Dr. Pedro Torres Godoy[1]
RESUMEN: El sociodrama corresponde a uno de los tres grandes aportes de Jacob L. Moreno a la socionomía, la ciencia de los grupos, en conjunto con el psicodrama y el axiodrama. La aplicación del sociodrama en la formación y supervisión de los terapeutas sistémicos queda representado en la utilización de diversas técnicas de acción, tales como la escultura y otras técnicas psicodramáticas de amplio conocimiento por parte de formadores y formandos. La utilización de estas prácticas en el trabajo clínico con parejas, familias y grupos debería considerase como el lenguaje natural de los conflictos y soluciones, respecto de la conversación terapéutica, su complemento. Se requiere habilidad clínica, espontaneidad, sentido lúdico, creatividad y una disposición a la innovación para que un terapeuta incluya estas herramientas en su formación, supervisión y prácticas.
Debemos a Jacob Levy Moreno el legado de su obra. Los terapeutas sistémicos lo saben implícitamente. El trabajo psicodramático está inserto en la genética de la práctica sistémica. Recuperar con naturalidad la dramatización formativa, terapéutica y de aplicación clínica, fomenta un quehacer cuidado, ético y estético, al servicio de nuestros pacientes.
Introducción
Sociodrama, es una palabra compuesta y se refiere al socio, socium, “el otro”, y drama, del griego, acción. Su origen es similar al psicodrama, que se traduce como “psiquis en acción”. Jacob L. Moreno, desarrolló ambos métodos terapéuticos de acción, en forma simultánea. El primero orientado al grupo. El segundo, al individuo como miembro particular perteneciente al grupo. Los objetivos terapéuticos del sociodrama siempre apuntan al grupo, mientras que aquellos pertenecientes al psicodrama, se catalogan como objetivos primarios, orientados hacia el individuo, en que el grupo queda al servicio de aquel. Sin embargo, cada vez que se dirige una escena psicodramática centrada en un protagonista, en forma colateral, se generan procesos sociodramáticos grupales resonantes en cada uno de los participantes, así como también en la totalidad del grupo. Por lo tanto cabe suponer que sociodrama y psicodrama están intrínsecamente unidos y que no es posible realizar una división segmentada de su práctica, toda vez que en el trabajo psicosociodramático grupal, se están levantando, al mismo tiempo, dinámicas psicológicas individuales y grupales, que permiten orientar el trabajo hacia el individuo o hacia el colectivo, con temáticas que circulan sistémicamente. Ya sea como narrativas comunes o temas emergentes, se articulan armónicamente los mundos privados y públicos de los participantes, señalando a cada paso, la notable visión del creador del psicodrama cuando se refiere al co-inconsciente grupal.
Señalo que para el coordinador de grupo no es posible saber cuando está entrando en una dinámica psicodramática o una sociodramática. Seguramente la necesidad del grupo dará la señal experiencial para transitar por aquel o este camino. Al momento en donde el director cae en el vértigo del “no saber” como continuar, es lo que llamo “nodo”, o “puntada”, como si se tratara de un gran chal tejido a crochet, un reticulado, en donde dicho nodo, será fundamental para sostener la totalidad sistémica con vigor de chal andino, y al mismo tiempo correr el riesgo de transitar hacia un trabajo centrado en una persona o en el colectivo (Anderson H., 1999; Anderson H., Goolishian, H., 1996). En esta puntada es donde se visualizan al menos dos caminos. Por cierto pueden ser varios más. Un camino conducirá hacia la dramatización personal, es decir, se abre la escena hacia el mundo personal del protagonista, y será aquel quien estará al servicio del grupo en un primer momento. A través de la disección psicodramática de la escena central, suelen abrirse otras escenas de los participantes. El nodo entonces sugerirá sabiamente que el siguiente momento debe ser sociodramático, o sea orientado al grupo como totalidad.
No es posible definir con antelación si una sesión grupal será psico o sociodramática, ya que solo la dinámica grupal emergente a partir del caldeamiento permitirá deducir hacia dónde vamos conjuntamente como proyecto de trabajo, y en eso participa equitativamente el grupo, los auxiliares, el protagonista y el director. Es preferible utilizar la palabra sociopsicodramática, como unidad indivisible.
