Por Digmar Aguilera Bascope.
RESUMEN: Se propone en el presente artículo reflexionar sobre las características específicas del psicodrama freudiano como un espacio para la palabra, sostenida e impulsada gracias al recurso de la representación. La articulación cuerpo, mirada, repetición, transferencia y singularidad, aspectos que definen y excluyen al psicodrama freudiano del resto de las intervenciones grupales. La articulación psicoanálisis y psicodrama por parte de los primeros iniciadores que da como resultado algo que le es propio a este dispositivo y, por último, la pregunta acerca del estado actual del psicodrama freudiano y su futuro en la era de la neurociencia, la híper-individualidad y la extrema virtualidad.
Comenzaré expresando que el psicodrama freudiano es un lugar para dar la oportunidad al decir, un dispositivo para contar historias, un espacio para dar la opción a aquello que nos habita, la palabra; en el psicodrama freudiano se trata de hablar, se trata de empujar a que el sujeto se haga presente en el discurso, que a partir de sus asociaciones se encuentre con su verdad más íntima. Jacques Alain Miller en su texto El Método Psicoanalítico, nos dice: «…cuestionar la posición que toma aquel que habla con relación a sus propios dichos«.
Es así que nosotros, que practicamos el psicodrama freudiano, pensamos este dispositivo como un espacio para la palabra, un lugar para que el sujeto despliegue un discurso y pueda encontrar su posición ante esto que dice y en lo que Lacan puntuó como «rectificación subjetiva», consecuencia de la implicación del sujeto en su decir.
Hasta aquí el psicodrama freudiano como una experiencia de la palabra, pero aquello sería incompleto si dejamos de lado la escena; el psicodrama freudiano es una experiencia de la palabra pero mediada por una representación, escenificación, dramatización.
La palabra es sostenida en una representación, representación que es jugada ante un grupo de personas que se reúnen para narrar sus historias, historias que se juegan, se construyen, se modifican y se cuestionan.
Se juega la repetición que insiste, que instala sus lazos transferenciales con los participantes del grupo y con el coordinador, tratando de hacer emerger una modalidad especifica de goce; a este fenómeno el Dr. Freud le llamaba la neurosis artificial.
La importancia de la escena en el psicodrama se desprende de la capacidad que esta tiene para desanudar el discurso, acelerar las asociaciones, organizar y despejar los contenidos que sujetan a los participantes a sus identificaciones.
En el psicodrama freudiano se ponen a jugar las escenas, el cuerpo tiene su lugar como depositario de una memoria, memoria inconsciente, con sus significantes que en la representación podrán ser vistos, leídos y re-significados.
El Dr. Freud explicaba el estatuto del síntoma en el cuerpo de la histérica en los Estudios sobre la histeria, y Jacques Lacan en La lógica del Fantasma, en el Seminario de 1966-1967, se referirá a este diciendo: «el inconsciente es el discurso del cuerpo», de ese cuerpo marcado, atravesado por afectos, pasiones y por una historia singular.
El estatuto del cuerpo en el psicodrama freudiano es importante ya que el cuerpo es depositario de significantes estancados, encarnados, simbolizados; este «cuerpo del simbólico», como le llamará Lacan en Radiofonía, en el psicodrama freudiano tiene su escucha, se le da la opción de decir aquello que conlleva, como en el típico caso del sujeto que ante la puesta en circulación de determinados significantes calla, pero su cuerpo, a través del temblor en su rodilla, comienza a expresar un saber no sabido.
Es así que en el psicodrama freudiano se da licencia al sujeto para que posibilite mediante la escenificación y con el cuerpo, su discurso.
El psicodrama freudiano es principalmente una experiencia en grupo, donde este servirá de apoyo, de recurso, para instalar la historia que trae el sujeto; los participantes del grupo jugarán ciertos roles, representarán la narración, en todo caso ayudarán al protagonista a jugar sus escenas en el plano imaginario de la representación para de allí pasar al plano simbólico.
Es importante no confundir el psicodrama freudiano con la terapia de grupo ya que el primero apuntará a hacer manifiesta la singularidad del sujeto haciendo del grupo un soporte donde el protagonista pueda encontrarse, a través de su representación, en su decir, su historia, su verdad, aquellos significantes que lo habitan, sus pasiones, su sentir, en última instancia, su singularidad.
El grupo de psicodrama freudiano es un espacio para la apuesta por la vida donde se invita al sujeto a mostrar la falta, a enfrentar la angustia, a cuestionarse, a construir y, si se dan las condiciones, a encontrarse con la rectificación, la re-significación, la pacificación.
Una breve viñeta.
Alicia relata una historia de insatisfacción sexual con su marido y expresa haber perdido el deseo de estar con él.
Alicia: No sé por qué no lo deseo.
Director: ¿Que podría ser esta ausencia de deseo?
