Pablo Población Kanappe[1]
Resumen: Este artículo es una reflexión sobre la vivencia de ese “estar fuera de aquí” que ocurre una y otra vez en las «buenas» dramatizaciones. Un intento de comprender el MOMENTO desde múltiples puntos de vista y de intentar acercarse a una explicación biológica del hecho.
Acaba de finalizar una dramatización. Ha habido un clima de gran intensidad dramática. El protagonista -quizás también los yo-auxiliares y el terapeuta- mira desconcertado a su alrededor, parece venir de otro mundo, logra pronunciar algo así: «¿He estado mucho tiempo?» o «No estaba aquí». Tiempo y espacio, vividos ajenos a este tiempo y espacio profano de la cotidianeidad. Aterriza desde ese otro espacio tiempo en el que han ocurrido cosas. Cosas trascendentales para él, quizás también para sus acompañantes. Como en un rito mágico ha penetrado en lo desconocido, ha encontrado sus ángeles y diablos, ha batallado, jugado, reído, amado, luchado con ellos y ha surgido, tambaleo maravilloso, cambiado. Todo ello ha transcurrido en ¿un lapso de tiempo? si… y no, pasó en un MOMENTO.
Siempre me apasionó esta vivencia de estar fuera de aquí que ocurre una y otra vez en las «buenas» dramatizaciones. Me despertaba una profunda curiosidad y me recordaba mucho a lecturas y experiencias, desde el zen a los ensueños, desde la hipnosis a las tácticas
paradójicas de la Terapia familiar. Algo oscuro pero familiar.
El concepto de momento ha tenido una relativa mala prensa entre ciertos profesionales del psicodrama. Se le ha tachado, junto con otros muchos conceptos morenianos, de construcción filosófica. Aquellos que niegan a Moreno el pan y la sal de proveer un soporte teórico y, como se quedan con las técnicas y como mucho las intentan explicar desde otros marcos teóricos, parecen incapaces de salir de una cierta conserva cultural metapsicológica. No saben o no se atreven al salto conceptual preciso para profundizar en la riqueza del mundo moreniano.
A mi modo de ver el concepto de Moreno es uno de los nucleares de su teoría, así piensa también Garrido (1978): «Partiendo de distintos caminos: sus orígenes religiosos, su teoría de la espontaneidad o la acción, su técnica psicodramática, hemos llegado siempre a la misma respuesta: la actitud esencial de Moreno es lo que él ha definido como filosofía del momento«, aunque también cae en considerarla «más una sensación vital que una elaboración conceptual». Pero vayamos a las fuentes: «…puede haber, en el desarrollo de una persona momentos originales, comienzos verdaderamente creadores y decisivos. No es necesario otorgar a todos los momentos del desarrollo de una persona el mérito de la espontaneidad. De tiempo en tiempo surgen momentos que se convierten en locii nascendi, que lanzan a esa persona a nuevos carriles de experiencia, a un nuevo rol».
Se van delimitando los conceptos: se trata de un punto en el tiempo biográfico, no muy frecuente, en que surge un estado dinámico diferente que abre las puertas a nuevos modos de relación. Pero sigamos; «Para que el momento sea experimentado como un momento sui generis se requieren las siguientes circunstancias: a) debe tener lugar un cambio en la situación, b) el cambio debe ser suficiente para que el sujeto perciba la experiencia de novedad, c) esta percepción implica actividad de parte del sujeto, un acto de estimulación para un estado espontáneo». Es decir, a través de un proceso activo de estimulación se ha creado un mayor monto de espontaneidad que lleva a un cambio, un cambio percibido como algo nuevo en si mismo. Y el cambio ha sido de roles, de la potencialidad de la estructura vincular. Se trata de un cambio de las redes relacionales interna y externa.
