
Relato de una experiencia.
María José Escartín[1], David Catalán, Toñi Gómez, Manoli Muñoz, Alba Pérez, David Navarro[2]
RESUMEN: Narración de las vivencias personales, análisis y opinión de un grupo de estudiantes del taller de psicodrama realizado en el espacio de supervisión del contexto de prácticas de Trabajo Social en la Universidad de Alicante.
No pretendemos que sea un artículo académico, sino el relato acerca de las reflexiones, vivencias y emociones generadas a partir de la realización de un taller de psicodrama. Por tanto, en primer lugar, se va a contextualizar la experiencia, algo alejada de las “clases al uso”, pero, qué duda cabe, ha sido de una enorme riqueza personal y profesional.
El aprendizaje práctico de los futuros/as profesionales del Trabajo Social combina: prácticas externas en instituciones prestadoras de servicios profesionales de ayuda y prácticas de laboratorio o talleres. El taller, es la fórmula pedagógica que persigue la integración teórico-práctica a través de un proceso pedagógico que conjuga el conocimiento y análisis de los problemas teóricos y prácticos con la realidad evidenciada por los/as estudiantes.
Los objetivos que pretende el taller como unidad pedagógica dentro del proceso de las prácticas del estudiante son:
- Lograr una aproximación de aprendizaje integrado: teoría/práctica.
- Aplicar directamente la teoría a la realidad social en un proceso crítico, reflexivo y consciente bajo la forma de supervisión en grupo.
- Lograr una experiencia grupal dinámica de aprendizaje.
- Conseguir un movimiento de reflexión constante sobre la acción y la relación teoría/práctica.
Así, el taller es un recurso didáctico para la experimentación de habilidades y destrezas técnicas simuladas y para la contrastación y elaboración teórica, elementos ambos imprescindibles para el adecuado desarrollo de las prácticas de campo.
Se parte de un supuesto didáctico activo en que el/la estudiante es el propio sujeto de su aprendizaje y, por tanto, su recurso fundamental.
Desde hace varios años, venimos defendiendo la importancia de utilizar experiencias vivenciales en el aprendizaje de los estudiantes de Trabajo Social, especialmente en lo que se refiere a desarrollar actitudes básicas como la empatía, el respeto o el reconocimiento de las diferencias entre las personas, además de facilitar el adiestramiento de habilidades básicas de relación.
En este sentido, se facilita a los estudiantes la oportunidad de desarrollar en las prácticas de aula, el juego de roles. Esta técnica consiste en representar, actuar o dramatizar una situación crítica con la finalidad de “despersonalizarla”, a fin de que el grupo la comprenda, pueda analizarla y discutirla. Basado en los estudios sociométricos de Moreno que desarrolló las técnicas de psicodrama y de sociodrama, es, por tanto un juego de rol en el que cada miembro asume el papel que corresponde a otra persona, que puede ser real, ideal o antagónico al suyo. Por tanto, sirve para identificarse con situaciones determinadas y en la relación del jugador/a con los demás, tiene un papel importante la afectividad y la facilitación de la comunicación.
La técnica de role-playing es especialmente apta para detectar distorsiones, errores y confusiones en la comprensión de la información y análisis de comportamientos en situaciones críticas. Además, analizando lo vivencial se pueden modificar actitudes, así como, estimular la creatividad de los miembros del grupo.
Esta técnica suele iniciarse con la representación de una situación problema, la selección de los individuos que la representarán, la preparación de la escena y la dramatización. En la experiencia de aplicación con estudiantes, hemos podido constatar que realmente promueve un ambiente de interés en torno a la discusión y análisis de un problema, además de ayudarles a identificarse con el problema, personalizando su tratamiento y reflexionando sobre actitudes que pueden influir en el adecuado o inadecuado abordaje.
