
Felipe Acosta
RESUMEN: El artículo nos cuenta el proceso para llegar a decisiones, a conclusiones, y los tiempos y momentos por los que atraviesa el sujeto en ese proceso, resaltando lo importante y decisivo de la mirada, el movimiento o la pasividad del otro, para que se precipite una decisión. Todo ello, se produce en cualquier sesión de psicodrama.
“Cuando uno se encuentra en un momento de concluir, todo se precipita a la conclusión.”
Haré un esfuerzo de trasmitir las ideas que tengo en mente de un modo claro sin descuidar los conceptos y la profundidad que tienen, cuando de un tema como el de las conclusiones se trata. Quiero entonces comentar los elementos que se encuentran en juego en relación a las conclusiones y mostrar un poco como se han leído dentro de la práctica del psicodrama.
Lo primero que llega a la mente con la palabra conclusión es una pregunta. ¿Qué significa una conclusión? Debemos pensar la conclusión, en este caso, como un movimiento. Un movimiento del pensamiento, una acción, un acto. Es, si se quiere de modo más simple, una decisión.
Sin embargo, esa decisión requiere unas condiciones. Hay decisiones que se toman a la ligera, otras son un poco más meditadas y otras más elaboradas. En todos los casos, pensaremos que hay una conclusión. Es decir, que para llegar a una decisión se pasa por un acto de pensamiento, de razonamiento o en otras palabras, por un acto de lógica.
Ustedes saben que la lógica es básicamente un método, una forma de argumentación, de inferir, de razón y de principios. Usamos la lógica para darle validez a nuestras ideas. Usamos la lógica cuando queremos saber porque no logramos obtener un empleo. La usamos cada vez que tenemos un dilema o un problema. Y la solución que le damos a estas dificultades las sustentamos a partir de argumentos que extraemos lógicamente.
En nuestro diario vivir lo hacemos todo el tiempo: con el bus, con una llamada, con nuestras parejas, incluso con la organización del tiempo. El tiempo, justamente, está también en relación con el problema de las conclusiones. El tiempo, pensado en su aspecto cronológico, funciona como un límite en muchas ocasiones. Nos dan 1 año para realizar una investigación y se supone concluida tras finalizar ese año; aún más, se suponen edades en las cuales un sujeto debe haber alcanzado ciertos logros. Elaborar un duelo en un año, cursar el colegio en 6 años, ser un adulto a partir de los 18 y seguro podríamos nombrar muchos casos y condiciones que se deberían cumplir según el estándar establecido. Por otra parte, es claro para muchos otros que el tiempo, cuando se trata de hablar de sujeto, no es cronológico; es justamente lógico. Con ello se quiere decir que obedece a tiempos subjetivos, a lógicas más singulares y que allí donde un sujeto puede salir como psicólogo en 5 años y obtener su cartón, puede al tiempo decir, “no me siento listo para comenzar a ejercer, voy a continuar formándome”.
Es de esta idea que surge eso que muchos conocemos bajo el nombre de corte Lacaniano. Lo que denota el corte es básicamente que no hay una duración en tiempo específico que diga cuándo concluir una sesión, sino que el sujeto ha llegado a un momento conclusivo que es importante puntuar. Estas ideas las introduce Lacan en su texto llamado El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, donde Lacan nos habla de 3 tiempos: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir.
Reducidamente, puedo decir que Lacan nos propone que tomamos una decisión, o mejor aún, que se llega a un conclusión, debido a que hay un primer momento en que el sujeto ve los elementos que hay en juego, más tarde un momento donde analiza cuidadosamente dichos elementos, y finalmente otro donde ya no habiendo más formas de pensar el problema, se concluye y se precipita un acto. No significa esto que siempre, para llegar a una conclusión, el sujeto pase por las tres fases. Eso es justamente lo novedoso del texto. En cada una de las tres “fases” el sujeto puede llegar a una conclusión. Puedo decidir en el instante de la mirada, en el tiempo para comprender o en el momento de concluir. Por supuesto, cada decisión tiene sus consecuencias.
He estado pensando un buen rato en porque Lacan habla de momento para concluir y no de tiempo.
