Una breve reflexión acerca del uso de la fotografía en el contexto terapéutico
César Cerón[1]
RESUMEN: Este artículo trata del uso de la fotografía en la terapia a través de diferentes técnicas. Se relacionan algunas cualidades de la imagen fotográfica, en tanto que elemento objetual susceptible de ser investido de significado; se revisan diferentes aproximaciones al uso de la Fototerapia; finalmente se relacionan algunas de las técnicas más habituales en el ámbito de la Fototerapia y se aborda cómo en el marco de la relación terapéutica puede producirse una nueva relectura de la propia autoimagen.
La cualidad de la imagen fotográfica
La naturaleza que habla a la cámara es distinta de la que habla a los ojos;
distinta sobre todo porque un espacio elaborado inconscientemente aparece en lugar
de un espacio que el hombre ha elaborado con consciencia. (…)
Sólo gracias a ella [a la fotografía] percibimos ese inconsciente óptico,
igual que sólo gracias al psicoanálisis percibimos el inconsciente pulsional.
[Walter Benjamin]
Las fotografías disponen de una serie de cualidades y resonancias únicas que les permite ser utilizadas en situaciones en las que otros medios resultan menos eficaces, o directamente inasequibles.
Actualmente vivimos en un mundo donde somos híper saturados diariamente con innumerables imágenes fotográficas. En gran medida, ésta inflación iconográfica contribuye a que nuestras narrativas internalizadas se doten de un elemento visual impensable hace apenas un par de décadas. Hoy en día mucha gente transita por su cotidianeidad pertrechada de un prolijo -y a menudo inconsistente- arsenal de imágenes. Después de todo, ¿quién dispone de una biografía sin algún referente iconográfico como el que aporta la fotografía?
Pero, ¿qué hay detrás de ese afán, en cierto modo compulsivo, por capturar los momentos más significativos de nuestro día a día? Intentaré aproximarme a algunos aspectos que me parecen interesantes.
En primer lugar la fotografía es, sobre todo, un medio de expresión y comunicación que, gracias a su capacidad para transportarnos en el tiempo y el espacio, nos permite intuir y expresar nuestros sentimientos y emociones más profundos desde un enfoque visual, alejado de lo obvio, dando lugar al «nacimiento del inconsciente» (Spence, 2005).
Una fotografía es una evidencia de que existió el suceso fotografiado, la evidencia de “eso que ha sido” (Barthes, 1994), y detiene el tiempo en el momento que se realizó, resituándolo casi siempre en otro tiempo y otro lugar. Todas hablan de un instante del pasado que queda en suspenso, arrancado de una continuidad que tiene que ver con una historia concreta, convertido en huellas que dan visibilidad a los momentos más reveladores de nuestras biografías.
Pero la fotografía no sólo es ausencia, también lleva una ilusión de presencia; una fotografía preserva un momento del tiempo, aísla un instante inconexo. Por tanto, podemos concluir que una primera cualidad de la fotografía es su capacidad para disolver el tiempo, desdibujándolo de su significado inicial (luego veremos cómo se le asigna otro re-actualizado); y el tiempo, como decía Platón, “es una imagen móvil de la eternidad”. Tomando todos estos elementos cabría preguntarse ahora si, después de todo, las fotos que nos representan nos otorgan un ilusorio status de inmortalidad, o no dejan de ser un espejismo de algo que definitivamente quedó atrás.
Si la fotografía solo adquiere su valor pleno con la desaparición indisoluble del referente, con la muerte del sujeto fotografiado y con el paso del tiempo (Barthes, 1994), también nos relaciona con el devenir de nuestra propia existencia, con lo que aún está por llegar. Desde este punto de vista se podría definir la “representación” fotográfica como el acto de poner en tiempo presente algo que –casi siempre- se encuentra ausente, y que tiene una vocación de futuro. En cierto modo, más bien parece un acto de magia. No en vano “imagen” y “magia” proceden de la misma raíz: imago. “Magia e imagen tienen casi las mismas letras”, asegura Debray, para quien “un pertinaz halo de magia envuelve nuestras tradiciones de imágenes” (Debray, 1992).
Dubois señaló que hay dos grandes concepciones de la fotografía: las que consideran la foto como un espejo del mundo y las que la consideran una huella de la realidad (Dubois, 1994). Pero quizá, más allá de eso, también podría ser considerada un medio de expresión de lo inefable, de un tiempo histórico particular, que queda vinculado con la percepción de un espectador. Aquí tenemos una segunda cualidad: la fotografía como un lugar de encuentro, donde las fronteras entre el fotógrafo, lo fotografiado, el espectador y los que la usan, suelen quedar desdibujadas. A fin de cuentas, la presencia del otro es consustancial a la fotografía, indistintamente de si ese intercambio se produce en un mismo espacio y tiempo o tiene lugar de forma asíncrona. Pero es que, además, fotografiar es un acontecimiento per se, que puede convertirse en una forma de encuentro conmigo mismo y con el mundo. Un particular modo de certificar mi existencia (en el sentido revelado en la formidable película “The Proof”, de Jocelyn Moorhouse).
