Paqui Alcaraz *
Resumen: Este artículo intenta una aproximación a la atmósfera espacial-temporal que posibilita el encuentro y la interacción entre el significado y significante en el juego psicodramático.
La definición lingüística de significado[1] se atribuye a la significación o sentido de las palabras o frases, concepto que, como tal, o asociado con determinados connotaciones, se une al significante para constituir un signo lingüístico.
En las ciencias del lenguaje, al significante, también se le relaciona con un componente material o casi material del signo lingüístico que nos transporta una imagen que puede conformar la palabra hablada a la que se le da una representación mental; a dicha representación, la identifican como significado.
En su obra, Ferdinand de Saussure[2] explica que el signo lingüístico está constituido por un significante y un significado. El significante es el que designa; el significado, lo designado. El significante marca la diferencia y se determina por las fronteras que se establecen con otros significantes.
El concepto de significante ocupa un papel central en la teoría de Lacan (1957), ampliando no sólo a las palabras, sino también a los objetos, las relaciones y los síntomas. Un significante es tal cosa cuando ha sido inscrito en el orden de lo simbólico, orden necesario del lenguaje y de la ley. A través del lenguaje se construye el sujeto, a través de la ley, se integra en la cultura.
Deducimos de lo expresado hasta el momento, el papel del significante en el juego psicodramático que nos ocupa, su importancia. Casi podríamos apuntar que el significante es el que manda, y además, puede remitir a significados diferentes, a significados inconscientes.
¿Cómo se articula la diada significado-significante en el grupo? A través de la escucha terapéutica en el discurso grupal. El terapeuta debe escuchar al grupo como analista y restablecer, más allá de las contradicciones o las rupturas, la continuidad del sentido, es decir, ayudar a construirse[3].
El acompañamiento narrativo del animador, posibilita el movimiento de la cadena asociativa de significantes. El estilo de narración, el juego de palabras, se desarrolla en función de la formación, vivencias y seguridad que cada cual aporta desde el enclave teórico en donde se ubica. Hilvana las posibles escenas, crea intersecciones en la cadena asociativa a través del hilo conductor, del significante. Atender, supone la “no comprensión”. Al comprender damos un sentido que funde la cadena. Estamos preparados para la comprensión, pero nuestro entrenamiento tiene que ver con la no atención, no sintetizar, no interpretar, no dar un significado.
Volviendo a la lingüística, Charles Sanders Pierce (1872-1875), define un tercer elemento del signo que completa una triada. Introduce la relación entre significante y significado.
Al grupo de psicodrama, le acompaña un espacio, un tiempo, una hora, un clima, sillas, espejos imaginarios, etc. Mientras un yo auxiliar intenta transportarse con las palabras, se oye el crujir de una silla de madera, algún otro miembro de la sala levanta la mirada, alguien saca un pañuelo y seca su frente, no queriendo dejar que el mensaje surja. Sin darse cuenta, ese pañuelo de color rosa produjo un movimiento en el inconsciente de su compañero. Le llevó a una edad temprana, en el camarote de un barco, mareado, mientras su mamá le cuidaba. Con una mano, apoyaba un pañuelo rosa en la frente para secarle el sudor, con la otra, le mojaba nuca y labios. Se mueve la atmósfera invisible que materializa los silencios. Atmósfera espacial temporal que eclipsa la sala, permitiendo el viaje al mundo interno, en un continente, país, ciudad, habitación, casa…
La mujer subió al piso de arriba. Durante los minutos siguientes, Julio la escuchó ir de un lado a otro. Resultaba imposible averiguar qué hacía con aquel ir y venir, pero los ruidos que producía eran los pensamientos de aquella casa. Y aquella casa pensaba de manera confusa. Más que ideas, producía obsesiones. El discurso terminó con una descarga de la cisterna que sonó en el salón como si los desagües estuvieran al descubierto[4].
Balancean significado y significante, se columpian entre sonidos, silencios, suspiros, bostezos, piel, cabello, tela, madera, cuadro, espejos, brillos, luz…
Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.
Donde se creó la primera luz
germinó la semilla del cielo azul
volveré a ese lugar donde nací.
De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo,
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.
