El discurso grupal en una sesión de Psicodrama.
Virtu Marruenda Serrano[1]
Resumen: A partir de una sesión clínica de psicodrama, se muestra como quien habla primero, relanza el discurso grupal. Se da cuenta del hilo de este discurso y de lo que vamos encontrando debajo del mismo.
De los posibles puntos de vista desde donde poder mostrar la herramienta del psicodrama freudiano en grupo, elijo uno: pretendo dar cuenta del discurso grupal, y de como a través de sus miembros, de la figuras del animador y del observador, se desarrolla el discurso.
A modo de cuaderno de ruta de la sesión clínica, presento una pequeña guía que ayude al lector a focalizar la mirada en el tema que quiero destacar. Presten atención al inicio del camino, donde se puede ver como el primer miembro del grupo en atreverse a hablar, relanza el discurso grupal y marca la dirección que va a seguir el resto de miembros que hablan. Lo que pudiera parecer un conjunto de vías independientes es, en realidad, un cruce de caminos donde se encuentran los participantes a través de su narración.
El animador favorece la circulación del discurso con sus puntuaciones, con sus preguntas y el uso de la escansión. Les propongo que lo observen y que adviertan como facilita el discurso grupal cuando interroga al protagonista de la escena sobre las razones que le han llevado a elegir a los yoes auxiliares y cuando pregunta a éstos sobre su sentir al ser elegidos para jugar. A partir de ahí, se abre una nueva cadena de significantes, que es propia de cada miembro convocado en el discurso.
Al acabar la sesión, parada provisional; el observador “va tomando aquellos significantes que han ido marcando el discurso de la sesión, subrayando al mismo tiempo las diferencias de cada participante. Hace ver como unos a otros han ido respondiéndose”[2]. Es muy posible que en próximas sesiones, como efecto de su intervención, se ponga en circulación parte de lo devuelto al grupo en forma de asuntos pendientes de explorar y resolver.
Notas teóricas preliminares
Sobre el discurso concreto de esta sesión, vayan por delante unas breves notas teóricas, mapa de viaje que va a guiar la escucha y la mirada, tanto del animador como del observador.
Por un lado, el niño/a tiene la necesidad de ese Otro, tiene necesidad de la madre para que le diga al niño/a lo que necesita, el significado, por ejemplo, de sus llantos. Esto es estructural y decisivo para la constitución del yo y en un primer momento necesario fundamental para la vida del niño. Por otro lado, es el primer momento fusional, en el que no hay lugar para el deseo; donde el niño hace completud con la madre. Pero, también, puede llegar a constituirse en atrapamiento en cuanto que, a lo largo de la vida, busque a ese otro del espejo para que le siga diciendo qué es lo que necesita.
Sesión clínica de psicodrama
Elena tiene dificultad para preguntarse por sus necesidades hacia dentro, se pregunta hacia fuera, al otro del espejo. Se inicia la sesión y toma la palabra, es la primera en hablar.
Elena.- Yo me alegro de estar aquí. El camino es terapéutico. Tengo miedo al coche, soy muy miedosa. Me encanta hacer cosas para mí. Estoy sobrecargada, sosteniendo la economía de la familia, más o menos, desde hace un año y medio. Mi marido está planteándose qué quiere hacer. (Habla del negocio emprendido por el marido como un lastre familiar). Dice que trabaja todo el día y que está más irritable. Se pregunta: ¿y yo qué, dónde me dejo caer yo, dónde estoy? Cuando me miro al espejo me pregunto dónde estoy…
El terapeuta le pregunta si puede ser más concreta
Elena.- El estar volcada en cuidar y sostener no es nuevo para mí. Para mí es fácil perderme ahí. Necesito como el agua momentos para mí, que me den. Un espacio de intimidad conmigo misma, estar no tanto para afuera.
Terapeuta.- Mirándote en el espejo, nos detenemos ahí…
Terapeuta al grupo.- Los demás, ¿qué andáis pensado cuando escucháis a Elena?.
Sigue hablando María y explica cómo hace para no preguntarse por sus necesidades. Habla de una tía que tapa la necesidad del otro, a ella la cuidó en sus necesidades. ¿Qué necesidades eran esas que vino la tía a tapar?
María.- Vengo consternada por una circunstancia familiar, tengo una tía que tiene cáncer terminal. Tiene que ver con lo que habláis. Es la menor de tres hermanos, (María habla también de otra tía, hermana de ésta) sus padres la tuvieron para cuidar a los hermanos. Ha sido mi madre.
