Por Mane Ange Chabert
Traducción de Enrique Cortés.
El sueño es el pilar del edificio freudiano. Él constituye junto con el síntoma, la palabra y los actos fallidos, los caminos de acceso al inconsciente; siempre que aceptemos lo que se pone en su escucha y siempre que nosotros no los consideremos como singulares productos degradados de nuestro funcionamiento cerebral, sino como el signo de que alguna cosa se manifiesta, siendo el corazón de nuestra subjetividad.
Nosotros argumentamos que el sueño es una situación vivida por el soñante y que al igual que él se presenta, la mayoría de las veces, en forma de una acción, en un escenario, en una situación… y por lo tanto nada se opone a que nosotros lo traigamos al juego.
Esto mantiene la idea de que habrá una afinidad particular entre el lenguaje del sueño y la fuerza del psicodrama.
Sin embargo, esta idea recibe frecuentemente una negación en el hecho de que se juegan sueños que aparecen regularmente bastante engañosos a la mirada de eso que nosotros podríamos entender como el sentido del sueño.
El señuelo del contenido manifiesto.
El espectáculo que captura y fascina al soñante (y eventualmente después de él, ese a quien él le cuenta el sueño) plantea tres exigencias del trabajo del sueño.
La primera, tiende a la realización del deseo, Freud ya nos dijo que él era el motor del sueño.
El sueño, nos dice Freud, no puede presentar las cosas en el ahora y al modo del deseo realizado, de ahí su carácter alucinatorio. En el sueño las cosas parecen pasar como si ocurriesen en la realidad. Ahí, nosotros estamos como en una película, por lo tanto nosotros seremos a la vez el espectador y el protagonista.
En ciertos sueños de niños, los deseos frustrados del día se presentan en el sueño como deseos realizados. No hay necesidad de descifrar, y por lo tanto de jugar-los, ahí el sueño compensa al niño, estando dirigido directamente al placer.
Esto a Lacan le suscita lo siguiente: si el deseo tiende naturalmente hacia su realización y en la realización hay realidad; la satisfacción viene de otra parte, por lo tanto, él concluye, que el deseo está apoyado por la organización del fantasma.
Pero en la mayoría de los sueños, las cosas no son tan simples. Los deseos que buscan en el sueño una satisfacción pueden ser múltiples y contradictorios. Ellos se reencuentran en el camino con el obstáculo de la censura, en la medida en que esos deseos están marcados por las prohibiciones. Eso es lo que condiciona a los sueños, el cual y mediante las condensaciones, los desplazamientos y las inversiones oscurecen el significado.
Del deseo como motor del sueño, Freud nos dice que el sueño nace de algunas cosas cuyo logro o búsqueda fue evitada o interrumpida durante el día o en un pasado muy próximo, despertando los deseos o las escenas infantiles.
Todo pasa como alguna cosa o como un discurso que se interrumpe (Freud habla de los “pensamientos del sueño”) retomando en la noche su curso para hacerse entender…o para hacerse ver.
La segunda exigencia, a la que responde el trabajo del sueño es la de la figurabilidad. El sueño no puede pensar en imágenes, él solo traduce los pensamientos en imágenes. Es más, los deseos inconscientes no pueden acceder directamente a la conciencia. Ellos tienen la necesidad de hacerse representar por los elementos anodinos que pasan fácilmente la censura.
Los restos del día se prestan a estas asociaciones porque estas son como los electrodos libres, que aún no han entrado en las asociaciones estables con los otros elementos. Estos restos del día, son las situaciones vividas, las palabras entendidas o pronunciadas, las cosas apercibidas, las impresiones registradas etc., todo ese material será utilizado a la manera más caprichosa; recortando, fragmentando, recomponiendo, comprimiendo… El trabajo del sueño tiene éxito así, al poner imágenes no solamente a los pensamientos más abstractos, sino también a todo eso que en el discurso se presenta como una ligazón lógica: por comparación, similitud, contradicción, negación, proposición condicional etc.