El problema con la noción de tiempo es que remite a una medida, da un orden y una secuencia a los elementos. Permite saber que antes del 2 está el 1 y que para llegar a los 23 años hay que pasar por cada uno de los anteriores. Tenemos como contraposición a ello, la idea bajo la cual en el psiquismo no hay tiempo. Me refiero específicamente al inconsciente. Es por esto que podemos saber que una vivencia de la infancia nos continúa afectando incluso luego de 30 años de haber sucedido. Esas contraposiciones de cómo trabajar el tiempo en psicoanálisis, las analizó Freud en su famoso texto análisis terminable e interminable. Nombre muy sugerente, porque pone de manifiesto justamente el hecho de que no haya tiempo en el inconsciente, de que podríamos quedarnos en una repetición eterna dando círculos perpetuos sin lograr darnos cuenta de lo que sucede.
Me parece que el texto de Lacan es un intento de salir de ese impase. Propone un tiempo para el inconsciente, pero como ya dijimos, un tiempo lógico. Claro, un tiempo donde también puede haber una cadena circular sin fin si el sujeto no concluye en el momento para concluir. Esa repetición, ese circuito interminable, lo podríamos ubicar en el tiempo para comprender. Allí hay un cierto rodeo constante sobre las ideas, sobre lo que se podría hacer o no y al no haber una seguridad de cuando concluir, el sujeto se queda en una vacilación indefinida. Es preciso entonces un tiempo para comprender el momento de concluir, es necesario saber cuándo es ese momento. Y es justamente un momento porque no se sabe cuándo se presentará. Es una circunstancia, una contingencia, es un “podría ser”. No se puede saber con seguridad cuando se debe concluir, es simplemente un acontecimiento que pasa. En este sentido, podría darse la circunstancia de estar en el tiempo específico pero no presentarse el momento. También, puede presentarse el momento y no haber estado en el tiempo. Es necesario entonces que yo esté en el tiempo de modo tal que, cuando el momento se presenta, lo pueda ver y eso me precipite a concluir. Precipitarme porque además la conclusión es apresurada; no hay seguridad absoluta sobre lo que se va a hacer. Esa seguridad la da el acto mismo, por eso Lacan habla de una certidumbre anticipada. Es un poco lo que pasa en el juego de las miradas. Seguro que a todos ustedes en algún momento les ha sucedido que se miran con alguien en una cafetería o en otro lugar; a ustedes les gusta la persona a quien miran y no están seguros de sí acercarse o de si él o ella se acercarán. El problema del tiempo lógico y de las conclusiones trata justamente de eso.
Mirada, conclusión y psicodrama.
La mirada es un elemento central cuando de juego lógico se trata. ¿Por qué? Si piensan en el ejemplo que les acabo de dar podemos decir que es debido a lo que vemos en el otro, que nos lanzamos (o no) a acercarnos y hablarle. Seguro que en un primer instante puedo decir: “le gusté”. Pero luego, me encuentro con que al continuar mirándola me retira la mirada. Entonces me puedo decir: “bueno, tal vez no le gusté”. Ello ya introduce una vacilación que me lleva a un segundo tiempo del juego. Sé lo que veo en ella, no sé lo que ella ve de mí, aun así, debido a que la puedo ver, puedo inferir posibilidades sobre lo que ella ve de mí. En un tercer momento tendré entonces que decidir si de verdad yo me debo acercar o no. Un mejor ejemplo ya desarrollado lo encuentran en el texto de Lacan y mejor analizado aún, en un texto de Jacques Alain Miller que se llama Los usos del lapso. Ahí Miller desarrolla de un modo muy detallado como se presentan los distintos momentos del tiempo lógico. No podrán objetar pues que cuando de tomar una decisión se trata, el papel de la mirada y lo que veo en el otro, como se comporta y que se propone hacer el otro, es fundamental para decidirme y actuar.
