Realizado por Paul Remoinhe
Traducción E. Cortés
Introducción
El fantasma se refiere a una época de la historia individual que se sitúa antes del estadio del espejo, estadio de unificación de la imagen de sí mismo: correspondiente a la captura del cuerpo fragmentado a partir de los restos de significantes en una fase muy precoz de la vida: en esos primeros meses los significantes son registrados como sonidos, es decir, son retenidos por la memoria como unos ruidos desprovistos de sentido, al mismo tiempo que se asocian a unas sensaciones físicas corporales, sensaciones que solo se sienten sobre unas partes del cuerpo, es decir sin referencia a un conjunto.
Estas sensaciones y estos sonidos persisten y van a resurgir más tarde, como retoños inconscientes. Permaneciendo asociados bajo la forma de cadenas no contradictorias, lo que les da un aspecto lógico.
Es de esta manera que surge, a posteriori, en el discurso del grupo. En el psicodrama, además, asumen una forma particular, debido a que su discurso está orientado a la acción.
Contrariamente a lo que pasa en el análisis, el fantasma se establece en acto: alimentándose de las casualidades de la escena. Además la intrusión de la mirada hace participar directamente al cuerpo en los cambios: los participantes participan del juego de atraerse o repelerse. En un principio los significantes corporales son puestos en circulación tal cual, sin ser necesariamente transformados en significantes verbales. Después la alianza de las emociones entre el cuerpo y el discurso, hace resonar el imaginario y el resurgir de los fantasmas. La nominación de los significantes y sus transformaciones en significados por el mismo grupo modifican profundamente la energía libidinal hasta ahora inconsciente. La energía ligada, preconsciente, se inscribe ordenándose y aclarándose.
Sin duda de esta transformación del fantasma, el psicodrama saca un efecto terapéutico.
La puesta en acto del fantasma
Es el azar mismo de la escena lo que va a hacer que Enriqueta cuente esta historia: fue suficiente el nombre de un participante, Fernando, para reactivar sus fantasmas.
En el edificio de su analista, ella encuentra en el buzón un mensaje de amor dirigido a un tal Fernando, mensaje que ella roba. Este hurto ocurre después de una interpretación del terapeuta, el cual le dijo que ella se negaba a comprometerse en su análisis del mismo modo que ella rechazó hacerlo en su matrimonio.
El terapeuta lo que señaló, a groso modo, fue la negación de lo simbólico y el rechazo de la pérdida de placer que exige todo compromiso: a lo que ella reaccionó mediante una acción que colocaba en acto el fantasma.
Enriqueta esperó un mes antes de restituir la carta, incluso después de haber llamado a este desconocido, Fernando, aunque desde entonces ella sueña siempre con él.
“Antes de abrir esta carta, yo tenía la sensación de tener algo. La angustia había desaparecido”, dice ella.
Ese es el efecto de la función del objeto fantasmático del cual el acto terapéutico la había privado.
Más adelante veremos que este objeto exterior es un objeto sustitutivo y que lo importante es el placer que envuelve su propio cuerpo.
***
Hacía pocos días ella se había encontrado en un café a un hombre que la miraba. Ellos se fascinan mutuamente y finalmente él la aborda. Se entera que él se llama Fernando y este nombre es decisivo. Nosotros jugamos la escena. Ella elige a Fernanda para representar su pareja masculina.
Enriqueta: Este encuentro es maravilloso, que mirada!
Fernanda: Yo te esperaba
Enriqueta: Yo que lo tengo todo…
Fernanda: Nosotros podemos tenerlo todo y no tener nada. Me gustaría que la persona que está allí vea que te acaricio la pierna. Los ojos son muy importantes para mí
Enriqueta: Tus manos no corresponden a tu cuerpo
Cuando ellos se despiden, Fernanda pide: “dime un número”
Enriqueta: 42
Fernanda: nosotros no nos volveremos a ver
Más tarde nosotros nos enteramos que Fernando es también el nombre del padre de Enriqueta y que este hombre arruinó a su familia en el juego.
Enriqueta: Hubieron pocos gestos, solo excitación cerebral.
El objeto fantasmático a recuperar, es por lo tanto su padre. Los otros objetos: el hombre, una mujer y la mirada, son elementos que nos llevan a él.
La puesta en acto en el juego del fantasma de Enriqueta, nos ha demostrado el verdadero motivo: sea el que sea el sexo de su pareja la mirada es el detonante de la excitación cerebral que le da placer.