En este punto el grupo comienza a definirse como el socio, el socium, el otro. ¿De quién?, pues del director. Nos abrimos hacia la posibilidad de la co-terapia, uno de los dispositivos centrales de la práctica sistémica. A diferencia de lo que ocurre en la práctica psicodramática, en el trabajo sistémico, co-terapeutas (y opcionalmente equipo de supervisión o reflexivo) conducen la sesión. En el sociopsicodrama, ese binomio estará constituido por el director y el grupo, en una relación de colaboración, independiente de si en el rol de “director” haya una o más personas, (director, co-director, yoes-auxiliares). Se trata de un grupo que asume el rol de conductor y otro que juega el rol de conducido, y sin embargo ambos gozan de amplia vitalidad, de manera que pueden generar un lenguaje cooperativo, con un sentido de no-dualidad al servicio de la curiosidad, exploración, espontaneidad, creatividad e innovación, lejos de interacciones simétricas competitivas (Cavallé, M., 2008).
En la práctica sociopsicodramática tanto director como grupo están definidos por sí mismo y entre sí mismos. Quiero decir con esto que al interactuar el director con el grupo, aquel comienza a definir su actuar en relación a como el grupo va respondiendo; al mismo tiempo el grupo responde a cómo el director se plantee frente a él, tanto en el proyecto de trabajo, los objetivos a alcanzar, la aplicación de tal o cual técnica y el producto final de la dramatización. Utilizo la metáfora del surfista sobre la ola del mar o del parapentista y el viento. Ambos planifican y planean la ola y el viento con delicadeza y arte, y su actuar, aciertos, errores y vulnerabilidades, son definidos por aquellas. Pero al mismo tiempo ola y viento no dejan de sufrir al menos una mínima perturbación, dentro de su inmensidad, por ese par diminuto, hombre y vela, que altera su curso, aprovechando su fuerza. Por lo tanto si comparamos lo que subyace en el co-inconsciente familiar y grupal, con el viento y la ola, aquellas fuerzas ya estarían pre-dadas en la deriva natural de su actuar, sentir y pensar. Lo que podemos hacer como psicodramatistas sistémicos, es aspirar a la justa y precisa perturbación, como para generar un cambio tan dramáticamente mínimo que sea homologable a que una parte de esa ola y viento “surfee o planee” sobre la perturbación que propone el terapeuta, en el momento y tiempo preciso, para que el curso de esa columna de agua y viento, cambie. Si solo una zona local de esa sección cambia, estamos en presencia de un cambio de primer orden. Si cambia una zona amplia, sectorial o general de la ola, en ese pedazo de mar y cielo, podríamos estar en presencia de un cambio de segundo nivel, o sea de tipo estructural, a escala humana. Si provienen aun más cambios, como del oleaje, las mareas, fuerzas submarinas, vientos planetarios, tormentas y de otros grandes fenómenos climáticos a nivel cósmico, estaríamos en presencia de cambios superiores, de nivel supra-humano, tales como los fenómenos que son consecuencia del calentamiento global, catástrofes naturales y otras.
Tomaremos con humildad nuestro quehacer, frente a la potencia de familias y grupos, entrampados en disfunciones crónicas, y aspiramos a que nuestra intervención sistémica se traduzca en un acto colaborativo que busque el cambio desde el interior de las culturas locales de cada miembro y las familias en particular, utilizando sus palabras, sus códigos y sus significados, dejando que el modelo y la teoría (o las teorías) sólo nos acompañen en este actuar, como soportes explicativos de la complejidad humana. Seremos capaces de movernos entre teorías afines a nuestro experienciar como terapeutas, centrando toda la energía en planear juntos, terapeuta y familia, y el cómo llevar a cabo dicha intervención. Observe que el verbo “planear” significa planificar, preparar, tener una pauta de trabajo basada en teorías y modelos, lo que es siempre recomendable; también planear como planeador, que enfrenta la mejor corriente aérea o marina, transformándola en una verdadera carretera apta para el goce estético del arte de curar, en donde control y riesgo forman un binomio ineludible, que activa curiosidad y vértigo. Esto implica no contar con anticipaciones que nos aseguren los actos de triunfo. En este escenario solo queda disfrutar la experiencia, el viaje, la improvisación, la aventura, muchas de ellas sin retorno, como la emprendida frente al trabajo de duelos con parejas y familias, divorcios, enfermedades graves y migraciones (Kesselmann, H., 1999; Gendlin, E., 1999; Alemany, C., 1997).
¿Fue Jacob Levy Moreno un cibernetísta de primer o de segundo orden?