En definitiva, la experiencia nos ha enseñado que utilizar esta técnica supone un plus de motivación frente a la clase magistral, permitiendo crear un ambiente de participación y diálogo. Es evidente que tiene limitaciones: el grupo de estudiantes y el amplio espacio del aula. No se puede abordar “cualquier situación”, dada la necesidad de realizar un seguimiento individualizado de las vivencias de cada cual, por lo que, hay que ser muy cuidadoso en la elección del tema. No obstante, hay que matizar que la experiencia con los estudiantes de Trabajo Social siempre ha sido muy positiva. Se rescata el juego como forma de expresión e instrumento de investigación.
Todo este preámbulo sirve para justificar que los estudiantes ya tenían algún entrenamiento en el juego de roles.
Así, durante este curso académico 2011/12, último año del actual Plan de Estudios de Diplomatura antes de cambiar al muy ensalzado por algunos “Plan Bolonia” (entre los que, de momento, yo no me encuentro), una colega y antigua alumna muy querida, Paqui Alcaraz me propone realizar una sesión de Psicodrama para los estudiantes de mi taller. Como algo diferente a mis modestos y limitados role-playing, de inmediato vislumbré una oportunidad única para que los estudiantes tuvieran una oportunidad de vivir una experiencia con profesionales “externos” y expertos.
Se les propone a las/os estudiantes explicándoles someramente en que va a consistir la experiencia y acceden a ello. En un inicio, despertaría la curiosidad en algunos alumnos; otros, lo vivirían como algo impuesto, pero al final, siempre domina en todos el afán de aprender y superarse que ha caracterizado a este grupo de estudiantes con los que he tenido la fortuna de compartir su evolución y entusiasmo.
Así, se organiza la sesión a cargo de Enrique y Paqui (ambos miembros del Aula de Psicodrama), que nos enseñaron a todos con su experiencia y buen hacer. Además, nos han dado la oportunidad de expresarnos desde estas páginas y compartir lo que ese día supuso para quienes allí estuvimos.
Les doy las gracias a ellos y también a este grupo de estudiantes en el último taller de una de las etapas de enseñanza del Trabajo Social en la Universidad de Alicante.
He aquí sus voces:
El grupo de estudiantes
Moreno consideraba el psicodrama como un método para el conocimiento del alma humana a través de la acción, es decir, no sólo es una técnica, un modo de realizar algo, sino un camino para llegar a un fin. Un camino que permite transitar de lo superficial a lo más interno de la persona, enfrentándose a su pasado y ofreciendo a la persona la oportunidad de llevar las riendas de su vida.
Destacaba algunas técnicas, entre ellas:
- El Espejo: esta técnica consiste en que “un auxiliar”, imita al “protagonista” en una situación vivida por él (en el habla, en los gestos, posturas, etc.). El “protagonista”, se mira desde fuera. Es un reconocimiento del propio “yo”.
- Los Dobles: el “auxiliar” pone voz para decir todo lo que el “protagonista” no está pudiendo decir o hacer.
- Inversión de roles: consiste en un reemplazo, poniéndose en el lugar del otro. El “protagonista”, cambia el rol con el yo “auxiliar” y puede ver la situación con la mirada del otro, cosa que favorece una nueva perspectiva.
- Soliloquio: Reflexión personal de pensamientos y sentimientos en voz alta.
Nuestra profesora, María José Escartín, nos informó un día de que para el siguiente taller de prácticas contaríamos con la presencia de un grupo de profesionales que utilizaban este método. En aquel momento, se produjeron en nosotros diferentes y sensaciones: Curiosidad, sorpresa, novedad, formación, futuro, oportunidad…
Comparecieron en clase Enrique Cortés (Psicólogo Clínico, Socio Fundador del Aula de Psicodrama), y Paqui Alcaraz (Trabajadora Social, psicodramatista, miembro docente del Equipo del Aula de psicodrama). Nos introdujeron, a grandes rasgos, en qué consistía el psicodrama y el contexto en el cual este Equipo desarrollaba su actividad, para después dar paso al inicio de la sesión.
David: “Y a mí, ¿para qué me sirve?”
