Elucidaciones de un texto para el psicodrama.
Felipe Acosta López[1]
RESUMEN: Freud nos introduce siempre en un más allá con su modo de lectura de diversos fenómenos, logrando develar dinamismos psíquicos que subyacen al sujeto en diversos momentos y circunstancias. En su texto “Personajes Psicopáticos en el Escenario”, nos brinda elementos fundantes para pensar teóricamente la dinámica de la técnica psicodramática que, como técnica psicoanalítica, puede ser leída a través de la obras Freudianas. Es así, como pasaremos en breve por el texto de Freud “Personaje Psicopáticos en el Escenario” llegando a nuestro hacer en el psicodrama y buscando encontrar, en este recorrido, elementos fundamentales relacionados con la dinámica psicodramática.
En primer lugar quiero nombrar este escrito como producto de una reflexión. Reflexión que parte de un proceso que involucra al psicodrama como proceso personal que inicié a principios de este año, y que, como propuesta, ofrece un desarrollo tanto terapéutico como formativo. Con fines de fortalecer el aspecto formativo, hemos creado un grupo de estudio en psicodrama, conformado por algunos coparticipes comprometidos del proceso.
Tomamos como premisa que nuestro trabajo en psicodrama se fundamenta desde la teoría psicoanalítica. Por tanto, se hizo más que adecuado, comenzar con el pionero de dicha teoría, Sigmund Freud. Propusimos rastrear en la obra Freudiana, principios básicos que nos permitieran entender la dinámica de la técnica psicodramática. Freud ahondó en bastas cuestiones desde la óptica psicoanalítica, y, por tanto, muchas de sus obras nos permiten dar un fundamento epistemológico psicoanalítico sólido a las prácticas psicodramáticas.
Decidimos empezar con aquellos textos donde Freud realizara una alusión más directa al tema en cuestión. Por ello, este texto que les presento hoy, tiene como finalidad poner en evidencia algunos aspectos centrales en la obra de Freud, “Personajes psicopáticos en el escenario” (Freud, 1906), tomados como puntos de referencia para pensar teóricamente la dinámica de la técnica psicodramática, como técnica psicoanalítica que puede ser leída a través de las obras Freudianas.
¿Qué advertimos en primer lugar en el título de esta breve obra freudiana? A destacar, dos conceptos que por sí mismos nos deberían poder brindar las herramientas suficientes para elucidar algunos aspectos fundamentales del texto.
Empecemos entonces con el concepto de escenario, entendido como el espacio donde hay un encuentro entre un espectador y una escena dramática. No hay que pensar que el espectador está aislado de ese encuentro. Freud nos muestra que él será parte del drama y, en el texto, podemos colegir, incluso, que el espectador es el protagonista. No tomemos esto en sentido literal, el texto de Freud nos introduce como espectadores en el drama, por medio de la identificación; identificación propia de mociones que están en conflicto dentro del sujeto en una escena representada de modo dramático. En la escena, lo que está en juego no es más que la misma situación del sujeto. A propósito de ese conflicto volveré más adelante. Sin embargo, dicho sujeto en el cual hay unas mociones en conflicto, nos introduce en el segundo concepto, el de personaje psicopático, el cual se encuentra en ese espacio llamado escenario y da cuenta del dicho sujeto en conflicto.
La identificación dramática:
Antes de entrar en nuestro tema, conviene mencionar brevemente el concepto de identificación. En palabras simples quiero expresar como identificación, aquel proceso mediante el cual alguien toma afinidad con otro con quien comparte algo, dígase un rasgo; y a quien también puede tomar como modelo. El origen de este proceso lo encontramos en nuestras primeras relaciones parentales, tanto de amor como de elección de objeto, y puede tener lugar de tres formas diferentes (Freud, 1921). Se han mencionado dos de tales formas. Una formada por un rasgo que antecede, y otra, en la que se toma al otro como modelo. Así mismo, encontramos una tercera forma que se puede tomar como efecto de las dos anteriores. El sujeto, por imitación, ante diversas situaciones que otro manifiesta, presenta un sentimiento idéntico o similar que ese otro imitado con quien se simpatiza. Se identifica con la situación del otro. Lo anterior descrito, es fundamental para entender lo que sucederá en la escena dramática por parte del sujeto en una posición espectadora.