Si bien el psicodrama hace su aparición en los Estados Unidos en la década de los años 20, venía desarrollándose en Viena en años anteriores. Su creador, Jacob Levy Moreno, médico psiquiatra, nacido en Rumania, inicia trabajos con grupos marginados: niños de la calle, prostitutas, presidiarios. Su interés fundamental es, en ese entonces, crear una teoría de las relaciones interpersonales basada en las atracciones, rechazos e indiferencias, generadas entre personas que no se conocen previamente, o sea sin historia relacional, lo que llama tele, fenómeno interpersonal que se sitúa en el campo de lo pre-relacional. Por lo tanto tele, se refiere a efecto a distancia (positivo, negativo o indiferente), que sucede entre los seres humanos y que generara criterios de asociatividad para la vida en pareja, trabajo, y otras instancias en donde las personas deben operar en equipo. Sobre esta base descubre la sociometría, que muchos consideran uno de los fundamentos teóricos centrales del psicodrama, en conjunto con la teoría de roles, el binomio espontaneidad/creatividad, la filosofía del momento, el encuentro, y la expresión individual y colectiva por medio de la acción y lenguaje escénico.
En el modelo sistémico se entiende por cibernética a la ciencia de la pauta y la organización. Cibernética simple es aquella referida a los sistemas observados, es decir, a aquellos que excluyen la influencia del observador en la descripción de los fenómenos sistémicos. Por cibernética de la cibernética, o de segundo orden, se considera aquella que tiene que ver con los sistemas observadores, o sea, aquellos que incluyen al terapeuta en la observación, como biografía y persona, en las descripciones y consecuencias de ellas, así como las intervenciones y modificaciones del sistema generadas a partir de aquel.
Si Moreno fue un cibernetista de primer o de segundo orden, es un punto que podríamos debatir, a la luz del contexto en el que se desarrolla el psicodrama en la primera mitad del siglo pasado. En 1930 bajo el título: “Terapia interpersonal y psicopatología de las relaciones interpersonales”, publicado en Sociometry. A Journal of Interpersonal Relations, Moreno publica un trabajo acerca de la utilización del psicodrama en situaciones de triángulo amoroso en parejas matrimoniales (Farmer, C., 2004). Lo mismo sucede en tres extensos capítulos del libro: “El Psicodrama. Terapia de acción y principios de su práctica”. Aquí desarrolla un abordaje psicodramático a parejas matrimoniales en donde el hombre se encuentra en una relación de infidelidad respecto de su esposa, de quien se divorciaría (Moreno J.L., 1995).
Interesado en los métodos de Moreno, Nathan Ackerman, quien tuvo algunos encuentros con aquel alrededor de 1940, plantea en dos importantes asociaciones americanas de psicoterapia, la necesidad de investigar e incluir la nueva ciencia llamada psicopatología social, inspirada por Moreno, sin obtener, en ese momento, eco alguno. Posteriormente Ackerman funda en Nueva York el instituto que lleva su apellido, uno de los más importantes centros formativos en terapia familiar, vigentes hasta la actualidad (Farmer, C., 2004).
Podríamos señalar que el sociodrama que Moreno aplica a situaciones de conflictos matrimoniales, queda a medio camino entre la cibernética de primer orden y la de segundo orden.
Al revisar los textos terapéuticos, ya sea de los pacientes, de los yoes auxiliares y en particular los comentarios de Moreno como director psicodramático, se comprueba esta hipótesis. Las viñetas están planteadas como entrevistas en el escenario a los protagonistas, y secuencias de dramatizaciones del tipo “producción auto-dirigida”, una de las primeras modalidades del psicodrama en la cual el sujeto inicia prácticamente todas las acciones que emergen durante la producción y, en cierta forma, estimula todas las acciones e ideas del yo auxiliar y del director. (Moreno J.L., 1995)
Esto queda algo más en evidencia cuando señala Moreno la forma como debe aprender el yo auxiliar a ejecutar su rol:
“El yo auxiliar debe aprender a separarse tanto como pueda de todo factor perteneciente a su propia vida colectiva que pudiera inclinarlo hacia una u otra de las culturas retratadas. Puede ser preciso realizar un elaborado entrenamiento de la espontaneidad antes de que sus propios conflictos colectivos, dejen de afectar su función como auxiliar en este aspecto de las relaciones interculturales. Sin embargo, la preparación y el entrenamiento más cuidadoso del director y de los yoes auxiliares no logrará transformarlos en estereotipados receptores de roles. Pero debería proporcionarles una base sólida, para llevar a cabo un difícil proyecto social y cultural” (Moreno J.L. 1995).