Viento que en su murmullo parece hablar
mueve el mundo y con gracia, le ves bailar
y con él, el escenario de mi hogar.[5]
La particularidad del discurso es la comunicación entre sí de los participantes. Cada frase, cada palabra, cada representación, hace surgir otra frase, otro significante, otra representación. El animador, acompaña de forma especial al significante mayor, empeña la posibilidad de redefinición del pasado, para construir una escena desde el sí mismo del protagonista en relación con los yo auxiliares. Proceso constante de construcción y deconstrucción.
El ser humano se comunica de forma digital y analógica. El modo digital, las palabras, expresan el contenido, la información respecto a los objetos. El modo analógico, la relación, coincide con el lenguaje no verbal, los movimientos corporales, la postura, los gestos, la expresión facial, el ritmo, la cadencia de las palabras y los indicadores comunicacionales que aparecen en el contexto de la forma más abstracta (Watzlawick, 1981).
El relato es demandado por el animador a los participantes del grupo. Uno de ellos se lanza al vacío con frases tales como, “no sé cómo expresar lo que me está pasando”, “no tengo palabras para describir lo que siento”, “tengo una imagen, me cuesta ponerle palabras”. Lo analógico y lo digital se confunden. Surge una controversia interpersonal en cuanto al significado de lo expresado. Ambos modos de comunicación, divergen en un punto, se produce una fisura desde la que aparece el relato como construcción de la escena imaginaria que permite el filtro para la construcción del fantasma.
Volviendo a la lingüística, el signo es nombrado como representamen, algo que está para alguien en lugar de algo bajo algún aspecto o capacidad imaginable o inimaginable. En la mente de la persona, se forma un signo equivalente, llamado interpretante del primer signo (Peirce, 1896). Establece por tanto, una diferencia entre lo que representa y la interpretación. Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es “desentrañar” su significado. En este punto se plantea una divergencia entre la lingüística y el psicodrama. En psicodrama, el paso de la narración a la representación va a producir un corte, desentrañando la consistencia de lo narrado.
Atendiendo al ejemplo metafórico del tan nombrado cabaret[6], el significado etimológico viene de «cambrette», del dialecto picardo (norte de Francia) que significaba «pequeña alcoba». También ha significado taberna, sala de espectáculos con música, danza, humoristas, ilusionistas, mimos y muchas otras obras escénicas. Aparecieron los primeros travestis en un escenario, se presentan las primeras pantomimas de homosexuales y lésbicas. Pero también, se dieron a conocer cantantes como Édith Piaf, Charles Aznavour o Jacques Brel.
Hugo Ball[7] fue el fundador del cabaret. Atribuía a Nietzsche el espíritu dionisíaco del que el cabaret intentaba ser un bastión.
“Come to the cabaret”, pero no serás el mismo cuando salgas de él.
Su magia es el reclamo de la liberación, y así será para aquellos que no escuchen su verdadera música.
“Esto que me dices, ¿hace que me mueva?
El cabaret será el otro, aquello que te atraiga y de donde desees volver. Además, perderás la memoria al salir y te permitirá gozar de nuevo.
“Si algo produce placer, repetidlo.”
“Todo lo que es profundo, ama la máscara.”
Significado y significante danzan en la pequeña alcoba.
Paqui Alcaraz. Trabajadora Social. Terapeuta Sistémica. Miembro del Aula de Psicodrama.
[1] Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española (22a ed.). Madrid, España: Autor.
[2] Saussure, F. Curso de lingüística general (1916) La prematura muerte del maestro había ocurrido tres años antes, en 1913. Su publicación fue realizada por sus alumnos Charles Bally y Albert Sechehaye, basados en la reelaboración los apuntes tomados por varios alumnos (Ch. Bally, A. Sechehaye, H. Frei, A. Meillet, J. Vendries) a partir de las tres ocasiones en que Saussure impartió el curso en la universidad de Ginebra, entre los años 1906 y 1911.
[3] Lemoine, G.y P. (1980). Teoría del Psicodrama. Barcelona: Gedisa. p.p. 109
[4] Millás, J.J. (2006) Laura y Julio Edit. Seix Barral. Pag. 92 y 93
[5] Vega, A. (2002) De El sitio de mi recreo. “En Básico” [CD]. Madrid: Phantom Sound & Vision.
[6] Del Hoyo, A. (2002) De Diccionario de palabras y frases extranjeras. Ed. Santillana.
[7] Martin Bartolomésan, A. Nietzche y el Cabaret. http://www.investigartes.com/inicio/index.php?option=com_content&view=article&id=58:nietzsche-y-el-cabaret&catid=36&Itemid=72