Resumen realizado por Carlos García.
El sueño es pues el pilar del edificio freudiano, pues constituye, junto con el síntoma, la palabra, los actos fallidos y la transferencia, el camino de acceso al inconsciente, siempre que aceptemos lo que se pone en juego allí, no como un producto degradado de nuestro funcionamiento cerebral, sino como un momento en que algo de nuestra verdad se manifiesta cuando los guardianes de la defensa relajan su vigilancia.
A Freud, en su “descubrimiento” de lo inconsciente, no le pasó desapercibido que el sueño habla del sujeto, y concretamente de algo que en la vigilia no puede nombrarse. Una verdad que se debate con las defensas por salir a la luz, y lo hace de tapadillo, con disfraces aparentemente absurdos y desconcertantes, pero de alto contenido condensativo.
A partir de ahí, Freud va elaborando toda una teoría y una manera de abordaje sobre el material onírico que consiste en establecer asociaciones a partir del contenido manifiesto del sueño (lo que cuenta el sujeto), de tal manera que a partir de los elementos condensados de la trama onírica, el sujeto se pone a hablar y despliega un contenido latente relativo a sí mismo.
En el análisis individual, el sueño es tenido como un jeroglífico, de tal manera que hay que dividirlo en sus partes para poder ir asociando las historias ligadas a cada una de ellas. Freud pone al sueño a resonar e invita al paciente a hablar sobre ello, sobre lo que le sucedió en la víspera, sobre lo que más le llama la atención al paciente o a él mismo, sobre los afectos que le suscita, o sobre cada uno de los elementos del sueño. A partir de ahí el paciente habla, y como no puede ser de otra forma, habla de su verdad.
Es esta vía asociativa la que nos interesa, también en grupo, aunque como veremos un poco más tarde, será manejada de forma un tanto diferente a como se maneja en el encuadre individual.
Pero antes del cómo, quizás sea necesario precisar algo en relación al momento de aparición del sueño y cómo llega al grupo. A veces, es algo que alguien sueña el día anterior o posterior al grupo. Otras veces, el paciente el paciente sueña con contenidos que han sido tratados en las sesiones, de tal manera, que el sujeto está impelido a devolverlo al grupo como un material que sin saber cómo, sabe que es importante. En otras ocasiones, a partir del discurso del grupo alguien cuenta un sueño, como por asociación, algo que de repente viene en respuesta a algo que se dijo. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que cuando alguien cuenta un sueño en un grupo, es seguro que eso que se cuenta, tiene que ver con el grupo. Si no, ¿por qué lo trajo allí?
Si entendemos que el sueño es una puesta en acto de un saber inconsciente que se desarrolla en ese momento y en ese lugar, y si confiamos en la transferencia, podemos confiar en que lo contado tiene que ver con el grupo.
Una vez que aparece el sueño… ¿qué hacemos con él?
Si bien decíamos anteriormente que en análisis individual lo que se hace es analizar, clarificar el sueño y lo que éste tiene que ver con el sujeto, en el contexto grupal, el sueño es tomado como un significante más, un nuevo eslabón de la cadena que se va desplegando a través del discurso de cada uno de los participantes. Y lo que vamos a hacer es tenerlo en cuenta como un significante más y ponerlo a jugar, de diferentes maneras.
El significante que se pone en juego en el sueño, tendrá valor en tanto que eslabón de una cadena:
- El sueño como eslabón dentro de la cadena psíquica que serán las producciones del sujeto a lo largo de las sesiones.
- Pero además, ese sueño es contado en grupo, y por lo tanto, tendrá que ser tenido en cuenta como un eslabón del discurso grupal.