Por lo visto Moreno se fía del factor espontaneidad para salvar toda influencia personal del director y auxiliares, en el fenómeno observado y en el resultado de dicha intervención. Pensamos que la espontaneidad no es suficiente ya que aun en los casos de recepción del rol (rol dado), con guión, libreto e incluso planta de movimientos, como los textos teatrales de los actores, el factor personal, o sea, la historia, aparece imbuida en la historia del personaje. El matiz que cada actor le da a su personaje es único, como si se tratara de una marca genética que hace que, en el teatro, un mismo personaje que por alguna razón fuera representado por más de un actor en momentos diferentes nunca sea el mismo (por ejemplo, cuando se reemplaza al actor titular, enfermedad o ausencia, otras funciones distintas a la del estreno). Ese personaje tendrá un genotipo como miembro de la clase “actores”, nunca similar; por otra parte, el fenotipo, es decir, el cómo se representa ese personaje frente a ese público en esa función, será levemente diferente, sutil y al mismo tiempo diferente en su identidad, ya que no se trata ni de actores, personajes o funciones clonadas, aunque como las grandes obras de la dramaturgia universal, el texto si lo sea. La espontaneidad y la creatividad dotan a esos actores y personajes de la exclusividad de lo creado, algo así como la naturaleza que emerge en el mismo lugar con la misma vegetación por primera vez, después de que el territorio fuera arrasado por un tsunami o erupción volcánica. El resultado de dicha ejecución será bellamente diferente, lo cual nos asegura estar habitando un mundo natural y humano. No de máquinas.
En el caso del rol jugado (interprete de roles), el auxiliar tendrá más grados de libertad para crear desde sí mismo el personaje. Y lo creara de los datos recibidos por el protagonista, y también de su propia biografía. En este caso la presencia de la vida del actor-auxiliar será más relevante que en caso anterior, el de receptor de roles.
El creador de roles goza de un amplio margen de libertad en todo como lo que le sucede a un auxiliar muy bien entrenado o a un actor de teatro espontáneo en el sentido máximo, una especie de “vidente” que, con gran conexión sistémica relacional, ofrece su psiquis y su cuerpo como un médium por el cual circularán las energías familiares, datos, nombres, personajes, historias, anécdotas, traumas, acontecimientos diversos centrales o marginales, imágenes, escenas y acciones que sustentaran el libreto sobre el cual creara el rol, con la convicción total de que su intuición correlacionará amplia y muy cercanamente con el libreto del protagonista. Incluso de aquellos protagonistas de un colectivo que permanecen velados, como fotografías en negativo, aquellos que son portadores de la historia mítica de dicho grupo, de lo “no contado”, de lo ausente pero implícito, aquello que se resiste en ser desvelado a destiempo, y espera con sabiduría, el mejor momento para mostrarse en toda su magnitud.
El psicodrama moreniano o clásico se desempeña desde una epistemología lineal progresiva, causal-determinista, que se mantiene desde los tiempos de Moreno. Esto significa que pocos trabajos de los psicodramatistas contemporáneos han buscado la integración con los avances de la terapia sistémica moderna y de la visión circular cibernética. Notables aportes, sin embargo, en este sentido se los debemos a autores españoles y brasileños, quienes han desarrollado el concepto de sistema-escena, proyección de la técnica de la escultura hacia una mirada psicodramática sistémica integral e integración conceptual del psicodrama con cibernética de primer y segundo orden (Poblacion P., López Barberá E., 1997 Dáñelo Seixas M. R., 1992, Firmes C., 2004).
Con todo nos parece insuficiente. Por ejemplo, al hablar de psicodrama vertical, se refiere a verticalidad descendente, o sea regresiva en el tiempo, como si el pasado estuviese “abajo”, en “la profundidad”, o detrás, a espaldas de nuestro cuerpo y vida, y el futuro estuviese adelante. De manera que la técnica del encadenamiento de escenas, a través de la dramatización, permite viajar a este supuesto pasado, en un periplo dramático regresivo que lleve a la primera infancia, sus recuerdos distorsionados y nuestros ancestros, de manera que allí (en el allá y entonces de la vida o en el aquí y ahora psicodramático), se produzca la catarsis de integración y la re-matización vincular, para volver al presente, remozado. (Blatter A., 2005)
Bajo esta misma óptica se podría hablar de un psicodrama vertical ascendente, si aceptáramos la circularidad del tiempo. Utilizando la imaginación y la fantasía, función hiper-desarrollada en la actividad psicodramática, podemos encadenar escenas hacia el futuro, escenas inexistentes, ficcionales ciento por ciento, re-matrizar temas vinculares propios de futuro o de nuestros post-cestros, “arreglar” nuestra vida en el futuro, y retornar al presente, cambiados. Por cierto esta circularidad del tiempo, ya conocida por la física cuántica desde hace muchos años, no es atisbada por el psicodrama clásico. De allí es que nuestro psicodrama requiere urgentemente una mirada renovada bajo los actuales paradigmas de la complejidad que la terapia sistémica ha tomado contundentemente, por medio de la visión postmoderna de los procesos terapéuticos.