Terapeuta.- ¿A ti también te cuidó?
María.- Sí. Todos pensábamos que se iba a morir la otra, y no. No se ha mirado en su vida. Estoy jorobada, siempre atendiendo, tapando la necesidad de los demás.
Terapeuta.- ¿Qué necesidad te tapó a ti?
María.- Me cuidó mucho, atendiéndome en cosas en las que mi madre no me atendía. Eran mis madres.
Terapeuta.- No sólo una.
María.- La otra, también; aunque era más sargento y se daba más espacio para sí.
Terapeuta.- las dos cuidaban, una se daba espacio para sí y la otra no. Tenemos dos tías; una se olvida de sí, la otra no.
María.- Sí.
Terapeuta.- ¿En qué lugar te pondrías tú?
María.- En la que cuida y se olvida de sí.
Terapeuta.- ¿Por qué ahí?
María.- Pierdo el contacto conmigo, con mis necesidades; me coloco en el sitio de ayudar.
Terapeuta.- Ya hemos visto que eso no implica olvidarse.
María.- Yo sí me olvido (habla de la pareja). A veces, me olvido de lo que quiero yo, me tengo que parar y preguntarme qué necesito yo. Ahora soy menos el deseo del otro.
Terapeuta.- Recuerdo algo que contaste hace un tiempo; tu pareja quería hacer un viaje; estaba el deseo suyo por un lado y el deseo tuyo de no ir. Te debatías entre sí ceder y marchar o mostrarle tu opinión. En la representación se lo terminas diciendo, y le parece bien. No entiendo por qué esa sensación tuya de olvidarte a tí, sentir que sólo le das al otro; cuando si pides, en vez de dar, obtienes una respuesta positiva.
María.- Esa respuesta fue aquí, en el contexto de la sesión, no fuera.
Terapeuta.- Lo que aquí ocurre siempre tiene algo de verdad.
María.- En lo que estoy es en ver si quiero el viaje o no. Me cuesta ver qué es lo que quiero hacer; mirarme, como dice María. De momento, he decidido que me voy porque me da la gana a mí. Las cosas no están como estaban.
Terapeuta.- (Irónicamente pregunta): “¿De dónde me vendrá a mí este carácter? “Olvidarme de mí”.
María.- De mi familia, de la situación familiar. Como era ser una mujer y quedarme para ayudar.
Terapeuta.- ¿No tenías hermanas?
María.- Tenían 12 y 16 años más. La situación económica era precaria, nos trasladamos de un pueblo a Alicante. Mi padre estaba sin trabajo, de manera que cuando lo encontró, nos vinimos todos. No me escolarizaron.
Terapeuta.- ¿Cuántos años tenías?
María.- 11 años. Mi hermana tenía 6 meses más.
Terapeuta.- ¿Los demás hermanos sí estaban escolarizados?
María.- Sí, yo estaba en casa con mi hermana y mi madre. Una vecina preguntaba: “oye, y esa niña qué hace aquí”.
Terapeuta.- Rescátame un recuerdo.
María.- Ese recuerdo, la vecina preguntando a mi madre qué estaba haciendo conmigo, cómo es que estaba allí.
Representación de la escena:
María elige a los “yoes” Auxiliares. Elige a la vecina y a la madre de entre los compañeros.
Terapeuta.- ¿Cómo era la vecina?
María.- Muy resuelta, trabajadora; grande. Tenía muchos hijos.
Elige a Noelia porque es resuelta y valiente, “con dificultades pero que va hacia delante…”
Terapeuta.- Una persona capaz de preguntarse así misma qué hago yo aquí. ¿Cómo se llama?
María.- María.
Para representar a la madre elige a Rosa, porque siente que no quiere saber, tiene la cabeza agachada.
Terapeuta.- ¿Y qué es lo que no quiere saber?
María.- No quiere saber qué hacer conmigo.
Terapeuta.- ¿Y qué es lo que tú no quieres saber?
María.- Qué hacía yo allí.
El terapeuta decide no representar la escena en el momento en que María se hace la pregunta que había estado evitando todos estos años: ¿qué hacía yo allí?
El terapeuta interroga a los yoes auxiliares que han sido elegidos para la escena. En concreto, pregunta a Rosa que ha sido elegida como madre.