Veamos el siguiente ejemplo que nos va a permitir observar la evolución del discurso de un sujeto dentro del grupo a partir de un encadenado de sueños y escenas:
Un paciente acude al grupo pero durante los primeros meses no puede decir nada (parte del mutismo). Cuando un día toma la palabra relata el siguiente sueño:
“En el hospital donde yo efectúo unas prácticas, en tanto que estudiante de medicina, yo me reencuentro una mañana en una reunión de equipo. Un médico psiquiatra dice: ¿Yo soy alguien! Otra persona presente continúa: ¡Yo también soy alguien!… Yo no puedo decir nada. Permanezco en silencio muy avergonzado “en ese momento tengo la impresión de que todo está dirigido hacia mí”
De entre todo el material de ese sueño, aparece una impresión auto referencial (“todo está dirigido hacia m´”) y un significante: “me quedo sin poder decir nada”. Lo que le da el valor significante será la resonancia posterior, donde él tiene un recuerdo en el que a los 10 años visita al hospital a una tía “que no puede hablar” y él se siente muy afectado. Ese no poder hablar, empieza a asociarse al recuerdo de una afectación.
Algo va descongelando, del mutismo pasa a la palabra, y de la palabra, al afecto, que por el momento, es sólo recordado.
En días posteriores, pondrá en juego un contenido de corte paranoico donde él se siente en el grupo “llamado”, “desafiado, “reprochado”, etc. Tras jugar una escena él enuncia una frase: “en la familia, yo era tomado por una nada absoluta” (lo cual contrasta con el contenido autorreferencial y la transferencia realizada al grupo). En ese momento, aparecen lágrimas y mucha tristeza (aparece el afecto).
Podemos pensar que como efecto de lo anterior, otro día trae otro sueño:
“Yo marcho en medio de una fila de prisioneros en el desierto hacia una sala de interrogatorios. En el recorrido, los otros me preguntan: “¿cómo puede haber contagio?”. Yo no comprendo, todos ríen en sus adentros, se burlan”.
En éste caso, la representación del sueño no produce asociaciones, pero sí la siguiente observación: “eso que parece evidente para ellos no lo es para mí”. El sujeto se siente desconcertado ante algo que le interroga desde fuera, evidente para todos, pero incógnita para él.
Esta frase enganchará con otro sueño donde puede darle una interpretación a esas voces:
En un prado, yo corro a cuatro patas, como un animal perseguido por otro animal más pequeño que un perro. Él es peligroso, loco. Yo le persigo, salto una valla, a lo largo de una carretera sobre la cual pasa un autocar de donde sale una voz que enuncia: “sería necesario legislar para que nosotros no podamos verlo más”
En todo esto, en lo que él repara a partir del sueño es que esa voz no le para, que él continúa su carrera. Una voz que lo refrena, pero no le impide ir y saltar la barrera. Quizás esa voz que le refrena, pero no le para, tenga relación con el no poder decir. Una voz que llama a legislar, a poner ley, allí donde hay transgresión.
Pero más allá de analizar el sueño, lo que nos interesa en éste caso es verlo como eslabón de una cadena, que permite despertar contenidos psíquicos y asociaciones latentes, no solo en una misma sesión, sino también a lo largo del recorrido de un proceso.
También es interesante reparar en que de todos los elementos que en los sueños aparecen, tomamos aquellos que son significantes, es decir, que de alguna manera tienen una resonancia (marcados en el texto en negrita).
A continuación, veremos cómo podemos trabajar con los sueños desde el dispositivo psicodramático, y por ende, algunas de las diferencias de tratamiento con el dispositivo individual.
Uno de los problemas del sueño es la distancia que hay entre el contenido manifiesto y el contenido latente del sueño, de tal manera que lo que soñamos siempre nos parece oscuro y enigmático. En el sueño aparecen fundamentalmente recortes de situaciones vividas (restos diurnos) e impresiones en una construcción condensada y extraña donde, y así lo dice Freud, nada es lo que parece.
Tenemos que partir de algo fundamental, y es que lo importante en realidad no es tanto el sueño, sino lo que se despliega a partir de ahí. Si entendemos que el sueño es una condensación de historias, que de manera disfrazada ha conseguido burlar por un momento al guardián de la defensa para venir a mostrar un trocito de verdad, lo que tenemos que hacer es precisamente poner a hablar a ese testigo que vino a decir (aunque sin aparente claridad).