De esta posición espectadora del sujeto, Freud apunta siguiendo a Aristóteles, que da como resultado “el desahogo de los afectos del espectador” (Freud, 1908, 129). Pero, ¿cómo es posible tal desahogo?, “ser espectador participante del juego dramático significa para el adulto lo que el juego para el niño” (Freud, 1908, 277). La lógica de esto, está fundamentada así: “el jugar del niño está dirigido por deseos (…) Juega siempre a ser grande y adulto” (Freud, 1908; p. 129); al adulto tales mociones le han sido coartadas, de él ya no esperan que juegue, sino que actué en la realidad efectiva. El adulto se ve obligado así a encontrar sustitutos que le permitan la sensación de satisfacción de su deseo. De esta manera, encuentra en la representación dramática el sustituto que le brinda la ilusión de que tales mociones han sido cumplidas, es decir, que el sujeto se ha desahogado, lo que deviene en una ganancia de placer.
Ahora bien, en la posición de espectador participante, o sea, en la posición del sujeto que extrae una cuota de placer a causa de lo representado en la escena, hay una condición más que le permite mantenerse como espectador, la identificación inconsciente. La anterior afirmación es posible si pensamos en el conflicto psíquico presente en el espectador neurótico y en el conflicto mostrado en la escena.
Volvamos sobre el hecho del desahogo para dar a entender a qué conflicto se está aludiendo, y también, para introducir el mecanismo mediante el cual opera la identificación con la escena dramática y sus personajes. Si nos referimos a un desahogo, tendremos que pensar que ya ha existido previamente un ahogo. El ahogo de unos deseos que han sido impedidos por las exigencias y prohibiciones externas posteriormente interiorizadas (súper Yo), o, si se quiere, por un imperativo de lo real. Dichas mociones han sido enviadas al inconsciente a través de la puesta en acción del mecanismo de defensa de la represión, como Freud la designa, de lo cual resulta un conflicto entre una moción reprimida y una moción consciente. Conflicto nombrado por Freud como drama psicopatológico. Sin embargo, debido al carácter fallido de la represión en el neurótico, las mociones son susceptibles de acceso a la consciencia bajo el influjo de la escena dramática en la que está en juego la identificación, ya que en dicha escena, también hay presente un conflicto entre dos mociones, el deseo del protagonista y el impedimento social, denominado por Freud “drama psicológico”. En él, ambas mociones parecen estar a en un mismo grado de consciencia.
En el sujeto neurótico, está presente el conflicto entre una moción consciente y una reprimida. Es susceptible de identificación con el drama por compartir el conflicto entre mociones, y también, por ver realizados sus deseos inconscientes en la figura del protagonista, a quien Freud nombra como héroe. Esto da al espectador una cuota de placer a costa de lo representado en la escena.
Ya se ha evidenciado qué ocurre en un sujeto espectador en relación a la representación dramática. También se ha dicho que debido a los conflictos presentados en la escena, el sujeto reconoce sus propios conflictos con ayuda de la identificación y, de esta manera, puede ver realizados sus deseos más profundos de forma ilusoria. Además, se pueden reavivar en éste, sus resistencias. Pero, ¿qué características necesita el drama para lograr introducir al sujeto en esa situación?
Al respecto Freud menciona varias características del drama que permiten que el espectador se identifique a la escena, principalmente, al protagonista, mostrado como héroe en el drama.