Por otro lado, habría una tercera cualidad: su naturaleza apropiadora. El sujeto que fotografía es un elemento activo que domina la situación, al tiempo que transforma al otro en objeto que puede ser poseído simbólicamente. En este sentido, podría entenderse el hecho fotográfico como una sublimación de la devoración; un intento de apresar la realidad para luego, pasándola por el laberinto de la memoria, reconstruirla de nuevo despojándola de su sentido original.
¿Qué es y qué no es la Fototerapia?
Básicamente, mediante la Fototerapia una persona puede explorar diferentes aspectos de su personalidad, y traer a la superficie aquellos que normalmente no le resultan visibles en su vida cotidiana.
El término “Fototerapia” fue acuñado en Norteamérica y usado desde finales de los 70 por Doug Stewart, Judy Weiser, David Krauss y Joel Walker para describir una serie de técnicas mediante las cuales los psicoterapeutas utilizan fotografías con sus pacientes. Este término también ha sido usado desde 1980 por Jo Spence y otros autores en Inglaterra, para describir cualquier uso terapéutico de las fotografías, no necesariamente en el contexto de una psicoterapia.
Este término de ‘Fototerapia’ generalmente hace alusión al uso de la fotografía en un contexto terapéutico, donde hay un terapeuta cualificado y uno o más pacientes; por el contrario, el término ‘Fotografía Terapéutica’ por lo general indica el uso de fotografías como herramientas terapéuticas en situaciones en las que no hay terapeutas cualificados (co-counselling, por ejemplo, o crecimiento personal, o en trabajo social con chicos en riesgo de exclusión, discapacitados…). Resumiendo, podríamos remarcar esta diferencia hablando de Fototerapia como fotografía durante la terapia, y Fotografía terapéutica como fotografía como terapia (Weiser, 1993). Sea como fuere, queda claro que la Fototerapia no es una terapia en sí misma ni una modalidad concreta o línea de pensamiento; más que eso, incluye un conjunto de técnicas que se ha comprobado que funcionan eficazmente, a menudo en casos donde otras no lo consiguen, utilizando las fotografías como un medio de comunicación, expresión y reflexión (Weiser, 1993).
Utilización terapéutica de la fotografía
“Las fotografías, que por sí mismas no terminan de explicar nada,
constituyen una inagotable invitación a la deducción,
a la especulación y a la fantasía”.
[Susan Sontag]
Toda realidad -se sitúe o no en el contexto terapéutico- es autorreferencial y nosotros, mediante el juego de complejos mecanismos psicológicos (percepciones, cogniciones, emociones, memoria, motivaciones…) le asignamos un significado, para convertirla finalmente en una realidad interna y personal; todo ello tamizado por el universo simbólico construido en la sociedad y mediado por un lenguaje cultural.
A través de las palabras construimos relatos acerca de quiénes somos en relación a otros seres humanos, lo que nos permite ir forjando nuestra identidad y, finalmente, nuestro concepto de la vida. Pero no hay que olvidar que en esa identidad juega un papel crítico el resultado de lo que recordamos que sucedió, la interpretación que le dimos entonces y la que le damos ahora.
El uso de las fotografías en el contexto terapéutico puede ser muy diverso, sin que exista una única metodología de trabajo. En cualquier caso, se trata de que durante el proceso terapéutico escuchemos del paciente los relatos evocados por las fotografías que se trabajan y, de esa manera, podamos acercamos a su universo simbólico, ofreciendo nuevas alternativas de interpretación y resignificación de la experiencia, así como la re-construcción de ciertas vivencias.
En la actualidad hay un amplio consenso en cuanto a las técnicas utilizables en Fototerapia, que han sido ampliamente detalladas por Judy Weiser en su libro “Phototherapy Techniques: Exploring the Secrets of Personal Snapshots and Family Albums” (Weiser, 1993):
1) Fotos tomadas o creadas por el propio cliente (ya sea usando la cámara para tomar la foto, o recopilando imágenes de otras personas). A partir de estas fotos el paciente construye y presenta ante el terapeuta una historia visual de cómo es/ha sido su vida, nombrando, etiquetando, e intentando explicar lo que está sucediendo; de este modo obtiene insights y adquiere mayor comprensión y control sobre aspectos que previamente habían escapado a su conciencia
2) Fotos tomadas al cliente por otras personas (ya sea a propósito o de forma espontánea). Las fotografías se utilizan como punto de partida en una terapia convencional, y el terapeuta va formulando cuestiones al paciente. La virtualidad de esta técnica es que al paciente le resulta más fácil referirse a las situaciones, ya que el sujeto de discusión es percibido como un objeto externo, proporcionando una cierta distancia respecto a sí mismo.
