
Adriana T. De Bergallo[1]
RESUMEN: Se hace un estudio sobre las funciones del Animador y del Observador, al mismo tiempo que se diferencia entre el rol y la función, en tanto uno cae del lado de lo imaginario y el otro de lo simbólico.
Si hablamos de Psicodrama Freudiano quiere decir esto, a partir de lo que de su especificidad se trata, que habrá otros que tal vez, incluso aun no siendo freudianos, no llevarán en si la posibilidad de sostener un “discurso de sesión” (2) en donde su anudamiento se producirá una y otra vez en ese recorrido metonímico del deseo.
Rol
Comenzaré por definir el Rol diciendo que es del orden de lo imaginario, podríamos decir “jugando” en cuanto a lo que se trate de hacer, ver o mostrar. Por otro lado define la relación de un individuo en un grupo, son intersubjetivos y da cuenta de una determinada distancia entre el sujeto y el rol que decide adoptar.
Un rol es siempre relativo a otro rol: un padre a un hijo, un profesor a un alumno. Tomar un rol es decir un texto que pertenece al Otro.
Lo ideal es que todos los roles circulen libremente en el transcurrir de un discurso en un grupo. Si esto ocurriese de esta forma estaríamos ante el hecho de que cada individuo ha tomado su estatuto de sujeto.
Por otro lado si alguien tomase en el grupo el rol de líder está esto definiendo al mismo tiempo, una vocación particular y por otro lado una necesidad del grupo. Sería como un “perderse en el grupo”.
Podríamos hacer referencia a Freud cuando este nos habla de “Psicología de las masas y análisis del Yo”. De esta manera un participante puede recortar “su entrega” del decir en la sesión. Puede adoptar posiciones como el que sabe, el que puede hallar las soluciones para llegar a establecer con el psicodramatista, una relación de competencia, tratando de conducirlo por el camino que él ha decidido.
Pero esto, como era de esperar, dura poco tiempo. Algún compañero reaccionará produciéndose como consecuencia un momento de agresividad que, de no mediar la cura, llevaría a la disolución del grupo.
La intervención del Psicodramatista deberá ser aquí oportuna y clara.
Otras veces, se busca a un chivo emisario o a un chivo expiatorio para salir de la situación. Igualmente, el que sea designado ha de ser, no hay dudas de ello, porque su vocación lo ha llevado a ser soporte de lo mismo.
Podríamos referirnos también al “voyeur”, aquel que en un deseo de no implicación mira “la escena” en un “como si”. Esto “conducirá” a que sea atacado e incluso a veces, que se trate de excluirlo.
También podrá aparecer aquel que bajo la designación de “San Bernardo” correrá en auxilio del chivo emisario o del excluido, y haciendo ciertos pactos con los otros, no hablará de sí mismo. Bajo un “paternalismo”, disimulará cierto poder, situación que la oportuna intervención del coordinador y/o del observador desanudará a los fines de otorgar al discurso de la sesión otra circulación.
La “vedette”, aquella o aquel al que no debemos confundir con el lugar del líder, “no tiene nada para dar, sólo para mostrar” (3). Llevará su material al grupo de tal forma que provocará la necesidad, por parte de los otros integrantes, de ser derribada de su pedestal y por lo tanto, producirá su propia exclusión.
“El excluido” prefiere tomar ese rol ya que le es difícil sostenerse en el rol de vedette, no logra “conformar” su presencia dentro del grupo y su “rostro” queda bastante desdibujado.
También podríamos mencionar el papel “del doble” al cual le será muy difícil participar en su propio nombre. No podrá hacerlo como “doble del otro” y muchas veces desempeñará además, en la vida cotidiana, el rol de tercera persona en una pareja existiendo como sombra de una de ellas. (4)
“El saboteador” es también una posibilidad dentro de un grupo y es aquel que habiéndose colocado en un lugar para luego ser excluido, no se dará tregua hasta destruir el grupo.
“El opositor” muestra una “doble faz”, por un lado la imposibilidad de pertenecer y por el otro lado el deseo de hacerse admitir. Será necesario así intervenir oportunamente. En esta “doble faz” por lo general, de lo que nos habla es de “una demanda de amor”.
Los roles familiares se repetirán en el grupo en múltiples formas: el padre, la madre, los hermanos, los abuelos etc.; cada uno de ellos irá apareciendo en esa identificación jugada con el Ideal del Yo. Su deseo queda escabullido en ese reclamo en donde intenta sostenerse.
