Reflexiones sobre la función del observador y el eco en el discurso grupal.
Carmen Ripoll Spiteri[1]
Resumen: Elegir nos aboca a la pérdida, pero también supone una salida al camino del deseo. Atrevernos a jugar supone el riesgo de ser vistos y descubiertos en nuestra falta, pero posibilita el crecimiento y la ruptura de la repetición.
En la formación de psicodrama del mes de febrero del año en curso, escuché la devolución que una compañera de formación realizaba en la función del observador, y que abarcaba el trabajo realizado durante esa mañana, a saber: “EL DOLOR DE LA ELECCIÓN”. Esto actuó de significante para mí y se abrieron asuntos pendientes de resolver. Me detuve en uno concreto, elegir qué formación quiero en este momento. Pero solo debía elegir una y responsabilizarme de lo que esa decisión suponía para mí, y para los otros. Elegir algo suponía renunciar al resto de cosas, todas buenas, pero imposibles de sostener.
Después escuche a Enrique, nuestro profesor de formación, decir que una de las maneras menos malas de salir de la neurosis era llevarse bien con el deseo, ¿de qué?, de lo que no se tiene, lo que supone la búsqueda incesante de lo que no hay durante toda la vida, ya que siempre falta algo. Luego hay que admitir la falta. Si nos fijamos en lo que no hay, no vemos lo que hay. Es decir que hay que meterse en cintura y aceptar los límites, ¿Cuáles?, la edad, el tiempo, las pérdidas, la enfermedad……
En esa sesión no trabajé ninguna escena, no me pronuncié, pero al acabar la sesión tenía mucha claridad acerca de lo que tenía que hacer. Elegí, no seguir enganchada en una actividad frenética que anulaba mi tiempo, mi vida, y mi salud, bajo el slogan de lo trabajadora y responsable que soy. Elegí poder enterarme de lo que estaba huyendo, elegí empezar a tener algo de tiempo libre.
Después de elegir todo lo anterior empiezo a enterarme de lo que me está pasando, y es saber de lo que no quiero saber. Curiosamente tiene que ver con exponerme a que otros ojos miren y vean lo que yo con tanto celo quiero esconder. Tiene que ver con la imagen, una imagen rota bajo la mirada de los otros. Tiene que ver con mostrar la parte más vulnerable y exponerme a la crítica, con atreverme a elegir y “ser vista”.
Tras la experiencia de exponerme, me he dado cuenta que cuando lo paso realmente mal, es cuando intento tapar el miedo que me produce “salir”, quedándome donde estaba, sin que nada se mueva, intentando justificar el no haberme atrevido a romper con esa repetición: “que no se vea lo malo”.
La lectura posterior de la experiencia fue diferente a todas las anteriores. Me sentí muy bien cuando entendí que estoy en un aula de formación, y por lo tanto hay que partir de lo que no se sabe y admitir los errores, los olvidos, las incoherencias… En fin, una experiencia rica en cuanto a lo que pude aprender en la función de animador.
Como a lo que sucede hay que ponerle palabras, dicho queda. Nos seguiremos viendo en la formación de psicodrama, por supuesto “siendo vista”. Curiosamente, tras ésta elección me siento mucho mejor. Renunciar al goce de esconderme, rebaja el síntoma que le acompaña a lo oculto.
[1] Psicóloga del Servicio Murciano de Salud. Miembro del Aula de Psicodrama.