Por Enrique Cortés. Psicólogo. Psicoanalista. Psicodramatista.
Debo reconocer que estas líneas han sido fruto de la lectura y reflexión del libro de Graciela Jasiner; “Coordinando Grupos. Una lógica para los pequeños grupos”. En muchas de sus páginas Graciela se detiene a reflexionar sobre este papel, el del coordinador; reflexión que ha hecho eco en mí, como es patente.
Si recordamos el Banquete de Platón, recordaremos que a Agatón se le ha otorgado un premio de poesía y para celebrarlo organiza una fiesta en su casa. Sócrates prefiere no acudir, huyendo un poco de la muchedumbre; no obstante le comunica que si al día siguiente organiza algo más íntimo si que acudiría.
Al día siguiente Sócrates se está preparando para acudir a casa de Agatón a comer, y en eso que pasa Aristodemo; al preguntarle por su destino, Sócrates le invita a que le acompañe.
Aristodemo rápidamente piensa que esa es una buena oportunidad para charlar con el maestro: “…el camino que conduce a la ciudad es muy apropiado para hablar con el maestro…”, y accede; comenzando juntos el camino hacia la casa de Agatón.
A eso que Aristodemo se para a esperar a Sócrates a lo que este le contesta que vaya siempre delante de él.
En el recorrido con un maestro-coordinador, dice Platón, se juega el arte del dialogo. Camino que podemos pensar como el transcurrir del grupo, en el que se tratará de hablar y escuchar.
El maestro invita, convida a recorrer un camino juntos; pero luego se queda atrás, siguiendo sus pasos, su ritmo; a lo largo de un camino donde no solo hay palabras, donde también hay algo del cuerpo jugando en esa caminata, en sus detenciones y acelerones.
Pero al llegar a casa de Agatón, Aristodemo se gira y se da cuenta que Sócrates no está.
Sócrates lo invitó para hacer un camino juntos, pero él va detrás, se demora, se detiene y luego se ausenta. Nunca está donde se le espera, al igual que un buen coordinador.
Finalmente llega Sócrates, justamente cuando la comida estaba a la mitad y Agatón al verlo le invita a sentarse a su lado para poder charlar; a lo que Sócrates le contesta:
“Estaría bien que la sabiduría fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera de lo más lleno a lo más vacío de nosotros, como fluye el agua en las copas”.
Al contrario que la tendencia de los seres humanos a esperar que la relación entre los sujetos funcione como vasos comunicantes, que vienen a completar, a llenar. Sócrates dice no, es precisamente todo lo contrario.
Más adelante, como sabemos, se propone una tarea, hacer un elogio al amor; donde cada uno de los participantes dirá lo que se le ocurra en relación al tema.
Así se sucede un discurso tras otro mientras Sócrates va interviniendo y propiciando la propuesta de algún participante.
Si leemos con atención podemos llegar a la conclusión de que en los grupos, no se trata de buscar esa mitad perfecta y complementaria a no ser, como le dice Sócrates a Aristófanes, que seas un gran cómico.
También nos recuerda este diálogo, como muchas veces en los pequeños grupos, algún integrante o incluso el coordinador, operan como corte a situaciones que podrían eternizarse en las tramas del narcisismo. Nosotros sabemos cómo los discursos bellos o de fuerte carga emocional, petrifican, aturden; y como discursos muy bien construidos y retóricamente impecables, convierten en piedra y congelan al sujeto.
Sócrates ante esto emplea su mayéutica socrática, colocando siempre al sujeto ante su propia pregunta.
Las intervenciones del coordinador.-
Lo que nunca debe ocurrir y pasa, es que el coordinador haga de su práctica una rutina, esto conlleva al aburrimiento y al fracaso.
Y para ello solo hay que ritualizar el encuadre y pensar para sí mismo que si algo no andó como debiera es por las resistencias de algún integrante.
Ceguera del coordinador de grupo.
Entonces; coordinar es un arte donde no hay recetas. Solo el propio trabajo personal del Coordinador.
El coordinador dirige, coordina, pero no controla y para ello no tiene solamente la palabra. Y si se me apura yo digo que el coordinador debe inventar, con el objetivo de potenciar lo singular, esto es poder tomar caminos deseantes en relación con los otros, haciendo lazo; lo que propiciará cambios subjetivos.
¿Dónde intervenir? Ahí donde el discurso sea yoico, con monólogos paralelos y discursos individualistas; con el objetivo de romper el discurso único.
