
Sueños y psicosis.
Marie-Philippe Deloche
Traducción por Enrique Cortés.
Basile viene a consulta por lo que él nombra “trastornos del comportamiento”. Unas entrevistas cara a cara, muestran que él se encuentra, por el simple hecho de estar cara a cara, completamente inhibido en su palabra. El psicodrama nos parece entonces una indicación mejor.
Estos “trastornos del comportamiento”, lo tienen terriblemente aislado en su existencia. El tiene peleas muy frecuentes, cada vez que él interpreta que los otros manifiestan una falta de respeto, entonces él se siente obligado a hacer de ley. Nos cuenta que por este motivo le preocupa su imagen, qué es lo que el otro pensará de él, tener mala reputación y que es algo que él quiere cambiar. Esto le ocurre sobre todo cuando al ir a preguntar a algún organismo sobre algo le responden: “esto no es viable”, “esto no es posible”.
AL HILO DE LAS ESCENAS
El trabajo del psicodrama el relato se desarrollaba sin que se presentase otra cosa que un relato detallado de la descripción, vehemente, de las diferentes versiones de la problemática. Incluso el acto en juego de la una o la otra de estas escenas no permitían ningún desplazamiento, ninguna asociación, ningún recuerdo, ninguna profundidad de campo. Aunque él estaba atento a las asociaciones que él suscitaba a los otros participantes y a las declaraciones de escenas, donde el observador subrayaba la dificultad que él siente al tomar su lugar.
Después de varios meses, él toma la palabra, un buen día, el primero en el grupo para evocar eso que él nombra “recuerdo”.
“En el hospital donde yo efectúo unas prácticas, en tanto que estudiante de medicina, yo me reencuentro una mañana en una reunión de equipo. Un médico psiquiatra dice: ¡Yo soy alguien! Otra persona presente continua: ¿yo también soy alguien! Después uno y otro que acaba de llegar a mi ronda, yo no puedo decir nada. Permanezco en silencio muy avergonzado” “en ese momento tengo la impresión que todo está dirigido a mi”.
La representación de esta escena extraña y de aspecto onírico le permite asociar ese “recuerdo” a otro: a los diez años, él hace una visita al hospital a una vieja tía enferma y que no puede hablar; recuerda que estaba muy afectado”
Después de la representación de este segundo recuerdo él comenta: “es la vida que se va…” El apunta que la representación del primer recuerdo no ha producido ninguna distancia con la certeza de que esto estaba dirigido a él, ni ninguna percepción de lo que la escena tiene de extraño. La representación refleja el silencio de Basile.
Estas escenas van a estar seguidas de varias otras muy difíciles para nosotros debido a un movimiento de color paranoico de todos los comentarios que él tiene. El mundo exterior, él asegura, esta “sobre su espalda”. Eso se expresa en el grupo donde él se siente “llamado”, “desafiado”, donde “nosotros” le dirigimos “reproches”, donde él está expuesto a “las quejas personales”, donde “él no es escuchado como los otros”, donde los animadores “no respetan las reglas del juego”… después de varias solicitaciones por parte de los psicodramatistas para trabajar todo esto y ponerlo en juego, él juega un momento tomado de una sesión anterior y al finalizar enuncia: “en la familia, yo era tomado por una nada absoluta”. Esta frase es expresada con lágrimas y una tristeza real en el presente.
Un día, él trae al grupo un sueño que califica de “detestable”, un sueño recurrente cuya reiteración provoca el despertar. “Yo marcho en medio de una fila de prisioneros en el desierto hacia una sala de interrogatorios. En el recorrido los otros me preguntan: “¿cómo puede haber contagio? Yo no comprendo, todos los otros ríen en sus adentros, se burlan, yo no comprendo”.
La representación del sueño no le permite ninguna asociación pero produce de su parte esta observación: “eso que parece evidente para ellos no es para mí”.
Un poco más tarde, Basile aporta a la escena un sueño que él dice que es “curioso”. “En un prado, yo corro a cuatro patas, como un animal perseguido por otro animal más pequeño que un perro. El es peligroso, loco. Yo le persigo, salto una valla, a lo largo de una carretera sobre la cual pasa un autocar de donde sale una voz que enuncia: “sería necesario legislar para que nosotros no podamos verlo más”.
La representación de este sueño le permite reparar que la voz no le para, que él continua su carrera e incluso gruñe. “La voz refrena, pero no me impide ir, saltar la barrera”. “Ella me está dirigiendo en ese estado de humano deshumanizado”.
Entonces precisa que ese sueño le ha hecho recordar una visita a su madre.
Al final de la escena donde se le devuelve la palabra para concluir, él precisa este elemento importante del sueño: “el autocar estaba lleno, había una multitud de testigos”. Y asocia esto a un espacio de psicodrama y a su asamblea de “testigos”.
LA CONSTRUCCIÓN DE UNA DIRECCION
Parece también que Basile, al hilo de las escenas, y especialmente aquellas donde pudo aportar el trabajar sus sueños, podría haber pasado de un “eso se dirige a mí” a un dirigirse al otro: dirigirse a alguien e incluso a algunos, como nosotros lo señalamos en el sueño del autocar.
Esta referencia al “testigos” que le vino al final de la escena manifiesta que la construcción de una dirección, en la ocurrencia, es realmente el resultante de la escena y más precisamente, sin duda, de la representación del sueño.
Le hacía falta a Basile este dispositivo particular del psicodrama freudiano donde la dirección al otro está mediatizada por algunos otros, donde el trabajo psíquico de algunos ofrece una matriz de trabajo psíquico para otros, donde la línea de trabajo, también, es un abrigo y no una amenaza, para que su posición desacuñe, siempre al límite del fuera de juego, pudiendo ser reconocido y apoyado como tal. El lugar de Basile, bienvenido ahora en su especificidad, será para retomar las palabras que él empleaba en el momento de su llegada al grupo, siendo un poco más “posible” y “habitable”.