Lic. Elina Matoso[1]
RESUMEN: Celebramos treinta años de la fundación del Instituto de la Máscara[2] y esta introducción se refiere a tres preguntas vigentes y reiteradas desde que venimos investigando las máscaras de forma sistemática en el campo de la salud, el arte y la educación. Estos interrogantes se fundan en cómo se enfoca desde las máscaras, esa polaridad entre el yo y el otro en la construcción de subjetividad. ¿Es posible despojarse de todas las máscaras? ¿El cuerpo es siempre un territorio poblado de máscaras? ¿Hay un cuerpo o una máscara grupal?
Las máscaras: las presentes, las pérdidas, las amadas, las destruidas y carcomidas por el tiempo, las voluptuosas, las reprimidas.
Las máscaras siempre son espejos que remarcan aquello que está y no vimos, aquello que ve el otro, aquello que es lo Otro.
Entre el cuerpo y la máscara se da un proceso de fusión, ya que el hombre es la máscara y a su vez, acentúa la idiosincrasia que nos define como humanos occidentales, herederos de binomios, polaridades marcadas por la civilización judeo- cristiana: cuerpo- alma, cuerpo- razón, etc.
Ilusión- Desilusión.
Aquí se abre un campo que puede ser enfocado desde la ilusión de ser uno, sin ninguna máscara, como el Uno. El ser esencial y único, representante de la unidad del cuerpo, como totalidad indivisible, donde la máscara como una intrusa viene a romper una supuesta unidad primordial, sin fisuras, que es mi identidad.
Aquí la máscara vendría a representar lo falso, la mentira. No lo otro que hay en mí.
Incorporar las máscaras como dispositivo de interrogación sobre la identidad enfrenta siempre a un umbral de tolerancia que se expresa en el enmascaramiento y desenmascaramiento que las máscaras producen y, suele poner en evidencia una línea de pensamiento que se focaliza y cuestiona, la unidad, es decir, esa unidad pensada como: la verdad, la desnudez, la belleza… La integridad con la ilusión de constituir un todo indivisible.
Entrar en la máscara supone permitirse atravesar la dualidad, la ambigüedad, la pérdida de la unidad de sentido, desenmascarar certezas.
Las tres preguntas anteriores representan categorías de pensamiento diferente.
La primera es la aceptación de que la imagen corporal se constituye en relación al otro. Batjin[3] sostuvo que “como el cuerpo se forma inicialmente en el seno (cuerpo) materno, así la conciencia del ser humano despierta inmersa en la conciencia ajena”.
La segunda es poder aproximarse a la fragmentación de la representación del cuerpo como un volumen donde se encarnan marcas, gestos y posturas que dan sustancialidad diferente a las distintas zonas del cuerpo según la historia personal y social vivida. Esta concepción del cuerpo hecho de retazos vivos, desestructura la supuesta unidad ya que se podría hablar de la unidad del fragmento, no como suma de partes, sino cómo máscaras que se traman en una articulación que no responde a lo homogéneo o al alisado de desniveles, sino que, por el contrario, desde allí, en un fluir de máscaras, se redefine el todo y sus partes. Esta postura da cuenta de la concepción de otro cuerpo que pone en tela de juicio la relación entre unidad y fragmentación de la imagen corporal. Aquello que Deleuze expresa como “todo encuadre determina un fuera de campo… No es que la noción de todo esté desprovista de sentido, pero el todo no es un conjunto, ni tiene partes. Es más bien aquello que impide a cada conjunto cerrarse sobre sí… el Todo es lo abierto.”[4]
Girondo (1891-1967), desde su poética, dice: “Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades… El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro, pero son de una petulancia… de un egoísmo… de una falta de tacto.”
La tercera pregunta se relaciona con concepciones de lo grupal que han sido enfocadas desde perspectivas distintas y valoradas diferentemente según momentos históricos. Los especialistas en grupo han conceptualizado extensamente sobre el grupo como un todo, una ilusión de completud grupal; a su vez, han considerado lo grupal desde la multiplicidad o heterogeneidad como aspectos fundamentales para la constitución de un grupo.
Aquello que tienen en común estas tres preguntas es el interrogante sobre la unidad y la fragmentación en el campo de la salud, del arte y de la educación y que la máscara siempre pone en evidencia. No es posible trabajar con máscaras sin encarar el vínculo con el otro y con lo Otro, con el todo y sus partes. La incidencia del enmascaramiento y el desenmascaramiento son nutrientes en la construcción de identidad.
En su transcurrir, el Instituto de la Máscara se vio en la necesidad de repensar el encuadre, el enfoque corporal y psicoanalítico de la cura, así como la consideración del cuerpo desde el territorio de la imagen. Fue desde un principio incluir sistemáticamente “lo extraño”, lo que está en los bordes, lo diferente que la máscara convoca. Este proceso exigió ir delineando una fundamentación conceptual acerca de lo visible y lo oculto, lo conocido y desconocido, la multiplicación grupal en sus máscaras e ir fundando una ideología y metodología de trabajo que se multiplica en discípulos, y coordinadores.
Unidad y fragmentación o “estar fuera de cuadro”.