Por todo lo mencionado hasta aquí es importante, entonces, la inversión de roles, ya que permitirá el surgimiento del “otro de sí mismo” (5). En esos papeles asumidos a veces como defensa, otras como compensación, quedará el participante de un grupo ligado a un rol ya que en realidad lo que teme es perder su individualidad.
Cierta permanencia dentro de un rol le podrá otorgar una presencia enmascarada entre lo que desea ser y lo que es.
El texto del rol proviene de otro, viene del exterior del sujeto, y termina inscribiéndose en él, desde ese lugar desde donde el sujeto se siente mirado.
“Presta entonces al sujeto un decir que él desea oír” (6). Allí en esa escena es en donde se hará presente “algo” de su verdad. Por eso es necesaria la inversión de roles ya que esto permitirá poner en juego esa relación imaginaria que el sujeto anida en el Otro.
Función.-
Comenzaré primeramente recordando que la función se encuentra del lado de lo simbólico. Que tanto el coordinador como el observador de un grupo no cumplen roles sino funciones.
Estas funciones son independientes de la persona misma ya que tanto una como la otra se hallan por fuera del circuito libidinal del grupo y por otro lado no se modifican en el transcurso del desarrollo de las sesiones.
Por otro lado, tanto el coordinador como el observador constituirán un “polo fijo alrededor del cual el grupo podrá moverse” (7).
En ese recorrido del discurso, en ese jugar su deseo en la sesión, los integrantes de un grupo podrán perderse, decir en un ir y volver e incluso confundirse en la expresión de su “media verdad”. Pero para ello estarán el coordinador y el observador que desde la función a cumplir instituirán las reglas del juego siendo por otro lado garantes de las mismas.
Entonces función puede definirse por oposición a rol.
Es de tener en cuenta que muchas veces esta función a desempeñar puede convertirse en rol cuando se da lugar a un tipo determinado de relaciones. Al respecto tomaré una cita de Simone Blajan Marcuse que dice así: “los padres, en particular las madres son paradójicamente únicos y perfectamente reemplazables…” Es la función de la madre la que es cumplida por otra mujer (o un hombre) en la urgencia de la demanda o las necesidades del hijo y de ahí la formación de lazos de dependencia. Es en las sesiones de un grupo en donde se ve con nitidez la diferencia:
A juega el rol de la madre de B, pero él o ella nunca cumplirán esa función respecto a B. Y es justo ahí donde el efecto terapéutico de esta diferenciación puede ser el más eficaz. (8)
O sea que función no es rol.
La función está ligada de manera íntima al acto y quien asume la función es el que permite que ese acto pueda desarrollarse.
Si nos referimos a lo que dice Gredos Ferrer en el diccionario etimológico de la lengua castellana, tomándolo del latín, hace una referencia a un cumplimiento o ejecución (de algo), al pago (de un tributo) y a cumplir (con un deber). Volveré luego sobre este punto.
El acto es revelador de lo que está oculto en el sujeto, de lo que está en “espera de ser” (9). Recordamos por supuesto aquí a Freud el cual ya nos hablaba de esto en “psicopatología de la vida cotidiana”.
Por otro lado sabemos que para que el acto pueda existir es preciso que haya alguien que ejecute esa función: la presencia en este caso de otro que venga a sostener ese decir.
La intervención del coordinador en ese recorrido del material de sesión lo tomará en su función, la palabra de los participantes adaptadas a la prisa por el tiempo los llevará a la propia conclusión, palabras que tendrán además su soporte y su garante: la palabra del observador. Una “función segunda” (10) pero no por ello menos importante, sino segunda por el momento en que es enunciada.
Estamos hablando de dos funciones: la del coordinador y la del observador, que serán necesarias de alternar porque esta misma alternancia develará la unicidad de la función: un hacer y un decir o “acto y palabra”.
Unas palabras acerca de la función del observador.-
Durante el “discurso de sesión” éste ha tomado una cierta dirección. Será tarea del observador, volver sobre esa dirección en una nueva puntada, una costura que se hará teniendo en cuenta el derecho y el revés de la tela. En un leer retroactivo se hará mención, además, a los puntos de arribo que las escenas psicodramáticas pusieron en cuestión.