Este modelo de intervención terapéutico, entra en la persona, descubriendo aquellas cosas pendientes que parecían olvidadas con el paso del tiempo, pero que están de forma muy inconsciente y presentes en el día a día. Somos esclavos de un pasado; nuestras creencias, valores y normas quedan grabadas desde que somos pequeños a partir de todo aquello que vivimos. ¿Tanto nos condiciona en nuestra propia vida el equipaje que arrastramos?
Con el psicodrama, podemos comprobar lo mejor y lo peor de uno mismo, conocer el origen de nuestros temores, de nuestras incertidumbres, dándonos al mismo tiempo, la oportunidad de superar los golpes de nuestra propia historia.
Pero, ¿puedo aplicar este modelo de intervención terapéutico a la práctica profesional del trabajo social?
Pienso que se trata de un modelo muy útil para conseguir la transformación social de la persona a través del juego de roles; en él se permite a nuestros usuarios realizar una regresión a un punto de su vida, dándoles la oportunidad de enfrentarse de nuevo a esa situación que no supieron enfrentar o superar. Las segundas oportunidades en la vida son muy importantes y, en ocasiones, muy necesarias. Los trabajadores sociales, trabajamos con personas vulnerables y en situación de crisis, somos el último recurso al que recurre la persona, pues en muchas ocasiones, vienen cuando no pueden más. No en vano, nuestra profesión ha ido vinculándose con los años como algo relacionado con los “pobres”, “marginados”. Se debería insistir en una visión del trabajo social como una profesión abierta a todos los ciudadanos, y prestar más atención en la prevención que en la propia asistencia. Si no se previenen las situaciones de crisis, siempre habrá personas o familias viviendo al límite. Con todo esto, me planteo una gran dificultad. El psicodrama se realiza de forma grupal, o al menos así fue concebido originariamente. El individualismo que nos rodea socialmente, puede suponer una traba para trabajar temas de crisis personales en grupos. ¿Acaso los usuarios son tan generosos de desnudar su alma, a un grupo de personas que hasta el momento ni sabían de su existencia? El trabajador social debe tener muy en cuenta que para el usuario no es fácil pedir ayuda, ni recibirla.
Es cierto, que al tratar los casos en grupo y desde la distancia, podemos llegar a ser más objetivos y ver todo con mayor claridad, así como encontrar las estrategias clave para una intervención con éxito. Sin embargo, debemos de llevar mucho cuidado a la hora de analizar las escenificaciones, ya que el usuario puede sentirse ofendido y molesto con los comentarios del propio grupo, cosa que puede ser contraproducente. Es por lo que el análisis ha de realizarse sobre el rol y no sobre la persona.
Me cuestiono si hoy en día, en nuestra profesión, un modelo terapéutico tiene cabida, pues parece que los caminos apuntan a otras direcciones, hacía la “burocratización”. Con esto, no quiero decir que la burocratización sea algo negativo, pero sí algo que puede ser peligroso cuando pasa de convertirse en un medio para ser un fin. Entre las consecuencias negativas de esto está la pérdida humanizadora del trabajo social. En una profesión como la nuestra, donde se trabajan tantos valores como la empatía, el respeto, etc., “lo burocrático” se revela como algo opuesto. Hoy estamos en ese punto, en el límite de pasar esa frontera tan peligrosa donde la burocracia se convierta en el fin del trabajo social.
Desde el psicodrama y con sus técnicas, el usuario se empodera, para no volver a caer justo en la misma piedra. Este teatro con fin terapéutico, hará que aprenda nuevas normas y roles a desempeñar, no tenidos en cuenta anteriormente.
¿Y a mí, para que me sirve? El uso de éste instrumento facilitará mi práctica profesional, ayudándome a conseguir, ni más ni menos, que un cambio social en aquellos con quienes trabajamos.
Toñi: ¿…psicodrama?
En un inicio pensé que está técnica no debía diferir mucho del role-playing.
Todo empezó bastante inocentemente. Unas preguntas, un breve sondeo sobre nuestras prácticas y nuestras propias emociones… hasta que una compañera contó su experiencia y todo pareció brotar.