Una de las riquezas de lo grupal son precisamente los matices que surgen a partir de lo mínimo, de lo trivial, de lo inesperado, de lo tonto.
Yo diría que dirigir es en tanto que no se pretende hacer predecible lo inesperado, calculable lo incalculable, controlable lo incontrolado.
Por lo tanto el coordinador que no soporte el misterio, la incógnita, trabajará de diferente manera de aquel a quien lo indecible o paradojal le sirvan precisamente, como causa para seguir avanzando.
Y en tanto que faltan palabras para atrapar lo inatrapable, para destripar lo misterioso… el coordinador no solo deberá basarse en interpretaciones, sus intervenciones deberán ir más allá. Un chiste, una pregunta, una dramatización, una mirada, un tono de voz…
El coordinador también va aprestar algo de su cuerpo, de sus emociones para sostener al grupo. Podemos incluso decir que la sola presencia del coordinador, no todos la tienen, va más allá que cualquier estrategia.
¿Qué hace a esa presencia? Ni más ni menos que la relación que tenga el coordinador con su propia inconsciente.
Lacan decía:
Si somos conmovidos por una obra de teatro, es porque toca nuestra propia relación con nuestro propio deseo. ¿Cuál es la función del actor? (…) no es lo mismo leer a Hamlet que verlo representado (…) el actor presta sus miembros, su presencia, no simplemente como una marioneta, sino con su inconsciente, a saber, la relación de sus miembros con una cierta historia, que es la suya. (…) hay buenos y malos actores. (…) En la medida en que el inconsciente de un actor es más o menos compatible con ese préstamo a su marioneta, (…) esto es lo que hace que un actor tenga más o menos talento, en la medida en que pueda tener la relación más estrecha con su inconsciente, donde él se presta allí, o no se presta. El actor está allí (…).
Pero no siembre el camino es fértil; si bien hay tiempos de producción, también los hay de detención, algunos difíciles en los que al coordinador todo le resulta difícil, en que los integrantes faltan, se ausentan, no producen… tiempos en que el coordinador saldría corriendo y dejaría su lugar vacío… pero aún así, pueden ser momentos fundamentales en el proceso grupal, momentos en los que nuestra presencia es muy requerida.
Al principio las intervenciones suelen dirigirse a producir movimientos subjetivos, intentando producir una trama* que constituya grupo; lo que hará que los integrantes se sientan a salvo, protegidos y desde ahí que advendrán las preguntas.
*No es lo mismo trama que masa. Hacer masa es homogeneizar, la trama es lo contrario, se trata de inscribir la falta, propiciar el deseo. Nuestro objetivo es producir una trama grupal donde se subraye la marca o trazo individual. Nuestras intervenciones van a propiciar trazo singular dentro de la trama. Se trata de ligar y de separar. Alienación y separación.
Es un momento de lo único, de las no diferencias, de la negación de la castración y nosotros, coordinadores, debemos buscar y subrayar las diferencias, intentando que se pueda alojar la subjetividad de cada uno.
Dice Graciela Jasiner, que construir un grupo es hacerlo habitable, y se irá habitando en la misma construcción. Entonces también será hospitalario.
El grupo puede y debe ofrecer nuevas alternativas, el coordinador debe facilitar este recorrido, solo así se podrá rompe con la cristalización de lo mismo, de lo que repite. Se tiene que inscribir de otro modo, con otras letras, produciendo nuevas narrativas. ¿Cuántas veces alguien que se interroga, y gracias a ello, puede producir su propia historia de un nuevo modo, una nueva lectura?
Y en tanto que la intervención dependerá de la escucha, el sentido de la lectura se basará en una lógica que dirige y orienta los caminos a trazar; desde luego leer no es traducir.
Como dice I. Vegh, leemos en los pliegues, leemos lo que late en la superficie, y allí vamos produciendo nuevas escrituras.
Ahora bien, no hay un solo trazado, es por eso, debido a la multiplicidad de trayectos, que un coordinador necesita de una lectura, aunque no sea la única, una lectura que le vaya guiando.
Jasiner nos comenta, que el problema de la lectura es que no hay un código, ni un diccionario al que recurrir para que nos traduzca, ya que cada vez, cada término se definirá por la relación con los otros términos.
Solo hay una cosa segura, el tema de la lectura es el tema de la verdad.