Ana Guardiola[1]
RESUMEN: Tiempos que se cruzan, de experiencias presentes que en realidad son vivencias repetidas unidas por el afecto. En el psicodrama, el tiempo corre de otra manera y el encuadre grupal precipita los momentos para ver, comprender y resolver, adquiriendo otro ritmo. El manejo del tiempo durante las sesiones es clave para producir efectos significantes.
Me gustaría hablar de cómo el sujeto no vivesiempre en las mismas coordenadas temporales que le señala la lógica.
Vivimos en el presente, representando continuamente en la realidad,momentos que emocionalmente nos remiten a un pasado que nos engancha y nos atrapa en su no resolución.
Conocemos a alguien que no sabemos por qué nos desagrada instantáneamente, o a otra persona que nos emociona y nos encanta de tal modo, que pese a la experiencia y la lógica de su rechazo nosotros continuamos tolerando y buscando. Justificamos en ambos casos un impulso emocional con una certeza nacida de un momento que no es el presente temporal, si no que deviene de experiencias vividas repetidamente en nuestro pasado, a veces remoto. En el mismo momento en que se produce ese encuentro, se actualiza y como en un viaje instantáneo a través del tiempo, se vuelve tan real como entonces. El personaje que acabamos de conocer se convierte ya en un viejo conocido y volvemos a danzar con élun baile con los pasos tan sabidos que no nos damos cuenta de que, en realidad no nos sigue, que él danza su propia coreografía.Incluso cuando nos damos cuenta, nos enfada y nos distorsiona pensar que a pesar de conocerlos pasos,no quisiera seguirnos,interpretando incluso que con sus actos busca provocarnos o dañarnos.
Se nos aparece en el momento presente una situación aparentemente nueva que, inexplicablemente, nos despiertaun sentimiento tan conocido, tan intenso y tan cierto que es como si lo hubiéramos vivido miles de veces. Un examen, un trabajo, una operación física o mental que nos devuelve instantáneamente a algo muy familiar; la manera de enfrentarlo, por tanto, es mecánica, impulsiva y a veces incoherente.
¿En qué tiempo vivimos?, y como resultado de ello, ¿en qué realidad alienada con situaciones imaginadas y personajes que disfrazamos de atributos e intervenciones que no ocurren tal y como nosotros los interpretamos?
Una mujer empieza un grupo de psicodrama titubeante, balbuceando casi en su ansiedad por explicar algo que conoce muy bien pero que no entiende. Las resistencias ante su deseo de explicarse le afectan hasta en la articulación del lenguaje. Está saliendo de una situación que le provoca mucho estrés cada vez que se ve sometida a ella y como consecuencia de ésta,se aísla y se encierra hasta tal punto, que volver a ponerse en contacto con otros le provoca mucha irritación y rechazo. Se siente entonces desplazada y fuera de los grupos. Sabe que es algo suyo, ya que le ocurre absolutamente con todo el mundo en esos momentos, pero el sentimiento le arrastra hasta tal extremo que pese a que le horroriza la soledad y le angustia, su tendencia es a encerrarse una y otra vez; relata cómo tiene que hacer un gran esfuerzo para relacionarse y cómo al hacerlo, termina herida y enfadada.
Dado que se produce una interrogación acerca de su propio comportamiento y no una queja, ni una querella con el otro, se decide trabajar una escena.
El animador le invita a que encuentre un momento donde aparezca ese sentimiento de irritación ante el otro que tiene como consecuencia su aislamiento. Entonces relata que actualmente está de exámenes en la universidad y que dicho sentimiento le afloró con una compañera suya, la cual le esperaba a la salida de un examen que precisamente a ella le había salido regular; a su compañera, por el contrario, el examen le ha salido bien y piensa que lo aprobará. A continuación, la rabia le invade al explicar que esta compañera no tiene en cuenta sus sentimientos y que le envidia, intentando herirla siempre que puede.
Pero al jugar la escena, en el cambio de roles y en el lugar de su compañera, dice sentirse contenta porque verdaderamente le ha salido bien el examen. Entonces, desde ese lugarsiente afecto por el otro(el que la representa a ella) y ningún deseo de herir.
Como esa respuesta no se corresponde a lo que narraba en un principio según su propio sentimiento, se le pregunta acerca de con quién le sucedía eso mismo en su historia. Ella responde que es porque espera que le recriminen o que no la tengan en cuenta, como ocurre siempre en su casa: la recriminación de su padre y la indiferencia de su madre. Rememora su infancia en el instituto, donde no encajaba porque las críticas de su hermana mayor, enferma mental y siempre consentida por sus padres, le hacían sentir que ella era la extraña. También recuerda la presión para que no se provocase conflicto con esta hermana, ante la nula intervención de los padres. Deja de sentir angustia y siente la pena que encubría ésta.
Tendrá que enfrentarse a aquello que no se resolvió y quedó pendiente, disolver la rabia y la frustración que se realimentan cada vez que revive lo mismo; perder el goce de la repetición, la intensidad de la querella pendiente, la rabia, a cambio de asumir las limitaciones de su familia y las suyas, para enfrentarse, para poder ver como aparece “el otro de la realidad” y no sufrir pasivamente “el otro de su historia”.
Dice Lacan en Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis (Escritos, p.242):
«Así, es una puntuación afortunada la que da su sentido al discurso del sujeto. Por eso, la suspensión de la sesión de la que la técnica actual hace un alto puramente cronométrico y como tal indiferente a la trama del discurso, desempeña en él un papel de escansión, que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los momentos concluyentes. Y esto indica liberar a ese término de su marco rutinario para someterlo a todas las finalidades útiles a la técnica».