Como Freud decía (1906, 279): el drama trata sobre el penar, “tiene que poner en juego un conflicto, incluir un esfuerzo de la voluntad y una situación adversa”. De manera muy particular, menciona también que es deber del autor de la obra teatral, yo agregaría que también de los personajes, provocar que el espectador se ponga en el lugar de la enfermedad misma, incluso por medio de la provocación de una resistencia. Por último menciona como otra característica fundamental del drama, que no se es enfermo hasta que se encomienda una tarea particular que al sujeto le despierta su conflicto y, en ese momento, “una moción hasta entonces reprimida con éxito procura imponerse” (Freud, 1906, 281).
En pocas palabras, podemos decir que lo que se busca con el sujeto en el drama es histerizarlo (o enfermarlo en palabras de Freud), al mostrarle un conflicto que hasta entonces parecía velado, pero que, bajo el influjo identificatorio permitido en la representación dramática, su deseo inconsciente, y hasta entonces reprimido, sale a flote. Lo enferma.
Hay que entender enfermar, en un sentido lato, como la manera de develar el conflicto existente en un sujeto, un conflicto que es psíquico. Por tanto, la enfermedad acá referida es mental.
En su texto “Recordar, Repetir y Reelaborar», Freud apunta aspectos que en nos sirven para aclarar a qué se hace referencia cuando introducimos el término de enfermar. “El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.” (Freud, 1914, 152) En este sentido debemos tomar lo que pasa en un sujeto con la escena dramática pues en el escenario hay un conflicto semejante al propio. Lo que el sujeto visualiza en el escenario, no es más que una repetición de su propia historia. Es esa repetición, es la que hace que el sujeto enferme. Llora cuando ve al protagonista dejar a su amada para partir a la guerra y, posteriormente, siente alegría intensa cuando después de grandes batallas, puede reencontrarse con ella de nuevo para ser felices. Así, el sujeto no puede hacer más que sentir un reavivamiento de sus propias mociones ambivalentes, de sus propios conflictos y, sin embargo, no es consciente de lo que de verdad le sucede, no sabe con certeza porqué llora con el sacrificio y el dolor del protagonista, o porque siente la misma felicidad cuando éste alcanza su más anhelado deseo.
Ahora bien, en el título está la promesa de hacer mención al psicodrama por medio de lo ya expuesto en relación al texto de Freud “Personajes Psicopáticos en el Escenario”. Esperamos lograr hacerlo, al menos, en los aspectos más relevantes.
El drama y el psicodrama
Ya dijimos que el autor en el drama debe ir en pro de ubicar al espectador en la posición del enfermo. Pues bien, nuestra experiencia nos lleva a pensar que, tal afirmación, no está lejos de la práctica del psicodrama. La pregunta está enfocada entonces, en si es posible hablar de enfermar al sujeto en psicodrama, y también y en el mismo sentido, si en el drama el autor es quien busca enfermar, ¿quién es el encargado en psicodrama de cumplir esta función?
Iniciamos encuadrando la definición de psicodrama de Herrera (2009):
Constituye principalmente, una técnica psicoterapéutica, si bien es cierto, que tiene otros usos y aplicaciones. Es una forma de abordar el inconsciente en un escenario de representación teatral, escenario que hace posible darle un lugar material y dinámico a los conflictos psíquicos que causan malestar en los sujetos. Lugar heterotópico que posibilita la resignificación del pasado restituyendo en los sujetos la historia que el síntoma interrumpe. (Herrera, 2009; p.2)
Anteriormente se ha hecho alusión a la escena dramática como repetición. Pues bien, si el psicodrama trabaja con representaciones teatrales, dramáticas, nos vemos impelidos a pensar que el psicodrama busca hacer repetir, lo que equivale a decir, enfermar; se histeriza al sujeto. El enfermar se instaura en el tiempo lógico de la repetición. Sin embargo, hay que ir con cautela con esta afirmación. No podemos pensar que éste sea el fin de una intervención psicodramática, pero, si es el medio, el fin entonces alude a la cura. Para ello es necesario que el sujeto identifique de modo consciente los conflictos que en él subyacen:
“es preciso que el paciente cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su enfermedad… son unos empeoramientos necesarios, pero pasajeros, y que no es posible liquidar a un enemigo ausente o que no esté lo bastante cerca” (Freud, 1914, 154).
