección con los psicodramatistas (transferencia vertical) y entre los compañeros (transferencia horizontal) puede facilitar el desarrollo del discurso.
En el grupo de psicóticos esas transferencias múltiples, permiten la fragmentación de esa transferencia masiva psicótica, que si bien no es una transferencia propiamente dicha, sí propicia, en palabras de la propia G. lemoine, a que sean confrontados en condiciones máximas a una estructura que puede hacer de lazo social y que de suerte abrirá el diálogo e introducirá aunque sea de forma mínima, a un tercero.
En relación a la transferencia vertical, los psicodramatistas somos garantes de la normas del grupo y de que el juego es juego. Al introducir la regla del juego también estamos introduciendo a un tercero, vehiculizando que la representación opere como un injerto de un significante que falta. Importante es señalar, que en este grupo la posición del psicodramatista no es la de “supuesto saber” porque para en el psicótico no hay supuestos, no hay duda, hay certeza. Entonces, deberíamos ocupar como dice Lacan, el lugar de: «el secretario del sujeto alienado». Un lugar donde no se interfiere —o no se debería interferir— demasiado; tomamos notas, comprobamos datos, confirmamos y pedimos aclaraciones, recordamos cosas cuando es necesario, ayudamos a organizar la agenda y los contratiempos que van surgiendo; y mediante esta función secretarial vamos posibilitando que el sujeto psicótico pueda crear una especie de segundo significante, un nuevo término que es distinto, pero que está relacionado con uno que ha señalado, en definitiva introducir “algo” de simbolización al universo psicótico.
Y a este respecto, también me parece importante señalar una percepción subjetiva a cuento de la transferencia y es que nos parece de suma importancia que en los grupos de psicóticos, aunque también en todos, la confianza y sintonía entre los dos co-terapeutas debe ser alta. Ya que creemos que la confianza entre los dos terapeutas también va a estar, aunque sea de manera inconsciente, presente en el grupo, y se contagiará al espacio psicodramático y por ende funcionará en pro de la movilización del diálogo.
En este sentido, cuando uno de nosotros llegó a la institución, el otro terapeuta llevaba trabajando ya bastantes años y era conocido e incluso trabajaba de forma individual con algunos de los miembros y al igual que si la madre no quiere que entre el padre, lo pone muy difícil para que se dé ese corte tan necesario con el hijo, el compañero veterano, no repitió la situación que abocó a los miembros del grupo a estructurarse de esa manera, sino que permitió que el otro entrara y ocupara su lugar. Y aunque en las primeras sesiones pudiera haber cierto recelo por la presencia del nuevo o las palabras y miradas se dirigieran hacia el antiguo, los silencios y su consciente ausencia, permitió que el nuevo entrara y que en el grupo se pudiera trabajar en coterapia, en un clima de confianza grupal, tan importante en el trabajo con estos sujetos, principalmente de corte paranoide.
3 El juego.
Como ya hemos dicho los psicóticos son poco propicios para el juego en general y el juego psicodramático en particular. Parece claro que ningún psicótico se sentó en la alfombra del salón de sus abuelos cuando su madre se iba a trabajar y tiraba una bobina de algodón hacia él diciendo «da» («aquí está») y después lo lanzaba diciendo «fort» («se fue»), como hacía el nieto de Freud.
Los psicóticos juegan mal porque el juego del “fort da” no intervino para estructurarles y no pueden ponerse en el lugar del otro, el tercero está excluido a priori. No obstante, la presencia en el grupo de “pequeños otros” y la invitación al juego, tiene un efecto de intervención donde ya está entrando un tercero; bien las reglas del juego, bien la ley del deseo y la castración, porque el juego no se repite nunca.
Esta dificultad para el juego de los psicóticos en nuestra experiencia ha implicado que el número de escenas en las sesiones no sea alto y que tuviéramos que reducir nuestra ansiedad por la escena.
Asimismo y siguendo a Goldberg, señalar que en la intervención acudimos a las escenas más realistas y nimias porque son las que lograban un mayor nivel de identificación e interacción grupal, rechazando a priori las escenas de claro contenido sexual y agresivas. Asimismo, estamos de acuerdo con Abellón y Pérez en la precaución en la elección de escenas e intentar evitar la representación de escenas primarias que pudieran llevar a una desestructuración del sujeto.
Veamos ahora una viñeta clínica en la que se representa una escena y se resuelve un conflicto del grupo. En este ejemplo, vemos como tanto mediante la representación, como con el llamamiento a la ley del grupo y mediada por la intervención de los terapeutas, se está introduciendo aunque de forma protésica algo de simbólico.
Pepi abre la sesión diciendo: –“ Hoy vengo con ganas de guerra, la voy a liar, esto no puede ser, esto lo arreglo yo” (lo repite varias veces, gritando mucho y nerviosa)
Terapeuta: -¿tienes ganas de guerra o de solucionar cosas?
Pepi: (más tranquila responde) –“de arreglar las cosas”.
Terapeuta: explícanos qué ha pasado y el motivo de tu malestar.
Pepi: Hay dos compañeros que han sacado cosas del grupo fuera. Conté que estaba trabajando y lo han contado fuera del grupo.
Terapeuta: concreta quienes han sido, qué han contado y cómo?
Pepi: Francisco esta mañana me ha preguntado si estoy cuidando a alguien. Y yo solo he contado esto en el grupo.
Terapeuta: Vamos a darle la palabra a Francisco para que se explique.
Francisco: (de manera tranquila y clara responde). Te he preguntado porque hace dos meses te ofreciste a cuidar de mi madre y me dijiste que estabas disponible para cuidar a mi madre y esto me lo dijiste fuera del grupo, yo ni sabía que habías hablado de esto en el grupo porque en el último grupo no estuve.
