La Institución del Psicodrama
Serge Gaude[1]
RESUMEN: Se tratan los tres elementos de la representación: un espacio, un discurso y un público restringido; así como la fusión entre lo privado de cada cual y lo público de lo grupal.
Partiré de la hipótesis que voy a intentar apuntalar con ustedes según la cual, la puesta en juego en psicodrama, se instituye en función de un trípode. Aunque aparentemente, por cierto, el psicodrama no implica sino la puesta en juego de una escena vivida, un episodio pasado; no obstante, me parece, que nuestro psicodrama implica un marco con tres elementos constitutivos intrínsecamente implicados. Estos tres elementos los creo irreductibles uno al otro, y cada uno de ellos constituye un campo en el que el sujeto de la escena representada se encuentra sumergido, y se ofrece en cada caso a transformaciones, reelaboraciones y transferencias, por lo cual nos beneficia el no confundirlos.
En una palabra, me parece, que el trabajo del psicodramatista, el ejercicio de la escucha, así como las modalidades de sus intervenciones, tiende a producir para cada representación de un episodio vivido estos tres elementos que son: un espacio, un discurso y un público restringido.
El psicodramatista es el único soporte de esta tríada, la cual solo es al comienzo algo inerte, ya que de inmediato el episodio vivido y su protagonista van a crear otro espacio, otro discurso y otros testigos.
Podemos hablar del drama subjetivo que el psicodrama actualiza de esta forma y pone a trabajar, que es el del sujeto en tanto individuo, entre su teatro privado y el campo social, entre su replegarse narcisísticamente y la obligación de los intercambios con los otros, entre su novela familiar y el deseo del Otro.
Esta dramaturgia, la representación, es intrínseca al sujeto y no depende solamente del episodio evocado. Éste último ha sido relatado, pero el conflicto, el suyo, puede ser descubierto en el curso de la sesión, por ejemplo, en ocasión de la puesta en juego producida por otro participante.
La puesta en juego resulta ser entonces una forma diferente de retomar la escena vivida según una perspectiva que se busca, pero que desde el comienzo no es la misma que la primera vez.
El Psicodrama articula pues, la división del sujeto entre mito privado y espacio público. Y nosotros constatamos que en la clínica esta división no se limita a la escena.
Quisiera mostrar en qué medida una pequeña audiencia real contribuye a inscribir esta división en el conjunto del dispositivo entre el escenario y la audiencia, y mostrar también que la instauración de un “público restringido”, este tercer elemento de nuestra práctica en Psicodrama, articula no solamente la división del sujeto, sino igualmente la unidad de su drama.
Esbozaré, rápidamente, lo que sería la constitución de un público restringido, es decir, el trabajo de “publicación” del teatro privado de cada uno. Para ello me apoyaré en el artículo de Freud “la novela Familiar”, así como en el de “personajes psicopáticos en el teatro”.
Pero en un primer momento evocaré brevemente dos ejemplos que me van a permitir ilustrar mis palabras y forjar las ideas.
En Ferrara en una bella exposición sobre la ciudad Etrusca de Spina me llamó la atención una gran piedra redonda sobre la cual estaba grabada la palabra “particular”, lo que podría traducirse como: yo soy la frontera. Esta inscripción, nos informa el folleto de la exposición, estaba destinada a separar un espacio público de un espacio privado. Me impresionó mucho y pienso que a ustedes también, pensar que hace 2500 años ya la civilización produjera como una necesidad el escribir la frontera entre lo público y lo privado, dirigiéndose a todo el que pasara y haciendo hablar a la piedra en primera persona, es decir, no solamente trazando una delimitación en el espacio, sino inscribiéndola en el lenguaje.
Nuestro espacio, decía Lacan, está estructurado por lo simbólico.
Mi segundo ejemplo, que solo citaré brevemente, concierne a dos obras de Goldoni; “II Campiollo” y “Lebbarufe Quiozotte”; para ambas en modo ejemplar la dialéctica del pasaje entre espacio privado y público es el resorte de la representación teatral.