El sueño se sirve también de todos los resortes de la lengua, todo eso que ella contiene de expresiones metafóricas se presta a la transformación en imágenes y permiten transformar las formaciones abstractas en expresiones concretas; “yo pierdo la cabeza” o “yo vi 36 velas”…
También, y apelando al sueño en su trabajo de presentación y figurabilidad, tenemos lo constituido por el lenguaje popular, los cuentos, los mitos, las fantasías poéticas como expresiones imaginarias y metafóricas concernientes a las partes del cuerpo y más particularmente lo que trata de la sexualidad y los órganos sexuales. Es lo que Freud nombra como “el uso de los símbolos en el sueño”.
Pero todas estas imágenes que aparecen en el sueño no son tomadas por lo que en realidad ellas son en tanto que imágenes, como fragmentos del discurso o signos, que no toman sentido en su articulación; sino en la composición en la que ellos están insertados. Lo que hace que haya similitud entre el lenguaje del sueño y los jeroglíficos.
Desde nuestra técnica, nosotros operamos a partir de las asociaciones de los fragmentos de ese jeroglífico; en ese patchwork que realiza el trabajo del sueño ciertos elementos parecen más fácilmente transponibles en el juego. Son primero que nada aquellos que se presentan como fragmentos de recuerdos, elementos de situaciones efectivamente vividos, algunos anodinos, los cuales nosotros no conocemos a priori cual es su función pero que pueden revelarse ricos de connotaciones.
Tomo por ejemplo el detalle en el sueño de la inyección de Irma; Freud nos dice que él examina a Irma “cerca de la ventana”. Ese “cerca de la ventana”, hace referencia a otra situación donde la persona examinada, era otra mujer. Esta otra mujer tiene características opuestas a Irma y la hace a los ojos de Freud, una paciente más interesante. Traído al juego, ese tipo de detalles, hacer emerger la escena a la que se le anticipan toda una procesión de asociaciones.
En ese mismo orden de ideas, no es raro que un fragmento del sueño opere de puente con una escena de la infancia, de nuevo, ahí, el juego puede facilitar el llamamiento de esa escena.
Freud insiste reiteradamente en el sentido que la presencia de sensaciones motrices o sensoriales acompañan ciertos fragmentos del sueño. Es el caso, a veces, de las palabras que aparecen en el sueño, cuando ellas son acompañadas de sensaciones motrices o auditivas, se trata de palabras efectivamente pronunciadas o entendidas, a recoger en el juego.
Otro tipo de sueño también frecuente es ese donde un movimiento se encuentra inmovilizado: el soñante quiere hacer cosas y él no puede. El quiere avanzar, se enfurece, golpea pero su movimiento está paralizado. En ese tipo de sueño se experimenta un conflicto de voluntad. Freud lo explica así: nosotros decimos que en el dormir, las fases del sueño corresponden a unos momentos donde la motricidad del soñante está totalmente relajada. “La transferencia del impulso en las vías motoras son solamente la manifestación de la voluntad”, nos dice Freud “el hecho de que todos nosotros al dormir experimentamos este movimiento como una marca inhibida del proceso propio de presentación de un querer y un no querer que se opone”. Ese es uno de los modos que tiene el sueño de expresar el no. Me pareció que ese tipo de presentación en el sueño podría prestarse a una trasposición en un juego. Nosotros encontramos bastante a menudo sueños de desnudarse. Freud vincula la excitación que acompaña al niño en los momentos de desnudarse, desnudez ofrecida en general a la persona querida que se ocupa de él. Ese primer momento es recubierto por la represión pero puede descubrirse en las numerosas manifestaciones de la vida adulta y volver en el sueño en ocasión de un acontecimiento del día.
En el sueño, la persona importante es reemplazada por varias personas desconocidas e indiferentes a eso que se está pensando, eso que contrasta con el afecto de vergüenza que experimenta el soñante.
Las contradicciones que aparecen en el sueño son la expresión del conflicto que opone el deseo al acto; este tipo de situación del sueño donde el conflicto del deseo está en el centro de la figuración puede verse al representarse. El sueño aparece entonces como el substituto de la escena infantil que no puede poner su renovación y debe ser contentado a la vuelta como un sueño. El trabajo en el sueño se justifica de esta manera.
