Fernando Moya[1]
Resumen: La antigua ubicación de las Meninas de Velázquez en el Museo del Prado transformaba la sala donde se exponía en una instalación que provocaba en el espectador una reacción refleja en la que él mismo, de forma inesperada, se descubría como objeto de la mirada de los otros. Esta reacción, que he denominado el Efecto Meninas, contiene algunos de los elementos que se ponen en juego en una sesión de psicodrama.
”Ninguna mirada es estable o, mejor dicho, en el surco neutro de la mirada que traspasa perpendicularmente la tela, el sujeto y el objeto, el espectador y el modelo cambian su papel hasta el infinito.”
Michel Foucault
Así describe Michel Foucault el Retrato
de la Familia de Felipe IV, Las Meninas de Velázquez, y debió verlo antes de 1966, fecha de la primera edición de Les Mots et les Choses. La actual ubicación del cuadro en el Museo del Prado[2] difícilmente puede evocar esa experiencia de ser a la vez objeto y sujeto de la mirada del otro que refiere Foucault. Posiblemente, Foucault tuvo la oportunidad de visitar lo que hasta mediados de los años setenta era la Sala de las Meninas. Una pequeña sala del museo que no era un mero contenedor del cuadro, sino una instalación sobre la famosa obra de Velázquez, y que transformaba la obra en un espacio virtual, donde el espectador se hacía objeto de la mirada de los personajes representados en el cuadro y de sí mismo. Más allá de la experiencia puramente visual que puede proporcionar la contemplación del cuadro en sí, aquella instalación despertaba una sensación multisensorial, obligando al observador a la toma de conciencia del propio cuerpo y de su posición en el espacio como objeto de su propia mirada. Al efecto de esa instalación en el observador, tuve la suerte de experimentar la que he llamado el “Efecto Meninas”: una reacción refleja que surge cuando, como espectadores y de forma inesperada, descubrimos en el objeto de la mirada de los otros, el punto que define nuestra localización en un espacio virtual, espacio al que desde ese momento pertenecemos.
La visita al Museo del Prado está cargada de expectativas ante las muchas ventanas que nos abre su colección de pinturas. Muchas expectativas menos la de ser nosotros, como observadores, los que nos convertimos en objeto de nuestra propia mirada. Este es mi recuerdo del encuentro con el cuadro en aquella instalación. Esto es el Efecto Meninas:
La obra se expone en una pequeña sala[3] cuya única fuente de iluminación son unos ventanales en la pared que queda a la derecha del cuadro, continuando así la iluminación que se representa en el lienzo. En el lado izquierdo, la oclusión visual que supone la trasera del bastidor sobre el que pinta Velázquez, se continúa con la de la pared izquierda de la sala, donde está la entrada. El resultado de esta disposición no reside únicamente en un efecto de trampantojo; entre otras cosas porque la entrada a esa sala me coloca de espaldas al cuadro[4], y, frente a un espejo que refleja mi imagen enmarcada en la imagen virtual del cuadro que queda a mi espalda[5]. En esa imagen virtual, que abarca todo mi campo visual, me veo como uno más de los personajes reflejados en el espejo. Mi mirada converge con la de los personajes representados en el cuadro sobre mi imagen virtual reflejada en ese espejo. ¿Se trata de una invitación a entrar en uno de los recintos privados de la Familia de Felipe IV en el que el pintor ha instalado su estudio? Es evidente que no, me giro para contemplar el cuadro situado a mi espalda y que cubre la mayor parte de la pared opuesta. En ese momento, mi punto de vista coincide con el punto de fuga de la perspectiva representada en el cuadro[6]. Colgado a poca altura del suelo ofrece un espacio visual continuación de la sala donde me encuentro. El juego de trampantojos ha hecho su efecto[7]. A la derecha, la luz que baña la sala donde me encuentro se continúa con los ventanales representados en el cuadro. A la izquierda, el campo visual queda ocluido por la pared de la sala y la trasera de un lienzo enorme, aproximadamente de las mismas dimensiones que el cuadro que esperaba encontrar. El pintor se ha retirado un paso atrás de la tela para observar a su modelo y dirige su mirada, exactamente hacia el punto donde me encuentro: ¿ocupo ahora la posición del modelo que está pintando en ese lienzo?