El escenario es una plaza pública bordeada de un lado y del otro por dos espacios privados: las casas de dos familias que se enfrentan por encima de la plaza. Cuando los Jovenes de las dos familias quieren encontrarse lo hacen evidentemente en la plaza, seguidos o no por sus padres que se ocupan de las tareas cotidianas. Sus palabras y su conducta obedecen entonces al código que debe ser observado afuera y que permite los contactos, los intercambios fuera de las visitas mutuas en las habitaciones privadas.
En otras circunstancias, cuando se hablan desde sus ventanas o desde sus puertas, vuelven a convertirse en sujetos de un espacio privado.
Para encontrarse hay que salir del espacio privado y abordar los riesgos: deseo, amor, rivalidad del espacio público.
Me limitare a subrayar que en las dos piezas citadas, es una tercera instancia la que permite los intercambios y las alianzas entre las dos familias. Un conde venido a menos en «II Campiollo” y un joven que representa la ley y el tribunal, en “Lebaruffe”, aseguran respectivamente este trabajo de apertura hacia el público de los deseos privados de cada uno, de los intercambios, de las alianzas, en una palabra de lo que es vectorizado por el deseo y las castración.
Me parece que el Psicodrama como lo practicamos nosotros, se presta a esta misma función de pasaje de transferencia, con esta evidencia suplementaria de que es cada participante el que tiene esta posibilidad de producir su público restringido entre la audiencia, en la medida de la apuesta subjetiva que traiga a la sesión.
Este colectivo restringido cuyos miembros se separan uno a uno mediante el discurso de sesión y las sucesivas puestas en juego del grupo de los presentes, se constituye como una especificidad y como un punto de apoyo para el trabajo de psicodrama.
Vale como instancia tercera entre el protagonista y el psicodramatista., o los otros participantes. Esta instancia de “público”, distingue claramente desde el comienzo el artificio del psicodrama, del de la cura analítica. El sujeto no parte del mismo lugar y la elaboración discursiva difiere por las condiciones que se le imponen. Ningún tercero está presente en la cura analítica entre analizante y analista.
En el análisis toda referencia es llevada a la palabra y a la mera presencia, con lo cual interviene en el orden de la suposición. La cura es el lugar del secreto.
En este sentido el psicodrama no es comparable. Entre el participante y el psicodramatista, el grupo es el soporte de la instancia tercera y forma parte de la institución del psicodrama.
Aquí el secreto es sustituido por lo «privado»: palabras privadas y novela privada. Y este privado se encuentra en realidad compartido con los otros miembros, los cuales se muestran también como sujetos.
A lo largo de las sesiones hay un trabajo de publicación, que va más allá de la mera comunicación, del teatro privado a un público restringido.
En este proceso transferencial hay un cambio de status de la palabra y del sujeto. Y tal vez de la instancia imaginaria a la simbólica.
La presencia de los otros participantes tiene por efecto la apertura de la escena privada a aquellos de entre los espectadores que se descubren implicados como sujetos, y no a los demás. En ese sentido, la línea de participación que tiene valor de división subjetiva, ya no es entre el protagonista y el otro personaje de la escena vivida; pasa entre el participante y su círculo de público presente en la sesión.
Pero, ¿qué podemos decir de este grupo restringido que soporta la función participando con su propia elaboración?
Se trata de los que serán elegidos como auxiliares en las representaciones, pero también de aquellos que a partir de la representación vienen a ocupar el lugar de sujetos, articulando sus historias con la del protagonista.
Cada uno es susceptible de ser llamado sin haberlo previsto al lugar de la división subjetiva, entre lo privado y lo público.
La función del público tercero parece ser producida con cada puesta en juego y a lo largo de cada articulación del discurso de sesión.
Podríamos hablar en términos de audiencia y de auditorio, puesto que lo publicado, este hecho de formular y de dejar ver algo de la novela familiar a los otros y a sí mismo, pasa primero por que la palabra circule por el grupo.
Los intercambios verbales, antes incluso que las representaciones, solicitan ser escuchados, lo que produce un eco grupal, donde una palabra viene a impactar en los otros sujetos, lo que produce un efecto de vuelta al emisor.