¿Con qué podemos soñar, ahí donde la figuración es una trasposición de una expresión del lenguaje, donde los juegos del lenguaje son el material principal? ¿El juego puede favorecer el desciframiento, hacer emerger por asociación la palabra o la expresión que subyace en la figuración? Esto no es imposible, pero aún así el mensaje es a menudo encriptado. Las palabras pueden ser descompuestas en sílabas, unidas por asonancia, utilizar en su doble sentido por condensación varios pensamientos latentes. La tarea, como se ve, puede ser árdua.
Ejemplo.- En un primer sueño aparece un león, en el segundo un camaleón. Nosotros podemos ver como en el camaleón se revela escondido el nombre Camille, realizando una suerte de carambola, Camille-lion. Camille es el nombre del padre alrededor del cual gira una serie de sueños. En este caso si nos aferramos a la imagen del camaleón, corremos el riesgo de deambular mucho tiempo.
Estamos perplejos frente al rico material de los símbolos del sueño. Se trata de símbolos a valorar, casi universales, significados a menudo sexuales, cuyos sentidos son deducidos solo en un criterio casi estadístico de su frecuencia. Ellos pueden ser interpretados en la ausencia de toda aportación del soñante y pueden dar la clave de los sueños.
Aunque expresando muchas reservas sobre cómo usar ese material, Freud consagra un largo capítulo al inventario de todas las expresiones simbólicas y a dar les sentido. Entre ellas nos interpelan particularmente aquellas que usan un modo de lenguaje metafórico: las nociones de alto y de bajo, subir y bajar escaleras, atravesar habitaciones, penetrar en los pasillos, cruzar las puertas, escalar fachadas lisas etc. ¿Qué podrían significar la superposición de ese tipo de acciones de significación puramente simbólica en el juego?
Esos sueños de significación simbólica requerirán un tratamiento particular, y con ello otra manera de manejar el juego. A menos que el juego, a defecto de un ajuste en el sentido, pueda servirse de otras funciones, como jugar con las asociaciones del soñante sobre su sueño, o seguir el rastro en las circulaciones del psicodrama como lo desarrollaré más adelante.
EL YO EN EL SUEÑO
Por otros caminos vamos nosotros a tener que tomar en consideración a un tercer factor que contribuye a dar al sueño el aspecto de una producción construida y relativamente coherente; es lo que Freud llamó “la elaboración secundaria” y que él da como el cuarto procedimiento, después de la condensación, el desplazamiento y la exigencia de la figurabilidad.
Freud habla de algo que viene a poner el enlace entre los diferentes elementos del sueño. Es un factor que deja entrever la presencia del yo del soñante. Si el trabajo del sueño nos lleva al juego, el yo del soñante está omnipresente por la censura que él ejerce en la realización de deseos, es lo que nombramos como el oscurecimiento del mensaje. El yo está presente en el consciente del soñante, en lo que él cuenta. El paso del sueño a la historia del sueño no se hace sin limpieza y reacondicionamiento, sin apreciación en el sueño a ciertas de sus partes; de lo que se trata es de integrar los pensamientos en el trabajo del sueño.
Esta omnipresencia del yo en el sueño, tanto por el camino que él toma en el tejido del sueño como por las omisiones y variantes que se introducen en la historia del sueño, es un aspecto que debe ser explotado en el psicodrama.
Teniendo en cuenta que la escena del sueño no es una escena en el sentido de una situación que tiene lugar en el espacio-tiempo de la realidad, en tanto que nos situamos en el marco de una historia en la que alguien está tratando de dar cuenta de una experiencia. Es el yo en lo que él ofrece de resistencia al discurso inconsciente lo que nosotros vamos a tratar. Resistencia “en el sentido electrónico del término”, como dice Lacan en el sentido de eso que se ilumina o se apaga en el pasaje de ciertas cosas, de eso que permite o hace obstáculo en el pasaje de ese discurso.
Nosotros podemos decir que el juego no se dirige hacia el sueño sino hacia el yo. No se trata de clarificar el sueño sino de poder jugar la información que el soñante aporta sobre el sueño.