Las preguntas que la trabajadora social realizó a continuación a esta compañera, empezaron a ahondar suave e imperceptiblemente en su interior, encontraban poco a poco respuestas a comportamientos y a sentimientos enraizados sobre los que jamás se había preguntado o analizado su origen.
Pero ahí no acabó todo, al contrario, fue precisamente ahí donde empezó a tomar forma la sesión. A continuación, con permiso de la interpelada, entre varios compañeros escenificamos un momento en la vida diaria de su niñez, surgiendo espontáneamente vivencias y semblanzas que, como si de hilo de Ariadna se tratara, le condujeron a sensaciones tan impactantes y de tanta viveza que desbordaron sus emociones, rompiendo a llorar de pura impresión y desconcierto.
Yo, que formaba parte del “elenco” que representó la escena, percibí en ese instante que el ambiente creado era tan veraz y perceptible, que cada uno de nosotros nos introdujimos en un papel sin tener noción real de haberlo iniciado.
Fue después cuando tuve conciencia de la atmósfera que se había ido creando con la ayuda de la profesional que nos acompañaba y de la trascendencia de la situación que había vivido, lo cual me llenó de una mezcla de estupefacción, admiración y congoja, de emoción e impacto. Una mezcla de anhelo por conocer más sobre el psicodrama, pero a la vez, de miedo a abrir una caja de Pandora que no supiera cerrar.
Queda patente la fuerte impronta que dejó en mí esa clase tan particular que se nos ofreció a unos pocos privilegiados y sentí en mi interior la certeza de lo mucho que me queda por saber. Hago mía la verdad que recogen las palabras de Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”.
Manoli, la protagonista: sin ella no habría sido igual
Voy a compartir la experiencia que viví como protagonista de un taller de psicodrama.
En la introducción de la sesión, me quedé con la palabra” juego”. Enrique dijo que se trataba de jugar, interpretando y actuando, igual que cuando jugábamos de pequeños a ser distintos personajes.
Después de esta introducción, nos animaron a compartir nuestra labor en el centro de prácticas. Empezó una compañera contando su experiencia y a continuación me animé yo a expresar mi vivencia.
Surgió en mí la necesidad de compartir cómo estaba viviendo este proceso de prácticas, pues sentía que no estaba haciendo lo que inicialmente me había planteado para ellas. Paqui me preguntó que recordara como había sido mi primer día en el centro de prácticas. Al hablar de ese día sentí que algo interno afloraba, como una emoción guardada que despertó en mí. Me propuso hacer una dramatización, eligiendo personajes e interpretando ese primer contacto en el centro donde estaba realizando mis prácticas.
Al terminar la actuación, descubrí como había influido en mi proceso de prácticas ese primer momento. Parecía que todo había terminado, pero entonces Enrique comentó lo que él había interpretado en base a mi forma de actuar. Siguió preguntando, indagando hasta que de nuevo apareció esa misma emoción y la expresé. Es una sensación que está presente en mí, que me acompaña desde hace mucho tiempo y surge en determinados momentos de mi vida. Algo que me empequeñece, que me para y me bloquea, y aunque soy consciente de lo que me ocurre, no sé sabía por qué ni de dónde venía.
Guiada por el profesional materialicé esa emoción en un momento de mi niñez y la expresé. Es entonces cuando me di cuenta que el juego empezaba para mí, justo en ese momento… y decidí jugar.
Enrique me propuso de nuevo hacer una dramatización, pero más personal. En ella estaba presente todo mi núcleo familiar. Íbamos a representar una escena de cuando yo era pequeña, un momento del día en que nos sentábamos todos a comer. Éramos nueve personas y yo tenía aproximadamente siete años (en la actualidad, tengo cuarenta y seis). Elegí de entre mis compañeros a cada uno de los representantes de mi familia y fue sorprendente para mí, como, sin dudar, les elegía y argumentaba el porqué de mi elección. Les iba sentando a cada uno en su lugar de la mesa. En ese momento, tanto con la ayuda del profesional, como de mis compañeros, me di cuenta del origen de esas limitaciones. Fue todo tan real que conecté intensamente con esa emoción que estaba presente en mí durante tantos años, de forma que terminé envuelta en un mar de lágrimas.
