Por Genie Lemoine
(Traducción por E.Cortés)
En grupo, cada uno se encuentra, evidentemente, en medio de los otros, cara a cara, al lado, entre. Esto es exactamente lo contrario de la situación analítica. Lo que no significa que el análisis permita descubrir el fantasma originario, ni que haya una tasa de inconsciente más elevado. Esto no significa, tampoco, que la actualización de este fantasma (escena primitiva o castración o seducción) signifique el final del análisis, en ninguno de los dos casos: el de la curación y el del objetivo en sí. Aunque, es cierto, que el mismo discurso del analizante puede hacer aparecer fácilmente su contenido fantasmático para un analista atento y el fantasma, de esta manera, es posible que sea leído de la misma manera que se lee un sueño.
La anamnésia (recuerdo de la historia) permite el recorte del discurso fantasmático, y el manejo de la transferencia permite un trabajo fantasmático nuevo, con un material nuevo, esto no da lugar a dudas. Pero nuestro propósito es preguntarnos si el grupo permite también un trabajo tal cual o diferente. Dicho de otra manera y de forma clara, si el grupo permite el análisis del fantasma.
I.- ¿Qué es el fantasma?
Inútil es hacer una descripción exhaustiva. Yo quiero solamente exponer la característica que hace que el grupo abra una problemática nueva, en cuanto al fantasma.
“Cuando la unidad imaginaria del yo se desintegra, el sujeto escarba, en sus primeros enunciados el material significante de sus síntomas”.
Antes de la fase del espejo, si podemos decirlo de esta manera, el sujeto no consigue la asunción especular, con lo cual el cuerpo, en ese momento, está fragmentado.
En ese momento al no haber circulación de significantes, el fantasma, en tanto falta de unidad simbólica, no puede ser expresado por el lenguaje. Entonces el sujeto se queda como un juguete “idiomático” aislado que juega tristemente: totalmente solo, separado de los otros, de la realidad.
Podríamos, esquemáticamente, decir que el fantasma parte de una etapa preespecular. En resumen, que se integra en un cuerpo fragmentado pero donde la vida libidinal es intensa.
Esto es por lo tanto una mezcla, como dice Freud, de deseos rechazados y de pensamientos conscientes, todo fijado en un escenario, todo manoseado, modificado, a lo largo de la vida y que empuja, impulsa, sus retoños durante toda su vida cotidiana. Yo pido que cada vez que yo haga referencia al estado preespecular o al estadio del espejo, recordemos que no hay etapas que se suceden, solamente momentos privilegiados. Que antes como después hay carencia, división y deseo de unidad.
Tenemos que pensar que la imagen unitaria viene al lugar de una falta de objeto. Y que cuando esta operación falla, en la medida donde siempre falla poco o mucho, ahí donde la mirada de la madre no es encontrada, esto atañe por una parte al soporte posible de una identificación, y por otra al objeto posible de amor.
Entonces el sujeto la va a integrar en el fantasma como falta.
II: El Grupo
Cuando el otro real está, se esconde la verdadera relación del sujeto con su deseo. Es decir que él se va a resistir a su deseo. Ahí el fantasma no se va a integrar con facilidad, excepto si es negado completamente como otro.
Aceptando la escisión de la cual habla Freud en su metapsicología; según las palabras de Freud: “Una forma de actividad de pensamiento se encuentra separada por la escisión: quedando independiente del principio de realidad y sometida únicamente al principio del placer”. Esto es lo que llamamos la creación de los fantasmas…
III: El caso Isidoro
No obstante, el grupo de psicodrama no es un grupo real. Nosotros lo definimos como grupo imaginario, es decir como un grupo donde las relaciones son del orden precisamente fantasmáticas. (El otro) no resiste al fantasma, lo provoca; lo suscita.
Yo voy a coger un ejemplo, el de Isidoro.
Isidoro no habla. El ataca; no entiende las palabras, las siente como flechas. El contenido de las palabras, sus sentidos, no las retiene, ni siquiera las capta; las palabras, tal los objetos, le golpean demasiado fuerte. Esto es, al punto, que nosotros podemos injuriar sin que él lo entienda. Por ejemplo, Simón le habla suavemente y es con ese tono que él le dice a Isidoro, que lo que él le cuenta de su mujer es mezquino. Aunque la palabra es severa y la intención subyacente extremadamente agresiva, Isidoro no capta el sentido de la palabra, ni la intención.