Podremos constatar, como los momentos finales de una sesión culminarán re-significando las primeras palabras dichas al entrar. Palabras banales, aparentemente sin contenido o motivo alguno.
El momento de iniciación de una sesión en un grupo marcará, la mayoría de las veces, el discurso que a continuación seguirá.
Quisiera retomar a Gredos Ferrer cuando hacía referencia al término “función”. Él va a decir que de lo que se trata es de: cumplir con un deber – pagando un tributo – ejecutando algo.
Si pensamos en “cumplir con un deber” hace referencia aquí a aquello que tiene que ver con el cumplimiento de deseo, al modo del deber ser. No me refiero aquí a lo que tiene que ver con las ganas sino más bien a aquello que tiene que ver con un cumplimiento, “deber de deber”, a lo que es del orden del voto.
Al hablar de “pagando un tributo” sabemos que el psicodramatista freudiano paga de tres maneras: con palabras, con su persona y con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo para mezclarse en una acción que va al corazón de su ser” (11)
Paga con palabras ya que no todo lo dicho tiene efecto de interpretación; para que ello ocurra, algo más deberá haber acontecido teniéndose además presente, cierto “estilo” anunciador.
Paga con su persona, en tanto que aquél que tome la función de coordinador o de observador, quedará inmediatamente subrogado a la deposición de su propia “mascarada” y esto, con todo lo que ello implica. El lugar en la transferencia sostenido desde el psicodrama freudiano en un grupo, se encuentra en cierta forma, “atado” a la posición a ocupar.
Ello no sucede por lo que cree ser o por lo que le “dicen ser”, sino por lo que devendrá luego de mantener un lugar analítico en la transferencia. Lugar que sabemos es fugaz, transitorio, perecedero y de continuo desfallecimiento.
Se desprende, entonces de esto, su posibilidad de ofrecerse como objeto “a” (objeto que causa el deseo), como semblante. Deberá deponer aquello que el participante de un grupo le otorga “como si lo fuera”, cuando en realidad no lo es.
El tercer punto a tratar es la cuestión de “ejecutar algo”. ¿Cómo es entonces este hacer-decir o decir-hacer?
Primeramente no es lo mismo cualquier decir, como tampoco es lo mismo cualquier hacer. Un hacer-decir o inversamente un decir-hacer que no deberá ser enunciado desde la misma persona del analista. Si bien hay un real del cuerpo que denota la presencia del coordinador, también sabemos y nuestra clínica da las pruebas más fehacientes de ello, que tanto el coordinador como el observador aún en el callar están ahí, incluso en la vacilación, desde su intervención o desde un lapsus, situación que permitirá medir justamente su condición fallida.
La ignorancia, lo no acabado, lo difícil de esta función a cumplir, es lo que siempre nos sorprende en esas “puntas de real” (12). Puntas que se darán dentro del discurrir del “discurso de sesión”.
Podríamos decir entonces que se trata de una función pero no de un funcionario (13).
Tanto el coordinador como el observador, portadores de la palabra, ejecutores de un hacer, son además los actualizadores de la función para la cual han sido llamados a sostener.
BIBLIOGRAFIA
- Conferencia del 27 de abril de 1994.
- Serge Gaudé. “Discurso de sesión”.
- Gennie y Paul Lemoine. Teoría del Psicodrama. Ed. Gedisa. 340 pp.
- Simon Blajan Marcus. “Acerca de nuestra práctica”.
- Gennie y Paul Lemoine. Teoría del Psicodrama. Ed. Gedisa. 340 pp.
- Simon Blajan Marcus. “Algunas reflexiones sobre Rol y Función”.
- Serge Lesourd “La función no es el rol”.
- Lacan “la dirección de la cura y los principios de su poder” Escritos 1.
- Philippe Garnier “El nudo es representable”.
- Adriana T. de Bergallo “Hace la función a la intervención”.
* Hace ahora seis años tuve mi primer contacto con Adriana. Entonces le propuse ser la prologuista de mi libro Apuntes de Psicodrama, y ella accedió de buen agrado. De allí surgió una amistad cibernética donde nos intercambiábamos artículos. Hoy, seis años después, me encuentro en el cajón de mi escritorio, dentro de una carpeta azul con un título en negro que pone: “Artículos Psicodrama; leer sin prisa”.
[1] Psicoanalista y Psicodramatista miembro de la Escuela Argentina.