[8] Otros cinco personajes también dirigen su mirada hacia mí. Hace un momento, en la imagen del espejo, estaban situados a mi espalda, ahora nos miramos de frente. Al fondo, se abre una puerta hacia un espacio estrecho fuertemente iluminado que contrasta con la oscuridad de la pared del fondo. Frente a mí, en uno de los marcos que cuelgan en esa pared, otro espejo refleja una imagen borrosa, que proviene del punto que yo ocupo en la sala, y cuya tenue iluminación se corresponde con la luz que entra por la primera ventana del cuadro y se funde con la luz de la sala. Intercambio mi mirada con varios de los personajes. “Ninguna mirada es estable”, dice Foucault, soy observador y observado, mi mirada es a la vez objeto de la mirada de los otros. En el transcurso de ese intercambio de miradas, ni yo ni ninguno de los personajes se ha movido. La escena parece congelada. Busco mi imagen en el reflejo borroso del espejo del fondo y distingo la silueta de otros dos personajes. Son el Rey y la Reina, que parecen ocupar el mismo punto en que me encuentro. Ellos también contemplan esta escena, quizás se han acercado a visitar el estudio del pintor en el que se encuentra su hija la Infanta y las meninas que la atienden. Mientras Nicolasito juega con un perro y Velázquez trabaja en un lienzo que no podemos saber que representa. ¿O sí?
Instantes después, la inmovilidad de los personajes, la fijación de su mirada y la ausencia de un intercambio de gestos hacen que la ilusión se desvanezca. Aún puedo ver la otra habitación, el trampantojo sigue vigente, pero he quedado aislado en este lado del lienzo[9].
Ignoro quién fue el autor de aquella instalación inspirada en la obra de Velázquez. Habríamos de reconocer, además del ya de sobra reconocido genio del autor de Las Meninas, la sensibilidad y la inteligencia del creador de ese sencillo juego de luces y espejos que nos hizo sentir a la vez espectador y objeto de nuestra propia mirada ante el cuadro.
Los avances de la psicología experimental y la neurofisiología en el estudio del comportamiento y la percepción, han hecho conscientes a la comunidad científica, del inmenso trabajo de experimentación sobre estos mismos procesos que, a lo largo de siglos, han realizado los artistas. En el campo de la percepción visual, esta toma de conciencia por parte de la neurociencia, ha dado lugar a una serie de estudios que, continuando la tradición iniciada entre otros por Ernst H. Gombrich hace ya cincuenta años y, con la etiqueta actual de Neuroestética, quiere aprovechar esa experiencia acumulada en el campo de las artes plásticas para entender los procesos de percepción visual (Zeki, S., 2005). Más recientemente, algunos han abordado también la descripción en términos neurofisiológicos de la experiencia estética (Redies, C., 2007; Nadal, M., y col, 2008).
El efecto Meninas que he descrito no es únicamente una experiencia visual, se trata de un fenómeno mucho más complejo que implica la interrelación entre varios elementos:
El efecto trampantojo, la transformación de la superficie del lienzo en un espacio virtual, se ha conseguido mediante la disposición de una simetría en la arquitectura de la sala y del cuadro, la iluminación de la sala, la continuidad de las oclusiones ópticas y la posición del espectador al enfrentarse al cuadro después de contemplar su posición frente al primer espejo. De haberse aproximado al cuadro de frente y desde la distancia, el flujo óptico de mi campo de visión habría acomodado las referencias espaciales de forma diferente.