Otro ejemplo puede ilustrar esto. Tradicionalmente la escena psicodramática suele estar vinculada solo al protagonista. Es esa escena la que se trabaja en la sesión. Se espera que las resonancias de otros miembros del grupo sean abordadas en la misma escena del protagonista o en el momento del compartir. Sin embargo hay situaciones grupales en donde no solo aparece otra escena co-protagonica, sino también una tercera escena, que tiene menos elección sociodramática, que suele llamarse deuteroagónica, siguiendo la nomenclatura teatral. Suelo trabajar estas escenas, antes o después de trabajar la escena protagónica. No es necesario asumir una linealidad sociodramática en el momento de desplegar la escena. Lo importante es jugar las escenas. Con sorpresa hemos advertido, lo cual no es novedad por el concepto del co-inconsciente colectivo, que estas tres escenas tiene una conexión notable. Es como si se desplegara una especie de sueño en tres actos, como en los grandes dramas, en donde acto I, II y III, formaran parte de una obra mayor, aquella que pertenece a ese grupo en particular, en ese momento de su historia y de las historias personales de cada participante. En ese preciso contexto, la obra se develará, como en una estructura onírica, conectada con la biología misma del ser humano. En éste punto es probable que el trabajo terapéutico roce con la dramaterapia.
Las escenas que he mencionado siguen siendo escenas centrales, con mayor elección sociodramática. Pero ¿Qué ocurre con las escenas marginales?, aquellas que tienen escasa o nula elección. El psicodrama tradicional las desecha o las juega (más bien las conversa) en el compartir verbal y no en la dramatización. Esas escenas marginales (o aún extra-muros), representan no solo a los individuos con índice télico negativo, sino también a la marginalidad, valga la redundancia, a los desplazados, a las minorías, a los sin voz. Muchas veces tampoco tendrán eco en el compartir, sino serán voces silenciadas que podrían aparecer en “la calle”, en el extra-grupo, en los pasillos (Martínez-Bouquet CM., 2005). Si no aparecen en el compartir voluntario habría que instigarlas, para que emerjan en el espacio psicodramático. En eso el psicodrama se ha quedado ajeno al profundo rol social con que el que Moreno soñó. En estos casos la dramatización sería agenciada por el poder de la escena mayoritaria. Aquellos miembros cuyas historias tienen más peso sistémico en el inconsciente colectivo, son arquetípicamente luminosas. Ese volumen suele transformarse en opresión, en deseabilidad triunfalista, en discriminación hacia quienes viven historias o escenas magras, no vistas. El teatro espontáneo ha demostrado notables aportes en este sentido; ha sido muy facilitador el poder dar voz a seres y grupos marginados por medio de un formato o dispositivo como el teatro espontáneo en sus diversas formas.
La dialéctica conversación / acción
En el trabajo psicodramático sistémico se establece una dialéctica entre la conversación y la acción, o sea lo dramático. Ambos están supeditados a un orden de recursión mayor que los implica: el lenguaje y la terapia. Se trata de contextos y metacontextos que contienen desde acciones simples hasta interacciones y coreografías. Por ende el lenguaje, sea verbal o no verbal, digital o analógico, contiene la expresión de éste en el contexto terapéutico y en la interacción sistémica por parte del terapeuta y/o equipo de co-terapeutas, de supervisión, yoes auxiliares, con la pareja, familia o grupo.
Bajo este prisma se entiende terapia como “un contexto en el que pueden alterarse las premisas sociales, por lo común inconscientes, relativas a la puntuación” (Kenney B., 1987).
