Reflexiones y ejemplos sobre la dramatización en educación infantil.
Blanca Tormo Enrique[1]
RESUMEN: A continuación, planteo la importancia de la dramatización desde una temprana edad. Un recorrido por mis vicisitudes diarias, en mi trabajo con los más pequeños, nos servirá para dar credibilidad a dicha afirmación.
Una mañana de noviembre, en la que las hojas de los árboles se desprenden como pétalos de rosa y van cubriendo el suelo de un marrón otoñal, decidí poner en práctica algo que venía pensando y que pudiera hacer de esa mañana, el comienzo de un nuevo horizonte en mi profesión.
Al entrar en mi aula, me reencontré, como todos los días, con esas 25 personitas que te miran, te admiran y te lo dan todo a cambio de que tú hagas de ellos personas maduras y capaces de saber formar parte de la sociedad actual.
A partir de esa mañana, dejé a un lado las letras, los números, los proyectos… para abrirme y abrirles camino en el mundo de la creatividad, imaginación y fantasía. Para llevar a cabo esta nueva experiencia, empezamos a abrir diferentes frentes con un mismo objetivo: DRAMATIZAR.
Uno de esos ejercicios, el más básico, consistió en dibujar escenas que eran importantes para los niños, como por ejemplo, el simple hecho de representar aquello que habían realizado el fin de semana o cómo lo habían pasado en una fiesta. Nos servía para escenificar aquello que les había llamado la atención. Ese mismo dibujo habla por sí solo, porque el artista representa con sus trazos y sus colores las huellas que les dejan esas experiencias o aquello que les molesta. El caso más común de dramatización, en un dibujo subyace en cosas tan simples como el tamaño. Un niño que al representar a su madre, ésta ocupa media hoja mientras el padre es mucho más pequeño, está expresando el gran apego a la madre.
Otro ejemplo más sutil es el de un niño que tenía una hermana enferma. Como consecuencia de la enfermedad, la niña no tenia pelo y al mejorar, su hermano la dibujó con mucho pelo. Tanto… que cubría media hoja. Esto nos demuestra un estado de felicidad por parte del pequeño al ver mejorar a su hermana. También, el color que utilizan en sus producciones, demuestra el estado del pequeño, pudiendo utilizar colores vivos cuando se muestran contentos con su experiencia o por el contrario utilizan tonalidades más oscuras, como el negro o marrón, cuando se desprende del dibujo un sentimiento negativo hacia la figura representada. Así, podría poner infinidad de ejemplos, para acabar confirmando que los niños dramatizan, escenifican y representan sin ser conscientes de ello.
Visto cómo los niños expresaban sus sentimientos y vivencias a través de una forma simple y totalmente espontánea, decidí dar un paso más. Un día encontré un cuento que estaba relacionado con el proyecto que habíamos decidido poner en práctica. El proyecto se llamaba “Els caragols”, y el cuento era “El caragol i l’herba del poliol”. Trataba de un caracol que mientras pasea por el campo sufre un fuerte dolor de barriga y quiere coger hierba de poleo para remediar el dolor; pero, él sólo no podía. Así que, mientras van apareciendo distintos animales (el grillo, la ardilla, la rana, el toro, etc.), los niños se van enganchando y formando un tren para poder estirar el poleo. Primero, lo intenta el caracol con el grillo y no puede; luego el caracol, el grillo y la ardilla, pero tampoco consiguen arrancarla; así sucesivamente, hasta que al final, todos con ayuda del toro consiguen su propósito.
A través de este cuento acumulativo y repetitivo, que capta la atención de los más pequeños, decidí repartir a cada niño un papel. Los niños representaban y reproducían todo aquello que habían visto y oído en el cuento. Lo curioso es que, al principio, todos los niños querían ser el toro porque es conocido como el más fuerte y, además, gracias a él se consigue el poleo. Otros, se decantaban por el caracol por ser el protagonista y personaje central. La primera vez, les dejé elegir; pero luego, para sacarle más partido a la experiencia, le adjudiqué a cada niño un animal distinto al que habían representado la primera vez, para trabajar otros puntos de vista.
El objetivo era ponerse en el lugar del otro, saber representar distintos papeles y por lo tanto, el intentar expresar o actuar como lo hace el otro. A partir de este objetivo, habría un tercer nivel de representación: hemos visto cómo desde la meramente icónica y espontánea se pasaba a una mínima teatralización. Finalmente, debíamos transportar esta idea a una situación real y cotidiana que tuviera valor pedagógico por sí misma.
Dicha situación surgió al pelearse dos niños. Esta escena se repetía casi todos los días, todos los niños la observaban y además, siempre uno de los niños era el dominante. Por tanto, decidí invertir los papeles: el niño que siempre empezaba a pelearse tenía que imaginar que era el otro, el que le decía palabras feas o le pegaba continuamente para ver cómo se sentiría. Hicimos una pequeña representación de la escena y finalmente el niño empezó a llorar diciendo que se sentiría muy triste y que eso no se hacía. Luego le pidió perdón porque, por unos instantes, sintió lo que el otro niño sentía.
La conclusión de esta pequeña escena era sencilla y es que servía para prevenir una situación conflictiva. Sin embargo, profundizar en la representación empática a tan tempranas edades nos ofrecía un abanico de posibilidades muy amplio, como ahora veremos.
El juego simbólico en educación infantil se ha consolidado como uno de los mecanismos principales de aprendizaje. Utilizándolo por los más pequeños de forma espontánea y no forzada para paliar el efecto negativo de prejuicios y estereotipos muy arraigados en la sociedad.
Otro ejemplo, extremamente didáctico es “El rincón de la cocinita”. En él, todos los niños imitan experiencias de la vida real en un espacio en el que intercambian un sinfín de papeles. El ser padre, madre o bebé en un mismo marco o seguir modelos de imitación que tergiversan o reinterpretan, les lleva a madurar papeles que representarán en el futuro, pero también a relativizar su inmovilidad. Por ejemplo, el caso de la no distinción de género a la hora de cocinar.
De todas estas experiencias, podemos afirmar la importancia de la representación como fuente de aprendizaje hacia la vida adulta, el saber representar distintas situaciones no preparadas, que fluyen de forma espontánea, al igual que en la realidad adulta, les servirá para adaptarse de una forma más natural a la sociedad.
[1] Maestra de educación infantil.