Como reflexión y, concluyendo, creo que esta historia personal puede ser parecida a la de muchas personas. Todos guardamos momentos vividos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida y que aparecen disfrazados condicionando nuestra forma de actuar. Me parece muy interesante utilizar la herramienta del psicodrama para tomar conciencia, por medio de la acción, de todo este equipaje que vamos cargando, cubriendo como velo tupido ese yo más interno y transparente. Como dijo Enrique, “cuando uno es consciente de lo que le está pasando puede hacer algo con ello, cuando es inconsciente no puede, no sabe”. Yo he tenido la suerte de ser consciente por lo que ya sé por dónde empezar.
Respecto a nuestra futura profesión, tengo que decir que como trabajadores sociales no debemos dudar en realizar todo lo que esté a nuestro alcance para ser más auténticos y transparentes. Debemos dar lo mejor que tenemos y estar abiertos también a recibir a la retroalimentación. Debemos realzar nuestras técnicas profesionales entre las que se encuentra el trabajo grupal (algo que he comprobado tan importante y efectivo en este caso), y por supuesto, la entrevista. Destaco la primera entrevista como un momento de acogimiento que nos permite adentrarnos en la historia de aquellos a quienes recibimos, como una puerta para poder establecer esa relación de ayuda tan presente en nuestra teoría, y que debemos materializar en la práctica como futuros buenos profesionales.
Para finalizar, agradecer desde lo más profundo de mi corazón a todas las personas que han participado en este taller de psicodrama. A Paqui y Enrique, por demostrar su profesionalidad, a mis compañeros por su colaboración y respeto, y a mi profesora por hacer posible este encuentro.
Alba y sus emociones
El mundo del Psicoanálisis es un universo inaccesible para la mayoría de los mortales. Desde nuestra supina ignorancia, somos propensos y poco originales, al pensar instintivamente en un diván y en un señor moviendo de manera afirmativa la cabeza mientras la persona que está tumbada habla de tiempos pretéritos siempre cargados de cierta sombra de reproche hacia su madre.
Cada sensación que ella describía como propia, nosotros podíamos sentirla como nuestra. ¿Quién no se ha sentido ignorado en alguna ocasión? ¿Quién no ha sufrido por una mala experiencia de la infancia y la ha arrastrado durante años pensando que esa era la causa de sus inseguridades? Seguro que muchos de nosotros hemos pasado por ello y hemos podido superarlo pero, ¿cuánta gente se queda anclada en el pasado y traslada sus miedos al presente?
Ella se sentía pequeña y yo la veía menguar, se sentía ignorada en un mundo de adultos y yo respiraba su angustia. Ella intentaba alzar la voz pero nadie la oía; yo sí.
Toda su angustia, su zozobra y su inseguridad. Toda su vida vivida por nosotros, sus compañeros, en una sesión donde nos abrió su corazón y pudimos asomarnos a ese misterioso y complejo interior que estructura a los seres humanos. Algo tan individual como personas hay en el mundo.
Todo estaba allí y quedó expuesto para nosotros que, con mejor o peor fortuna, intentamos darle nuestro ánimo y hacerla sentir como la mujer que es: única en su amplio mundo y especial por ser ella.
Ahora, cada vez que me encuentro con ella le agradezco su gesto generoso: el brindarnos la oportunidad de comprender cómo puede ayudarnos la experiencia vivida en un taller de Psicodrama.
La posibilidad de ampliar horizontes en nuestro proceso educativo, a través de esta metodología de talleres prácticos de rol en grupo, es fundamental para poder adquirir las habilidades y destrezas necesarias que nos permitirán aplicar todos los conocimientos teóricos y desarrollarlos en forma de ayuda a las personas.