Estamos llegando a un encuentro entre esa descripción del momento como un tiempo no cronológico, como un estado vivencial y una seria afirmación sobre las condiciones concretas para condicionar su existencia. Y recordemos también que no surge de un modo azaroso, mágico y casual, sino que es producto de un proceso de estimulación activa, lo que en el trabajo psicodramático denominamos caldeamiento. Sabemos que este es un proceso de preparación, de ayuda al sujeto para aislarle del mundo que le rodea y penetrar en su mundo personal, de salir de los contextos social y grupal y sumergirse en el contexto dramático.
Una vez caldeado para poner en juego (exterior) su drama (interior) surgirá la espontaneidad que promoverá la creatividad que lleva al cambio. Caldeamiento que sumerge al sujeto en el momento. Sale del tiempo cronológico, profano, repetitivo de conservas culturales y penetra en ese tiempo vivencial, móvil, espacio o locus del cambio profundo y verdadero de la estructura vincular, de la psíquis del sujeto. Es el espacio-tiempo emocional de la recreación personal, del renacimiento o rematrización; un transitorio estado de conciencia diferente al vigil que propicia esa novedad del ser.
Hasta aquí hemos hecho un resumen de la ideología moreniana del momento. Vamos ahora a encontrarnos con otros autores, filosofías, teorías científicas y marcos de pensamiento en las que trataremos de hallar proximidades, semejanzas e intentos de comprensión y entendimiento del concepto de MOMENTO.
Si queremos estudiar el proceso íntimo de los fenómenos que darían su cualidad específica al concepto de momento conviene que estemos abiertos a todas aquellas prácticas que, en distintas culturas y épocas, han explorado y utilizado la «creación» de tal estado para conseguir un efecto de cambio sobre el hombre.
Advierto que es tal la extensión del material potencialmente manejable sobre este tema que vamos a repasarlo muy rápidamente, aún a costa de una cierta superficialidad. La bibliografía aportada servirá para el curioso que persiga una ampliación. La misma abundancia de fuentes y su inevitable interrelación da una cierta dificultad para seguir un orden.
Una posibilidad es comenzar por las prácticas de los que solemos denominar pueblos primitivos, concretamente con las prácticas mágicas de los brujos -curanderos. Malinowsky (1968) resume en tres puntos los elementos de la magia o del acto mágico:
- Un esfuerzo fonético
- El uso de palabras que formulan y ordenan el deseado propósito
- Referencias de los antepasados y héroes
Describe desde sus trabajos de campo como el hechicero muestra «una intensa expresión de cólera y odio», que convierte el acto mágico en «un acto de vehemencia». El autor se muestra convencido de que «la expresión dramática de la emoción es la esencia de tal acto», «el estado emotivo del celebrante» y que exige desarrollarse mímicamente, mediante gestos, danzas, movimientos convulsivos, etc. Toda esta puesta en escena, este ceremonial y su finalidad, son una misma cosa, es decir «el fin se realiza en la mismísima consumación del acto». En otras palabras, es el estado emocional y de conciencia provocados por la acción del hechicero de temor, confusión y desconcierto, el locus del cambio buscado (sea biológico, psicológico o social), y el mismo proceso de cambio. La llamada a antepasados y héroes míticos va a aportar o, mejor, movilizar un material de modos potenciales de obrar, se abre la mente para que «el sujeto tome posesión de roles insospechados que viven en él como posibles» (Moreno, 1966).
Encontramos, pues, los siguientes pasos: un celebrante que se caldea y caldea al sujeto paciente, de tal modo que están «fuera de sí», en este estado caótico se provoca un cambio mediante la recuperación de nuevos modos de ser, de existir, de relacionarse con su cuerpo, su si mismo, su gente y su sociedad. Como COLLOMB y PRENEUF describen para el caso de un ritual especialmente sofisticado como es el N’ Doep de los Lebon y los Wolof del Senegal: «el N’ Doep ensancha el campo fenoménico del sujeto, desestructura la relación limitada que mantenía el sujeto consigo mismo y con su linaje», «rompe las estatuas esterilizantes del espíritu y excava en su lugar un espacio vacío favorable al ensayo de relaciones nuevas».