Ya hemos dado una respuesta a la pregunta de si es posible enfermar en psicodrama, mostrando cómo su mismo mecanismo, implica la enfermedad, y además, el desvelamiento del conflicto del sujeto. Sin embargo, la respuesta a esta pregunta gira en diversas vías, por lo cual, me parece importante ahondar más en la cuestión.
Hay que pensar qué reúne a los participantes en ese espacio y también en el juego identificatorio y de miradas. En base a la primera, Gene & Paul Lemoine (1980) refieren que los sujetos en el grupo de psicodrama están allí porque poseen una inconformidad con lo social. Hay situaciones de lo cotidiano en las cuales el sujeto se siente incómodo y todos los sujetos que están allí reunidos poseen esta característica común. De entrada, cabe decir que están enfermos mentalmente. Ahora, el psicodrama, aun siendo una técnica denominada como grupal, trabaja con subjetividades, y en tanto tales, pareciera que hay diversas situaciones que solo corresponderían a un sujeto y no a otro. Sin embargo, la práctica del psicodrama nos enseña que, cuando un sujeto selecciona a otro, hartas veces ese otro que pareciera no tener conflictos en esa situación, podemos decir por lo desarrollado hasta el momento, termina identificado, ya sea con el conflicto del protagonista o con otro conflicto suscitado por la escena. Es decir, termina enfermándose bajo el reconocimiento de un conflicto latente propuesto en la escena, habiéndose revelado el mecanismo de la repetición.
En lo desarrollado hasta ahora, logramos vislumbrar como se cumple, en psicodrama, la condición propuesta por Freud en la cual se hace necesario enfermar al sujeto, pero, nos queda otra pregunta, ¿a quién le corresponde cumplir esa función? La respuesta también puede ser pensada en diversas situaciones. Primero nombremos el coordinador del grupo, como encargado de hacer la lectura del discurso de los participantes y de sus modos de actuar; solo es pertinente nombrar acá una situación en la cual el coordinador histerice al sujeto. Una participante llega a la sesión de psicodrama con el deseo de doblar su personaje:
P: “¿Otro no puede hacer de mí? yo leí que en algunos psicodramas se podía doblar el personaje de si-mismo, es decir, que otro lo represente a uno”.
El coordinador de psicodrama expresa que no considera pertinente hacerlo:
C: “Representa la escena tal cual como la recuerdes”.
En la escena había tres personajes, mamá, papá e hija. La participante, como hija, se encontraba al lado de la madre en una posición de espectadora, mientras que el padre estaba insultando a la madre; en el momento de la representación el sujeto no logra ubicarse en el papel de la hija, se siente desligada del papel. El coordinador piensa y en un momento dice:
C: “Representemos la escena de nuevo, pero esta vez tú vas a ser la madre”
Inmediatamente se hace la representación y el sujeto logra conectarse con el papel, se da cuenta de que inconscientemente es la protagonista, no la espectadora. Estaba doblando a su madre.
P: “Es como si lo que mi papá le hizo a mi mamá me lo hubiera hecho a mí”.
Un papel que ésta participante vivió como espectador, en realidad fue sentido como si fuera el actor principal, como si fuera la protagonista, debido al influjo identificatorio con la madre. Esto no hubiera sido posible de ser develado sin la lectura del coordinador sobre lo que implicaba para este sujeto el “doblar”, y hacia quién iba dirigida. Cambió el personaje a quien se dirigían los insultos. Es decir, el coordinador hizo, al igual que el autor del drama, lo necesario para que el espectador terminara siendo el actor de la escena dramática.
Tal vez pudiera contar más del caso o al menos, con más detalle, pero el objetivo es solo mostrar en qué momento puede el coordinador cumplir el papel de enfermar al sujeto, como lo hace el autor del drama.