En el arte “salirse del cuadro” replantea la concepción del arte moderno: qué es estar adentro y qué queda afuera del cuadro. Los movimientos simbolistas, expresionistas, dadaístas, surrealistas jugaron con esta temática configurando estéticas que resignificaron y resignifican la unidad y el fragmento, la multiplicidad, la simultaneidad de relatos, las distorsiones en la representación del cuerpo, de lo interior y lo exterior, la discontinuidad en la escena teatral o en la danza, etc. La velocidad de los cambios como un zapping estético, podría definirse como un collage en permanente mutabilidad.
Esta perspectiva que se despliega a partir de las máscaras, es adentrarse en otra configuración de la corporeidad y en otra postura frente a lo grupal.
Desde la mirada terapéutica “estar fuera de cuadro”, (encuadre) es enfrentarse al conflicto desde otro lugar, construyendo una poética de la cura[5] que implica una revisión de las máscaras que enmascaran para traer otra máscara, otra escena, detrás de esa primera; es adentrarse en la heterogeneidad de lo humano, considerando la máscara no sólo como un objeto que pone en evidencia “lo otro” sino como una ideología frente a la cura que juega con el “estar fuera de cuadro” con el lugar del borde, resignificando el límite.
Desde la perspectiva corporal, la máscara da figura, rasgos, forma a sensaciones y percepciones, esta figurabilidad permite una decodificación de aquello que el cuerpo guarda. Permite que emerja en una sucesión de máscaras que le develan a la persona en ese otro rostro aspectos corporales que luego podrán ser trabajados desde las distintas técnicas corporales, expresivas o escénicas, cuya intención es ir recuperando la plasticidad de la imagen del cuerpo.
Un grupo siempre es otro grupo.
Si se le propone a un grupo de veinte personas, por ejemplo, que parados en círculo, cada miembro tenga conciencia y registre la presencia de los compañeros en esa mítica ronda, (resabio vivo de la ronda ritual de las distintas comunidades primitivas y de las rondas infantiles, donde el grupo constituye un borde que demarca el adentro, el afuera y el límite grupal) da una configuración espacial a lo grupal que suele relacionarse con un cuerpo grupal. Si se le pide a este grupo que configure otro círculo pero con máscaras puestas en el piso, se observa otra ronda de veinte máscaras, otros rostros del rostro del grupo y a partir de allí, en este desdoblarse que permite la máscara, cada uno se ve reflejado como en las aguas de un lago, en otra imagen. Este desdoblarse da la posibilidad de ir adentrándose en lo grupal a través de: ponerse las máscaras y relacionarse; utilizar la que eligió otro compañero como si pasara por otro cuerpo; organizar, con las máscaras, un cuerpo en el piso, des-armando el círculo, y representando un cuerpo grupal que puede o no tener cabeza, piernas, órganos, rasgos femeninos o masculinos superpuestos, etc. Esta figura que se arma en el piso la denominamos Mapa Fantasmático Corporal Grupal[6], ya que permite trabajar la fantasmática corporal del cuerpo del grupo, o los temas conflictivos enmascarados u ocultos, que las máscaras señalan. Esta espacialización del cuerpo en el piso conformado por máscaras que el grupo coloca, remarca “el adentro”, “el afuera” y “el borde” (según se las coloquen). Esta descripción es sólo un punto de partida para introducirse en la heterogeneidad y simultaneidad de cuerpos (textos que arma un grupo). Este ejemplo muestra que es inevitable el replanteo sobre la unidad y la fragmentación, sobre quién soy en este espacio y con esta máscara, y que me significa lo interno, lo externo, y el límite. Por ejemplo, si la máscara elegida representa un órgano, como el corazón y es colocada fuera del cuerpo” (fuera del cuadro), lejos de otras máscaras, ¿cuál es la decodificación posible? Que ese grupo no tiene corazón o que en el corazón hay otras máscaras que se señalan con “ese afuera”. La dimensión espacial, como distancia medible entre las máscaras, da lugar a otra concepción de lo grupal donde la espacialidad constituye una poiesis que, atraviesa y se sumerge en la dimensión simbólica de la configuración fantasmática grupal.
Este ejemplo da cuenta de una ideología de trabajo basada en la investigación para crear una metodología descrita en el libro Mapa Fantasmático Corporal, o en el Trabajo en lugares simultanéanos relacionado con la estructura carnavalesca en la concepción de lo grupal. Exige una tarea rigurosa de fundamentación y práctica del lugar del cuerpo, la imagen de uno frente al otro, su inserción grupal y social a partir de las máscaras.
Notas:
[1] Licenciada y Profesora en Filosofía y Letras. Carrera de Teatro. Directora y docente del Instituto de la Máscara.
[2] El Instituto de la Máscara fue fundando por El Dr Mario Buchbinder y la Lic Elina Matoso en 1975.
[3] Bajtin M. Yo tambien soy. Taurus 2000
[4] Deleuze, G. La imagen movimiento. Paidos 1984
[5] Buchbinder, M. Poética de la cura” Letra Viva 2001
[6] Matoso, E. “El cuerpo territorio escénico” Letra Viva 2° ed. 2004