Por Alfonsi Huete. Psicóloga formada en gestalt. Psicoanalista y psicodramatista.
Ficha técnica:
Año 2013
Duración: 112 minutos
País: Rumanía
Director: Calim Peter Netzer
Curioso título que nos recuerda la ausencia de una posición propia. El triangulo edípico está aquí totalmente invadido por el deseo de la madre. Esta madre, que al no querer saberse,-sentirse en falta, seguirá dirigiéndose hacia el hijo, en aras de una satisfacción imposible de colmar, en tanto que estructural.
“Postura” se me aparece aquí como una mala imitación de la necesidad profunda de ese hijo de tener una “posición” propia en el triángulo edípico; una posición autónoma, que acepte la castración de no ser “el deseo de mamá”; para lograrlo es inevitable aceptar un duelo, solo así podrá pasarse de este lugar gozoso para el inconsciente y axfisiante para la vida adulta, a una aceptación de los propios límites y los ajenos, una aceptación de la Ley.
Esta película nos ofrece la posibilidad de observar, sentir, los principales elementos de ese pasaje tan fundamental para la estructura psíquica como es el Complejo de Edipo.Ciertamente que para ver esto necesitamos haber incorporado un esquema conceptual que acaba proporcionándonos la capacidad de transcribir, traducir, lo sentido en palabras, esto es, simbolizarlo.
Como muestra de que distintas lecturas convocan distintas conclusiones, transcribo aquí una sinopsis encontrada en: internet.www.sensacine.com/peliculas/pelicula216838, extraído el 15/01/2014:
” La relación entre Cornelia Keneres de 61 años y su hijo Barbu de 32, no es buena. Barbu odia el círculo social de sus padres, un grupo de políticos, hombres de negocios turbios y ex oficiales de la policía secreta. Cornelia tiene razones suficientes para estar molesta: su hijo, a quién ella había invertido su amor,paciencia y espera, ahora puede ver como su separación ha crecido irremediablemente«.
Un acontecimiento inesperado, está volviendo todo al revés; Barbu está involucrado en un accidente de coche, y mata a un niño de trece años. Cornelia utiliza todos los medios que tiene a su alcance para salvaguardar a su hijo de la acusación por homicidio, pero Barbu proclama su independencia ingratamente acusando a su madre de que sus esfuerzos están haciendo más mal que bien. Pronto, se da cuenta de que no puede arreglárselas sin la ayuda de su madre.
Sorprendentemente, Cornelia no logra convencer al único testigo que existe para que cambie su testimonio. Cara a cara con los padres de la víctima, Cornelia no puede llevar a cabo de forma explícita algo tan abstracto como la retirada de su denuncia.
Todo lo que ella puede hacer, con amor maternal y reverberaciones emocionales, es alabar con sinceridad y sin condiciones a Barbu, certificando que su hijo es ahora un niño bueno y que merece otra oportunidad en la vida.
La película es un proyecto de «clase alta» por hablar del tráfico de influencias y de la corrupción en algunas instituciones básicas de la sociedad y sus extensiones a todo el sistema socioeconómico de la Rumanía de hoy.
Se habla con emoción y con humor acerca de la relación tan asfixiante que existe entre una madre y su hijo adulto que es bastante dominador con ella.”
Me parece que esta comprensión con los “amorosos y comprensibles sentimientos maternos” está, en nuestros días, un tanto desquiciada, esto es, fuera de quicio, sin marco…o quizá sea que el marco en que se enmarca esta afirmación a mí me hace temblar.
Si existe un modelo psíquico detrás de esta afirmación, así como de la enorme idealización de los sentimientos amorosos maternos, yo no conozco otro que el mito cristiano de la” virginidad y divinidad de María y su hijo, Jesucristo”.
Un modelo de análisis de la psique que solo tenga en cuenta el amor materno hacia el hijo, sin incluir a un tercer elemento en el contexto, acaba por hacer desaparecer al hijo mismo, incluso diría, a la mujer que da soporte a la madre, devorados todos por el deseo insaciable, insatisfecho de esa función materna.
Otro asunto es quien es la persona responsable de que esta pulsión “amorosa” no tenga límites: ¿la madre?, ¿el hijo?, ¿el padre?
Ciertamente no tengo respuestas para esta pregunta fundamental, excepto la de proclamar que aquel que sufra de esta triada y empiece a preguntarse tiene la potencialidad de encontrar, si no respuestas, otras posiciones para que circule algún deseo más que el aplastante “amor de madre”. Deseos pequeños, cotidianos, propios en cualquier caso, que nos hacen madurar porque inevitablemente al jugarnos nuestro deseo en vez de quedarnos atrapados en el goce de ser el deseo del Otro, nos enfrentaremos a los límites de la realidad, único aprendizaje que nos servirá para encontrarnos con nosotros y con los iguales.
El hijo, ese que no encuentra su posición autónoma, queda reducido a una “postura” o “figura”, a un objeto para la madre. Incapaz de tomar las riendas de su propia vida, solo tiene energía para separarse físicamente del hogar familiar sin encontrar dentro de sí permiso para crear nada más allá de sí mismo, el objeto deseado y perseguido por mamá.
Uno no deja de preguntarse mientras ve la película, ¿dónde está- y estuvo- el padre?
El horror ante la situación que presenta la película, es el lugar desde donde se deja atrapar de nuevo el hijo, por esa madre de la que cree estar alejándose, sin conciencia de que no hay solución sin un acto de salvación propio que resitúe su propio deseo en el centro de su vida.
El sentirse víctima, a pesar de que en algún momento fue una verdad, será una vuelta más del goce que implica esta “Postura del hijo”, abriendo y reabriendo continuamente las mismas heridas.
Quizá se vislumbra una salida cuando, con enormes dificultad, decide acercarse a ese padre dolorido por la pérdida de su hijo que no se dejará chantajear por la madre del responsable del accidente, pero sí se acerca al autor real del mismo.
Os invito a ver esta estupenda película y a hacer vuestra propia lectura.