Y David: “el crítico”
El psicodrama constituye una especie de catarsis personal que puede ser positiva para reconocer y diagnosticar las experiencias y tránsitos vitales que cada persona haya tenido en su vida y que hayan podido causar hondas consecuencias en su desarrollo socioemocional.
Esta técnica centra su acción en un sujeto protagonista que, mediante la realización de la representación grupal de una escena cotidiana de su vida o de un acontecimiento vital importante para ella, pretende llegar ahondar en los conflictos latentes en el propio individuo y en el resto de participantes. En el psicodrama se parte de las ideas y percepciones del sujeto protagonista tal y como recuerda que sucedieron en el pasado y, desde estas percepciones y cogniciones, se realiza la representación o “rol-playing”.
Este tipo de técnicas que pretenden alcanzar el inicio de los conflictos de los individuos en un acontecimiento concreto o en una experiencia vital conflictiva en la infancia pueden ser excesivamente lineales y causalistas. Buscar la causa primigenia de las supuestas problemáticas latentes que afectan a una persona es una tarea muy complicada y difícil de delimitar, puesto que es necesario tener presente también el papel del ambiente social y familiar con el que el sujeto interacciona desde que nace hasta que fallece.
Asimismo, es necesario tener presente que las personas expresamos nuestros problemas o experiencias vitales desde nuestra percepción de cómo sucedieron. Es una percepción subjetiva sobre un acontecimiento de nuestro pasado que no debería centrar nuestras perspectivas sobre el futuro. Por ello sería conveniente que los acontecimientos vitales del pasado no sean el eje central desde el que realizar las sesiones de psicodrama.
Parece mucho más positivo que en las sesiones se indague en el aquí y ahora de la persona, se dé menos importancia al escrutinio del hipotético origen del problema y se primen las explicaciones circulares de las problemáticas latentes que pueden resurgir durante las sesiones de psicodrama.
Asimismo, el supervisor de la experiencia debería realizar preguntas circulares al protagonista del “rol-playing” para conectar el síntoma o problema latente con los sistemas y/o subsistemas con los que interactúa en la actualidad (familia, trabajo, amigos…), con el objetivo que la experiencia no se oriente exclusivamente a conocer la percepción intrapsíquica del sujeto.
En resumen, considero que las sesiones de psicodrama se deben convertir en un juego relacional grupal en el que se explore el presente y, sobre todo, el futuro de los individuos desde una óptica ecléctica. Somos una deidad omnisciente suspendida en el vacío de un universo propio, inmune al cambio y mediatizada únicamente por sus propios pensamientos y percepciones sobre el mundo. Bien al contrario, somos partes interdependientes de sistemas más amplios con los cuales interactuamos recíprocamente, produciendo cambios los unos sobre los otros.
Algo para terminar…
Desde mi posición de docente, quisiera hacer algunas consideraciones como valoración de esta experiencia:
En primer lugar, el descubrimiento práctico de la técnica y su valor para reflexionar sobre experiencias pasadas y conflictos no resueltos, elemento fundamental para practicar la relación de ayuda. Por otra parte, reconocer una vez más, la fuerza de la familia y nuestras relaciones pasadas en la configuración de nuestra conducta actual.
Como “observadora”, vivía y revivía emociones pasadas a la vez que Manoli y sus compañeras/os jugaban.
Ya decía Freud en Psicología de las masas y análisis del yo: “en la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, “el otro”, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo la psicología individual es, al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio pero plenamente justificado”.
Por último, expresar de nuevo mi satisfacción y agradecimiento a Enrique y Paqui, pero también a todos y todas los que ese día estaban allí, por esta oportunidad que justifica para mí el trabajo de supervisión de las/os estudiantes. Decía una “clásica” del Trabajo Social, Charlotte Towle, “desarrollar la capacidad para pensar de modo que, ocasionalmente, pueda modificar o salirse de lo que su educador piensa o hace”.
Notas:
[1] Profesora de Trabajo Social. Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de Alicante.
[2] Estudiantes de 3º año Diplomatura en Trabajo Social. En el momento de publicación de la revista, Trabajadores Sociales. ¡Felicidades!