Crónica de un grupo.
Reme Padilla
1.
Cuenta Ovidio, que Narciso era hijo del río Céfiso y de la ninfa Liríope. La
ninfa se quedó hechizada por el río, y de ellos nació Narciso que de tanta belleza que poseía su rostro, podría competir con los Dioses.
Preocupada su madre, consultó con Tiresias cuántos años vivirá Narciso, y Tiresias le dijo que viviría muchos años, pero “si no se veía a sí mismo”.
Narciso fue deseado por todas las ninfas que quedaban presas de su belleza y ante las cuales permanecía indiferente. Una ninfa llamada Eco, que había sido condenada a no poder hablar, y a repetir solamente los últimos acentos que a sus oídos llegaran buscaba desesperada la compañía de Narciso.
Era en vano.
Un día, Narciso sediento bebió de la fuente de Tesepias cuyas aguas parecen un espejo. Se arrodilló y en las quietas aguas, vio reflejada su propia imagen. Narciso al verse, y quedó capturado por su propia imagen. Admiró todo lo que vio en él, lo que otros admiraban en él.
Desesperado, atacó su propio cuerpo. Quedó paralizado.
Su cuerpo se transformó en flor y el de la ninfa en piedra.
Narciso no se enamora porque “no le falta nada”, no registra la angustia de un vacío.
2.
El grupo interroga toda posible posición narcisista y a la vez, el narcisismo hace obstáculo en el grupo, como lugar desde el cual, la crítica resulta insoportable, ya que algo se agrieta. Algo que tiene que ver con lo real, con la confrontación con la castración y la muerte. La elaboración de la castración parece encerrar una advertencia: enamorarse de uno mismo, no soportar la falla de otro, buscar en la propia imagen el objeto de amor, no soportar la inclusión de algún otro, ni la falta de certezas, es concertar una cita con la muerte.
Abandonar entonces una posición narcisista en un grupo es poder renunciar a la completud de la propia imagen, de las propias palabras; es aquí donde se pueden producir transformaciones subjetivas en relación al abandono de una posición narcisista y la posibilidad de producir nuevos anudamientos subjetivos.
3.
El narcisismo, según el psicoanálisis, es una etapa indispensable, un camino necesario para pasar del autoerotismo a las relaciones objetales, y a la producción del yo. A partir de ese momento estará presente dando cuenta de los límites de uno mismo, así como de las comunicaciones e intercambios con el otro, o de todo lo que ocupe la posición de Otro. En ocasiones se posiciona como un escollo que hay que salvar para acceder a la relación con ese otro, con un otro diferente de sí y, por tanto, exterior y extraño.
La construcción del narcisismo supone el reconocimiento de una puesta en juego que el yo hace a cada instante de la vida. Cuando Freud (1915) se preguntaba acerca de los deslindes del yo respecto de los objetos, no hacía otra cosa que suponer un estado previo a la investidura libidinal dirigida hacia los objetos y hacia el yo, todo lo cual hace suponer un primer momento de indiferenciación entre el bebé y el mundo circundante. Freud postulaba que, en esta situación originaria, la discriminación entre una líbido objetal de otra yoica propiamente tal se hace poco nítida. El yo, se constituiría a partir de “algo que tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya” (Freud, 1915) que fundaría ese yo, lo cual supone una serie de operaciones tendientes a instalar este yo.
Lacan da cuenta de este pasaje con la “Teoría del espejo”. La experiencia de reconocimiento de la propia imagen en el espejo entre los 6 y los 18 meses es tomada como paradigma de la constitución del yo. El espejo anticipa una unidad que el niño aún no tiene, la mirada de la madre anticipa una identidad, el deseo de un proyecto para ese hijo. La narcisización del sujeto, una mirada que reconozca sus rasgos es indispensable para el crecimiento. Hasta ese momento el niño se experimenta como cuerpo fragmentado, ahora siente fascinación ante esa imagen en el espejo.
4.
Un grupo de psicodrama freudiano formado por seis personas, hombres y mujeres, que se reúne con periodicidad quincenal, durante un año. Salvo en dos casos, no se conocen entre ellos.
El discurso del grupo se recorta sobre una zona prohibida.
El grupo hace presente de forma viva y actual al grupo familiar. Se trabaja con: transferencia, contratransferencia, sueños, asociaciones, actos fallidos sobre todo con escenas; entendiendo al grupo como sostén ante la emergencia de angustias primarias que invadieron al aparato psíquico, ya que no hubo allí y entonces la posibilidad de descarga (y elaboración) adecuada.
El grupo es una amenaza primaria para el individuo.
El grupo con miembros que no se conocen casi nada, es vivido como una amenaza al yo y es experimentado por cada uno de sus miembros como un espejo de muchas facetas que le devuelve su propia imagen deformada y repetida hasta el infinito. Esto genera angustia y amenaza.
El grupo es el lugar de los otros.
El término resonancia viene de la física, y es una metáfora para indicar que un miembro resuena con el fantasma de otro y está facilitada porque los grandes temas del inconsciente son poco numerosos. Ellos, como el coro griego, abren un horizonte de emociones. En ellos los sentimientos resuenan, se amplifican, cobran una extraña realidad.
El eco grupal. En el grupo comienza hablando alguien y esto de lo que habla resonará en el resto de los miembros del grupo, que pondrán su inconsciente al servicio del grupo.