Nosotros podemos dar dos razones: la primera, ya dada, es que Isidoro es sensible al peso físico de la palabra recibida como objeto, la segunda que este impacto es recibido favorablemente cuando la palabra es emitida por un hombre.
En efecto, en algunas escenas más tempranas, un drama se juega entre Odile e Isidoro. Odile es un personaje de mujer adorable. Ella siempre ha sido amada. Fiel a este personaje ella se acercó una vez a Isidoro con solicitud. Isidoro entendió las palabras de Odile (poco importa las que fuesen) como unos ataques virulentos. El respondió declarando que ella era odiosa. Y como él estaba violento, le gritó. Odile al recibir el golpe no entró en el juego de Isidoro y no le permitió enlazar una relación real que hubiera sido una repetición no analizable.
El dolor que sentía Odile, en lugar de ser una respuesta hacia Isidoro, fue vivido por ella, para su cuenta personal, como un estallido de su (buena) personalidad, tomando lo bueno de todo esto. De hecho Odile, que formaba parte del grupo desde hacía dos años, todavía no había tenido que hacer un encuentro susceptible de hacer estallar ese personaje embarazoso.
Isidoro, de golpe, vio desarticularse su escenario:
Una mujer habla
Ella me amenaza
Odile no le habla especialmente a él y no le amenazaba, viviendo su propio fantasma de restauración. E Isidoro, por su parte, resuelve lo suyo por sí mismo. Su fantasma no está siendo utilizado.
Odile ha dado un paso adelante abandonando su fantasma, como un cuerpo químico rechazado. Esto en el grupo, es como nosotros decimos, retorno al remitente.
En una escena ulterior, de parejas. Alicia se lamenta de ir a decirle a su marido, lo que él debe decirle a su terapeuta. Ella se sitúa cansada de guerrear. Por supuesto, ella tiene un rol dominante, pero como nuestra observadora dice, ella es una ganadora desafortunada. Por supuesto, con su actitud, ella pierde a un hombre.
Por su parte, Isidoro declara que, en el discurso, él no llegó a suplantar a su mujer. Que ella le domina completamente. Esto no es sorprendente, como nosotros ya hemos visto, las palabras no tienen significado para él, él no las domina. Entonces, lo que él suele hacer es responder con agresiones a esta mujer cuyas palabras le castran.
Dicho de otra manera, él no puede escapar a la castración más que por la violencia.
En una escena más antigua, hace más de un año, Isidoro contó que su madre le había llevado a la edad de 6 ó 7 años, a casa una psicóloga para pasarle unos test. El no se lo perdona. Lo que él interpretó fue: “tú estás loco”
Este recuerdo, no es un recuerdo pantalla, pero si el recuerdo de un hecho real rediseñado fantasmáticamente. Este fantasma de la condena materna.
Nosotros podemos entender, entonces, el efecto fulminante, de la palabra de la solicitud de Odile, psicóloga de profesión (Isidoro lo sabia). La palabra materna oída: tú estás loco, continúa resonando en los oídos de Isidoro. Freud ponía el acento en la cosa entendida y Lacan en su vuelta, desde la definición que nosotros hemos dado al inicio. Esta palabra es entendida como entrada en el cuerpo dividido del niño y ha capturado este lugar ausente, que mostraba el espejo: “tú eres loco”, fue la respuesta al deseo del niño.
