Por Carlos Garcia.
“Estamos hechos de historias”. Historias que se pierden si no se las cuenta, que se desvanecen cuando no hay quien las escuche.
Todavía recuerdo a mi abuelo relatar aquellos pasajes de su historia que ya nadie quería escuchar mientras decía: “a la gente ya no le interesa lo que cuenta un viejo”. Era entonces cuando yo le decía: “a mí sí abuelito”. Y entonces él me contaba sus recuerdos, historias que me parecían maravillosas, salidas de un mundo diferente al de un niño. A veces se le caían las lágrimas al hablar de su dolor, de los tiempos de la guerra. Yo no entendía ese dolor, pero me dolía, y escuchaba en silencio sus palabras, que nunca fueron huecas. Más tarde se fue apagando y dejó de contar historias.
Podría hablar acerca de muchas cosas con motivo de los tiempos navideños que se acercan, pero por alguna razón, hoy me llega con fuerza el recuerdo de un encuentro en tierras gallegas.
No nos conocíamos, pero nos miramos a los ojos. Me contó su historia y yo la escuché en silencio. Y la sentí en silencio. Y me dolió en silencio. Todavía recuerdo sus lágrimas, lloradas a un desconocido. Todavía recuerdo las mías, que lloré por dentro. Cuando nos despedimos le di las gracias…
Y no hubo más que una mirada y el abrazo que nos dimos al despedirnos.
Aquel hombre en quien la vida había dejado surcos profundos en la piel me dio algo aquel día que todavía hoy sigue vivo en mí. Me dio una historia que contar, un recuerdo en el corazón y la conciencia de sentirme dichoso al poder dedicar mi vida a éste oficio de escuchar en silencio, porque ese es el silencio necesario para que otros puedan desplegar la palabra y llenarlo con historias que merecen ser escuchadas.
Feliz navidad.