Nosotros encontramos aquí:
Un significante: el nombre Fernando
Una mirada: como objeto que provoca el deseo
Un movimiento de llamada en el caso de Enriqueta: desde que ella oye el nombre Fernando una emoción se produce en ella que hace surgir el objeto mirada y se produce el detonante.
Un afecto: el placer de excitación cerebral.
El nombre de Fernando está atado al cuerpo, como una etiqueta al precio. Enriqueta procede por lo tanto como el niño que se engancha al significante, “da” del carretel. Fernando, en el grupo, no es más que un nombre que está ahí. Pero este nombre le permite volver a comenzar el juego del escondite con el padre y la madre ausentes.
Podríamos decir que el deseo impulsa la alucinación. En el proyecto, Freud muestra que el mundo exterior sufre una profunda modificación que adapta al mundo interno. Es la representación de los objetos y no los objetos mismos los que son investidos. La particularidad del psicodrama, es el hecho que el trastorno físico encuentra agarradero en el cuerpo.
El nombre Fernando permanece unido al objeto sustitutivo, recreando las mismas condiciones (regreso de la mirada de Fernanda) de placer (la excitación cerebral) que durante el reencuentro inicial. El retorno del fantasma, el placer del reencuentro, no pasa solamente por el lenguaje, él encuentra aquí y ahora las mismas condiciones de su puesta en acto. Este enlace posible de un significante y de un objeto sustitutivo en el juego caracteriza la puesta en acto del fantasma en psicodrama.
La mirada y el fantasma
Si la mirada es evocada por Enriqueta, es sin ninguna duda en resonancia a su situación en el seno del grupo; donde ella tiene la necesidad de paliar la angustia que le produce la mirada de los otros. Y esto lo va a hacer colocando en acto sus fantasmas; es decir repitiendo una situación tranquilizadora que ella recrea: al acoplar el objeto sustitutivo (la mirada) y el significante (Fernando) que lo designa.
El lugar donde se desarrolla la escena pertenece al espacio y la forma de la realidad y la introducción del grupo abre la dimensión de la mirada, creando desde el principio las condiciones imaginarias; engendrando la necesidad de reencontrar la unidad especular.
En el grupo los participantes están expuestos a las miradas de los unos y de los otros y ellos mismos, también son mirados. Llegado a ese punto, aquel a quien miramos se va a sentir el fantasma del otro. El está atrapado enteramente en el circuito significante de su alienación. A este nivel el recorte de los significantes corporales fragmenta el cuerpo -lo que no es sin consecuencia para el psicótico, pero tampoco para el fóbico-
Otra paciente, Sonia, que es fóbica, se siente más amenazada que halagada por las miradas que nosotros echamos sobre ella; ella siente su cuerpo amenazado; sus formas, sus pechos, sus riñones y hasta su mirada y su voz la ponen en la ansiedad de que estos objetos, sin embargo suyos, sean así arrancados de su poder, en cuanto ellos son objetos de deseo para los otros. Ella se inscribe en una relación de pérdida en relación a los rasgos del cual su cuerpo entrega los elementos. La mirada de los otros la disloca, es un descuartizamiento y un estallido. Sadismo oral y violación, tienen así numerosos rasgos comunes con la pulsión escópica puesta en acto en psicodrama.
En el psicodrama esta amenaza se vive más particularmente por las mujeres y las lleva más a menudo a angustiarse, ellas van a vivirla como una especie de violación. En los hombres, la amenaza es vivida de manera menos directa; ellos temen la castración y se defienden por el yo ideal, es decir tomando inconscientemente una actitud de prestigio más difícil de poner en tela de juicio. El fantasma del hombre puede por lo tanto ser el remedio para una mujer. Pero esto no se da en toda mujer, no todas construyen una defensa contra la mirada fragmentadora del hombre.
Podemos ver como la inversión de deseo vivido bajo forma corporal puede ser sustituido por el objeto, al punto de alucinarlo, en caso extremo. Percibimos que lo importante es no tanto la presencia de la mirada o ese pene fantaseado, sino eso por lo que ellos son fantaseados: para suprimir una pérdida imaginaria, nosotros investimos el propio cuerpo y provocamos el aumento de placer. Es decir, fantasear el objeto perdido o faltante: reencontrándose en el espejo con la ayuda de un escenario imaginario en el cual nosotros participamos como vivientes.
El yo ideal juega el rol de protector contra la castración: él reconstituye en el espejo un cuerpo cortado por la mirada. Mirarse como otro te ve, es como renunciar a la imagen de sí: reencontrar el cuerpo fragmentado del fantasma.