Terapeuta a Rosa (madre).- ¿Qué es lo que no quieres saber?
Rosa.- No lo sé.
Terapeuta.- ¿Qué se te ocurre a tí?
Rosa.- Nada.
Terapeuta.- ¿Qué estás pensando?
Rosa.- Nada, escuchándola a ella estaba pensado que su madre le contestaría una mentira.
Terapeuta.- Piensa en tí, María ya lo hará por ella. Si le pregunto a mi madre seguro que responde con una mentira. ¿Qué pregunta sería esa?
Rosa.- No lo sé. Me ha venido una sensación de pequeña.
Terapeuta.- ¿A qué sensación de pequeña te fuiste?
Rosa.- A una situación de pequeña en la que tengo la sensación de que me estoy dando cuenta de un parto de mi madre. La primera sensación es que no puede ser. Tenía 14 meses, era el parto de mi hermano. Bajo las escaleras, delante está la habitación de mis padres; allí debe haber un parto. Por lo visto era retrasadita andando y todo eso. Y ese día bajé las escaleras, oí: “mira la niña, ya anda sola”, y la sensación es que mi madre está teniendo un niño. Oigo rumores, está mi padre y otra persona. Supongo que es un médico. Tengo miedo y la sensación de que hay sangre y de que la culpa de aquello la tiene mi padre. Tengo miedo por mi madre. No logro ver el parto, ni nada.
Terapeuta.- ¿Y esa voz de “mira la niña que anda sola”?
Rosa.- Luego lo he oído a mi padre: “la pobrecita tuvo que bajar la escalera sola”. Me cogió una farmacéutica que nunca me ha caído bien. Me veo bajando las escaleras, cogiendo los barrotes, callada; muchas manos no creo que hubiera. Creen que no me entero de nada; pero yo me entero.
Terapeuta.- ¿De dónde viene esa sensación?
Rosa.- Como si ellos pensaran que yo estoy ausente de todo aquello.
Terapeuta.- ¿Qué es todo aquello?
Rosa.– ¿Por qué mi madre estaba teniendo un hijo?
Terapeuta.- Estaba embarazada, era el parto, y ha tenido un niño. Qué es eso de lo cual tú estás ausente.
Rosa.- No lo sé, te podía decir de sus relaciones; pero no las veo, no lo veo, no lo veo.
Terapeuta.- Lo dejamos así, de momento, con la pregunta: ¿qué es lo que no quiero saber?
Terapeuta al grupo.- Más cosas.
Ángela.- Elena ha dicho que se alegraba de estar aquí. Yo no sé si me alegro, cuando colgué el teléfono después de confirmar mi asistencia al grupo, me dije: “¿cómo se me ocurre?”.
Terapeuta.- Una buena pregunta, sabiendo donde voy, ¿cómo se me ocurre?.
Ángela.- Pensaba en Ana.
Ana es la coterapeuta, en ese momento observadora del grupo.
Terapeuta.- Viniste aquí por Ana.
Ángela.- Fue por Ana, al ser una profesional. Yo siempre he tenido un rechazo a todas las mujeres profesionales. Yo no voy a ninguna profesional (ni a una médico) siempre ha sido así.
Terapeuta.- Pudiste escoger y escogiste, sabiendo que te ibas a encontrar con una profesional. ¿Qué pasa con eso de “mujer profesional”?
Ángela.- No lo sé.
Terapeuta.- ¿Qué diferencia hay entre una mujer y una “mujer profesional”?
Ángela.- Una profesional tiene autoridad, hay una separación. No estamos en el mismo nivel.
Terapeuta.- ¿Y esa es tu dificultad? ¿El nivel por arriba o por abajo?
Ángela.- Ella, arriba, me da repelús; no quisiera que me toque.
Terapeuta.- ¿Con qué relacionas todo esto?
Ángela.- Supongo que hay un cierto enfado contigo (a Ana), con ella.
Terapeuta.- Habla de este enfado. ¿Por qué ese enfado tuyo? Podías pensar que te va a poder ayudar, ¿Por qué no poder dejarte en sus manos?
Ángela.- Hay un rechazo.
Terapeuta.- Lo puedes relacionar con algo de tu historia.
Ángela.- El primer sitio: el colegio, las monjas; las maestras. En el colegio eran muy exigentes, las maestras eran muy estrictas en todos los niveles.
Terapeuta.- Algo en concreto en relación a aquella época.