Está bien mirar al alma de las personas que aparecen en el sueño, pero no son las personas sino los “extras” condensados a menudo en los atributos pertenecientes a las diferentes personas, condensación que puede ser puesta al servicio de toda suerte de pensamientos y de diferentes deseos. Esto es así en la medida en que pueden estar ocultos los trazos identificatorios del yo, trazos aceptados o rechazados, que pueden emerger en el juego; tal vez sería bueno entonces cambiar las fórmulas cuando proponemos un cambio de rol. En ese sentido convendría decir por ejemplo, en vez de “usted quiere tomar el rol o el lugar de…”, decir “usted quiere ponerse en el lugar donde fulano está en el sueño”, esto puede dar una coloración diferente a este cambio y a lo que puede emerger de esto.
EL DISCURSO DEL INCONSCIENTE
Dejamos un poco al soñante para volver al sueño y a sus mensajes. El texto de Freud formula ejemplos de sueños a través de los cuales él analiza todos los procedimientos que utiliza el sueño para codificar su mensaje. Son maneras ofrecidas a nuestra sagacidad para aprender a descifrar el texto y a introducir los misterios de esta escritura en particular.
Entre estos procedimientos, me parece interesante revelar aquellos donde está la forma del sueño que es responsable de restaurar los enlaces lógicos. Así de un sueño constituido por dos partes distintas y sin embargo relacionadas, Freud dice que se trata de un pensamiento que involucra una proposición principal y una proposición subordinada. La parte más corta del sueño, generalmente la primera, contiene la subordinada, del modo de “ya que”, “dado que”; la más larga la proposición principal. El sueño principal puede también ser interrumpido por una secuencia que parece heterogénea para retomar después dando lugar a las formulaciones del tipo “allí está sucediendo alguna cosa diferente”, “allí yo estoy de repente en otro lugar”. Freud nos proporciona un ejemplo donde toda la primera parte del sueño refiere la paciente a su familia de origen con los elementos de juicio negativo, la segunda se relaciona con el arrepentimiento de no haber hecho un mejor matrimonio. Eso que Freud traduce por “puesto que yo soy de origen modesto”, o “dado el medio de donde yo vengo”, “yo no voy a tener el matrimonio que yo hubiera deseado”.
He escogido este ejemplo por su complejidad y porque muestra bien que es a través del descifrado, lo cual no implica que se pueda prescindir de la ayuda del soñante y de sus asociaciones para analizar el cifrado del sueño. Esto es así en un “va y viene” entre el contenido manifiesto del sueño y lo que nosotros podemos extraer del contenido latente, separando y luego desplegando los elementos constituyentes que se revelan poco a poco; para Freud la particularidad de este cifrado inscribe de sentido todo lo velado.
Así, de esta manera Freud nos proporciona muchos análisis de sueños para demostrar lo pertinente de su método, todo su trabajo consiste en descubrir los procedimientos donde utiliza esta figuración particular la cual se parece a una escritura, procedimiento donde él descubre que es el mismo que se fabrica para los síntomas. Por lo demás, él aplica al sueño el mismo método fértil que descubrió para el enfoque de los síntomas neuróticos, la asociación libre.
Una cosa que me tiene muy sorprendido, en el texto de Freud, es la energía, la constancia, la seguridad con la que él afirma a través de los ejemplos que nada de eso se puede tomar por una sentencia o juicio final, que un cálculo, un razonamiento, una argumentación no pertenece al trabajo propio del sueño. Que estos son ingredientes tomados de los pensamientos de la vigilia, introducidos en el sueño como construcciones o evocaciones de alguna cosa.
El uso que el sueño hace de los guarismos es espectacular.
Freud expone una formulación ejemplar: “el sueño no piensa ni calcula, ni juega, él solo dice bajo otra forma”. ¿Se trata de una forma, por otra parte, de expresión que se refiere a los pensamientos latentes, a los deseos rechazados, a los que el trabajo del sueño ha dado otra forma? No sería más justo decir que él les da una forma, ya que el cifrado precede al descifrado. Lo que no está en el sueño no puede ser extraído.