EL FANTASMA Y LAS MODIFICACIONES DE LA ENERGIA PSÍQUICA
Es el significante, activo en el fantasma, el que permite en seguida el reencuentro de una cadena así como insertarse en ella. Lo que va a hacer resurgir un placer, una repetición. Es decir un envestimento actual, una energía incorporada al cuerpo. Esto es, por tanto, para lo que el fantasma reencuentra la sensación de una cierta continuidad psíquica.
El escenario imaginario tiende a reparar los fallos del sujeto. Sus objetos son los objetos imaginarios sustitutivos. No son la reproducción de un objeto primordial, externo aunque interior, la madre. La madre en cuestión es una madre mítica, aquella de antes de la primera separación, de la primera pérdida.
El fantasma en sus tentaciones de reparación imaginaria, apunta a ella. Invirtiendo la diacronía. Tiende a reencontrar a través de ella la energía continua de una época originaria donde el placer y el deseo se confundían. Donde el deseo y su tensión no habían nacido, ya que la pérdida todavía no había tenido lugar. En esa época no había nada más allá del principio de placer, el placer de la primera vez estaba intacto, intocado.
El psicodrama nos enseña a detectar la pérdida que ha seguido el momento mítico de la separación y que el fantasma busca reparar: esto se inscribe en el complejo de Edipo. Pero en sus avatares, nosotros a menudo percibimos más a la madre que al padre.
Por ejemplo, la demanda de Enriqueta a su padre oculta su reivindicación sobre una madre que no supo satisfacerla; la elección de una mujer como yo auxiliar nos lo revela -nosotros vemos como la puesta en acto del fantasma en psicodrama nos enseña más sobre su inconsciente que los propósitos de la paciente-. El deseo de la mirada es puesto en el lugar de una insatisfacción más profunda y la excitación cerebral reemplaza el poquísimo placer experimentado con una madre primordial, ella añade a posteriori la cantidad de energía libidinal que faltó. Nosotros tenemos ahí una estructura histérica.
A la inversa, y contrariamente a lo que encontramos en el caso del histérico en el cual el freno del deseo está solamente debilitado, en el caso del psicótico (yo hablo del sujeto en la estructura psicótica) el freno del deseo está roto. Sus fantasmas son puestos en acto, entonces en el juego el imaginario no se distingue de la realidad.
Cuando Julián revive en el grupo la escena de amor con Justina, nosotros no sabemos si él no está viviendo con Edith, el yo auxiliar, una escena de seducción real. Es por ahí que pasa la línea de demarcación entre la neurosis y la psicosis. La psicosis no llega a reconocer su falta original. El fantasma, tiende a sustituir el delirio que le hace tomar el imaginario por lo real.
Este es en psicodrama el límite de la puesta en acto del fantasma: el pasaje al acto. Ya que es necesario para que la regla del juego que supone la ligadura de la energía sea respetada, que advenga lo simbólico.
Podemos hora ver mejor el trabajo del fantasma y cuál es su impacto en el cuerpo; al comparar la energía libre del fantasma a la energía bloqueada del síntoma, y a la energía ligada del discurso del grupo, percibiendo lo que les conecta.
Empecemos por el síntoma. El investimiento de un órgano del cuerpo bloquea la circulación de las representaciones. Sin embargo, nosotros podemos a veces poner en evidencia el fantasma, que es la traducción muda.
Así, Irma, otra paciente, no va a sufrir más de su cistitis desde que ella tuvo con Octavio, su amante, una explicación acerca de sus relaciones sexuales. Sus reproches de que él era impotente, aunque él cumplía con sus funciones, destacaban en su fantasía. Ella giraba la situación, al acusarle de ser la causa de su frigidez, operando sobre él una castración imaginaria. La cistitis nos señala eso a lo que ella se identifica. La energía bloqueada al nivel del cuerpo es liberada cuando se pone en acción su fantasma de ser un hombre, es decir, cuando ella se asegura por su maniobra la posesión imaginaria del falo. Poco importa para ella que su curación coincida con la afirmación de un deseo erróneo: ya que el significante del fantasma reemplaza su función operativa y ello le permite continuar su vida.
Vemos como la puesta en acto del fantasma reintroduce al sujeto en una cadena significante y libera una energía estancada al nivel del síntoma. Al ponerse en marcha, el fantasma, la energía circula de nuevo según las leyes del desplazamiento y de la condensación que son las leyes del inconsciente.