Aurora quiere hablar del dolor físico que tiene y de cómo siente cuidando de su nieta cuando su madre va a trabajar. Esto resonará en Lorena quien dice que lo que comenta Aurora le trae el recuerdo de cuando su madre se arreglaba para salir y ella se sentía abandonada. La sesión tendrá como eje la diferencia entre separación y abandono.
El grupo permite elaborar emociones, ansiedades y conflictos originarios.
Generado por la presencia obvia de otras personas. Cada persona transfiere impulsos, sentimientos y fantasías a cada uno de los otros miembros del grupo. Se puede decir que, en el grupo, reviven sutilmente muchas de las emociones de los primeros años de nuestra vida. Y con esas emociones, han perdurado muchos de los procesos que originan nuestro malestar, y que surgen en la situación de grupo.
Las transferencias laterales son activas y significativas. El grupo en la edad adulta, como lo fue la familia en los primeros años de la vida, facilita porque permite elaborar (es decir, experimentar de forma repetida y más adaptada), las emociones, las ansiedades y los conflictos originarios.
Carolina es una mujer de 20 años invitada a participar en el grupo. Rápidamente se integra en el grupo, hablando y participando. Con ella, se realiza una escena de su infancia. No acude a las sesiones posteriores poniendo siempre alguna excusa. Tras esa escena, ella se relacionó con el grupo como se relacionaba con los demás objetos de su vida, alejándose cuando la situación que vive le produce malestar.
El grupo nos hace sentir ambivalentes.
¿No nos parecen infantiles, muchas de nuestras reacciones en el grupo en las que sentimos odio y amor a la vez y en las que nos identificamos proyectivamente?
Estar en un grupo siempre es ver como se despiertan en nosotros las viejas tensiones entre la rebeldía y el sometimiento frente a la autoridad. Tensiones que dan lugar a vivencias de rivalidad entre hermanos/iguales. En el grupo, los demás participantes representan rivales para eliminar, al mismo tiempo que eliminadores en potencia. Y las manifestaciones grupales asociadas a este fenómeno serían los silencios prolongados, la constitución de subgrupos. Utilizando un lenguaje kleiniano aparecen angustias arcaicas, paranoides y depresivas.
Aurora manifiesta en varias sesiones sentirse juzgada y no comprendida por otro miembro del grupo, Clara con un gran movimiento emocional. En este movimiento no podemos dejar de observar lo anteriormente mencionado con relación a la rivalidad entre iguales.
El grupo da siempre origen a identificaciones.
En el grupo desde el principio se han dado identificaciones, éstas se mencionan en el propio grupo con expresiones como: “Cada vez que habla (…) es como si hablara yo”; o “ estaba esperando a ver qué decía (…) porque normalmente pone palabras a lo que yo siento”; ante la baja de un miembro “echo de menos a (…) porque me eligió de hijo”; a Lorena siempre la eligen como persona divertida; a Clara como alguien fuerte capaz de sostener escenas duras y de poner límites.
El grupo se constituye como ese “otro lugar”.
Anzieu es categórico a la hora de considerar la existencia de los psiquismos individuales como la única realidad inconsciente, y el grupo en este sentido, sería el objeto de proyección de las fantasías e imágenes individuales. Este “otro lugar” al que se refiere Anzieu, apunta directamente a la presencia, en el grupo, del inconsciente y al hecho de que la situación grupal hace más fácil la aceptación de la realidad inconsciente en la medida que ya no se concibe como algo individual.
Hay una escena que lo hace posible.
Anzieu habla de «un buen grupo» cuando ocurre el fenómeno del replanteamiento personal de cada uno. Así, la experiencia da lugar a la posibilidad de la restauración de los narcisismos individuales amenazados.
Durante el año de duración de este grupo, se ha podido observar un cambio: de los silencios largos llenos de miradas dirigidas al suelo cargadas de angustia y las escenas con poca implicación personal, se ha pasado sobre todo a escenas con mayor exposición de la historia individual de cada uno, y a manifestar que se quiere trabajar esa escena concreta, en este grupo; esto en relación al abandono de una posición narcisista y en cuanto a la posibilidad de producir nuevos anudamientos subjetivos, hemos podido observar cambios en el discurso de muchos de los miembros, por ejemplo: Clara ha podido decir en voz alta cuál es su deseo; Aurora, ha cambiado su posición subjetiva con respecto a su relación con su madre; Lorena ha podido hacer un viraje en cuanto a su maternidad…y la historia continúa.
Bibliografía.
Anzieu, D. (1986). El Grupo y el Inconciente. Biblioteca Nueva. Madrid
Bauleo, A. (1997). Psicoanálisis y Grupalidad. Buenos Aires: Paidós
Freud, S. (1921). Psicología de las Masas y Análisis del Yo; Freud, S. (1930). El Malestar en la Cultura. ; Freud, S. ( 1913).“Tótem y tabú” ; Freud, S. “Introducción al narcisismo” (1915). Obras Completas (1991). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lacan, J. (1956) “Escritos 1”. Biblioteca Nueva. Madrid.
Bernard,M.“Problemas y especificidades del encuadre grupal psicoanalítico” . Revista de Psicología de Psicología y Psicoterapia de Grupo – T. XV- Nº2 -1992.
Jasiner,G. “El narcisismo como herramienta para el abordaje de lo grupal”. 1968/ grupalista. Recuperado de http://milnovecientossesentayocho.blogspot.com.es
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