Siguiendo en el ámbito de las culturas primitivas nos podemos detener en un ritual que se repite prácticamente en todos los pueblos de todos los continentes, me refiero a los ritos iniciáticos con su trasfondo de proceso de muerte y renacimiento. No me voy a detener
en mostrar el claro paralelismo de nuestros ritos «civilizados», de como los sacramentos de la confesión y comunión, por ejemplo, contienen el mito eterno de la muerte y la resurrección. Volvamos a los amplios espacios del tercer mundo y contemplemos con Eliade (1993) la base de tales ritos iniciáticos.
Lo que busca el rito de la iniciación es facultar al adolescente a dar el paso trascendental al estado adulto, lo que significa romper con su estatus de niño, desprenderse de la madre, dejar su condición biológica y profana y acceder al mundo del adulto, dueño de los conocimientos secretos de su mundo, ligado a sus tradiciones y mitos, como «ser cultural», con una condición sacra que le constituye de un modo ontológico nuevo. Para ello debe «morir» en lo que ha sido hasta ahora, esta muerte es una iniciación, una introducción en el nuevo modo de ser. Como se sabe, toda iniciación consiste esencialmente en una muerte simbólica seguida por un renacimiento o resurrección (Eliade, 1997), «la muerte cambia el status ontológico del hombre». Pero para lograrlo «se debe efectuar un conjunto de actos rituales con el objeto de «crear la nueva identidad del difunto».
La muerte, así entendida como destrucción o desestructuración de lo que ha sido el modo y status del ser del sujeto, «se convierte en el modelo paradigmático de todos los cambios significativos de la vida humana».
En el modo de actuar y en la esencia del proceso, volvemos a encontrarnos lo que ya
conocemos: el/los oficiante/s, curanderos, brujos, ancianos sabios, etc. Van a apartar a los neófitos de su medio habitual; una vez allí, lejos de su espacio familiar, comenzaran los relatos terribles, en la oscuridad se oirán gritos, alaridos de seres amenazadores, se añade el
lamento oscuro y vibrante de la bramadera.
Los novicios, en un lugar desconocido y hostil, en la oscuridad, hambrientos, desnudos… están aterrorizados, sobrecogidos, en un estado emocional límite, donde ninguno de sus aprendizajes previos es de utilidad para debatirse en aquel entorno que parece traer la destrucción inmediata en cualquier instante. Pasa un día, dos o más y los sacerdotes van a desvelarle los secretos que constituyen la esencia de su nueva condición, de su cambio a hombres. La infinita variedad de intervenciones en los diversos pueblos, como la flagelación, la circuncisión, etc., no cambia la secuencia de nuestro proceso básico: caldeamiento, creación de un estado mental diferente, un verdadero «estado alterado de conciencia (ASCs)» (TART), que implica una desestructuración de lo existente, y la posibilidad de reorganizar ésta situación caótica en unas nuevas coordenadas del ser y, con ello, de su relación con el mundo y aportación de nueva información, solo posible de dejar una impronta modificadora del ser a través del estado mental creado, éste «trance» . Durante este «trance», se produce un proceso, el novicio, como precisa Mircea Eliade, no es realmente un «muerto», ni un «recién nacido», sino «un ser que está naciendo» y que persigue «una mutación ontológica del régimen existencial», es decir, un cambio cualitativo del sujeto.
Desde estos ritos iniciáticos podríamos hacer una incursión en otras culturas primitivas, como son aquellas que conocemos como origen de nuestra historia. Nos referimos a los ritos órficos y otros que pertenecen más directamente a la tradición de nuestros propios pueblos. Pero de ellos ya se han ocupado muchos psicodramatístas y preferimos eludir la repetición. Menos conocidas son las culturas orientales. Nos limitaremos a hacer referencia al sufismo y a la filosofía zen.
