¿ESCENAS FABULADAS, SÍ O NO?
Por Loli García
Freud en el texto Construcciones en análisis (1937) dice “El consabido propósito del trabajo analítico es mover al paciente para que vuelva a cancelar las represiones -entendidas en el sentido más lato- de su desarrollo temprano y las sustituya por unas reacciones como las que corresponderían a un estado de madurez psíquica. A tal fin debe volver a recordar ciertas vivencias, así como las mociones de afecto por ellas provocadas, que están por el momento olvidadas por él. Sabemos que sus síntomas e inhibiciones presentes son las consecuencias de esas represiones, vale decir, el sustituto de eso olvidado”. Dicho trabajo analítico dará lugar a “una imagen confiable, e integra en todas sus piezas esenciales, de los años olvidados de la vida del paciente”. Pero para que esto sea posible detiene Freud nuestra atención en que son necesarias “dos piezas por entero diferentes”. Por un lado la tarea del analizado que “debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él”. Y por otro lado la tarea del analista, que Freud define de “construcción o, si se prefiere de reconstrucción”. Y en este sentido equipara en ciertos aspectos esta labor del analista con la del arqueólogo. “El analista tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras de sí, mejor dicho, tiene que construirlo”. Los indicios los conseguimos en los sueños, en la asociación libre, en los afectos que aparecen, en la repetición…
Lacan pasará a hablar de deconstrucción. En el sentido de una caída de las identificaciones primarias del sujeto, de manera que el sujeto deje de relacionarse con “el otro” de una manera especular y pase a relacionarse desde una posición subjetiva en relación al “otro”.
En Construcciones en Psicodrama, Paul Lemoine, diferencia las construcciones en análisis de las construcciones en psicodrama, donde el analista se sirve no solo del relato sino también de la topografía que se instaura. “Ser psicodramatista es, entonces, no sólo reparar las mallas del tejido que falta sino que, teniendo en cuenta una topografía, también es subrayar su existencia en el espacio de la sesión, es decir, marcarle el lugar en la situación que los participantes ocupan unos frente a otros, y es también hacerla operar en el momento del juego”. El espacio que se manifiesta en la sesión entre los participantes es un reflejo del espacio interior del sujeto, servirá entonces también para resituarlo.
Puesto que entonces en psicodrama cuando jugamos una escena “real”, al reconstruirla estamos introduciendo partes que no conocemos, inventamos, nos lanzaba Enrique la pregunta de por qué no jugar también escenas fabuladas, cuál sería la diferencia.