( el resto del grupo y los terapeutas verificamos que no estaba cuando Pepi contó lo de su trabajo).
Pepi: bueno vale…….. y el otro (intenta pasar rápidamente al siguiente conflicto),
Terapeuta: Espera Pepi, has escuchado lo que acaba de decir Francisco. ¿Cómo estás?,¿ qué te parece? ¿algo que decir?
Pepi: sí, lo he oído y le pido disculpas por pensar mal y enfadarme.
Terapeuta: y la segunda persona que pudiera haber contravenido las normas del grupo¿ quién es? y ¿cómo ha pasado?
Pepi: Mohamed me ha preguntado que si estaba trabajando delante de Manuel que no es del grupo. No le contesté, pero entonces Manuel también me preguntó, le dije que no le importaba.
Terapeuta:¿ y eso cuándo ha pasado?
Pepi: esta mañana
Terapeuta:¿ y por qué crees que te han preguntado?
Pepi: Pues……..porque no lo saben.
El animador propone representar la escena y Pepi elige a Fermín para hacer de Mohamed. Lo llama Salva y se interroga el lapsus pero no aparece nada. Elige a Fermín por su actitud, es incapaz de decir nada más. Para hacer de Manuel elige a Eduardo porque escucha. Se monta la escena que transcurre en los escalones del centro de día, esa misma mañana.
Comienza la escena:
Fermín:-“Oye Pepi ¿estás trabajando?
Pepi : se ríe y no contesta, mira al techo.
Fermín:-“oye Pepi ¿estás trabajando?
Pepi : se ríe y sigue sin contestar. Se le interroga por la risa y no dice nada.
Se le propone el cambio de rol y desde el sitio Mohamed se le interroga tras preguntarle a Pepi si estaba trabajando y ésta mirar al techo y no contestarle. ( haciendo exactamente lo mismo que había hecho Pepi desde su sitio)
Pepi: -Me siento Mal, no me contesta y se ríe.
Terapeuta:¿ y por qué le preguntas?
Pepi:- Le pregunto porque me importa, porque es compañera…buena gente. (se emociona).
(Al verdadero Mohamed, aunque esta sereno, le cuesta contenerse, y desde su sitio dice, “claro, que me importa Pepi” varias veces)
Vuelve a su sitio tras el cambio de rol y se le pregunta si ha oído lo que ha dicho desde el sitio de Mohamed. Contesta que sí y se termina la escena. Todos se sientan en sus sillas.
Eduardo (como auxiliar):no habla en la escena pero expresa sentirse mal por la contestación
Fermín (como auxiliar): dice sentirse rechazado
Cuando se sienta en su silla, Pepi, dice estar bien que en el papel de Mohamed, se ha emocionado por la sensación de compañerismo. Pide disculpas por el malentendido y se le pregunta si da por zanjada el conflicto y que no se ha infringido la norma de confidencialidad. Dice que sí y que además mucha gente que no era del grupo también sabía que estaba trabajando. Se le da voz al resto del grupo que también entiende unánimemente zanjado el conflicto.
A estas alturas y con lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que el dispositivo psicodramático es óptimo para trabajar con psicóticos, es una herramienta que nos sirve para recorrer el camino de la psicosis. No obstante, es preciso hacer unas recomendaciones porque es un camino que no está exento de peligros y hay que recorrerlo con precaución. Como decía Lacan, ante la psicosis ni un paso atrás……pero nosotros añadimos, que a fuego lento, mejor! Entre las recomendaciones destacamos:
- es muy importante para vehiculizar algo de simbólico dejar muy claras las normas del grupo y recordarlas cuantas veces haga falta, pues estas normas ya operan de prótesis de corte simbólico, introduciendo algo de ley.
- Mantener la mayor regularidad y puntualidad en las sesiones, ya que la regularidad y la costumbre también se convierte en norma y restringe y contiene la estructura psicótica.
- La confidencialidad es esencial ya que la estructura psicótica y en especial los paranoicos, precisan de un clima de confianza suficiente para poder abrirse y trabajar.
- No debemos olvidar que para muchos sujetos psicóticos el mundo significa demasiado. Si todo les está enviando mensajes, quizá, lo último que deseen es otro mensaje. Como psicodramatistas, debemos adoptar una postura muy distinta, interviniendo no desde una posición de conocimiento y significado, sino, al contrario, desde un punto de no conocimiento: más como un estudiante que como un profesor.
- No tener ansiedad por la representación y tener una clara preferencia por escenas nimias y actuales.
Para terminar y volviendo a recordar a Lacan en su seminario III donde nos invita decididamente a darle voz al psicótico, creemos que el dispositivo psicodramático freudiano creando estos espacios facilita la inversión en el diálogo, introduciendo por tanto a un tercero. Creemos que “la locura, lo cura” y que se pueden abrir nuevas direcciones terapéuticas y ofrecer la posibilidad de un cambio. Creemos que el psicodrama no va curar al psicótico porque su estructura nunca va a cambiar, pero sí que puede ayudar al sujeto psicótico a alcanzar algo de esa simbolización desterrada en su infancia y conseguir lo que lleva intentando toda su vida: crear un espacio seguro en el que vivir.
Bibliografía:
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- Lemoin, G y lemoine, P,. (1996). Jugar Y Gozar. Barcelona. Gedisa.
- Lemoin, G . (1985).cuadernos de psicodrama. nº 6 y 9
- Lacan, J. (2002) Seminario 3. La psicosis.Barcelona. Paidós.
- Darian Leader. (2013). ¿Qué es la locura?. Madrid. Sexto Piso.
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- Cortés, E. y colaboradores. (2017) Psicodrama Freudiano Clínica y Práctica. Granada. España. Alborán editores.
- Fink,B.(2007).Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano. Barcelona.Gedisa.