En el sufismo, mucho de la doctrina del Islam, nos encontramos una vez más con conceptos y prácticas muy próximas, si no isomórficas, con las que venimos manejando. En
principio debemos detenernos en dos términos, gabd (contracción) y bast (expansión). El gabd incluye una serie de maniobras, desde el retiro al ayuno y muchas otras, tendentes a la producción del bast, entendido como conocimiento o encuentro de otro nivel y plenamente
expresada en estos versos del sustari:
Tras la extinción, he surgido, soy yo
Ahora eterno, pero no yo,
Aunque ¿Quién soy, oh Yo, sino Yo?
Es decir «Habiéndome dejado a mí mismo fuera, he entrado y no he encontrado más que a mí mismo» (Lings, 1981).
Una de las vías para llegar a éste encuentro desvelador de una nueva verdad del ser son las prácticas «expansivas», donde se cantan letanías y, a veces, tiene lugar una danza sagrada que constituye «un bast particularmente amplio» (Lings, 1981) «rito de centralización capaz de proporcionar un saber anticipado del Centro perdido y, consecuentemente, de una dimensión perdida de profundidad y de elevación». Estas danzas
son practicadas por los «derviches danzarines» que «para provocar la pérdida de la conciencia unen a éstas prácticas la música, la danza» e incluso «mutilaciones sangrientas» «vinculándose entonces con los ritos primitivos, los ritos colectivos de éxtasis» (Riviere, 1972).
Del sufismo de los mahometanos saltamos al camino del budismo ZEN. Según ésta filosofía, en la búsqueda de la mio mystica, el hombre «se libera del estado de existencia-enel-mundo. Llámase éxtasis (ek-stasis) a ésta forma de salir de sí mismo, de perderse, y de reencontrarse, de morir y de renacer» (Herrigel), pero «esa conversión y ese retorno no están librados al azar. Pueden ser preparados, suscitados» a través del trabajo, la respiración, la meditación, los Kôan, etc. Pero antes de ocuparnos de ellos pienso que será interesante detenernos en algunos puntos de la filosofía zen, por lo que constituye de ¿sorprendente? encuentro con las Construcciones de Moreno. De la obra de Herrigel de la homónima de Watts y de «Le Zen» de Lissen entresacamos los siguientes datos:
No existe ni pasado ni futuro, solo presente, «El zen es el arte de vivir plenamente en el presente», es doctrina «de la presente momentaneidad». «Nunca hay otra cosa que el presente y si no podemos vivir en él no podemos vivir en ninguna parte», y aún más «Todo el tiempo está aquí, en este cuerpo. El pasado existe en su memoria y el futuro en su anticipación y ambos son ahora, pues cuando se considera el mundo directo y claramente no se encuentra por ninguna parte el pasado ni el futuro».
Comenta Watts «El zen parece tomar partido a favor de la acción en contra de la reflexión» ya que «la vida humana consiste primordial y originariamente en acción». Sin embargo Linssen precisa que «No puede existir ninguna separación entre la meditación y la acción», pero la meditación no es reflexión, sino una de las vías para llegar al satori que «se caracteriza por una visión intuitiva que sobrepasa nuestras representaciones mentales. Se trata de una experiencia que va más allá de las familiares dualidades de espectador y espectáculo, de experimentador y experiencia». Es «la sabiduría intuitiva prajna que percibe íntimamente el carácter relacional de todas las cosas».
En ese proceso intuitivo que se produce como momento de iluminación, «No se adquiere nada», puesto «que la suprema realidad mora en nosotros». Y una vez más se insiste en que la revelación de la riqueza interior «solo se realiza a condición de que muramos psicológicamente». Esa muerte se refiere a las conservas culturales: «La fuerza del hábito engendra la pobreza interior, la pereza, la monotonía, la ignorancia. A ella se opone el despertar del satori que es creación, renovación…» y uno de sus efectos fundamentales es el nacimiento de una «asombrosa adecuación que se manifiesta en todas las circunstancias», es decir, un importante aumento de la espontaneidad y la creatividad.