Una de las diferencias fundamentales con el análisis individual del sueño, es que no se va a tratar tanto de clarificar el mismo (como a veces ocurre en el análisis individual), sino de poder jugar la información que el soñante aporta en el sueño dentro de la trama grupal, de insertar en la cadena significante del grupo, la información que el sueño pone en juego.
En relación a la representación, tenemos que tener en cuenta al sueño como una escena o un conjunto de escenas, que por lo tanto, pueden jugarse.
Sin embargo, y si tenemos en cuenta que lo importante no es el sueño en sí mismo, sino lo latente, lo importante no es tanto ponerse a jugar el sueño directamente, sino dar oportunidad a la palabra antes de ello. El juego no se dirige tanto hacia el sueño en sí mismo, sino al yo que habla, que narra. Así que antes de empezar a trabajar un sueño, será necesario poner palabras a éste, y ya no solo por parte del que sueña, sino por parte del grupo.
En relación a esto último, tenemos que tener en cuenta una cuestión fundamental, pues de lo contrario, nada de lo que sigue tendrá sentido.
El sueño que en una sesión se cuenta (pues se podría haber contado antes o después), es porque atiende transferencialmente a lo que está pasando en ese momento en el grupo.
“Nosotros necesitamos considerar el sueño aportado en psicodrama, como una manifestación de la puesta en acto del saber inconsciente dentro del discurso que se desarrolla en ese lugar, de manera que no debe ser separado del momento en el que el paciente ni el grupo están. El camino transitado a partir de las asociaciones realizadas por los otros participantes, puede contribuir a apoyar el discurso del inconsciente en nuestro trabajo. De ésta manera, en grupo, el sueño no es propiedad del soñante, sino que es propiedad del grupo”
Uno ha construido el sueño con material propio, pero si lo cuenta en en grupo es porque de alguna manera, tiene que ver con lo que ocurre en el grupo. El sueño tendrá para el soñante su propio sentido, pero no se tratará tanto del desciframiento del sueño en la trama individual del sujeto, sino de la inserción del contenido onírico en la trama grupal. De ésta manera, se subraya la importancia de lo transferencial.
El sueño podrá resumirse entonces en un texto, en una frase significante, que producirá una resonancia en quien lo cuenta y en los otros miembros del grupo.
Por ejemplo, si alguien cuenta un sueño en el grupo y a partir del ese sueño otros hablan, es posible que a partir de esos relatos aparezcan escenas. Si jugamos esas escenas, tenemos que ser conscientes de que tienen relación con el sueño, sea ésta aparente o no. Hay una relación, porque hay una resonancia.
A veces sin embargo, jugamos el sueño en su totalidad, o una escena del mismo. Tomamos el sueño como una escena, a partir de la cual el sujeto va poniendo palabras y realizando asociaciones a medida en que se juega.
Otras veces, no tenemos por qué jugar todo el sueño, sino un recorte o un detalle. No cualquier detalle, sino aquel que, o bien llama la atención por alguna razón o porque señala en la dirección de lo que se está jugando en el discurso de grupo. ¿Cómo saber ésto? No hay otra manera que dejar hablar, porque tras el relato del sueño, las resonancias del sujeto y de los otros miembros del grupo nos darán la pista de aquello que hay producido resonancia: ese es el significante.
Localizado aquello que ha producido eco, podemos dejar correr todo lo demás.
En otras ocasiones, lo que vamos a dramatizar no es tanto el sueño en sí mismo, sino una escena que surge a partir del relato del sueño o de una de sus partes. Bien sea en el mismo protagonista del sueño o en los otros miembros del grupo, pues como vemos más adelante, esto es algo que precisamente diferencia el análisis de sueños individual y el grupal: la presencia de otros que permite lo que se llama elaboración secundaria. En éste sentido, es necesario creernos de verdad, que aunque no representemos el sueño en sí, el trabajo de la escena que otro contó a partir del mismo, estará relacionado con el contenido onírico.