Tal vez esta fórmula no hubiera impresionado tanto si yo no hubiera encontrado todo esto bajo la pluma de Lacan, esta vez con una pequeña clave que le da una resonancia nueva: “el inconsciente no piensa, ni juega, ni calcula, pero él trabaja” (en Televisión). Aquí está el inconsciente en el trabajo del sueño, un inconsciente que trabaja en poner los pensamientos y los deseos bajo una forma que se parece a un lenguaje, un inconsciente que utiliza en ese cifrado todas las resonancias metafóricas y metonímicas de la lengua, un inconsciente estructurado como un lenguaje y que no es nada sin el lenguaje. De seguro, un inconsciente que no es pura reserva pulsional, una pulsión marcada por un significado que recorta el cuerpo según una arquitectura o una geografía que no tiene nada de anatómico.
Partiendo de las lecturas de Freud y Lacan, encontramos gran abundancia de símbolos sexuales en el sueño, encontramos que el sueño no cesa de dar forma figurativa al camino cuyo enigma de lo sexual trabaja el cuerpo, el pensamiento y el destino de cada uno. Sin duda es eso que, como dice Lacan, no cesa de no inscribirse, no cesa de figurarse a través de todas las metáforas que se inventan en cualquier lengua.
A partir de estas lecturas, tenemos la convicción de que es la lectura de la Traumdentung, que Lacan apunta, a partir del enigma del sueño y su lenguaje, su concepción del inconsciente. Igualmente apunta su carácter infinito, sin fin, de la interpretación del sueño, que nombrara “de real”, que forjará como objeto pequeño a.
COMO HACER CON EL SUEÑO EN EL MARCO DEL PSICODRAMA: EL JUEGO COMO ACCESO AL SENTIDO, EL JUEGO COMO TRAZA Y BORDE.
Retomando la tesis lacaniana, podemos decir que es el inconsciente el que trabaja en el sueño, y que él trabaja sin el conocimiento del sujeto. “Lo que significa el sueño, el sujeto, por esencia dividido, no puede articularlo”, escribe M. Safouan. Y él continua: “esta significación que nosotros no sabemos separar del acto y del momento donde ella se hace entender, constituye eso que Freud nombra los pensamientos del sueño, pensamientos que ninguno puede acompañar. Ahí se revela el funcionamiento de las palabras, el cual es diferente del discurso intencionado, función que no es ni de comunicación ni de comunión, sino de hacer entender la verdad”. Esto atestigua una autonomía del significante en el sujeto.
El sueño testifica que algo se produce por el inconsciente en el trabajo en la relación compleja con el yo del soñante y que a la vez incluido en el tejido del sueño en tanto que él contribuye a regularlo.
Aquí es donde se sitúa el desafío del psicodrama, al igual que el análisis frente al sueño. Entre lo que se dice en el sueño de la verdad del sujeto, sin su conocimiento, pero con la participación, la complicidad, la resistencia de su yo, y eso que él viene a decirnos, en el marco singular, con el deseo o no de saber algo.
Yo tengo prestado aquí una bonita formulación de Philippe Julie: “discreto en su luz, tenaz en su insistencia, la verdad habla por las formulaciones del inconsciente”; “¿cómo hacer con la verdad que habla de esta manera”?, se pregunta. “Pregunta práctica, llamando un saber hacer para desenvolverse un poco menos mal con ella”, se responde.
Vayamos al corazón de nuestra cuestión: ¿cómo hacer en psicodrama con el sueño que nos aporta un participante?
Nosotros necesitamos considerar el sueño aportado en psicodrama como una manifestación de la puesta en acto del saber inconsciente dentro del discurso que se desarrolla en ese lugar. No debe ser separado del contexto y del momento, por la paciente y por el grupo. Conviene entonces estar atento a eso a lo que se está identificado en tanto transferencia al psicodramatista y al grupo. No se trata de elevar el centro de atención, para suponer que nuestra clarividencia y percepción va a percibir algo de mucho significado. Os recomiendo los consejos de prudencia de Freud, en tanto no ceder a la ilusión de la coherencia y de la transparencia aparentes del sueño.
Antes de pensar en poner en juego al sueño, es necesario dar la bienvenida a la palabra sobre el sueño mismo, dentro del trabajo del grupo.
Nosotros podemos considerar esto con las apreciaciones que el participante pueda agregar: asombro, satisfacción, inquietud, perplejidad…como un significante más aportado por el sujeto que vienen a unirse con otros significantes en circulación en el grupo.