Volvemos a insistir en la preparación o caldeamiento a través de diversos medios para llegar a un estado de conciencia en que prima la intuición, como vía de encuentro con la riqueza interior y, como consecuencia, un cambio importante del sujeto en el que destaca, entre otros factores, el aumento de la espontaneidad y creatividad.
Atención especial creo que merece el uso que se hace de una técnica denominada Kôan. «Los Kôan -nos dice Linssen- son enunciados de pensamiento paradójicos empleados por los maestros zen para dar un choque psicológico a sus alumnos«. Ejemplos de Kôan son: «Si encuentras en la calle a alguien que descubrió la verdad, no se te permite decir algo cuando éste pasa, ni pasar sin decir nada. Entonces dí: ¿Cómo vas a hacer?»,»El bonzo Shusan, mostrando a los monjes reunidos la vara, dijo: Si la llamáis vara, no es lo propio. Si no la llamáis vara, es falso. Entonces, decid, ¿Cómo la llamareis?». Ante estas preguntas el novicio intenta encontrar la respuesta adecuada, se angustia, se confunde, se da cuenta de que no puede contar con la razón, se agita, se desespera. Súbitamente sale de su confusión «El momento es conmovedor. Un temblor, una transpiración abundante lo anuncian. Es un haz de luz en el espíritu. Cae la venda de sus ojos. Experimenta un sentimiento de liberación» «se produce un salto a una nueva dimensión». Vemos en esta descripción un claro correlato con el proceso catártico entendido como el encuentro de nuevas respuestas desde el MOMENTO inducido por un caldeamiento, aquí logrado a través del Kôan.
Más adelante al hablar de la terapia familiar sistémica retomaremos el uso de la paradoja como técnica para salir del atolladero de una situación repetitiva.
Ya en el ámbito de la filosofía moderna nos detenemos en Bergson, brevemente, porque ya lo conocemos bien en su relación con Moreno. Solo destacar lo que aquí centra nuestro interés, que es el momento como tiempo no espacializado, como «mera duración cualitativa«. La durée del acto que comporta la intuición. «La intuición es una inserción simbiótica, simpática, en la durée misma«. Nunca mejor expresado en ésta reflexión de Zubiri (2002) sobre Bergon la simultaneidad o, mejor, la visión del momento y de la intuición reveladora como aspectos de un mismo fenómeno.
A partir de aquí y apoyados ya en un sólido cimiento del saber tradicional, secular, incluso milenario, nos adentraremos en algunas de las terapia modernas de uso habitual buscando un posible hallazgo de los mismos fenómenos, sea cual fuere el lenguaje utilizado
en cada caso.
La hipnosis, en sus diversos grados, desde una sugestión superficial, la provocación de estados hipnoides o la hipnosis profunda, aunque aparece como denominador común de la mayoría de los medios de influir en el ser humano con cualquier fin, incluidas la cura de almas y cuerpos, tomó carta de naturaleza en la ciencia médica desde el mesmerismo con su
justificación «científica» en el magnetismo animal. Haley (1986), incluso, sostiene que «la mayoría de los enfoques terapéuticos tienen su origen en ese arte». Y ello puede ser cierto ampliando el concepto de hipnosis más allá del procedimiento en el que el hipnólogo dice «relájese» y el sujeto se empieza a «dormir» y entonces se le formulan «sugestiones» hasta llevarlo a un «tipo de comunicación entre la gente» y no al estado de una de ellas. De todos modos, Haley vuelve a un concepto más clásico cuando expresa que «la meta de un hipnólogo consiste en modificar la conducta, la respuesta sensorial y la conciencia de otra persona, una meta subsidiaria es expandir los alcances de su experiencia, proveerla de nuevas maneras de pensar, sentir y comportarse». Pero vamos a quedarnos con los conceptos: El primero, es el referido a un proceso interpersonal en el curso de la hipnosis, que nos recuerda a Moreno (Psicodrama):»La catarsis de una persona depende de la catarsis de otra persona. La catarsis tiene que se interpersonal»; el segundo, es (se refiere a la habilidades de Erickson) que se «puede hipnotizar mientras se habla con otro, dar una conferencia e inducir el trance en una persona particular del auditorio…». Es decir, que existen diversas formas de inducir al estado hipnótico, a ese diferente