A veces lo que nos llama la atención no es en sí el relato (el texto) del sueño, sino lo que acompaña al mismo a la hora de dar cuenta de él. Los gestos, el tono utilizado, las omisiones o añadidos, etc. Porque no olvidemos que no es tanto lo manifiesto como lo latente, y ahí, cualquier apertura es buena para poder dejar la superficie profundizar en esa “otra escena” que para Freud era el inconsciente.
En otras ocasiones, esa ventana será el afecto que el sueño suscita en el soñante, ese regusto que a uno le queda después de haber soñado y que a veces es lo único que queda tras el barrido de los guardianes. Poder “tirar” del afecto vagabundo y poderlo asociar a escenas de la vida del sujeto va a permitir adentrarnos en esa verdad latente. Pero no solo el afecto ligado al recuerdo del sueño, sino lo que en el momento de contarlo se produce en el sujeto. Asombro, satisfacción o determinados afectos que emergen en ese momento de contarlo y que antes aparentemente no habían aparecido.
Todos éstos detalles aparentemente nimios, pueden ser en realidad pequeños puentes que conectan el contenido manifiesto del sueño con escenas de la vida del sujeto que de alguna manera están veladas. Al tirar de eso que en el momento del relato del sueño aparece, tenemos la oportunidad de acceder a esa vía asociativa, de asomarnos a esa ventana que espontáneamente y por poco espacio nos lleva a una otra escena. Para ello, tenemos que confiar en que en esos pequeños detalles que se escapan del discurso consciente, se nos están mostrando pequeñas y efímeras aperturas para acceder a una verdad inconsciente.
Por otro lado, y como rasgo diferenciado fundamental con respecto al trabajo en el contexto individual con los sueños, es que en el grupo hay otros, lo cual va a permitir otra posibilidades.
Si hemos hablado de que una vez contado en el grupo, el sueño pertenece al mismo, las resonancias que en otros miembros del grupo se produzcan a partir del relato del sueño serán fundamentales.
El golpe de gracia en la historia de un sueño, está siempre dado, directa o indirectamente por los significantes que los otros participantes aportan en el espacio de la escena o de las escenas precedentes (o posteriores). En el grupo, la representación toca a todos los participantes, cada uno a partir de sus capacidades y de su disponibilidad presentes.
Decíamos que el sueño está inserto en una trama grupal que, creamos o no, está encadenada y funciona por resonancia. El sueño vino a un lugar, y no por casualidad, como tampoco será casual, lo que a partir del mismo se relate (reflexiones, asociaciones, y otras escenas).
En el grupo, y sin saberlo, unos miembros se responden a otros. Se dan claves o respuestas a los temas latentes, aunque aparentemente se esté hablando de temas diferentes.
También de la mano de los otros miembros del grupo, y resaltando otra de las diferencias que operan entre el trabajo del sueño a nivel individual y grupal, tiene que ver con que durante la dramatización del sueño, a los auxiliares les estarán pasando cosas, y esas cosas tendrán que ver con ese sueño. Si al dramatizar un sueño, a los auxiliares sienten afectos, sensaciones, etc., tenemos que entender que por resonancia, están respondiendo con sus cuerpos a lo que se juega en otros niveles del sueño. Freud insiste reiteradamente en la importancia de las sensaciones motrices o sensoriales que acompañan a ciertos fragmentos del sueño. En éste caso no se trata tanto de la aparición de afectos en el protagonista (aunque también), sino de la entrada en juego de la resonancia corporal que los auxiliares participantes viven a partir de la escena del sueño, porque de alguna manera y por resonancia, han sido “tocados».
Escuchar esa respuesta de los otros, puede ayudar a poner de relieve dimensiones que permanecían veladas, y más tarde, poder realizar asociaciones a partir de los afectos resonantes, nos puede permitir realizar puentes con otras escenas.
