Alfonsi Huete[1]
RESUMEN: Reflexiones personales en torno al quehacer psicodramático en una primera experiencia “profesional” con esta técnica.
Posteriormente al día de mi “pase” en el ejercicio del psicodrama freudiano, surgen unas reflexiones respecto a la distancia entre la fantasía narcisista y la realidad; también sobre como la calidad y la cualidad del entrenamiento en la escucha gestáltica promueven una actitud útil para trabajar con esta técnica, siempre que aparezca “sugerentemente abrochada” por la escucha psicoanalítica y sus referentes: ”los significantes que circulan en el discurso grupal”.
Tras un periodo de formación, hace apenas un mes me estrené profesionalmente en el que hacer del psicodrama freudiano. De lo previsto a lo visto, acerté en una sola previsión; de forma similar a lo ejemplificado por Lacan con el juego de los prisioneros, “el que se arriesga se salva”, en el sentido en este caso de poder ver-se, de poder ir construyendo un saber solo posible atravesando la resistencia narcisista: “¿cómo lo haré?”.
Acerté en prever que estaba nerviosa, que era lo normal, y que cuando me sentara pesaría más la responsabilidad que el narcisismo y eso es lo que importa. Este pensamiento lo pongo en boca de Enrique, quien lo enuncia en nuestra formación y que es como un mantra para mí cuando practico; además, el taller fue realizado en La Huertecica, y al llegar por la noche a mi casa, recordé que tuve un primer “insight” de lo que supone ser responsable. En ese mismo salón donde se realizaba el taller, hará ahora unos 21 años, trabajando con drogodependientes heroinómanos y tratando de esconder mi miedo (al estilo del consejo que se dan los funcionarios de prisiones en la película “Celda 211”: “Sobre todo que no se te note el miedo”), adoptaba actitudes defensivas de provocación y dureza, hasta que un día, a punto de expulsar del centro a un paciente, me di cuenta de que él estaba en una situación más vulnerable que yo: en ese punto dependía de mi decisión.
Esta experiencia le dio un giro a mi concepción de autoridad, que ahora contaba con unos de sus ingredientes esenciales, a mi modo de ver, la responsabilidad.
Es en este punto donde hay posibilidad de discriminar entre “acting out” y “acto”. Es en este punto de corte donde la técnica psicodramática, tiene la capacidad de provocar un cambio donde hay un “siempre lo mismo”, eso sí, siempre que el deseo sea puesto en juego.
Las previsiones que no se cumplieron: en formación me había resultado hasta ahora más fácil el papel de animadora que de observadora. No ocurrió así en el taller. No sé por qué, la observación me resultó más sencilla. Tras unos días de reposo, me di cuenta de que podía deberse a la mayor experiencia del compañero del taller, comparado con mis compañeros de formación, lo que supuso que él clarificara más el tema general de la sesión; otro factor podría ser el descenso del foco narcisista en tanto que el encuadre era diferente para mí. En el caso de la formación, es en la observación donde más cabe ponerse a imitar a los maestros psicoanalistas, pero este tipo de devoluciones son bastantes ajenas a mis intervenciones gestálticas, y además, una cuenta, con que a la postre ahí está el responsable de la formación en caso de desaguisado; pero en el caso de un taller “real”, donde este componente de responsabilidad es más ineludible, sencillamente estoy en dar al paciente algo que le valga, que resignifique la experiencia de su actuación, abriendo la posibilidad de romper la cadena de repeticiones.
Esto último ha sido como asomarme experiencialmente un poco más – con la experiencia aludo a la presencia en el taller, la escucha y al intento de abrochar ésta con palabras-, a algo intuido desde que oigo y leo sobre psicoanálisis y psicodrama freudiano: la cadena de significantes. Aunque sigo sin saber definirlo, ya que es una expresión que me convoca más de lo que puedo nombrar, siempre me viene la imagen de cuentas ensartadas en un hilo, a modo de collar; al oír “significantes” me remite a palabras y sin embargo, he tenido la impresión de que, esa cadena no está compuesta sólo de palabras sino de equívocos, o sea lapsus verbales, sorpresas y novedades, o sea lapsus emocionales, y actitudes corporales que no encajan en el discurso general, o sea contradicciones.
En un escrito Enrique nos convocaba a pensar sobre el hecho de que el psicodrama es muy gestáltico. A no ser que esté diciendo un disparate (que podría ser), para hacerme eco de algunos de esos significantes, el entrenamiento en escucha gestáltica ha sido tan importante como el aprendizaje psicoanalítico que voy realizando.
[1] Psicóloga. Terapeuta gestalt. Miembro del Aula de Psicodrama.