Francisco Marín
Quien nombra, llama.
Y alguien acude,
Sin cita previa, sin explicaciones,
Al lugar donde su nombre, dicho o pensado
Lo está llamando.
Eduardo Galeano
En el teatro se producen representaciones, actores que evocan personajes y nos sumergen en un viaje por las emociones, nos ayudan a ponernos en el lugar de otros, y además podríamos decir, en el mejor de los casos, que el conjunto de los personajes, la escena, la luz, etc nos transmiten ideas, emociones, etc que son las del director o autor de la obra. En otros casos, léase “versión del director”, es decir, alguien que leyó un texto y lo hizo suyo, lo pasó por su filtro.
Es la forma de hacer del psicodrama freudiano una invitación a que el filtro del animador sea lo más inexistente posible. El animador invita a los participantes del grupo a hablar. A contar de si, y es así como se convierte en un acompañante del protagonista, sin propuesta inicial, sin guión que seguir.
Según la RAE representar es hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene.
Cuando ponemos palabras a algo que fue, (aún escasos minutos) cuando contamos algo, ya es algo pasado por nuestro filtro. Pensemos en una situación, por ejemplo dos personas que mantienen una discusión, el relato posterior será diferente, el “acento” estará puesto en lugares diferentes de un mismo acontecimiento. Y de eso se trata, de descubrir (nos) (en) nuestro filtro.
Un filtro que se convierte en coraza, una coraza-máscara-fantasma que protege/apresa al sujeto.
“Protege” que hace referencia a la repetición, a mostrarnos como seres completos, sin heridas. Acoplados por identificación a un esquema imaginario de lo que quieren los Otros. ¿Quién soy?
La repetición hace de máscara para no ver lo traumático, para no recordar, nos aleja de la responsabilidad, de nuestro deseo.
Propongo separar la palabra y convertirla en re-presentar, pues traemos al momento del espacio terapéutico, algo que ocurrió en nuestro psiquismo y lo volvemos a presentar en este momento. Con sus acentos, sus lapsus, sus partes ocultas u olvidadas, en definitiva lo que quedó.
Al re-presentar nos encontramos con el duelo, la falta, la perdida, al elegir los personajes, el escenario, etc. cometemos lapsus, abrimos puertas por las que el inconsciente se devela, sale a pasear y al no ser igual a lo que teníamos guardado, al romperse nuestro discurso también se rompe nuestra estructura identificativa, dejando mas “espacio” a la pregunta de ¿Qué quiero yo?
Contarnos en un grupo, tomar la iniciativa de hablar de nuestra historia ya es re-presentar. No tiene por que realizarse la escena, el “juego” comenzó con el uso de la palabra. El psicodrama freudiano es un trabajo en grupo, escuchar la historia del Otro nos sumerge en nuestra historia y el inconsciente comienza a elaborar, a relacionar.
Al elegir a los demás actores de nuestra escena, explicamos la característica por la que lo elegimos, ese rasgo que acentuamos, que destacamos como hecho simbólico de la escena, caracteriza la repetición, revela las identificaciones. Las identificaciones proyectan en alguna medida el deseo sobre el otro.
Cuando el actor (yo auxiliar) hace su papel, posibilita la desidentificación. Que el actor principal pueda separarse de la imagen que tenía, ponerse en el lugar del otro, cuestionarse en la vivencia.
La elección de escenas nimias (sin excesiva carga emocional) es también una de las características de esta forma de hacer psicodrama.
“Favorecemos las escenas triviales, los recuerdos corrientes, las conversaciones aparentemente anodinas, la representación de una vida cotidiana sin brillo. En estas situaciones, la extrañeza, la molestia, bruscamente reveladas, parecen ser enormes con ese trasfondo de opacidad (mientras que el drama los deja de lado)”. Teoría del psicodrama de Gennie y Paul Lemoine.
Encontrarse con lo que no pudo ser, verlo de frente, sentirlo, posibilita lo que puede ser. Dejar de correr compulsivamente detrás de algo imposible de satisfacer y parar y preguntarse si es eso lo que quieres.
En un vaso lleno, no cabe ni una sola gota. En un individuo completo, no hay espacio para lo nuevo, repetir, repetir, repetir, re-pedir…