“Gracias a los procesos de desplazamiento, una representación puede pasar a otra toda su carga de investimento y gracias al proceso de condensación se apodera del investimento de otros”. Así mismo, en psicodrama, gracias a los procesos de desplazamiento, Enriqueta enviste a Fernanda de un afecto destinado a su padre (más allá del hombre a una mujer). Gracias al proceso de condensación ella reagrupa bajo un solo nombre, Fernando, tres hombres.
El grupo va a favorecer que esta energía potencial en lugar de quedar estancada, se libere.
Pero además se producen a otros fenómenos: la unión de la energía gracias a la sustitución por los significados de los significantes inconscientes que los apoyan. Enriqueta es llevada por las constataciones que ella hace, al dar al nombre Fernando y al objeto inconsciente que el designa, la mirada, otro sentido. Lo que atenúa una parte de la intensidad oculta.
El enlace desbloquea; cuando una representación es nombrada, el objeto y el significante que lo nombra se inscribe en otro discurso que los transforma.
Es así como el duelo se hace inseparable tanto del universo del lenguaje, como de la profunda transformación de energía libidinal que esto comporta.
Será la coincidencia de lo vivido con otras palabras lo que hace detener el fantasma. Al haber sustituido un significado al significante de la representación hemos pasado de la puesta en acto del fantasma a otro registro. La unión de la palabra a la cosa supone, además de la obediencia a las leyes del discurso común, tener en cuenta la subordinación a las fuerzas de investidura. Allí encontramos el principio de realidad. Lo que cambia, por lo tanto, es menos el estilo de la formulación que la naturaleza de la energía que circula bajo las palabras.
El hecho de entrar en un sistema de discurso universal, de pertenecer al mundo simbólico.
Lo que cambia es la intención: no desde un placer inmediato, sino comprendiendo el orden de los hechos por el significado, es decir entrar en el sistema cuya energía es enlazada por su subordinación en las leyes del lenguaje.
En el sistema del discurso, los significantes no se entienden unos a los otros, pero ellos reorganizan y distribuyen la fuerza pulsional en lugar de dejarla encerrada a los deseos más diversos. Así es cuando la naturaleza de la energía investida aplazada, toma al cuerpo en la red significante en vez de quedarse bajo el poder de la energía libre.
La sustitución del significante por un significado cerca la representación, haciendo pasar por otros caminos esos discursos, el del mundo exterior y el de las pulsiones. Esto entraña particularmente la supresión de la angustia conflictiva nacida del conflicto del deseo inconsciente y del yo.
CONCLUSION
El mundo exterior, es también nuestro cuerpo, al que accedemos por el placer pulsional o por la angustia del yo. Sin duda el placer es una realidad necesaria para el cuerpo.
El fantasma pasa continuamente por los circuitos del placer ya investidos y el trabajo terapéutico consiste en dirigirlo hacia otros circuitos. Si la representación provoca ese placer anticipado que es el deseo y el deseo la puesta en acto del fantasma, esto es porque la energía de investimento de un objeto parcial (pene, mirada) convierte a las antiguas representaciones de placer en su energía y su densidad.
A veces no surge solamente el más allá del placer, es decir la pura y simple repetición. Sino que lo que es encontrado es entonces el placer de una carencia- el placer del deseo.
El estilo de este reencuentro depende por lo tanto de la estructura y nosotros hemos visto en el caso de la histeria, la carencia que predomina y en el caso de la psicosis la tendencia a alucinar el imaginario.
La pérdida del primer objeto es irrecuperable: por lo tanto todos los objetos son sustitutos. Encontrar la relación a esta cosa primera, es conocer el estilo del fantasma.
Lo que cambia en el pasaje del fantasma a la verdad, es esencialmente la naturaleza de la energía. Esta transformación exige la permutación del significante en otro sistema, el significado de un conjunto cuya energía está ligada.
El psicodrama favorece en principio la formación del fantasma y sus discursos, facilitando el enlace de la energía.
Por otra parte, a veces pasa, sin duda, que los sujetos no están maduros para recibir la interpretación del grupo; Freud observo que en el análisis el peligro es recibir demasiado pronto la interpretación, pero eso no es a temer aquí. Freud decía que una interpretación demasiado precoz, para el paciente, provocaba que un significado “extranjero” penetre al lado de la representación sin ser integrada: pero nosotros, en el psicodrama freudiano, tenemos en efecto, una palabra más la representación de la cosa en lugar de la cosa sola.
En psicodrama, donde la transferencia se juega a dos niveles, en el animador y en los participantes, no importa tanto que el participante no está preparado para integrar las devoluciones del grupo; ya que el animador, en general, si sabe en qué momento conviene descifrar un fantasma.