Las intervenciones psicodramáticas en la terapia sistémica suelen realizarse en el contexto de la conversación terapéutica. Se trata de intervenciones puntuales, como picotazos de acción, que buscan sorprender a la familia, sin generar sospechas ni resistencias relativas a esta nueva actividad. Estas puntadas dramáticas hacen que parejas, familias y grupos entren en acción, entendida esta como activación corporal, movimiento, desplazamiento físico, interacciones. No es suficiente la “acción” mental que subyace a toda conversación motivadora o confrontacional. En este caso el cuerpo (y la mente) permanece en el nivel discursivo, que coexiste en relación dialéctica con el nivel escénico. (Martínez-Bouquet C.M., 2005). El nivel dramático y escénico, aportará a los pacientes una dimensión nueva para la comprensión de sus problemas. Sin embargo el grueso de la intervención sistémica persiste culturalmente como intervención conversacional. Será porque estamos más socializados y entrenados para conversar, y poco o nada para dramatizar. Paradójicamente la vida humana se da en la acción y en las escenas. Nacemos en escenas, vivimos en escenas y morimos en escenas. Los conflictos de pareja y familiares suelen ser “escenas” -“Me hizo una nueva escena”, dicen algunos pacientes para referirse al comportamiento de su pareja en su último conflicto-. Y sin embargo en la terapia sistémica “hablamos y conversamos” acerca de los problemas y de sus soluciones. Es herencia del psicoanálisis que hipertrofia la palabra, en desmedro de la acción.
Hago una distinción en subrayar que lo que buscamos es el drama, o sea acción, la dramaticidad como hecho complementario a la conversación, al contar historias y cuentos, a la narratividad.
Deberíamos referirnos a esto como accionabilidad. No actuación. Esta queda confinada a las salas de teatro en donde se representa y exagera la mimesis o imitación de la realidad que el teatro muestra al público con el fin de exacerbar una historia representable convertida en mito. En nuestro caso la dramaticidad o accionabilidad se refiere a la vida misma, al sufrimiento y dolor del ser humano en el escenario terapéutico.
Por lo tanto en la formación de futuros psicodramatistas sistémicos debe existir un equilibro entre el quehacer narrativo con el quehacer dramático, en la medida que nuestros clientes lo permitan. No debemos olvidar que en las culturas locales del público en general la dramaticidad aun no está socializada, toda vez que la enseñanza de estas habilidades en los colegios e incluso en la universidad, atentan contra esta manera de aprender conductas, emociones y nuevas formulaciones acerca de los conflictos y sus soluciones.
Volviendo a las intervenciones psicodramáticas en terapia sistémica con parejas y familias, son acotadas y procuran que en pocos segundos la pareja o familia experimente una dinámica diferente a la conversación. El terapeuta psicodramático – sistémico “entra y sale”. Se pueden rotular como ejercicios. Existe un error metodológico cuando el psicodramatista asume que por el hecho de tratarse de una terapia de acción, la pareja o familia debe estar en escena por más tiempo que permita su cultura lo cual puede generar angustia e inhibición y el binomio espontaneidad/ creatividad cae. Aquí es diferente al trabajo de grupo psicodramático en que la mayor parte del tiempo se está en dramatizando y en escena.
Una propuesta clasificatoria de técnicas psicodramáticas aplicadas al trabajo sistémico con parejas y familias
Según se trate de técnicas de acción simple, de interacción y coreográficas (interacción de las interacciones, generando pautas); se pueden describir en base a la observación directa y a la respuesta experiencial que su aplicación provoca en el psicodramatista, respecto de sus niveles y multiniveles de comunicación, en tanto experiencia basada en los sentidos y complejidad de su aplicación e interpretación semántica; se trata de una forma de clasificación despojada de abstracciones teóricas, para fines prácticos (Kenney B., 1987).
Bajo esta óptica las podríamos ubicar, según niveles de complejidad ascendentes:
- Técnicas de acción simple: Soliloquio, aparte, entrevista, concretización, amplificación, doblaje, espejo.
- Técnicas de interacción: Cambio de roles, interpolación de resistencias.
- Técnicas coreográficas:
-Estáticas: Fotograma, genograma, esculturas, cartas.
-Dinámicas:
- Bidimensionales: Personajes, máscaras, encadenamiento de escenas, esculturas móviles (Calvente C., 2002).
- Tridimensionales: Escenificaciones simultáneas, re-tramatrización, teatro playback, progresión teatral (playforward) (Torres P., 2011).
- -Multidimensionales (multicontextuales): Duograma / duodrama, genoaxiodrama, teatro de re-significación, pro-regresión teatral, multiplicación dramática, dramaterapia, narradrama, rituales terapéuticos (Torres P., 2011, Mezher A., 2001; Arcelloni T., Ferrero G., 2009; Sintes R., 2008; Jenning S., 1994, Dunne P., 2006).