La autopercepción del espectador como objeto de su propia mirada en ese espacio es, sin duda, el efecto más sorprendente de la instalación. A ello contribuye, facilitada por el efecto trampantojo, la primera visión en el espejo de la sala. Esta visión en la que el espectador se refleja junto con los personajes del cuadro, compartiendo con ellos su punto de vista, compartiendo con ellos su mirada, miradas que luego, al colocarse frente a ellos, se intercambian mutuamente y, finalmente, al identificar su posición con la de los reyes, los observadores “originales” de la escena cuyo reflejo borroso “aún permanece” en el espejo representado en el lienzo. Resultado de la coherencia entre la percepción del espacio que nos rodea, la percepción de nuestra propia mirada, el intercambio de miradas con el pintor y el resto de los personajes, que fijan nuestra posición en la interfase del espacio real de la sala y, el virtual del cuadro, nos obliga a ser actor y observador a la vez de nosotros mismos, experimentando esa suerte de “alienación” que describe Merleau-Ponty como respuesta a la percepción de nuestra imagen en un espejo. [10]
Esta sensación de ser objeto de nuestra propia mirada es una respuesta automática. Como señaló Svetlana Alpers, el mundo que vemos representado está ahí, incluyendo nuestra presencia quizás en el reverso del lienzo que pinta Velázquez, quizás en la borrosa imagen del espejo junto a los reyes, porque hemos ordenado esa presencia[11].
Lo que he descrito como el Efecto Meninas no se trata de una respuesta exclusiva del sistema de percepción visual, sino del complejo sistema de respuesta de nuestro cerebro al entorno social, lo que se ha llamado el “cerebro social” (Adolphs, R, 2009; Valdizán, J.R., 2008; Nummenmaa, L., Calder, A.J., 2009 ); es decir el conjunto de áreas corticales y estructuras subcorticales que en nuestro cerebro contribuyen a predecir y comprender la conducta de otras personas (Hari, R.; Kujala, M.V., 2009)y que es objeto de estudio en relación con las alteraciones que se afectan en el autismo (Lombardo M.V., y col, 2010; Gallese V., 2006) o en la esquizofrenia.
La reconstrucción en un entorno virtual de la antigua Sala de Las Meninas es un proyecto coordinado con el equipo de Luís Martínez Otero (Instituto de Neurociencias de Alicante) y Rodrigo Quian Quiroga (University of Leicester) que permitirá reproducir el Efecto Meninas. Para la creación de ese entorno virtual se ha solicitado al CESVIMA (Centro de Supercomputación y Visualización de Madrid) de la Universidad Politécnica de Madrid, la utilización de un espacio de 3x3x3 metros donde es posible proyectar imágenes en paredes, suelo y techo, creando una sensación de inmersión total. La inmersión de un observador en esta instalación permitirá estudiar, utilizando técnicas de “eye tracking”[12], el papel de algunas de las variables que contribuyen a la generación del efecto y la respuesta a esas mismas variables de personas diagnosticadas de autismo. Otros grupos han explorado las posibilidades de estudios de seguimiento de la mirada en individuos autistas (Behrmann, M., et alt., 2006; Boraston, Z. and Blakemore, S.J., 2007) y existen evidencias contradictorias sobre si en estos casos existe o no un déficit primario en el procesamiento visual de la mirada del otro.
Bibliografía.
- Adolphs R. (2009) The social brain: neural basis of social knowledge. Rev. Psychol.; 60:693-716.
- Alpers, S. (2007) Interpretación sin Representación: Mirando Las Meninas, en Otras Meninas, Fernando Marías, editor. Siruela, 2ª Edición.
- Behrmann M; Thomas, C.; Humphreys K. Seeing it differently: visual processing in autism. Trends Cogn. Sci. 2006 Jun; 10 (6):258-64.
- Boraston, Z.; Blakemore, S.J. The application of eye-tracking technology in the study of autism.J Physiol. 2007 Jun 15; 581 (Pt. 3):893-8.
- Del Campo y Francés, A. (1978) La Magia de las Meninas: una iconología velazqueña. Colegio de Ingenieros de Caminos. Madrid
- Gallese V. (2006). Intentional attunement: a neurophysiological perspective on social cognition and its disruption in autism. Brain Res. 1079 (1):15-24.
- Hari, R.; Kujala, M.V. (2009). Brain basis of human social interaction: from concepts to brain imaging. Physiol Rev. 89 (2):453-79.