Ahora situemos al autor desde otro punto de vista. Un sujeto dispuesto a representar, también puede histerizar a otro de los participantes. Ya mencionamos anteriormente cómo un sujeto que supuestamente nada tiene que ver con una escena, termina involucrado y con un conflicto develado. Desde esa óptica es válido afirmar que un participante del grupo puede enfermar a otro participante. Para ello pone en juego la mirada y la identificación, con las cuales, reconoce en el otro las características necesarias para que se ejerza el papel que se piensa asignar, viendo acá una de las formas de identificación mostradas inicialmente.
Desarrollamos otra situación en la cual se pueden evidenciar los postulados de Freud, en torno al drama, en el psicodrama. Se hizo gran énfasis en los conflictos entre las mociones presentes en el espectador del drama. Pues bien, es claro ya, que el sujeto participante del psicodrama también posee tales conflictos. Sin embargo podríamos pensar que cada sujeto participante en psicodrama es, a su vez, espectador, protagonista y autor del drama. Espectador en tanto está expuesto al discurso y la mirada de los otros y, por tanto, obtiene de ellos una respuesta. Es protagonista en tanto puede representar o repetir sus propias vivencias y de allí, extraer un monto tanto de penar como de placer. Y, finalmente es autor del drama, en tanto puede involucrar a otros es sus conflictos, válgase decir, en sus guiones, que si bien no es esa la intención, sí es un efecto secundario de exponerse como sujeto con un drama psicopatológico ante otros con uno semejante.
Resumiendo, en la escena dramática está en juego un conflicto en el cual, tanto el sujeto neurótico como el espectador, son vulnerables de identificación, que, como consecuencia, produce una enfermedad. Esto lleva como condición la capacidad del autor del drama, para introducir al sujeto en dicho conflicto. Lo anterior puede ser traducido como que en el drama, hay una repetición de un conflicto también presente en el sujeto espectador. Posible gracias a la identificación, lo cual le procura placer al ver la resolución de sus penas en un personaje encarnado como protagonista. El psicodrama trabaja desde este mismo punto de vista pero va más allá; logra hacer que el sujeto repita una escena generadora de malestar y, a través de ella, involucrar al sujeto como protagonista de sus escenas. Logra que identifique conscientemente que es el responsable de sus conflictos. Además, por estas vías, puede lograr reconciliarse con su pasado y resignificarlo, encontrando una salida propia a las dificultades que se le presentan, y que, él mismo, se pone en el camino. De esta manera encontramos al coordinador del psicodrama, comparable con el autor del drama nombrado por Freud, en tanto ambos son los agentes promovedores de la enfermedad, con el plus de que el coordinador la promueve con el fin del alivio del malestar del sujeto y la responsabilización del sujeto sobre sí mismo.
Quiero resaltar, cómo aún hoy, el estudio de los escritos de Freud nos aportan información en torno a los diferentes fenómenos, dando a entender la importancia de volver a él para entender más ampliamente las dinámicas de los fenómenos desde la óptica psicoanalítica. En este caso particular, son visibles y comparables las elaboraciones de Freud en torno al drama junto con la técnica psicodramática desde la perspectiva psicoanalítica, con lo cual, podemos pensar en un psicodrama Freudiano.
Referentes:
- Freud, S. (1906). Obras completas Tomo IX: Personajes psicopáticos en el escenario. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Freud, S. (1907). Obras completas Tomo IX: El creador literario y el fantaseo. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Freud, S. (1914). Obras completas Tomo XII: Recordar, repetir y reelaborar. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Freud, S. (1921). Obras completas Tomo XVIII: Psicología de las masas y análisis del yo. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Herrera, A. (2009). El psicodrama psicoanalítico: Una teoría, una práctica, una experiencia. Revista Electrónica de Psicología Social “Poiésis”; N°18- diciembre. En: http://www.funlam.edu.co/poiesis/
- Lemoine, G. & P. (1980). Jugar-Gozar: Por una teoría psicoanalítica del psicodrama. Barcelona: Editorial Gedisa.
[1] Psicólogo en formación. Psicodramatista del grupo de psicodrama “La Puerta”, en Colombia