Francisco Delgado Montero[1]
Ana Isabel Guardiola Palomino[2]
Resumen: Planteamos en este trabajo, la importancia de la representación como centro terapéutico y estructural de la sesión. Algo se mueve durante el juego que produce cambio, elabora los conflictos y la angustia. Para analizarlo, se hace un recorrido histórico desde Moreno y su aportación a la terapia de grupo, pasando por Freud y la importancia que concedió a la escena como núcleo estructurante del desarrollo psíquico y añadiendo los aportes del Psicoanálisis se trata de lo específico de la escena en psicodrama.
Tratamos después los aportes del Psicodrama Freudiano a la representación y lo ilustramos con un caso.
Al comenzar la redacción de este artículo sobre la función de la escena en una sesión de psicodrama, nos vino al tiempo otro título e interrogante: ¿Qué aporta el psicodrama a las otras psicoterapias de grupo?
Para llegar a analizar cómo la escena que se representa durante una sesión de psicodrama es el centro terapéutico y estructural de la sesión, debemos partir de los comienzos del psicodrama, recordando a su creador, J.L. Moreno y su teoría sobre los roles y la espontaneidad creadora.
Moreno, antes de crear el psicodrama, partió de una observación clínica sobre una actriz de teatro, amiga personal junto a su marido, del psiquiatra.
Esta actriz frecuentemente interpretaba papeles de mujer dulce, seductora, sumisa, encantadora y el marido se quejaba continuamente sobre el carácter insoportable, opuesto al de sus personajes teatrales, de su mujer en su relación con él. Moreno le aconsejó a la actriz que pidiera al director que al menos durante una temporada cambiara de repertorio de personajes y le ofreciera la posibilidad de interpretar papeles de mujer dura, agresiva, dominante. El director accedió y esta actriz, Bárbara, cambió su repertorio interpretando papes femeninos opuestos a los que había estado interpretando. Al poco tiempo el marido informó a Moreno del rotundo cambio que su mujer mostraba en su vida privada: mucho más suave, más cariñosa, menos dominante.
Moreno se dio cuenta de cómo jugar un rol no es un asunto que deja impasible al sujeto que lo realiza. Algo psíquicamente se mueve durante el juego que, en mayor o menor medida introduce cambios en el actor. Posteriormente, la psicología infantil ha investigado cómo los niños, a través de sus juegos, intentan elaborar no siendo conscientes de ello, los conflictos y angustias generados a su alrededor: el niño que al llegar de la escuela, juega con algún hermano o amigo, en casa, el papel del maestro exigente o autoritario, está elaborando los miedos generados por el maestro temido; su estrategia es identificarse con él.
Además de esta observación Moreno retomó el carácter catártico que desde el teatro griego produce toda acción dramática en el espectador: la catarsis es, en la teoría de Moreno, el objetivo último del teatro, tal como afirmaba en ese tiempo también Stanislavsky. Así, a sus primeras experiencias grupales Moreno las puso el nombre de teatro espontáneo. Era su etapa en Viena y aún no tenía claro hacia dónde se dirigía con aquellas peculiares experiencias en los parques vieneses, con grupos de prostitutas, o con niños abandonados o huérfanos. O improvisando teatralmente a partir de las noticias leídas en los periódicos del día.
Sólo pudo separar su búsqueda terapéutica del teatro durante su posterior etapa en Nueva York. El nombre de psicodrama, hacía referencia a una modalidad de psicoterapia que buscaba la catarsis del paciente a través del juego de roles, en un grupo constituido con fines terapéuticos.
Los conceptos de catarsis, roles, espontaneidad, tele, etc., fueron los nudos gordianos de su teoría del psicodrama. Moreno no pudo teorizar que lo que ocurría en una escena creada en una sesión de psicodrama no era independiente del discurso del mismo grupo desde el inicio de la sesión. Paralelamente a su trabajo, en Europa, y concretamente en Inglaterra, durante la segunda guerra mundial, se iniciaron las primeras experiencias de psicoterapia de grupo, ante la numerosa demanda de casos de neurosis postraumáticas en soldados heridos o enfermos psíquicamente.
Moreno nunca se interesó mucho por la teoría psicoanalítica. Como todo pionero estaba más interesado en su propia creación y en diferenciarse de las corrientes coetáneas, clínicas y grupales.
Cuando los psicoanalistas empezaron a trabajar en psicoterapia de grupo, y una minoría de ellos, sobre todo franceses, incorporaron el psicodrama, tuvieron como tarea el teorizar qué pasaba, desde el punto de vista psicoanalítico, cuando surgía una escena y se representaba en la sesión; la mayor parte de estos psicoanalistas, para no caer en la identidad moreniana pusieron el acento en la palabra del grupo y concibieron la escena como una mera continuación del discurso grupal; de hecho en muchas sesiones de psicodrama no “aparecía” ninguna escena, y la sesión no se diferenciaba en nada de una psicoterapia de grupo, verbal.