Desde ahí que uno o varios miembros se manifiestan consternados por lo que un primer participante propone con su palabra.
Aquí se ve como hay una especie de recorte de la audiencia, un público más activo, debido a su escucha y a su resonancia.
La primera puesta en juego de un episodio relatado, es la representación, donde a la palabra se agrega un «dejarse ver», donde una parte de la audiencia va a responder de forma activa, poniendo una mirada a lo que se entrevé.
La puesta en juego va a instalarse en el aquí y el ahora, participando en el presente y en un tiempo real.
A diferencia del teatro, aquí una parte de la audiencia, o más precisamente del público, ocupa el lugar del protagonista al exponer su espacio privado en el rol de yo auxiliar.
De esta manera algo de lo imaginario se franquea, siendo esto ratificado por el eco de la audiencia.
El público es entonces esa parte de la audiencia que forma parte del trabajo, que le da sentido y que al tiempo que parte de un lugar simbólico, permite producir la escena representada como sujeto de la narración.
El pequeño público involucrado se recorta de manera diferente y no tiene porque abarcar al conjunto de la audiencia. Algunos de sus miembros pasan al juego como yo auxiliares, la otra parte del público permanece en su lugar en la audiencia en los momentos de sesión donde se trabaja en el escenario.
Durante la puesta en juego, la audiencia pierda la palabra, la cual es delegada al publico restringido que está en escena, en ese momento la presencia muda de la audiencia hace borde, recortando la escena.
Límite simbólico entre la puesta en juego y el grupo. Este último encarna la espera activa de un acontecimiento de sujeto.
En nuestras sesiones, este trabajo de transmitir mediante la voz y la mirada hace compartir la división subjetiva. Simultáneamente se da consistencia a la unidad del drama y del sujeto, siendo el drama del episodio vivido transferido a una unidad de trabajo compuesta por el protagonista, el público restringido y los psicodramatistas. ( yo diría que también al resto del auditorio)
Siguiendo a Lacan sabemos que lo imaginario no se analiza, pese a que esta categoría es necesaria para el análisis del deseo inconsciente. En psicodrama no se trata de psicoanalizar sino de pasar, en la medida que se pueda, el mito privado al colectivo, que es el Edipo. En esa medida es que los otros sujetos se sienten implicados.
La publicación se hace desde otro lugar de la palabra, distinto de la novela privada que actúa en el episodio vivido, las escansiones aportadas, así como la escucha nueva, modifican la sintaxis del discurso. El sujeto ya no está en el lugar desde el cual hablaba antes. Hay desplazamiento y producción de una división subjetiva.
Quizás podríamos considerar la publicación del mito privado como lo que valdría como fin de la cura en psicodrama, puesto que esta publicación depende precisamente de un trabajo de levantamiento del repliegue narcisístico del sujeto y de la actualización del Edipo. Es decir, del levantamiento de la negación de la castración.
La noción de publicación se sostiene en la enunciación de elementos de la novela familiar, los cuales se han reavivado o repetido en ocasión de ciertos episodios vivídos por el protagonista. Esta novela familiar se organiza a partir de una posición subjetiva de queja y de reivindicación. Padre borrado y madre abusiva, o amor maternal insuficiente, preferencia por un hermano…. La lista es larga y la insatisfacción no mitigable.
Así pues se trata de una forma de organizar nuestra subjetividad y nuestro inconsciente.
El trabajo de publicación ante un público restringido, restablece para el sujeto un circuito de intercambios en un dispositivo reconocible en el cual se provee un lugar Otro y donde las figuras del teatro privado se encuentran dialectizados.
Las modalidades de estos intercambios son portadoras de otra modalidad de organización subjetiva del complejo de Edipo, cuyo beneficio es el de abrir al sujeto a esta nueva realidad que funda el goce común
Notas:
[1] Psicodramatista, ex miembro de la EFP (Escuela Freudiana de Paris) ex miembro de la AFI (Asociación Internacional Freudiana), ex presidente de la ESPT (sociedad para el estudio del Psicodrama freudiano).