Ejemplo práctico:
Se utiliza la técnica de re-tramatrización en el contexto de un taller de supervisión de psicodramatistas sistémicos. Esta técnica fue desarrollada por A. Liberman y presentada en el 1º Congreso Iberoamericano de Psicodrama en Salamanca, en 1997. Por re-matrizar se entiende el crear una nueva matriz vincular para el cambio, y se logra por medio del psicodrama vertical descendente, hasta dar con la escena nuclear conflictiva, generalmente situada en la niñez (Bustos, D., 1975).
La re-tramatrización se refiere a cambiar las tramas, las historias, o más precisamente, cambiar el significado de las historias. Requiere para su implementación:
-Partir de los pensamientos y sentimientos individuales, hilos y tramas.
-Se externalizan por medio de una narración escrita, personal.
-Luego este texto personal se hace circular por el grupo, de manera que sea re-escrito esta vez en un lenguaje escénico, como una dramaturgia (re-trama).
-Se prepara y ejecuta una puesta en escena con la historia re-tramatrizada.
Por lo tanto si bien la historia conserva algunas características originales, va a ser modificada por otros miembros del grupo, conservando su identidad, de manera que el dueño de la trama, pueda reconocer parte de su historia. En este caso el grupo depurará, podará o aumentara el follaje de dicho relato, no hasta el punto de hacerla irreconocible, de manera que vuelva al autor procesada y metabolizada por el grupo.
-Finalmente se pasa a la representación. Hago un distingo entre dramatización y representación, en la medida que ésta se encuentra a medio camino entre la acción dramática inicial, única e irrepetible, y la obra teatral conservada, agenciada por, y patrimonio de la cultura. La representación viene a ser un intento de capturar al público a través de la repetición varias veces, con modificaciones menores que buscan movilizar emocional y cognitivamente a los participantes del grupo.
-Para concluir, mientras permanecen en el escenario, los actores que representaron la re-trama, pueden expresar al dueño de la historia lo que les fue ocurriendo, experiencialmente a medida que avanzaban con la representación y evolucionaban los personajes. También el protagonista puede preguntar más acerca del vivenciar de los auxiliares, y eventualmente entrar a la escena para lograr la catarsis ética, o sea del actor, considerando que al observar la ejecución de los auxiliares y ver su historia re-tramatrizada y presentada en el escenario, suele vivir una catarsis estética, como las de la tragedia griega. A esto se llama teatro de re-significación, y fue descrito por el brasilero Silva Junior, en 1996. (Herranz T., 1999)
Las tramas
Del trabajo con un grupo de supervisión sistémico psicodramático se producen las historias correspondientes a cada participante. La consigna para extraer esas historias a partir del mundo privado personal del terapeuta es “situarse en un espacio y tiempo en donde tu vida personal haya experimentado alguna historia significativa central o marginal, que tenga que ver con tu rol como terapeuta. Una escena que quieras dramatizar y compartir grupalmente en este taller”. Se deja abierta la posibilidad de que cada participante elija algún relato dificultoso, trágico, alegre o de triunfo terapéutico, así como también queda abierta la posibilidad de contactarse con relatos marginales, o magros, aparentemente sin importancia. Los textos se hacen circular entre los tres subgrupos en el sentido de las manecillas del reloj. Luego cada grupo “receptor”, elije uno de ellos. (Existe una modalidad de la retramatrización en donde el grupo receptor mezcla las historias y queda una historia mixta, compuesta por pedazos de las demás. Debe contar con una cierta lógica lineal para tener coherencia a la hora de la representación). El grupo procesa la historia narrada hacia un guion para ser representado. Una vez más, esta vez los guiones circulan en el mismo sentido hacia otro grupo receptor, y este comienza los preparativos para la representación. El (o los) dueños de las historias serán espectadores de sus tramas representadas. En el caso de fundir las historias puede ocurrir que a más de alguno de los actores le toque representar parte de su texto.
Las re-tramas y el teatro de re-significación.
La retramatrización comienza con la primera rotación de historias, y se exacerba con la representación del guión. Cuando el texto pasa por el actor, y este a su vez lo vive en el escenario ficcional de la representación teatral, es capaz de comentar al dueño de la historia su sentir y vivenciar al estar convertido transitoriamente en aquel personaje. Este proceso recibe el nombre de teatro de re-significación, ya que se trata de un nuevo momento para significar los acontecimientos.
A modo de ejemplo, de los tres textos jugados en escena, elijo aquel con mayor potencialidad dramático, el texto y representación ícono que dio paso a la siguiente multiplicación dramática correspondiente a la supervisión de una terapia de parejas en donde el tema era la infidelidad del esposo.