Ángela.- No me sentí bien, no hubiera podido confiar en ninguna. Sentí desconfianza.
Terapeuta.- ¿Alguna de esas abonó el terreno para esa desconfianza? ¿Cómo era la relación con tu madre, también ella era una profesional?
Ángela.- Era una relación distante.
Terapeuta.- Preséntanosla.
Ángela.- No me gusta hablar de mi madre. Prefiero hablar del colegio.
Terapeuta.- Aprovecha, ya que te decidiste a hacer la llamada, ya que tienes la suerte de estar frente a frente con Ana.
Ángela.- Con mi madre tuve poco contacto, ella se ocupaba de mi padre y las nanis de nosotras.
Terapeuta.- Vamos a la escena en la que tu madre se ocupa de tu padre y las nanis se ocupan de ti. Una escena en la que veas como tu mamá cuida de tu padre.
Ángela.- Mi madre ponía la cena a mi padre, ellos cenaban solos y nosotros antes.
Se representa la escena:
En un momento dado de la misma, la protagonista se queda esperando a que su madre se dirija a ella para atenderla. La terapeuta le pregunta cuánto tiempo estuvo esperando y la protagonista le dice: “mucho tiempo”, a lo que la terapeuta le responde: “hasta la actualidad”, dejando en este punto la representación.
Fin de sesión
El marido de Elena ya le ha dicho lo que quiere, que esté como sostenedora de la familia; pero ese lugar le sobrecarga y ella ya no puede más. Pero, paradójicamente, de nuevo le pregunta al Otro que le diga dónde situarse. Le pregunta al espejo para que sea el otro el que le diga. Necesita sostenerse en alguien, dice en su discurso: “no tengo donde caerme”. Frente a la sensación que tiene de sobrecarga, el marido no aporta nada.
Si la tía de María hizo de madre ¿dónde estaba su madre? Esa es la necesidad de María. En la escena se ve que requiere hacer una pregunta a su madre: ¿qué hago yo aquí, ayudándote a ti? Y precisamente para no saber de su necesidad, se posiciona en ese lugar de ayudadora.
Rosa habla de cierta sensación de una madre dando a luz que no está junto a ella. Habla de la necesidad suya de estar junto a la madre, necesidad que le hace bajar las escaleras; pese a su retraso, tenia catorce meses. Necesidad que le aboca de ser una retrasadita a escuchar: “Mira la niña que anda sola”, frase que se le queda grabada. Pero esto no significa que uno no tenga necesidades. Andar sola es mostrar su deseo y dejar al descubierto el de la madre.
Ángela habla de la necesidad de madre, del rechazo a la mujer profesional; ya que es una profesional, en su caso, la que ocupa el lugar de su madre; la nani. En el inconsciente de Ángela, por culpa de la mujer profesional (la nani), su madre sólo se ocupa de su padre. El terapeuta le devuelve que en realidad la única profesional de la maternidad era la madre porque la otra era un sucedáneo.
Vamos viendo, pues, un discurso que relanza un miembro del grupo y con el que enganchan otras personas del mismo. Por debajo del hilo del discurso, terminamos escuchando distintas versiones de cómo se trampearse para no enfrentarse a las propias necesidades.
Una sesión de mujeres que cuidan al otro, teniéndolo como centro, pero olvidándose de sí. Vemos como a través de poner en juego sus palabras y de representar, se está dando un movimiento interior hacia ellas mismas; hacia el cuidado de sí.
Queda seguir haciendo camino, desandar algo de lo andado; para lo que se hace necesario de otros espejos exteriores: los compañeros del grupo que ayudan a ver lo que no podemos ver, lo que no queremos ver; por rechazado, olvidado o reprimido. El grupo ayuda a transitarlo; el camino no es fácil, y como dice Elena: “angustia, pero es terapéutico; es decir, produce cambio. Aunque da miedo y crea dudas, vengo y represento como hace Ángela”; tal y como le dice el animador: “ya que estás aquí, aprovecha”. ¿Qué se puede perder? ¿Una ilusión? ¿Tal vez, la ilusión de que no necesitamos? ¿Tal vez, la ilusión de que nos conocemos? Para poder preguntarse a uno mismo, es necesario ir descubriendo donde me olvidé de mí.
[1] Psicoterapeuta. Miembro del Aula de Psicodrama
[2] Cortés E. y Colaboradores (2009) Psicodrama. Una Propuesta Freudiana. Alborán Editores. Granada.