estado de conciencia o, como dice el propio Milton Erickson «el cese del percatamiento consciente», ya que «en la hipnosis uno empieza a usar su percatamiento inconsciente, porque inconscientemente saben tanto o mas de lo que saben conscientemente». No es preciso aclarar que Erickson usa el término «mente inconsciente» en el sentido de estado hipnótico, estado alterado de conciencia, etc., que facilita ciertas modificaciones en la percepción, la memoria, la emoción y, por ende, la posibilidad de provocar cambios significativos en el sujeto. Como dice Schultz (1959), hipnólogo y creador del método de autorrelajación concentrativa o entrenamiento autógeno: «el efecto de la exaltación vivencial dirigida hacia adentro puede dar lugar a un sorprendente incremento de las facultades de los órganos sensoriales, de la memoria y de la percepción intuitiva».
La creación por parte de Erickson de métodos para el empleo de la hipnosis sin la necesidad de recurrir a los métodos clásicos de inducir al trance, lo convierten en un instrumento privilegiado para el examen y tratamiento de la interacción humana, pudiendo «promover cambios, en jerarquías y sistemas» psicosociales (Zeig, 1988). Siguiendo a este autor en su introducción a la obra de Michele Ritterman sobre «Empleo de la hipnosis en Terapia Familiar», nos encontramos con una serie de enunciados ciertamente importantes, que Zeig considera aportaciones originales de Erickson, aunque a nosotros ya nos suenen como viejos conocidos: la técnica de crear «confusión» en el sujeto, la «búsqueda de la catálisis de una reorganización dentro de la realidad fenoménica del individuo» (que una vez modificado, modifica su contexto), «activar secuencias interrelacionares (¿nuevos roles?) que culminen en la expresión espontánea de nuevas conductas e ideas», el señalamiento de que «durante su periodo de exploración interna la persona vive un tiempo subjetivo», durante el cual la persona «desconecta en mayor o menor grado su atención de su contexto exterior inmediato. Al hacerlo se incrementa su capacidad de concentrar su atención en realidades psicológicas y psicosociologícas interiores y, de este modo, en su propio potencial individual».
Si todo lo anterior nos suena a algo repetido a lo largo de siglos y, desde luego, claramente enunciado desde años antes por J.L. Moreno, hemos de señalar un dato que tiene el mérito de comenzar a aproximarse a una posible explicación neurofisiológica de los
fenómenos que nos ocupan en estas páginas. Nos referimos al hecho de señalar que durante
los fenómenos hipnóticos se «activan espontáneamente funciones parasimpáticas y del hemisferio cerebral derecho» las cuales al ser maximizadas, facilitan la curación». Nos vemos ya abocados a tomar en consideración los estudios neurofisiológicos sobre los estados de conciencia, apoyados en el estudio de pacientes neurológicos y/o objeto de intervenciones neuroquirúrgicas, como aquellos que se han cortado el cuello calloso, estudios EE Gráficos, estudios del sueño, los ensueños en animales y personas, etc. Lo que aquí nos interesa es comenzar a distinguir entre dos «modos de pensar», que dependen del predominio momentáneo de la actividad de uno u otro. En el izquierdo, prevalece el pensamiento lineal, analítico, conceptual; si predomina el derecho nos encontramos con el pensamiento «lateral», intuitivo, responsable de la orientación espacial, el sentido artístico, más sintético, que procesa los datos simultáneamente y informa de conjuntos o gestalts. También es diferente la percepción del tiempo que para el hemisferio izquierdo es lineal, causal, con una diferenciación de fragmentos encadenados mientras que para el hemisferio derecho «todo parece darse el mismo tiempo, como en los sueños o las alucinaciones» (Sánchez Rivera, 1979). Asimismo, al hemisferio derecho pertenece el conocimiento sensible, no verbal o analógico, el conocimiento sintético, totalizante, podríamos decir, la visión sistémica. EE Gráficamente al pensamiento lineal, a lo que Erickson llamaba mente consciente pertenece un predominio de ondas alfa. Mientras que el pensamiento lateral o «mente inconsciente» propia de los estados hipnoides o de ensueño presenta ondas beta y/o theta y delta.