Alicia: No sé, ahora me acuerdo que este (refiriéndose al marido) me fue infiel, discutimos mucho; pero igual no creo que sea eso pues fue hace mucho tiempo y yo le perdoné.
Se la invita a pasar al escenario para investigar esta situación. Elige a un integrante del grupo para que represente al marido. Ante la mirada del marido (representado por un participante) y cuando está lista para hablarle, repentinamente le dan ganas de vomitar. Se la cuestiona acerca de que podría ser esto que el cuerpo está expresando, a lo cual remite con un recuerdo de la violación de la que fue objeto.
En ese instante se corta la escena y la sujeto vuelve a su lugar en el grupo; hablará de esto, pero solo bastó un instante en el escenario para desanudar un contenido reprimido y pasar por asociación a otra escena. Obviamente este no es un trabajo concluido, por el contrario, recién empieza, y tampoco es que todos los trabajos sean de la misma intensidad o conlleven caídas de la represión como la que acabo de detallar; esto solo me ayuda a demostrar el anudamiento de la palabra, la mirada, el cuerpo y la escena en el psicodrama.
Este dispositivo es un lugar para el tratamiento del malestar subjetivo haciendo que el sujeto vaya más allá del discurso verbal y represente una escena, haciendo de la representación un depositario y disparador de la palabra.
Hasta aquí he podido describir ciertas particularidades que son propias del psicodrama freudiano, la palabra, la mirada, el cuerpo, la escena, el grupo, y su tratamiento desde ciertos postulados que funcionan como base para su lectura y avance, las teorías del Dr. Sigmund Freud y Jacques Lacan, sin dejar de lado al genial Jacob Levi Moreno, creador del psicodrama.
Lo que hoy llamamos el psicodrama freudiano es el resultado de un trabajo y esfuerzo de articulación por parte de los primeros que teorizaron esta vertiente del psicoanálisis, Paul Lemoine, discípulo de Jacques Lacan, y Gennie Lemoine entre los principales que se aproximaron a las técnicas de Moreno articulando esto sobre lo que hoy seguimos martillando. Tenemos también otros teóricos contemporáneos que siguen en su esfuerzo de dar cuenta de su acto a través de la palabra escrita, uno de ellos es el español Enrique Cortés.
¿Cuál es el futuro del psicodrama freudiano en la actualidad? Me parece muy pertinente cuestionar el discurso actual para presentar algunas propuestas.
Por un lado tenemos el psicoanálisis, lo freudiano, un discurso que confronta con aquello de lo cual el sujeto no quiere saber. Hoy el ciudadano global quiere soluciones químicas, libros de autoayuda, re-aprendizajes; el discurso de la post-modernidad es un discurso del barramiento del inconsciente, de la neurociencia, de la estadística, lo verificamos día a día en diferentes países y con ciertas leyes que llegan al extremo de pretender la exclusión del psicoanálisis de ciertas intervenciones imprescindibles.
Por otro lado, tenemos al grupo donde se invita al sujeto a mostrar su falta, a presentarse con su carencia, su miseria, a mostrarse incompleto, barrado, en un mundo de realidad virtual donde a lo que se nos impele es a triunfar, a tener éxito, a ser completos, en última instancia, a gozar.
¿Cuál es nuestra responsabilidad y cómo sostendremos estos espacios de subjetividad en estas épocas de híper-individualismo donde el apunte es a un goce ilimitado, en un mundo de identidades virtuales que se solapan detrás de un ordenador y que no quieren implicarse en poner el cuerpo para la construcción de un lazo social, a no ser solamente de utilizar el cuerpo como una vitrina imaginaria para captar la mirada devoradora de un otro?
De allí que el espacio de psicodrama freudiano apuesta por un lugar de humanización, pero que está en contracorriente del discurso actual en su doble vertiente, debido al reconocimiento del inconsciente y la singularidad de cada sujeto, así como del trabajo y tratamiento de la falta en grupalidad que realiza.
Proponemos un lazo que reconoce la inexistencia de la relación sexual, donde el ser humano acepte su falta y pueda construir o anudar algo con ella, reconociendo en el otro la carencia, sin necesidad de esperar completudes imaginarias y delirantes.
Los psicodramatistas freudianos tienen una propuesta muy difícil de sostener ante un discurso civilizatorio avasallador que pretende barrar la subjetividad en desmedro de la estadística y el delirio de la neurociencia, como respuestas principales a la subjetividad del «parletier».
Bibliografía:
- Miller, J. (2006). Introducción al método psicoanalítico. Ed. Paidós, Buenos Aires.
- Freud, S. (1978). Estudios sobre la histeria. Ed. Amorrortu. Buenos Aires & Madrid.
- Lacan, J. (2012). El Seminario, Libro XIV. Ed. Paidós. Buenos Aires.
- Lacan, J. (1977). Radiofonía y Televisión. Ed. Anagrama, Barcelona.