El doblaje es otra manera de abordar la identificación. Citaré a Marie-Ange Chabert, quien habla de la “vocecita” del doblaje en la misma revista sobre el sujeto en psicodrama freudiano: “El doblaje es un artificio del psicodrama, introduce una modalidad muy peculiar del discurso, ya que se dirige al participante al hablarle como si estuviéramos en su lugar, eso en el marco de la actuación. Es una palabra enunciada en primera persona y que produce efectos. Por su parte, el terapeuta utiliza su capacidad de identificación, de resonancia emocional con lo que está sucediendo con el participante en una situación dada. Por parte del paciente, el doblaje produce efectos de apaciguamiento o de perturbación, de unificación o de división. El doblaje consiste en formular lo que el paciente pudiera sufrir o sentir en la situación representada. Puede favorecer una toma de conciencia y funciona como una interpretación dada in situ… Es una invitación a reconocer algo inédito.”
Por ejemplo: Un paciente narra dentro de su discurso cómo su madre le utilizaba como arma arrojadiza contra su abuelo, negando a éste la posibilidad de ver al nieto en los momentos en que ellos se encontraban en disputa. El paciente habla del látigo de su madre contra su abuelo. El animador escucha y situándose detrás del paciente le dice: “soy el látigo de mi madre”.
En éste caso, la intervención en forma de doblaje, que en realidad es una interpretación, remarca la identificación y tiene el poder de detener el discurso, produciendo un golpe contundente en la conciencia de cómo el sujeto se ha ubicado en ese lugar de “ser el látigo, de jugar guerras que no son suyas en muchos de los momentos de su vida”.
Sus mismas palabras, recogidas en otro orden, y ahora son narradas desde otro lugar, tienen el efecto de parar al sujeto y confrontarle con su propia verdad. Ponen de manifiesto un otro sentido que remite a otro lugar diferente al del surco que el paciente conscientemente quiere poner de relieve.
Esto, por supuesto, es un arma de doble filo sobre cuyos límites conviene reflexionar.
La misma estructura del doblaje nos pone sobre la cuestión siguiente: al señalar al otro lo que ha resonado en mí como animador, de alguna manera estoy colocando de lo propio. Esto siempre va a suceder, porque precisamente es la esencia de la relación terapéutica, que el discurso de un otro va a interferir en el discurso ya sabido del paciente produciendo la posibilidad de nuevos significados. Pero no es lo mismo señalar un afecto que está emergiendo en el protagonista de la escena (pues al fin y al cabo sólo se está señalando lo que en él aparece), que poner en juego un significado que aparece por interpretación muy subjetiva del animador. El riesgo de contaminar la escena del otro no es el mismo. Si bien es cierto que las interpretaciones pueden ser a veces muy certeras y propiciar un cambio de sentido del discurso muy oportuno, otras veces no se trata más que de la propia propia escena del animador colocada sobre el paciente.
Por ejemplo: Un paciente en un grupo cuenta un sueño sobre dientes. En el sueño, él aprieta mucho los dientes hasta que finalmente uno de ellos se rompe. Es entonces donde se recrimina a sí mismo: “¿por qué habré apretado tanto?”. Este sueño se podría haber jugado de muchas formas, pero el animador propone hacer un diálogo entre el diente roto y el protagonista que “aprieta”.
En la escena, el auxiliar que hace de diente, irrumpe con un discurso propio: “¿Por qué me aprietas? ¿por qué me tratas así? Al final me rompo… o me sacas o me dejas, pero no me trates así…”. Esto produce impacto en el protagonista y le lleva al recuerdo de las peleas que durante mucho tiempo mantuvo con su padre; peleas que terminaban frecuentemente con un “padre roto”. Por resonancia, esas mismas palabras del auxiliar le llevaron a sus propias escenas, que también se jugaron produciendo significantes en la línea de una disputa con el padre y una madre silenciosa.
En éste caso, además de poder ver cómo lo onírico se puede llevar a escena, también podemos cuestionarnos hasta qué punto la intervención del otro en la escena (auxiliar, animador, etc.), sirve para abrir el discurso “cerrado y ya sabido” del paciente introduciendo nuevas claves, o hasta qué punto esa intervención puede ser una invasión masiva del otro en la escena, haciéndola propia. A veces, es fina la línea que diferencia el veneno de la medicina.