De un trabajo personal sobre los sueños (Población, 1991) reproducimos la propuesta de Winson (1991) de que «los estudios del ritmo theta en mamíferos no han proporcionado una clave evolutiva para entender el significado de los sueños. Parecen ser el registro nocturno de un proceso mnémico fundamental en los mamíferos: el mecanismo por medio del cual los animales elaboran sus experiencias habituales a la vez de tales estrategias». A lo que nos conduce Winson es a considerar el sueño como una vía alternativa de proceso de datos de la experiencia diurna como búsqueda de estrategias de supervivencia. Seria un modo complementario a la elaboración lineal que ocurre durante la vigilia, ya que durante el ensueño o sueño REM «la actividad eléctrica del cerebro se desplaza hacia el hemisferio derecho, según BACAB, en ese momento toma el mando la mitad derecha <<alucinatoria, concreta, ilógica, emocional y despreocupada por la realidad>>», procurando un encuentro con soluciones y reestructuraciones que escapan a la elaboración lineal del hemisferio izquierdo durante la vigilia.
En los últimos decenios, se han multiplicado de modo exponencial las investigaciones neurofisiológicas con la ayuda de las nuevas vías de neuroimagen. Me parece inadecuado extenderme en este artículo en este enorme campo de aportaciones que tienden a confirmar muchos de los postulados del psicodrama.
Bibliografía
- Eliade, M. (1993) Mito y realidad. Madrid, Barcelona
- -, (1997) Ocultismo, brujería y modas culturales. Paidós, Madrid
- Garrido, J (1978) Jacob Levi Moreno. Atenas, Salamanca
- Haley, J. (1986) Terapia no convencional. Amorrortu, Buenos Aires
- Lings, M. (1981) ¿Qué es el sufismo?. Taurus, Madrid
- Linssen, R. (1969). Le ZEN. Marabout Université, Paris
- Malinowsky, B (1968) Magia, ciencia y religión. Planeta, Madrid
- Moreno, J.L (1966) Psicoterapia de Grupo y Psicodrama. Ed. Fondo de Cultura Económica, México
- -, (1994) Spontaneity Theory of Child Development” REv. Sociometry.
- Población, P. K (1991) «Sueños y Psicodrama». Rev.Vínculos, nº 2. Madrid
- Riviere, J.M. (1972) El Yoga Tántrico. Kier, Buenos Aires
- Sánchez Rivera (1979) Integración mental y psicológica. Morova, Madrid,
- Schultz, J.H. (1959) «Técnica de la hipnosis» de Vázquez. Ed B. Aires,
- Watts, A (). El camino del zen. Ednasa, Barcelona
- Vaughan, F cols. (1982) Más allá del ego. Kairós, Barcelona
- J. K. (1985) «Un seminario didáctico con Milton H. Erickson». Amorrortu, Buenos Aires
- -, (1988) «Empleo de hipnosis en Terapia Familiar» de M. Ritterman. Amorrortu, Buenos Aires
- Zubiri, X. (2002) Cinco lecciones de Filosofía. Alianza, Madrid
[1] Médico Psiquiátra/Psicoterapéuta. Fundador del psicodrama en España. Formador internacional de Psicodrama sistémico y moreniano. Director ITGP, Madrid. Socio de honor AEP, IAGP