Por Paqui Alcaraz.
Ale reside en la Villa Rosa, una zona chabolista de Buenos Aires que, fue desalojada ante la opresión del gobierno. Esta es una realidad a la que el director quiere acercarnos. Ale es travestí, trabaja como cartonera. En una de sus rutas nocturnas encuentra el diario de Mía, su esposo lo ha tirado lleno de rabia a la basura desde el dolor por su fallecimiento.
Mía es una película que muestra diferentes vías de análisis. Por un lado, cómo dos clases sociales convergen a través de los protagonistas, Ale, Julia y su papá. Pero también queremos atender el momento de adaptación de la crisis familiar, tiempo en el que las funciones parentales se difuminan para ir dibujándose de nuevo. La posibilidad de superación de la crisis está determinada, entre otros factores, por la suma de potenciales de los miembros de la familia, su relación con el entorno y la capacidad creativa. Las crisis, además de tiempo de cambio y reajuste, nos muestra la permeabilidad de ciertos límites que permite el traspaso de una ola de aprendizaje.
Esta película apareció en un instante de mi vida para querer compartirla. Película que me hipnotizó desde los pequeños destellos de luz del inicio hasta la fortaleza mostrada en la imagen final que nos transporta al deseo y a la felicidad desde el desafío a nuestras certezas.