El alto, la suspensión, la escansión, debe estar determinada por la trama del discurso, pero para ello es necesario que haya discurso.
En psicodrama, la intervención, la puntuación, tiene que ver con el salir ante la mirada del otro, bien en la representación, bien en el discurso. Señalan los Lemoine en Teoría del Psicodrama que la dramatización, la representación, arranca a la historia vivida de su propia temporalidad y de su fin. Es desvelarse frente a otro, mostrar la verdad que esconde la repetición y jugársela, encontrarse con una posibilidad o una salida diferente, como puede ser encontrarse con el otro en la realidad.
No se trata de que con el trabajo se encuentre un sentido o la verdad, o una interpretación que los proporcione, sino encontrar la posibilidad de acceder a nuevos significantes,“descubrir el significante que actúa como imagen, y de ese modo como tapón, deteniendo en punto la cadena significante que, gracias a los soportes que el grupo ofrece, se convierte en una máquina de repetición.” Según Gennie y Paul Lemoine en Teoría del Psicodrama.
Son los tiempos los que varían entre el psicoanálisis individual y el grupal, de manera que la representación supone un corte en el discurso hablado y difiere el momento de concluir.
Tal vez ese primer corte sea un señalamiento del momento de “ver”. En la representación se da el desarrollo del razonamiento, acompañado por el sentimiento inconsciente que acompaña la escena, lo que permite “comprender”. El dominio de ese momento, que hace posible el paso al plano simbólico, sería el momento de “concluir”.
Hace ya algunos años, en las Jornadas europeas de los Foros del Campo Lacaniano donde se habló de El Tiempo del Psicoanálisis, los psicoanalistas y psicoterapeutas que trabajan con terapia individual únicamente, se cuestionaban sobre el manejo del tiempo con los pacientes en sesión. Reflexión ésta que viene de lejos, ya que fue causa de conflicto en vida de Lacan por su introducción de la sesión variable y de las sesiones breves posteriormente. Debido a que el manejo del tiempo influye en la producción inconsciente del paciente, Lacan introduce el concepto de “escansión”, término que habla de la duración de los versos en poesía y que, en términos psicoanalíticos, da cuenta de que dependiendo de lo que ocurre en la sesión así se produce un corte en el discurso del paciente y por ende en la sesión.
Dice Frida Saal:
“El corte imprevisto de la sesión produce, como todo corte, un borde que contornea lo real: el primer efecto es un efecto de despertar que pone tope a todo lo que desde el yo del analizante se organiza en el «querer decir». En tanto que tope, que subrayado, que interdicción, la primera función del corte es la de un vaciamiento de sentido. Vacío que posibilita una reorganización distinta y abre el material a un sentido diferente. Se trata de un descentramiento similar al que produce el chiste, relanza al discurso por una vía diferente. Es en ese sentido que todo corte, por sus efectos, funciona como interpretación, no siendo válida la inversión de esta frase en su contraria. Hay diferentes modos interpretativos que no se reducen al corte.”
En psicodrama, este efecto se produce en el trabajo de la representación; esa reorganización distinta se produce, como en el ejemplo que exponíamos anteriormente, al enfrentarse al juego de dos dimensiones que, como ante un juego de espejos unidos por el vértice, nos lleva a ver las distintas escenas de los distintos tiempos, simultáneamente.
En la citada reunión, los psicoanalistas se planteaban la duración excesiva de los tratamientos, los bloqueos y análisis detenidos en un punto del que los pacientes no son capaces de salir, ni los analistas individuales capaces de precipitar su salida con las herramientas disponibles. Entre las que se contaba el manejo del tiempo.
Comentábamos entre nosotros, los analistas grupales, cómo el psicodrama acaba rompiendo el bloqueo y el discurso ante la mirada del otro, acaba precipitando el momento de ver y comprender, facilitando la conclusión discursiva en los pacientes.
El manejo de la herramienta que supone el tiempo es diferente y la misma a la vez. El grupo dura un tiempo fijo (aproximadamente), pero el tiempo que dura el discurso de cada paciente o las escenas que se tratan no está prefijado, se construye entre el deseo de hablar de cada paciente y la anticipación del momento de la representación en el animador; el primero que habla tiene una vuelta de los efectos que el significante que propone produce en el grupo, con lo cual abre y cierra; los yo auxiliares que “se la juegan” y tienen una apertura inconsciente en su participación también disfrutan de tiempo; al igual que se corta el discurso (con los efectos subsiguientes al ocurrir ante el otro) de aquellos que no salen de un discurso vacío y no pasan a utilizar la palabra plena.
Finalmente, en la observación se detiene el tiempo en cuanto al camino afectivo que uno podía llevar hasta el momento de la representación y se abre la posibilidad de emprender un juego nuevo la siguiente vez.La puntuación, que es una interpretación de apertura en este caso, refuerza el dominio del sujeto sobre la repetición. Le hace detenerse en ese momento que ha producido.
Parece interesante que en un tiempo histórico en el que se propugna el “todo vale” y “cada uno a lo suyo”, donde la posición individualista se fomenta y se realimenta, estén proliferando cada vez más y estén siendo objeto de estudio y de participación los grupos humanos. Desde los controvertidos realities shows, donde el espectador se queda fascinado por contemplar las interacciones humanas pese a ser tan conocidas, hasta nuestros grupos de terapia y de formación, grupos en los que diferenciándose de otros se da un análisis no de grupo, sino individual en grupo. El individuo en su esplendorosa diversidad, pero uno más entre otros.
Nota:
[1] Psicodramatista. Psicoanalista. Miembro del Aula de psicodrama.