En éste caso, la intervención del auxiliar tuvo un efecto interesante en el protagonista, pero aunque si uno está dispuesto, todo le sirve para encontrar su verdad, no todos los medios valen.
Quizás algo diferente hubiera sido, que el protagonista pudiera ocupar el rol de diente y desde ahí hubiera podido hablar, poniendo significados propios y por tanto, más cercanos a sus propios conflictos.
Otra cuestión importante que podemos plantear a la hora de trabajar con los sueños en el contexto grupal, es el representar los objetos por medio de los auxiliares. Si bien el psicodrama freudiano es un juego imaginario donde los objetos no se representan, precisamente para propiciar que lo que se pone en juego es la película imaginaria de cada cual, en el caso de los sueños sí se hace. ¿Por qué? Si partimos de que el sueño es el resultado de la condensación y el desplazamiento de contenidos psíquicos reprimidos, que buscan la manera de sortear la defensa apareciendo en escena disfrazados, y hemos hablado de que lo que en realidad nos interesa son las historias que a partir del sueño se despliegan en torno a cada uno de sus elementos, los elementos de la escena onírica tienen que poder hablar. Por eso, los elementos del sueño (animales, objetos, etc.), son llevados a la escena y representados por auxiliares.
Por ejemplo: Una integrante de un grupo narra un sueño donde se cae entre unos contenedores que hay en la calle. Al narrarlo, cuenta que hay 4 contenedores, uno de los cuales “huele muy mal”. El sueño sigue, pero para el caso que nos ocupa, nos sirve hasta aquí. Podríamos pensar… ¿por qué 4?… ¿por qué uno solo huele muy mal, tratándose de contenedores?… ¿qué asociaciones se despliegan a partir de éstas preguntas? Poder elegir auxiliares que tomen el lugar de éstos contenedores, y dar cuenta del por qué de las elecciones, va a ir ayudando a desplegar el contenido latente de las identificaciones y transferencias inconscientes realizadas sobre éstos objetos. Tanto, que en ocasiones, bastará hablar de las identificaciones para el desciframiento del sueño. En el caso en particular, no es casual que sean 4, pues precisamente esos son los miembros de su familia. Quizás tampoco sea casual que haya uno que huela especialmente mal, si esto no lo tomamos en la literalidad sino como metáfora. Como vemos, y tal y como decía Freud, en el sueño, nunca nada es lo que parece.
En otro sueño, el protagonista habla de una especie de avenida con árboles que le dificultan llegar a casa. A la hora de ir eligiendo para el papel de árboles a los auxiliares y poner palabras al por qué de la elección, se dio cuenta de que los motivos de las elecciones tenían que ver con personajes que a lo largo de su vida, de una manera u otra, le habían impedido llegar allí donde él deseaba. Como vemos, desvelar el motivo de las elecciones y las asociaciones que a partir de ahí se producen es crucial y a menudo suficiente.
Sin embargo, otras veces, la escena sigue y se lleva a representar En ese momento, los auxiliares, tal y como lo hacen en otras escenas, participarán desde lo propio, quizás añadiendo palabras y acciones que no están en el guión inicial del sueño contado por el soñante. Sin duda, éstas diferencias, aportadas desde el auxiliar, serán de enorme interés, por venir a generar nuevas posibilidades que se salen de los esquemas fijados del protagonista (produciendo aperturas de significado). Sin embargo, por ser aportaciones de otro en la escena, serán interrogadas más tarde, invitando a aquellos que se salieron del guión, a dar cuenta de ello y poner la propia subjetividad en juego. Cada cual tendrá que dar cuenta de lo suyo.
Si bien ésta participación del otro es inevitable y a veces productiva, en psicodrama freudiano, lo conveniente sería poder colocar al protagonista mediante cambios de rol en el lugar de esos objetos, para que desde la propia producción pudiera poner palabras al objeto. Dicho de otra manera, no se trata tanto de hacer hablar a los objetos como objetos (que el auxiliar que hace de contenedor de la escena, hable como contenedor), sino de que el protagonista del sueño hable desde el lugar de ese mismo objeto poniendo en juego lo propio.