Enrique Cortés[1]
RESUMEN: El psicodrama como herramienta en el tratamiento de parejas, haciendo hincapié en lo característico a la hora de la intervención, para terminar con una viñeta clínica que viene a clarificar lo expuesto.
Los encuentros amorosos son en parte reencuentros con los misteriosos lazos que nos unen a nuestros primeros objetos de amor: la madre, el padre o los hermanos. El amor de hoy tiene los ecos del pasado.
En el encuentro amoroso estamos dominados por modelos de relaciones afectivas que forman parte de nuestro mundo emocional, que se construyó en nuestra infancia.
Cuando amamos a alguien nos aferramos a él hasta hacerle parte de nosotros mismos. Hemos creado una imagen de su persona que corresponde a fantasías y deseos que anhelamos realizar. Imágenes de amor, pero también de odio o de angustia sino responde a lo que deseamos.
Todas estas representaciones, a las que está vinculada nuestra persona amada, son las que han creado un amado que vive dentro de nosotros, un ideal.
Las identificaciones con los padres actúan en forma inconsciente y, además del hecho de que los cónyuges imitan a la pareja paterna, las demandas que se realizan, son demandas no satisfechas en la infancia; precisamente esto es lo que explica el “enceguecimiento” recíproco de los esposos acerca de sus motivaciones: “Son víctimas de una historia que prosigue”.
Los ideales, conscientes e inconscientes, que tiene cada miembro de la pareja, se vienen a manifestar cuando se participa en un grupo terapéutico.
Ambos miembros de la pareja esperan que el otro les llene su falta, ilusión recíproca que anula la castración. Pero la vida cotidiana diluye las falsas apariencias. Como dice Freud: “se ha perdido un objeto pero no se trata del mismo… se trata de la repetición de un primer placer desaparecido y que es nuevamente buscado”. Esta reivindicación de amor se dirige hacia la pareja.
Es en el psicodrama donde muy claramente se ve como el matrimonio busca una continuidad en su historia, como inconscientemente repiten la relación de sus padres. Incluso cuando se oponen a ello, inconscientemente los imitan. Será a través del matrimonio como intentarán realizar los deseos reprimidos de la infancia.
El psicodrama vendrá a revelar las conductas ciegas basadas en los deseos parentales, es decir las identificaciones y las repeticiones; ¿Cómo? Mediante la representación; ya que la escena permite descubrir y hacer presentes los afectos.
No olvidemos que el psicodrama freudiano parte de un grupo imaginario y no real, por lo tanto se debe evitar que un participante represente la situación con su cónyuge, porque de lo contrario continuaría la querella. Los esposos están presentes pero nunca representan juntos, solo uno de ellos es el actor. Pero ello no impide que el que se mantiene como espectador comente la situación o responda. También se suele pedir el cambio de rol, casi una regla en los grupos de parejas, de este modo se manifiesta con absoluta claridad el deseo inconsciente del sujeto. Ese deseo se formula a través de una demanda que se le formula al otro así como a través de la imagen que el sujeto proporciona del otro, que no es más que lo que el sujeto desea y no se atreve a ser, es decir, el personaje paterno, materno o fraterno, eje de sus identificaciones. (1)
Joan y Carmina son una pareja que asiste al grupo de parejas junto con cinco parejas más. En esta ocasión Joan cuenta su enfado con Carmina, que por lo visto es una situación que se repite.
Joan.- No hay manera de hacer las cosas a su agrado. Llego antes a casa y pongo la mesa, hago la comida mientras ella llega; entonces siento que me recrimina, algo pasa por dentro de mí porque me siento furioso y tengo que explotar. No entiendo su comportamiento…
Carmina.- Es algo totalmente exagerado. Tan solo le hice un comentario sobre algo de los cacharros de la cocina, pues estaban todos por ahí desordenados.
Joan.- Pero es que no ve todo mi esfuerzo… Ella llega enfadada y me arremete… no es la primera vez que ocurre, yo me siento impotente…
Terapeuta.- Dirigiéndose a Joan: más allá de lo que realmente ocurrió, yo lo que veo es que como tú dices, hay un sentimiento de impotencia que tiene un efecto de furia descontrolada. En realidad ¿Qué es lo que te hubiera gustado recibir por parte de Carmina?
Joan: Reconocimiento y apoyo.
Terapeuta: Intentemos salirnos de esta situación concreta, ya que tu dijiste que es una situación que se repite. Veamos donde te puede llevar esa necesidad de reconocimiento y apoyo.
Joan: Una vez me vi obligado a pelearme. Yo siempre me mantenía alejado de las peleas… el otro era más duro que yo, pero a la distancia corta yo le podía… entonces pude cogerlo y tirarlo al suelo. Cuando la pelea había terminado fui a contárselo a mi padre y él me dijo que no sabía pelear como un hombre, también recuerdo que entonces estaba mi hermano delante.
En la representación Joan va a elegir a una mujer para que haga el papel de su padre, porque dice sentirla fuerte, y un hermano que no interviene. En el cambio de rol, Joan hace de su padre. En el momento en que él, como padre, le dice al yo auxiliar que no sabe pelear como un hombre, este le responde que es mucho más hombre que él.
Cuando vuelven a ocupar cada uno su papel y Joan se coloca frente a frente a su padre, le dice que nunca lo ha reconocido, que nunca ha sentido su apoyo; aunque es entonces cuando recuerda que al aprobar las oposiciones, las palabras de su padre fueron: “ yo siempre he confiado en ti”.
Joan se ha dado cuenta que ha estado toda su vida esperando ese reconocimiento por parte de su padre, pero lo más curioso es que cuando lo tuvo no quiso escucharlo; prefirió seguir peleando (también con su mujer) a sentirse superior a él; ya que hay otra verdad que Joan no quiere aceptar, su padre para él era muy poco hombre en comparación con su tío (tal vez por eso eligió a una mujer del grupo para que hiciese ese papel).
¿Por qué no se permitía sentir el reconocimiento de su padre? ¿Por qué prefirió mantener su reivindicación insatisfecha?
Joan: “yo intentaba ser el más bueno… lo tenía todo en orden (precisamente esa es la queja de su mujer, el desorden en la cocina), mi cuarto limpio y no como mi hermano, que era un desastre. Mi madre venia y me decía que era muy bueno, que estaba muy contenta conmigo”.
Joan se sentía el preferido de su madre y sentía su padre muy poco hombre comparado con el hermano de su madre, lo que le dejaba un papel privilegiado en la casa. Un deseo que le angustiaba y que le llevaba a la compulsión, como él dijo: “a tener que pelear para demostrar que no lo hacía como los hombres”.
Paradoja sintomática: necesitar un reconocimiento que no puede sostener.
Al finalizar se le da la palabra a Carmina, que dice que en realidad siempre tenemos historias que nos arrastran y que acabamos pasándoselas al otro.
Bibliografía.
- Gennie y Paul Lemoine. Teoría del Psicodrama.. Edit. Gedisa. Pg.269 y ss.
[1] Psicólogo Clínico y Psicodramatista. Miembro de la AEP y del aula de psicodrama