- Michael, V.; Lombardo, et al (2010) Atypical neural self-representation in autism. Brain: 133; 611–624
- Nadal, M. et al (2008). Towards a framework for the study of the neural correlates of aesthetic preference. Spat Vis. 2008; 21 (3-5):379-96.
- L.; Calder, A.J. (2009) Neural mechanisms of social attention. Trends Cogn. Sci.; 13 (3):135-43.
- Redies, C. A. (2007) Universal model of esthetic perception based on the sensory coding of natural stimuli. Spat Vis. 21 (1-2):97-117.
- Rochat, P.; Zahavi, D. (2011) The uncanny mirror: A re-framing of mirror self-experience Consciousness and Cognition. 20:204–213)
- Valdizán, J.R. (2008) [Cognitive functions and neuronal networks in the social brain]. Neurol. 46 Suppl 1:S65-8.
- Zeki, S. (2005) Visión Interior. A Machado Libros S.A. Madrid.
[1] Fernando Moya. Instituto de Neurociencias de Alicante UMH/CSIC.
[2] Museo del Prado, una de las salas de Velázquez en 2005. Foto de Thomas Struth.
[3]Fig. 2A: esquema de la antigua Sala de Las Meninas.
[4]Fig. 1B: La Sala de las Meninas en 1963. Foto de Ramón Massats.
[5]Fig. 2B: observador frente al espejo de la sala.
[6]Fig. 2C: observador en el punto de vista del cuadro. Esquema modificado de Del Campo y Francés, 1978.
[7]«Oúestdonc le tableau?»(¿Dónde está el cuadro?) Se atribuye a Théophile Gautieresta frase al contemplar el cuadro, posiblemente en una visita al Museo del Prado alrededor de 1840.
[8]Fig. 2D: observador en el punto de vista de seis de los nueve personajes del cuadro.
[9]Frank George, paciente de autismo, describe su vida diaria en términos parecidos: “Autismparallels a one-waymirror….Otherpeopleseeyou, butyou do notnoticethem. Or to look at it another way, although you may be able to see into the «other» room, you, yourself remain locked in your own world, separated from that «outside» world”.(http://graphicpieces.com/autfg.html)
[10]“At the same time that the image makes possible the knowledge of oneself, it makes possible a sort of alienation… I leave the reality of my lived me in order to refer myself constantly to the ideal, fictitious, or imaginary me, of which the specular image is the first outline… others have only an exterior image of me, which is analogous to the one seen in the mirror”. (Merleau-Ponty, 1964.The child’s relations with others. In M. Merleau-Ponty (Ed.). The primacy of perception. Evanston, Ill: Northwestern University Press [trans. W. Cobb]. Citado en Rochat P and Zahavi, D (2011).
[11] “Pero si nosotros no hubiéramos llegado para ponernos delante de esa realidad para mirarla, la prioridad de la realidad vista no habría quedado definida en primer lugar: De hecho para cerrar el círculo, la realidad vista está ante nosotros porque nosotros (junto con el rey y la reina tal como se ven en el espejo distante) somos quienes hemos ordenado su presencia.” Svetlana Alpers Interpretación sin Representación: Mirando Las Meninas, en Otras Meninas, Fernando Marías, editor. Siruela, 2ª Edición 2007
[12]“Eye tracking” (seguimiento de los ojos) tecnología que permite monitorizar y registrar la forma en la que una persona mira una determinada escena o imagen, las áreas en las que fija su atención, y el orden en el que realiza su exploración visual.
1 comentario
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Hola. Me alegra descubrir que hubo alguien que también vio Las Meninas de esa forma. Yo era muy pequeña y mi padre se empeñó en pasearme por todos los museos de Madrid. Cosa que le agradezco enormemente pues mis recuerdos son diferentes a todo lo que hoy es un museo. Sé que son muchos más pedagógicos y modernos pero yo olí y sentí la verdadera casa de las musas. El descubrimiento de Las Meninas a través de un espejo lo tengo fijado en mi como algo mágico. Quizás por eso más tarde estudié Historia del Arte.