Ahora, nosotros comenzamos a ver el fantasma de Isidoro: una palabra oída de la boca de una mujer es entendida como un golpe. Es la mujer que habla. Isidoro no tiene la palabra. El está loco. A él solo le queda la violencia. Entonces él agrede. En tanto que loco, él no puede desear. El no tiene derecho: el está castrado de su poder. En efecto, con su mujer en el amor, él dice que es pasivo. El hace el amor cuando ella quiere. El resto del tiempo él ataca y entonces se hace regañar. El lleva entonces su violencia al resto de la humanidad. La guerra es el único modo de relación que él conoce. Recordando a Freud en “pegan a un niño”, nosotros podemos descomponer el fantasma como sigue:
- Nosotros nos reenviamos “dardos”: impersonal
El sujeto es “nosotros” - Una mujer me hiere:
Entrada del yo en el fantasma - Mi madre me hiere: masoquismo pasivo
- Yo hiero a una mujer: sadismo
Los hombres están ausentes justo aquí en el fantasma, nosotros no podemos concluir: esperamos
COMENTARIOS
Según este análisis, es evidente que el fantasma se despliega a gusto e inmediatamente en el grupo. Estando en curso el grupo, el fantasma originario, que es también quizás un mito, no es entregado. ¿Pero acaso el análisis individual te hace llegar más rápido? No.
No es en eso que el psicoanálisis individual y el psicodrama pueden prevalecer, el uno sobre el otro. Aunque el analizante despliega el fantasma originario en el discurso hablado; en el grupo está la mirada, el gesto, el intercambio de palabras y el tacto, en fin la proximidad del otro que proporcionan al fantasma un modo aproximado de igual aparición.
Los otros miembros del grupo para alguien del grupo (Isidoro) son reveladores y analizadores. Isidoro encuentra en ellos unos soportes a su transferencia, unos soportes por supuesto analíticos. Ejemplo de Odile.
En el análisis clásico esto no ocurre.
Nosotros podemos decir que los estallidos de Isidoro (dejó una vez bruscamente la escena porque una mujer le exasperaba: no un hombre por supuesto) y las intervenciones de los otros igualmente son los pasajes al acto directamente incorporados al fantasma.
Ciertos analistas ortodoxos han pensado también que debían felicitarse de la existencia de los grupos donde sus pacientes (cuando ellos hacen lo uno y lo otro: análisis y psicodrama) van a cometer sus pasajes al acto, los cuales se vuelven también en el grupo muy inofensivos. Da lugar, ellos piensan, para recibir los pasajes al acto que el analista no puede seguir fuera y que el análisis suscita.
Esto es dar al psicodrama un rol útil pero secundario. El psicodrama es más que esto. El pasaje al acto hecho en el grupo no tiene evidentemente la misma salida que el pasaje al acto cumplido en la vida cotidiana.
Nosotros hemos visto que en el grupo hay un retorno al remitente y un efecto en cadena de todos los otros miembros del grupo.
La vida de grupo puede así ser definida como una concatenación de fantasmas, puntuaciones de pasaje al acto hasta el momento donde ellos están los unos y los otros metidos simbólicamente en los juegos, pero también la simple palabra.
Todas las combinaciones de esta mezcla que es el fantasma, todo este trabajo mestizo de intereses diversos, esta mezcla de inconsciente y consciente acuña un signo de la escena de cada uno, en el grupo se hace al azar en los encuentros por medio de la transferencia, como en el análisis. Pero en grupo los encuentros son múltiples y contingentes.
La ocasión de hablar de su fantasma en vez de sufrirlo, en el grupo, se multiplica y se apremia. Cada uno se encuentra, a veces, como enganchado a su fantasma, aunque ya no tenga el mismo efecto.
El día donde Isidoro sienta las palabras para hablar y no para golpear, él ya no será un loco, en el sentido en que esa palabra tiene para él; y además, posiblemente, él sea sexualmente activo. El podrá hablar, poner palabras, a su guerra; lo que le posibilitará la reconciliación.
Su relato llevará siempre su propia escena antigua, que es su fantasma originario. Es así como que nosotros podríamos definir el fantasma como ese núcleo que hace un lenguaje siempre idiomático y jamás universal, siempre un dialecto materno que lleva la carga de “novela familiar”, cuyas “migajas” tienen que ser entendidas desde el nacimiento por el niño más allá del sentido.
En el grupo se da desde las primeras palabras pronunciadas por un participante, que nosotros decimos susceptibles de ser analizadas a todos los niveles (en la medida donde el autor, protagonista, nos da sucesivamente los elementos necesarios), como un sueño.
Las primeras palabras que firman la entrada de tal o cual en el grupo deben de ser retenidas como el contenido, desde el inicio, de todo el análisis que sigue.