Si quieren un ejemplo más actual, espero que hayan visto la película de Batman y el caballero de la noche. Podríamos decir que el papel del guasón en esa película, es el del director y guionista. Me refiero con ello a que el guasón dispone de todo para que se puedan dar diversos escenarios, es todo un creador de situaciones. Pone a los sujetos de gótica en escena. La situación específica que quiero comentarles es aquella en la que los hace subir a un trasbordador: uno lleva prisioneros y el otro lleva ciudadanos. En ambos barcos hay explosivos y el guasón les dice que el control que tienen en cada barco, hace explotar la otra embarcación. Les da aproximadamente 45 minutos para que decidan explotar el otro barco; si no, ambos explotarán. Lo que sucede es que ambos deciden no explotar el barco de al lado. Como ustedes pudieron ver, en ese juego que presenta esa escena hay varios momentos conclusivos. Algunos dicen de entrada “ellos son asesinos, debemos matarlos o ellos lo harán; ya lo han hecho antes”. Seguro no lo hacen porque entonces los ciudadanos serían ahora los asesinos. La situación los saca de sus roles cotidianos. En ese momento ambos son iguales, sujetos con un dilema a resolver; ni más, ni menos. Sus ideas sobre la posibilidad de que el otro los destruya primero quedan cuestionadas a medida que el tiempo avanza. Ello los hace darse cuenta de que los demás aun no deciden o que han decidido no matarlos. Son momentos de vacilación debido a que el otro no se mueve, aunque se piense que puedan moverse en cualquier instante.
Bien, podríamos discutir mucho de esa escena, pero no es mi objetivo. Solo quise hacer más énfasis en que la mirada y los movimientos del otro, así como sus inmovilidades, son fundamentales para efectuar razonamientos y, en un momento, concluir.
Lo del guasón es, sin lugar a duda, un drama muy bien representado. Un sociodrama en este caso. Nos interesa el psicodrama, o sea, como se ven esos elementos que hemos tocado superficialmente, en cada sujeto que participa en un dispositivo grupal.
Los Lemoine, psicodramatistas franceses, abordan el tema en su libro teoría del psicodrama. El elemento central para pensar el tema del tiempo lógico en el psicodrama es la mirada. Cada sujeto, en el grupo de psicodrama, está expuesto a la mirada de los otros. Cada uno mira y también es mirado. No solamente al nivel del cuerpo, también de las palabras y el discurso. Estar en un espacio que es grupal, tiene como ventaja que las ocasiones donde yo no logro ver algo de mí, quien es mi compañero me permite darme cuenta de ello, o como dicen los Lemoine, me dan una respuesta, una solución a mi problema.
He escuchado a muchos sujetos decir que les parece muy difícil entrar a un grupo a decir tantas cosas personales. Yo mismo tuve esa idea antes de comenzar mi proceso psicodramático. En realidad es todo lo contario. Hay cosas que se dicen en psicodrama justamente porque hay otros. La razón es simple, posiblemente ustedes ya la intuyeron. Ver que el otro se precipita a la acción y cuenta sus propios dramas, me lleva a mí a contar los propios. Es de lo que les he hablado en las páginas anteriores. El psicodrama es un juego lógico, y yo me muevo y decido ser protagonista en la medida en que veo que hay otro que está dispuesto a hacer lo mismo. Incluso podría hacerlo primero que yo. Es algo similar a una competencia, pero no lo tomen en ese sentido. Es más bien que tener la posibilidad de que el otro se mueva, me lleva a moverme.
Si lo pongo en los términos que veníamos usando, es simplemente que yo veo que el otro decide anticiparse y precipitarse a concluir y, como bien lo dice Lacan, cuando el otro se mueve yo me muevo porque pienso que el otro ya tomó una decisión, nos movemos al mismo tiempo y salimos al mismo tiempo, decidimos actuar y elaborar. Lo que les estoy poniendo en juego es, seguramente, el motor del dispositivo psicodramático.
Ahora espero que me permitan ir un poco más allá y poner en cuestionamiento lo que acabo de decir, irme un poco contra esa idea y llevar la cuestión a otro nivel.
Esta idea que acabo de contarles de la mecánica del dispositivo psicodramático, de eso que permite que un sujeto se mueva más rápidamente que en otros lugares, o sea que hay una sensación de que la elaboración está reclamando sus frutos rápidamente, es arriesgada.