Texto:
“Ella está en Valparaíso, sola…. se encuentra a punto de parir… ese día siente contracciones. En el puerto hay un ambiente festivo, de vísperas de año nuevo. Su madre está a punto de llegar de otra ciudad para acompañarle. El hospital Van Buren, es frío, inhóspito, de paredes blancas y deslucidas. Permanece acostada en una gran habitación gris. Al despertar comprueba que su bebe ya no está en su vientre. Se angustia, quiere verla. La enfermera de sala le comenta que fue una niña. Pronto la traerán a sus brazos. Ahora siente pena. Esta sola, en un lugar desconocido. La fiesta está comenzando en las calles. Viene el nuevo año.”
Guión:
- Personajes: La madre, la mujer joven, la bebé y la enfermera.
La acción transcurre en el hospital Van Buren de Valparaíso. Es vísperas de año nuevo. El ambiente externo festivo, contrasta con el interior triste y lúgubre. En una habitación del recinto yace una mujer a punto de dar a luz. La acompaña su madre.
- Madre: “Pensar que estamos en vísperas de año nuevo, la gente anda feliz y nosotras en este hospital inmundo”
- Mujer joven: “No es momento para pensamientos tristes. Es momento de alegría. Voy a tener un hijo. Viene el año nuevo y una vida nueva”.
- Madre: “Pero esto no es lo que quería para ti. Este lugar lúgubre…”
- Enfermera (examinando a la parturienta): “Ha llegado el momento. Usted, la madre, salga por favor de la habitación”
Un rato después…
- Mujer joven: (despertando de la anestesia mientras se toca el vientre aplanado): “¿Dónde está mi bebé? ¿Dónde se la llevaron?, -dice angustiada-.
- Enfermera (entra): “No se angustie señora, ¡es una niña!, es my linda. La traerán enseguida.
- Mujer joven: “¡Una niña, una niña, estamos solas! ¡Estamos solas!
Entretanto, afuera, en la calle, se escucha una gran algarabía. Había llegado el año nuevo.
Conclusiones
La formación sistémica de futuros terapeutas de parejas, familias y grupos, constituye un desafío creciente. Nuevas técnicas provenientes de derivaciones del psicodrama, vienen a aportar más dinamismo tanto a la formación tradicional en psicoterapia, como a la formación sistémica y psicodramática en particular. La técnica de la escultura ha sido el ícono del entrenamiento de terapeutas sistémicos y requiere nuevos bríos. La potencialidad de este método puede duplicarse e incluso multiplicarse cuando facilitamos que, en el escenario psicodramático de la formación sistémica, hagan su aparición estas nuevas tendencias con espontaneidad, delicadeza estética, creatividad e innovación. También parejas y familias aceptan este nuevo lenguaje con naturalidad. Dependerá de los terapeutas el saber cómo implementar un determinado método en un espacio y momento nodal del proceso. Extendemos nuestra mirada a los grupos, más allá de parejas y familias, porque hoy día es normal ver cómo diversos grupos ejercen de sostén afectivo y de reguladores emocionales en una sociedad cada vez más dispersa. En esta nueva sociedad comienza a tener mucha importancia lo marginal, el borde o liz, lo que esta fuera, lo excluido. Las técnicas de acción aplicadas a la terapia sistémica nos permiten visualizar con mayor holgura esos recovecos extramuros y trabajar con ellos a partir de la filosofía de la inclusión y el descarte de la exclusión tácita. Las ideas, los pensamientos y las prácticas terapéuticas no deben estar al servicio del poder de quienes están permanentemente en la testera, aplicando técnicas, teorías, o dictando normas de cómo hacer la vida. El tiempo de incluir a todos, en forma amplia, sin discriminaciones, ya está aconteciendo. Pensamos que las técnicas de acción psicodramática son excelentes herramientas para ampliar la visión del mundo sistémico con la que debe operar todo terapeuta. Los valores jugados en este desafío son la equidad, la reciprocidad, el reconocimiento, lo estético, la colaboración y la humildad frente a magnificencia de las sabidurías colectivas.
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[1] Médico psiquiatra, terapeuta sistémico y psicodramatista, diplomado “dramaterápia: fundamentos y prácticas”, escuela de postgrado facultad de artes universidad de Chile, escuela de psicodrama y dramaterapia de Santiago, Edras – Chile, socio titular y vocal de enlace iberoamérica, asociación española de psicodrama (AEP), socio titular international association of grops psychotherapy (IAGP)