3) Auto-retratos (cualquier tipo de fotos que los pacientes toman de sí mismos, ya sea literal o metafóricamente). Dado que el paciente tiene pleno control sobre los aspectos creativos de la fotografía, ésta técnica puede ayudarle a clarificar su propia autoimagen y estimular su autoestima y autoconfianza mediante la creación, visualización y aceptación de imágenes de sí mismos y responsabilizándose de sus percepciones positivas.
4) Álbum familiar u otras colecciones biográficas (ya sea de la familia de origen o familia elegida, ya estén dispuestas formalmente en álbumes o ‘perdidas’ en diversas ubicaciones). Mediante esta técnica el terapeuta puede focalizar la atención del paciente en determinadas posiciones recurrentes, alineamientos, mensajes no verbales y expresiones emocionales que permiten explorar las relaciones del paciente con su contexto familiar.
5) Foto-proyecciones. La técnica proyectiva usa imágenes fotográficas para licitar respuestas emocionales, ya estén o no acompañadas de descripciones verbales, y se basa en la observación de que muchos de los significantes que asignamos a las fotos, en realidad, proceden del propio observador durante el proceso de percibirla. Mirar cualquier clase de foto produce percepciones y reacciones que son proyectadas desde el propio mapa interior, en función de los sentimientos y emociones evocadas por esa imagen.
Como podemos observar hay muchas técnicas diferentes, que se interrelacionan y a menudo se usan de forma combinada o con otras herramientas arteterapéuticas. Mientras que algunas de ellas hacen un uso intensivo de la fotografía (por ej. paciente y terapeuta trabajando juntos en una sesión fotográfica), otras simplemente utilizan las fotografías como un producto ya acabado.
En resumen, tal como yo lo entiendo la fotografía es una prueba de vida, un objeto mudo que puede usarse como un filtro mediante el cual es posible organizar las vivencias interiores mediante un proceso de asociación y concatenación; es posible volver la mirada hacia el interior dirigiéndola desde el exterior, y viceversa, como un campo asociativo bidireccional que nos permite dar un nuevo sentido a nuestra propia biografía.
Por último, me interesa resaltar la similitud del hecho fotografiado con la experiencia del enfermar; de hecho, fotografía y enfermedad tienen en común que se trata de experiencias corporales únicas, conectadas ambas con la muerte, con un momento biográfico que ya no existe más. En los dos casos, el tiempo presente adquiere un sentido unívoco: sólo existe el ahora, que sólo es posible aprehender desde la aceptación y el conocimiento de lo vivido (Canal, 2005).
Referencias
- Barthes, R. (1994): La cámara lúcida. Paidós. Barcelona.
- Benjamin, W. (1987): “Pequeña historia de la fotografía”, en Discursos interrumpidos I, Madrid. Taurus.
- Berger; J.; Mohr, S. (1997): Otra manera de contar. Mestizo. Murcia.
- Canal, C.; Ramiro, R. (2005): Recuperar la luz. Mestizo. Murcia.
- Cobo, M.; Canal, C. y otros (2011): Heroínas o Víctimas. Fotomanías 2011. Diputación de Málaga.
- Debray, R. (1992): Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente, Barcelona, Paidós,
- Dubois, P. (1994). El acto fotográfico. De la representación a la recepción. Paidós. Barcelona.
- Fontcuberta, J. (1997): El beso de Judas. Fotografía y verdad. Gustavo Gili. Barcelona.
- Nuñez, C. (2003): Higher Self: The Self-Portrait Experience. Le Caillou Bleu. Bélgica.
- Sanz, F. (2008): La fotobiografía. Ed. Kairós. Barcelona.
- Sontag, S. (1996): Sobre la fotografía. Ed. Edhasa. Barcelona.
- Spence, J. (2005): Más allá de la imagen perfecta. Fotografía, Subjetividad, Antagonismo. MACBA. Barcelona.
- Tisseron, S. (2000): El misterio de la cámara lúcida. Fotografía e inconsciente. Universidad de Salamanca.
- Viada Fernández-Velilla, A. (2003): Intersubjetivo, nº1, vol. V, pp. 108-118
- Weiser, J. (1993): Phototherapy Techniques – Exploring the secrets of Personal Snapshots and Family Albums. Jossey-Bass Publishers. San Francisco
WEB:
- http://www.phototherapy-centre.com
- http://www.photographytherapy.com
- http://cristinanunez.com/
- http://www.self-portrait.eu
- http://franciscoaviles-ilpfot.blogspot.com.es/
- http://www.portraitsofthehumanspirit.com/
- http://www.congress.utu.fi/phototherapy08/
Nota:
[1] Doctor en Medicina. Terapeuta Gestalt.