Muchas veces me he preguntado por el momento en que concluye un sujeto. En esta ocasión me refiero a la decisión de no continuar el proceso al sentir que ya se ha elaborado lo que se necesitaba. Creo que ahora puedo lanzar una hipótesis sobre estas conclusiones. Esa conclusión se da en el instante de la mirada y en tanto tal induce a errar.
Los he llevado, aunque en realidad me he llevado a mí mismo, a situarme en un lugar donde mi movimiento aparece como dependiente del movimiento de los otros. Ello hace tener una idea de eso tan debatido bajo el nombre de alienación. Pero si son finos en lo que he comentado, se habrán dado cuenta de que toqué el tema de la acción en psicodrama a partir de lo que la mirada pone en juego. Se lo podré en otras palabras: hablo de la conclusión que se da en el instante de la mirada. Es apenas un primer momento lógico. Pero les propongo sacar de este nivel al psicodrama. Al menos nuestra práctica tiene una pretensión que va un poco más allá.
En ese primer tiempo hay una seguridad. Yo quiero ser protagonista, el otro también quiere serlo; el otro se va a actuar ya, yo actúo ya. Digamos que en ese primer momento yo estoy seguro de la imagen que el otro tiene de mí y, por eso mismo, yo sé lo que soy. Todo va bien hasta ese momento donde eso que había pensado tanto tiempo queda cuestionado, es decir, me doy cuenta de que eso que he pensado no es necesariamente así. Entonces lo que hay ahora es una vacilación sobre lo que soy y en tanto tal, sobre lo que puedo hacer. Es justamente el tiempo para comprender. Es el tiempo más difícil del proceso. ¿Por qué? Si yo ya sabía algo de mí, tenía una cierta seguridad y eso ahora ya no está tan seguro. Lo que se presenta es justamente un cierto temor por saber que yo no sabía. Quedo inseguro, y como efecto, lo primero que puede ocurrir en un sujeto es quedarse en el primer instante, preferir quedarse con su seguridad y decidir no arriesgar.
La otra opción, la que proponemos, es que apenas el sujeto entre en el tiempo para comprender lleve su elaboración hasta las últimas consecuencias, como tantas veces me ha dicho Andrés Herrera. Tendrá que deconstruir un poco todo lo construido. Si lo realiza, si se toma el tiempo para comprender, podrá llegar luego el momento de concluir. Si se quiere, agotará las posibilidades suficientes y aunque le quede un cierto margen imposible de prever, podrá apresurarse a la conclusión y obtener la seguridad que se da en el acto mismo.
Entonces, lo que les digo es que el psicodrama es un juego lógico. Tiene un instante de la mirada, un tiempo para comprender y un momento de concluir. Que la conclusión no es un asunto de “me voy y ya está”, pues tiene razones que en su mayoría son de orden inconsciente. El tiempo para comprender busca esas razones y me lleva al punto donde es importante suspender un tiempo mi conclusión, hasta que llegue el momento preciso para ella por haber pasado por un tiempo de razonamiento importante. El psicodrama facilita las condiciones para que esto se dé. Es un lugar idóneo para las elaboraciones del sujeto, sobre todo si el psicodrama es un espacio donde se lleva al sujeto a un lugar donde “no saber” es la posibilidad de re-construir un saber más propio que me permitirá decisiones más concretas. Seguro que toqué el tema de modo muy superfluo y que un enfoque más profundo requiera quizás más tiempo para comprender, pero creo haber logrado dejarles una idea sobre lo que implica la conclusión en tiempos lógicos.
Referencias.
- Freud, S. (1937). Análisis terminable e interminable. Obras completas tomo XXIII. Amorrortu editores. Buenos Aires.
- Miller, J.A. (2004). Los usos del lapso. Ed. Paidós. Buenos Aires.
- Lacan, J. (1971). Escritos I. Siglo XXI editores. Buenos Aires.
- Lemoine, G. & P. (1976). Teoría del psicodrama. Ed. Gedisa. Barcelona.