Los clínicos que durante varias décadas hemos estado coexistiendo con “morenianos” y psicoanalistas, escuchando el distinto discurso de unos y otros en las asociaciones científicas y en los congresos sobre psicodrama que infructuosamente han intentado sintetizar ambas tendencias, nos hemos visto a la vez obligados y necesitados de poner el papel de la escena psicodramática en su lugar teórico y terapéutico.
Nuestra experiencia grupal de varias décadas, nos ha llevado a redefinir la escena y llegar a las siguientes conclusiones:
1ª. En toda sesión de psicodrama ha de haber una escena grupal representada y elaborada posteriormente, para poder ser denominada una sesión de psicodrama.
2ª. Esta escena no es independiente del discurso que el grupo está expresando consciente e inconscientemente, desde el inicio de su constitución como grupo.
3ª. La escena que surge es la concreción de la temática psíquica en torno a la cual el grupo está girando.
4ª La escena representada espontáneamente, lleva en sí misma la resolución de aquello reprimido que el sujeto protagonista, como emergente del grupo, no puede expresar.
5ª La escena psicodramática actúa como revelador del inconsciente grupal.
En nuestro trabajo, somos por una parte deudores de los descubrimientos de Moreno sobre el juego dramático y por otra comprendemos los fenómenos grupales y la escena grupal desde la perspectiva de la teoría psicoanalítica.
Cualquier lector de la obra de Freud puede comprobar la gran frecuencia con la que aparece en sus escritos tanto “el pensamiento en escenas”, como el concepto de escenas, como núcleos estructurantes del desarrollo psíquico. Desde el concepto de “escena primaria”, referida a la percibida por el niño de la pareja parental, al complejo de Edipo, sostenido por una secuencia de escenas que encadena el relato de Sófocles, todos los textos freudianos están salpicados de este concepto de “escena”. La teoría psicoanalítica, albergaba desde el inicio las potencialidades terapéuticas de focalizar “la escena”, pero Moreno fue el primero en descubrir el gran valor terapéutico de los grupos y del trabajo con escenas de la vida de los pacientes.
¿Y qué ocurre al “focalizar la escena”?, ¿qué aporta de diferente el Psicodrama Freudiano, al incorporar la Teoría Lacaniana a la técnica grupal?
Pues que, al igual que sucede a través de la escucha analítica, aparece el sujeto del inconsciente, pero reflejado por la presencia y la intervención de los otros en el grupo.
De este modo lo señala Gennie Lemoine en “La eficacia de la representación en Psicodrama“:
”La eficacia del trabajo en psicodrama consiste en que el sujeto se halla dividido entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación; porque no dice lo que tenía la intención de decir, y no es entendido como él se escucha. Más bien, en cuanto él habla, él se escucha, pero él escucha al Otro que habla en su lugar, ese Otro que los pequeños otros le devuelven y que es el inconsciente.
Más precisamente, digamos que el sujeto en instancia está solamente representado por un significante para otro significante. No aparece en persona; siempre está por venir y adviene como efecto de esta palabra que está en juego. Este sujeto que adviene es el sujeto del inconsciente.”
Cuando el terapeuta elige una escena que representar, esta elección no es arbitraria, no se aborda necesariamente porque la presente el paciente; la persona que habla, el grupo asimismo, busca un sentido en cuya búsqueda también se expone el terapeuta.
El terapeuta puntúa un momento especial en el discurso, reconoce un tema que se privilegia en el grupo, escoge en función del significante que circula a raíz de que habla la primera persona que se pone en juego, que decide pasar a la acción y exponer su deseo, exponiéndose a su vez a la castración que supone abandonar el lugar del goce por el goce del otro.
Ilustraremos esta exposición con el caso de M.
- es una mujer de 30 años que apenas tiene relación con su madre, cuenta de ella que es una mujer muy dominante y agresiva, de la que ha estado haciéndose cargo desde que era pequeña, en las ausencias de su padre y después cuando se separaron, hasta que M. se marchó de su casa y las continuas discusiones para “utilizarla y hacerla sentir mal” le provocan ataques de ansiedad y le dificultan la relación con su padre, por lo que decide dejar de tener trato con ella.