Retomo una secuencia marcada de un recuerdo real donde las asociaciones se pueden atajar a otras escenas e incluso a una escena infantil. Juego donde los cambios de lugar con los otros participantes pueden hacer emerger donde se sitúa el yo del soñante y bajo que característica identificatoria tanto denegada como deseada.
Juego que hace emerger un efecto o una porción de sueño olvidada por un levantamiento de la censura o una relajación de la resistencia del yo.
El doblaje del psicodramatista puede ser útil, al señalar puntuando un afecto, una palabra, una expresión que el fragmento del sueño viene a figurar y cuya asociación puede surgir gracias al juego. La elección puede llevar un elemento aparentemente anodino o marcado por un desenfoque o incertidumbre en el relato, como nos recomienda Freud.
Me parece esencial no olvidar nunca que es este un trabajo con un material que no es homogéneo con las situaciones que nosotros solemos poner en la representación. Para Lacan, no se trata de otra escena, hablando propiamente, ni de otro lugar psíquico, sino de la dimensión simbólica, la cual es de otro orden. Esta “se encuentra en un lugar gobernado por otras leyes locales, el lugar del cambio simbólico, que no se confunde, aunque él se encarne, con la dimensión espacio-temporal donde nosotros podemos situar los comportamientos humanos”.
El “él se encarne” debe entenderse en el sentido fuerte, con todo su peso de la carne y el cuerpo.
En el sueño, nosotros estamos confrontados más directamente a estas dos dimensiones que estructura a la persona, el yo y sus identificaciones, al significante y sus desfiladeros donde se repara y se nombra al Sujeto. Las dos son indisociables pero nosotros no podemos poner el acento más sobre uno que sobre el otro, sino en lo que se manifiesta. El objetivo debe estar no en cerrar el discurso, por una mala maniobra, sino en abrirlo, para que se prolongue.
El camino transitado a través de las asociaciones de los otros participantes puede también contribuir a apoyar el discurso del inconsciente en nuestro trabajo. Igualmente las palabras del observador, un destinatario apto para recoger y devolver ciertos aspectos del mensaje.
Aunque yo proponga una suerte de esquema de cómo acoger el relato del sueño en el psicodrama y de su acto en juego; las cosas pueden a veces pasar de otro modo y el acto en juego imponerse directamente como la sola manera de ajustarse a un decir imposible.
A veces al hacerlo jugar, podemos pensar, que le damos un contenido, un encuadre, un abordaje. Más allá o acá del sentido, el juego le puede decir alguna cosa, como un efecto de escritura que por el movimiento o el gesto que se despliega en el espacio hace trazo.
Pienso en una escena que ya comenté en una jornada de trabajo. Una paciente llega muy tarde, casi al final de la sesión, y dice: “yo he soñado pero no me acuerdo del sueño”. El psicodramatista se levanta y dice: “nosotros vamos a jugar”. Recepción y compilación de la paciente, de su decir a la forma negativa y de su sueño de los cuales muchos elementos le vuelven. Es una manera de agarrar ese paciente incomprensible y por el juego del sueño, un rastro o señal que le hace salir de su impase.
Pensé que podría ser fértil aplicar esta idea del juego del psicodrama, cuando nosotros no podemos hacer un desciframiento del sueño que no pueda salir solamente de la lectura de este.
En el juego nosotros representamos eso que no está ahí mediante el soporte del cuerpo en movimiento. Si bien podemos leer los trazos para descifrar el sueño, nosotros también registramos otras cosas que hacen trazo y grieta.
J. Bergés dice: “el sueño es el material privilegiado de las revelaciones de las inscripciones en espera”. Si de entrada el juego del sueño no tiene sentido, si podría hacer traza y borde…
De esta manera el sueño es psicodrama puede y es declarado como un mensaje encriptado cuyos retoños asociativos van a continuar produciéndose. Basta con confiar en el inconsciente e insistir en eso que se manifiesta. Finalmente recordar las palabras de Freud cuando nos recomienda: “nuestro esfuerzo para no disputar al inconsciente el cuidado de los dictámenes”