Comienza el grupo hablando de que quiere hablar de su madre, pero después de un señalamiento de la terapeuta acerca de que siempre hace reír al grupo al hablar de temas muy serios que le suponen mucho sufrimiento y darse cuenta del distanciamiento de sus sentimientos que esto supone, intentará contarlo en serio. Se ha puesto en contacto con ella por e-mail, para convocarla a comer junto a sus hermanos, a partir de ahora todos los domingos. Y esto le produce cansancio, está harta de que las apariciones de sus padres en su vida la descoloquen, siempre reclamando y sin verla en absoluto. Siente que no va a ser capaz de enfrentarse a ella, como siempre.
La terapeuta le pregunta por un momento vivido con su madre en que aparezca este sentimiento, y en el cual no haya sido capaz de enfrentarse a ella. M. entonces rememora una discusión, originada en su día, porque ha ido a comer a casa de su padre sin informarla directamente. La madre, que vive a muchos Km. de allí, ha visto aparcado el coche de la hija frente a la casa del padre, y la increpa e incluso se le acerca amenazante provocándola para que se acerque y violentarla así todavía más: “ven aquí gallina, ven”.
- elige a A. para jugar el papel de su madre, comentando: “tiene una madre como la mía y a veces se pone agresivo con ella y se pasa, aunque su madre no está tan mal como la mía”.
En el cambio de roles, M. comienza a llorar por primera vez en el grupo, y dice: “Yo solo quería comer con mi padre”. Luego juega el papel de su madre y señala que quiere someter a su hija y agredirla por su traición, no importan los sentimientos de ésta.
Al volver a su lugar vuelve a llorar porque le hace sentir como una mala hija y la única salida que le queda es salir de su casa y dar un portazo.
Cerrar la puerta a sus sentimientos, a su derecho, e incluso a su agresividad para no asimilarse a su incontinente madre pero a la vez permaneciendo adherida a ese lugar junto a ella.
Es después de que A. conteste de un modo espontáneo desde su lugar:”sí, he ido a ver a mi padre, ¿y qué?”, lo que le hace reflexionar sobre su justa reivindicación al acceso a su padre, ya que no era obvio para ella, y que la firmeza de A. rebaja todo el sufrimiento y la intensidad de la escena.
Preguntado después A. por esta respuesta en la escena, señala que no ve tanta diferencia entre ambas madres, de hecho le ha venido a la cabeza, que ese debe ser el motivo por el cual no va a conocer a su padre. La madre de A. nunca le ha hablado de él y tampoco ha permitido ninguna relación entre ambos. Si sabe que da más información a desconocidos que a él sobre este tema, y siente miedo solo de imaginar una escena donde tuviera que decirle a su madre que ha conocido a su padre. Esto es lo que le mantiene en la inmovilidad, en la impotencia. Supone que algo de aquí tiene que ver con que no acabe de salir de casa de su madre para vivir solo y que no tenga facilidad para entablar relaciones de pareja.
Lo mismo que le ocurre a M., que no acaba de construir relaciones permanentes, pese a que su deseo es formar una familia con hijos.
Es esta apertura a otro posible futuro, a otra opción distinta, la que posibilita la escena, cambiando la historia fija conocida y repetida hasta el infinito. Ambos se plantean el acceso al padre sin esa mediatización (que no mediación, que no existe en estas madres), sin ese veto, esa coacción que se arrogan las madres en un ejercicio de poder para mantener a sus hijos en ese lugar de falo. Y a través de él, el acceso al extraño, al desconocido, al otro con el que relacionarse de un modo distinto.
Los sujetos vuelven una y otra vez a sus experiencias pasadas frustradas, por la posibilidad de intentar dominarlas, intentar resolverlas, pero quedan siempre seducidos por el juego del goce y la intensidad emocional adherida a ellas.
Pero en el grupo de psicodrama aparecen los otros como objetos de identificación posibles y precipitan la aparición de los ideales. Esto posibilita que al pasar a jugar una escena lo que responde el otro, lo que actúa que se sale del guión establecido, pero por otro lado, lo que a nivel de sentido y de sentimiento se produce o reaparece, cambia la historia que al principio comenzaba a referirse.
Al entrar en la representación, lo que se pierde en posibilidad de satisfacción del goce inmediato, se gana en elaboración del encuentro simbólico con el otro.
Al estar ante el espejo del grupo y salirse de la escena para contarla y elegir los personajes, aparece el otro que había tras la imagen que uno proyecta para que se cumpla esa historia fija; recuerdos olvidados y sentimientos perdidos aparecen ahora en una nueva producción de sentido, de nuevos significantes. Se hace posible entonces una elaboración simbólica.
[1] Doctor en Psicología. Miembro fundador de la Asociación Española de Psicodrama. Miembro del Instituto de Psicoterapia de Grupo y Psicodrama.
[2] Psicóloga. Psicoanalista. Psicodramatista .Miembro del Aula de Psicodrama .Miembro del Instituto de Psicoterapia de Grupo y Psicodrama